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General: Pastel en el Cielo por los 90 años de Marilyn Monroe
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 01/06/2016 15:05
Pastel en el Cielo por los 90 años de estrella-imagen-animada-0165Marilyn
De rubia tonta no tenía ni un pelo, a la Monroe le apasionaba la literatura
 
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estrella-imagen-animada-0165EL MITO MARYLIN CUMPLE 90 AÑOSestrella-imagen-animada-0165
                    Por José Antonio Aspiros Villagómez - Candelero
Marilyn nació en Los Ángeles, California, a las 09,30 horas del 1 de junio de 1926. Su madre, Gladys Pearl Baker, la llamó Norma Jeane Baker, aunque en el registro civil la inscribió con el apellido Mortenson, el de su exmarido noruego, para no evidenciar que era una hija ilegítima. Este es el primer párrafo de una historia de soledad y lucha incesante contra la tristeza. Abandonada por su progenitora, inestable emocionalmente y ahogada por las deudas, Marilyn vivió una infancia marcada por las familias de adopción, los orfanatos, los abusos sexuales e, incluso, las violaciones.
 
De esos años dando tumbos entre hogares donde nadie la quería, sacó en conclusión que el mundo era hostil y que el amor era algo grandioso que ansiaba encontrar como fuera. Sin embargo, esa época también le dejó un legado de afectividad errática, impulsividad, y falta total de disciplina y patrones de conducta equilibrados, algo que la hizo vivir intensamente.
 
Pero poco importó todo eso. Marilyn había nacido en el lugar adecuado, en un momento de la Historia del cine en el que Hollywood ya era el barrio más famoso del mundo de la ficción. Empezó a hacer sus pinitos como modelo fotográfica, primero, y más tarde como actriz en cortometrajes y películas de bajo presupuesto. Y así, en poco tiempo, logró la tan ansiada fama, un frenesí que la arrastró durante sus años de mayor de esplendor a las mejores fiestas y recepciones de Estados Unidos.
 
Daba igual que el evento fuera benéfico, político o, simplemente, de promoción comercial, Marilyn lo llenaba todo con su arrebatadora capacidad de seducción. Esa fuerza hipnótica que la convirtió para siempre en la tentación rubia, y que hacía de cada paso que daba en su vida una noticia. No obstante, como ocurre tantas veces, de la transparencia más absoluta a la mayor de las oscuridades solo hay un paso. Ese instante que separa su risa incontrolada mientras trataba de bajar su falda sobre una rejilla de metro y la mesa de autopsias del Instituto Anatómico Forense de los Ángeles, el 5 de agosto de 1962.
 
Marilyn Monroe, a quien sus admiradores de varias generaciones recordaremos el próximo 1 de junio en el 90 aniversario de su nacimiento bajo el signo de Géminis, estudió literatura, leyó mucho -poesía y obras serias como el Ulises de Joyce-, dejó una biblioteca de 400 volúmenes, se casó con un novelista y, aunque con faltas de ortografía, escribió poemas, cartas, reflexiones muy interesantes y hasta recetas de cocina.
 
Sus herederos encontraron dos cajas con esos escritos y publicaron una parte de ellos en el libro Fragmentos, que por sí mismo constituye un tesoro para quienes coleccionan cuanto se relaciona con la actriz californiana, pues allí se reproducen fotos inusuales donde está leyendo, las libretas y hojas con sus apuntes manuscritos o a máquina, y la transcripción tipográfica de los mismos en inglés y en español.
 
Fragmentos (Seix Barral, primera edición, 2010, 269 páginas) podría no tener mucho valor literario, a pesar de que según el escritor Antonio Tabucchi, autor del prólogo, revela “una personalidad intelectual y artística que pocos podríamos sospechar”, y que otro literato, Norman Rosten, concede que MM “poseía el instinto y los reflejos del poeta, pero le faltaba maestría”.
 
Sin embargo, es de gran valía el rescate de estos textos porque en ellos la atormentada pero siempre sonriente Marilyn dejó a sus fanáticos una radiografía de sí misma: con frecuencia menciona sus miedos, su inseguridad, su enfrentamiento al psicoanálisis y, en una amplia y emotiva carta, su experiencia traumática en un hospital psiquiátrico al que ingresó por un “malentendido”.
 
Stanley Buchthal y Bernard Comment, los editores, no pasaron por alto que, bajo la presión de los estudios de cine, los medios le inventaron a Monroe la imagen de la típica “rubia tonta” y le negaron el “derecho a una cara opuesta” y ser esa persona melancólica que se pinta y examina a sí misma en sus escritos.
 
Los textos datan de 1943 a 1962, cuando ella tenía entre 17 y 36 años de edad. Muchos son apuntes sobre su trabajo como actriz y su miedo constante: al director, a ciertas mujeres que la trataban mal, a que la envenenara un homosexual amigo de los Kennedy, y a la tortura de sentirse humillada y creer que era “lo peor”, si bien reconoce que con unas copas de jerez podía relajarse y ponerse “de pronto alegre y simpática”.
 
Su vida con Arthur Miller aparece con frecuencia en estos Fragmentos. Menciona, por ejemplo, el hallazgo del diario íntimo del escritor donde dice estar decepcionado de ella, y su aburrimiento en una de las casas donde ambos vivieron porque allí “ya no queda amor” y sólo hay en el jardín unos arces de casi dos siglos que están retoñando, lo cual “es como tener un hijo a los 90 años”. Edad que ella tendría ahora, pero nunca tuvo hijos, aunque sí al menos un aborto.
 
De Miller dice también que él prefería estar solo y ella estaba resignada, pero que años después le escribía todos los días y ella no se acostumbraba a eso, y expresa en sus apuntes dos esperanzas, que sin embargo se contradicen: “sigo esperando que deje de hacerlo (quererla), aunque espero que nunca lo haga”.
 
Dramática y escrita con muy buena prosa, es una extensa carta fechada el 2 de marzo de 1961 y terminada al día siguiente, que MM pidió a su asistente pasar a máquina. Allí narra con mucho detalle su ingreso a un hospital, su traslado -por el ya citado “malentendido”- a un área sin que le dijeran que era una planta de psiquiatría, y donde estuvo varios días.
 
En ese lugar, dice la misiva, trató como locos a los médicos y enfermeras, de quienes se expresa muy mal porque eran “incapaces de percibir lo que lleva dentro un solo ser humano”, y se negó a cooperar con ellos.
 
Comenta sus ágiles y lúcidas respuestas a las preguntas que le hicieron y se queja de haber sido encerrada en una celda bajo llave.
 
“Sé que nunca seré feliz pero sé que ¡puedo ser muy alegre!”, le confiesa al neurólogo. Es un documento útil para conocer por ella misma ese aspecto de la vida de la actriz, cuya madre y abuela estuvieron también en hospitales psiquiátricos.
 
En un poema titulado “Tras un año de análisis”, pide tres veces “socorro” porque “siento que la vida se me acerca cuando lo único que quiero es morir”, y con un “grito” dice que “empezaste y terminaste en el aire pero ¿qué hubo en medio?”.
 
Uno de los capítulos de Fragmentos contiene esbozos de las respuestas que MM preparó para una entrevista en 1962, año de su muerte. Explican los editores que ella desconfiaba de los periodistas -no así de los fotógrafos, con quienes tuvo gran amistad- y a veces exigía ver antes los cuestionarios.
 
En esos apuntes reconoce que se identifica “mucho con todos los perseguidos de este mundo”, y que la falta de cariño y ayuda suficientes le enseñaron “sobre las necesidades básicas de los jóvenes, los enfermos y los débiles”; rechaza “contestar a preguntas personales sobre religión”, aplaude de Eleanor Roosevelt “su devoción por la humanidad” y califica los poemas de Carl Sandburg como “canciones del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
 
Menciona los libros que leía en ese tiempo, su gusto por “la poesía y los poetas” y su “relación de alumna y profesor al principio del matrimonio” con Arthur Miller.
 
La obra termina con unos “suplementos” que consisten en las portadas de algunos libros de su biblioteca personal; su fotografía favorita tomada en 1956 en NY, en la que aparece con un clavel entre las manos; el “elogio fúnebre” que pronunció su maestro, amigo, socio y heredero Lee Strasberg durante el funeral, y en el que pide “comprensión y piedad” hacia ella; una “biografía” que más bien son las principales efemérides de la vida de la artista, y un recuento de anécdotas de poetas, escritores y cineastas que la conocieron o quisieron conocerla, y lo que escribieron o dijeron acerca de ella.
 
Feliz nonagésimo cumpleaños, Marilyn Monroe; habrá pastel en el firmamento.
  
 
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             Vía Candelero 
 
http://www.gabitogrupos.com/Cuba_Eterna/
  


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 01/06/2016 15:09
EL MITO MARYLIN CUMPLE 90 AÑOS
  
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        Antonio Martín Guirado - El Nuevo Herald
Se cumplen 90 años del nacimiento de Marilyn Monroe, uno de los mayores mitos sexuales de Hollywood, que bajo esa coraza de rubia despampanante y arrebatadora, escondía una fragilidad a flor de piel, producto de una infancia rota de cuyos fantasmas nunca logró escapar.
 
“Murió con 36 años dejando un imperio fascinante”, dijo Martin Nolan, director ejecutivo de Julien's Auctions, la casa que ha lanzado una histórica subasta de objetos pertenecientes a la diva en conmemoración de su 90 aniversario.
 
“Tuvo una infancia muy difícil. Creció en hogares de acogida mientras su madre estaba ingresada en un psiquiátrico. Nunca conoció a su padre. Se casó tres veces, pero nunca encontró la lealtad ni la cercanía de sus parejas. Escribía poesía para refugiarse del exterior”, valoró Nolan, gran conocedor de la vida de la artista.
 
“Era sumamente vulnerable e insegura”, añadió. “Por eso, para conseguir la fama, creó esa personalidad de mujer explosiva, voluptuosa y sexual. Levantó su propia empresa e hizo sus propias películas. Al final, quería escapar de todo lo que había logrado, pero era demasiado grande”, manifestó.
 
Interpretó a un sinfín de “rubias tontas” en Hollywood, pero no fue una de ellas.
 
Se alzó con tres Globos de Oro -ganó como mejor actriz de comedia por “Some Like It Hot” (1959) y los otros dos fueron honoríficos como la actriz favorita del público-, fue nominada en dos ocasiones a los BAFTA británicos -como mejor actriz extranjera, por “The Seven Year Itch” (1955) y “The Prince and the Showgirl” (1957)- y grabó sus huellas en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1960.
 
Su estrella sigue siendo una de las más buscadas y fotografiadas por los curiosos.
Norma Jeane Mortenson, hija de Gladys Monroe (montadora en varios estudios de Hollywood) y Edward Mortenson, nació el 1 de junio de 1926 en el hospital del condado de Los Ángeles, actualmente conocido como el centro médico LAC+USC, situado en Boyle Heights, un barrio de clase obrera.
 
Tras una infancia sumida en orfanatos, se casó a los 16 años con James Dougherty, un trabajador de la empresa aeroespacial Lockheed Corporation. El matrimonio apenas duró cuatro años y se divorciaron en 1946, momento en el que Jeane comenzó a modelar en trajes de bañador y a lucir su melena oxigenada dando origen a esa perfecta mezcla de inocencia y sexo.
 
Algunas de aquellas instantáneas se publicaron en revistas y llamaron la atención de Howard Hughes, el presidente de RKO Pictures, quien le ofreció su primera audición. Aconsejada por el agente Ben Lyon, prefirió escuchar al estudio rival 20th Century-Fox y firmó su primer contrato: 125 dólares a la semana por un periodo de seis meses.
 
El mito comenzaba a dar sus pasos.
Adoptó aquel apellido por ser el de la familia de su madre y se impuso el sobrenombre artístico de Marilyn en recuerdo de Marilyn Miller, una de las actrices predilectas de Lyon.
 
Poco podía imaginar por entonces que la sesión de fotos desnuda que hizo en 1949 alcanzaría un estatus legendario tras su publicación en las páginas de la revista Playboy cuatro años después, lo que coincidió con el comienzo de su noviazgo con la leyenda del béisbol Joe DiMaggio.
 
La pareja se casó en 1954 en plena racha artística para Monroe con “Niagara”, “Gentlemen Prefer Blondes” o “How to Marry a Millionaire”. Ni siquiera su rapidísimo divorcio de DiMaggio -apenas nueve meses después- afectó a su imagen y con “The Seven Year Itch” demostró de nuevo su innegable vis cómica y dejó para el recuerdo algunas de las escenas más inmortales del cine.
 
Sin embargo, cada vez eran más frecuentes las quejas de los estudios sobre su comportamiento en los platós.
 
No se presentaba a trabajar a tiempo, argüía supuestas enfermedades para ausentarse y se labraba a pulso la fama de tormento entre productores, directores y actores, mientras arreciaban los rumores sobre romances con múltiples celebridades de la época.
 
A pesar de ello, Monroe luchó por demostrar que podía ser considerada una actriz seria (“Bus Stop”, 1956), a lo que contribuyó su nuevo matrimonio, esta vez con el dramaturgo Arthur Miller, quien supo encaminarla y hacer que brillara como nunca.
 
Así llegó la célebre “Some Like It Hot” (1959), junto a Tony Curtis y Jack Lemmon.
 
Tras su divorcio con Miller en 1960, Monroe rodó su última obra: “The Misfits” (1961), que supuso también el adiós de Clark Gable, otra leyenda de Hollywood.
 
Nada hacía presagiar su muerte aquel fatídico 5 de agosto de 1962, víctima de una sobredosis de barbitúricos en su residencia de Brentwood (California). Murió sola, atormentada por sus depresiones y dejando esa eterna imagen de glamour y sensualidad, a la que siempre acompañará un imperturbable halo de misticismo.
      Vía El Nuevo Herald

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 01/06/2016 15:18
LO QUE ESCONDE MARILYNestrella-imagen-animada-0165 
 
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¿QUIÉN ES NORMA JEANE?
estrella-imagen-animada-0165Cuando escucháis el nombre de Marilyn Monroe, ¿qué es lo primero que os viene a la mente? Probablemente, la imagen de una guapa joven, con rizos rubios, con labios rojos y eyeliner. Muchos pensarán en ella como todo un simbolo sexual, otros como la típica rubia tonta… En general, todo el mundo sabe que Marilyn Monre fue una leyenda del cine.
  
Lo que pocos saben es la verdadera historia de Marilyn Monroe, o de Norma Jeane Mortenson, su verdadero nombre. Detrás de todo el glamour de una estrella de Hollywood, de todos esos focos y ese sueño, hay mucho más que no llegamos a ver: una verdadera batalla personal, familiar y emocional. Para comprender a Marilyn, tenemos que empezar desde el principio…
  
Norma Jeane Mortenson nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles (Estados Unidos). Sin conocer quién fue su verdadero padre biológico, Norma creció en el fruto de una familia desestructurada. Su madre nunca ejerció su papel propiamente, asi que el bebé pasó a manos de Grace, la mejor amiga de su madre, y, a ratos, su abuela. La pequeña comenzó a vivir con unafamilia de acogida, los Bolender, conocida en el vecindario por hacerse cargo de los niños que nadie quería y que nunca la trataron amablemente. Solía ver a su madre los fines de semana pero era demasiado pequeña para saber qué papel tenía esa mujer en su vida. Norma consideraba que los Bolender eran sus padres, pero ellos jamás le permitieron que los llamara “papá y mamá” y le dejaron muy claro que solo estaba allí porque alguien tenía que ocuparse de ella.
 
Poco después, la madre de Norma volvió a hacerse cargo de ella durante un breve periodo de tiempo hasta que fue ingresada en un sanatorio cuando sufrió una crisis nerviosa y fue diagnosticada con esquizofrenia paranoide. La mejor amiga de su madre, Grace, se ocupó de Norma, a pesar de que Grace tampoco tenía mucho instinto maternal. Cuando cumplió los nueve años, Grace se casó y, por motivos que nunca llegó a comentar, dejó a Norma en el Orfanato de Los Angeles, y le prometió que algún día volvería a buscarla. Dieciocho meses pasó en aquel lugar antes de volver a pasar por numerosas casas de acogida donde no la trataron mejor que la primera, siendo incluso víctima de abusos sexuales.
 
“Nadie me dijo jamás que era bonita cuando era pequeña. A todas las niñas pequeñas deberían decirles que son bonitas, incluso aunque no lo sean”
 
Además de sus problemas familiares, Norma Jeane tampoco lo pasó nada bien en el colegio. Era una niña muy tímida y le costaba relacionarse con los demás. Sus compañeros la llamaban “Norma Jeane, la palillo” y se burlaban de su ropa y por ser “la chica que venía de un orfanato”. La cosa cambió un poco cuando llegó la pubertad y Norma desarrolló esas curvas que tanto la caracterizaron. Los chicos ahora estaban más interesados en ella, mientras que las chicas la veían como una amenaza.
 
La vida de Norma cambió cuando su tía Ana Lower se hizo cargo de ella cuando tenía doce años. “Supongo que la tía Ana fue la primera persona en el mundo a la que realmente quise y que me quiso. Era un ser humano maravilloso”, dijo Marilyn años después al escritor Maurice Zolotow. Estuvo con ella el resto de su adolescencia.
 
A los 16 años, Norma Jeane se casó con James Doughterty, uno de los chicos más populares de la escuela. Tuvieron un noviazgo fugaz y a penas se conocían realmente, por lo que su matrimonio no duró. Norma decidió empezar a vivir la vida que quería. Se divorció de su marido y se presentó a varios castings para empezar a trabajar como actriz. Fue contratada por uno de los ejecutivos de la Twentieth Century Fox para trabajar como extra de cine durante seis meses. Fue él quien le propuso el nombre artístico de Marilyn Monroe: Marilyn por la actriz Marilyn Miller y Monroe por ser el apellido de soltera de su madre. Se inscribió en clases de arte y literatura, empezó a cambiar de imagen y poco a poco logró hacerse un hueco en el mundo del cine.
 
Norma se casó otras dos veces: una de ellas con Joe DiMaggio, cuyo matrimonio se rompió a los nueve meses por el maltrato físico que ejercía sobre ella; y la otra con Arthur Miller, del que también se divorció unos años después.
 
A pesar de que era una mujer que desbordaba glamour, seducción y feminidad, Marilyn estabaprofundamente deprimida. La carencia de afecto durante su niñez hacía que sintiera la necesidad ser aceptada por los demás. Necesitaba sentirse querida. Se volvió adicta a los barbitúricos y al alcohol intentando lidiar con sus demonios y poco tardaron sus problemas de ansiedad, su estado de ánimo y conductas impulsivas en afectar a su trabajo.
 
“Sí, había algo especial en mi y sabía exactamente lo que era. Yo era el tipo de chica que encontrarías muerta en una habitación con un bote vacío de somníferos en la mano”
 
En la madrugada de 5 de agosto de 1962, Marilyn Monroe apareció muerta en su habitación. Conociendo su historial, no es de extrañar que se clasificara como un “probable suicidio”, pero lo cierto es que la muerte de esta actriz siempre ha sido todo un misterio. Su ama de llaves, Eunice, cuenta que se despertó a las tres de la madrugada y vió la luz encendida por la rendija de la puerta de Marilyn. Se acercó, comprobó que estaba muerta y dio la voz de alarma. La autopsia demostró que Marilyn murió de sobredosis pero que era muy improbable que las ingiriera oralmente: no habían residuos en su estómago. Se piensa que pudo haber sido administrado por una inyección o por un enema, y es poco posible que Marilyn se lo administrara ella misma. Las coartadas de Eunice fueron confusas y mostaban ciertas contradicciones, por lo que se piensa que ella pudo haber estado metida en todo el asunto.
 
No se sabe si Marilyn se suicidó realmente o su sinceridad con respecto a sus problemas mentales fue aprovechada para hacer que el suicidio fuera la coartada perfecta para deshacerse de la actriz. Quizás la razón principal fue por el noviazgo que mantenía en secreto con el presidente Kennedy. Lo que los expertos piensan es que Marilyn no acabó con su vida, sino que es mucho más probable que fuera asesinada por “saber demasiado”.
 
En conclusión, Marilyn Monroe no era para nada la rubia tonta que todos veían en ella. A Marilyn le encantaba leer y escribir, y los que llegaron a conocerla aseguraron que era una mujer muy inteligente. La actriz, que fue todo un icono en los años cincuenta, fue víctima de problemas emocionales imposibles de evitar. Una familia desectructurada, víctima del maltrato de su compañeros en la escuela, sumergida en una profunda depresión de la que, por desgracia, no salió; y una imágen pública totalmente distorcionada a su yo real, la verdadera historia de Marilyn Monroe es triste pero inspiradora. A pesar de todo lo que sufrió, siempre supo mantener la cabeza alta y luchar por conseguir sus sueños, siempre con una sonrisa aunque no siempre fuera sincera. Su condición no impidió su éxito, y espero que esta historia os inspire tanto como me ha inspirado a mi.
 
“Creo que esto funciona así. Te obligas a levantarte. Te obligas a poner un pie delante del otro y, joder, te niegas a dejar que te afecte. Luchas. Lloras. Maldices. Luego sigues viviendo. Así es como yo lo he hecho. No hay otra manera”
 
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Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 02/06/2016 16:48
  SEXO CON OTRAS MUJERES
 
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LO QUE MARILYN CONFESÓ EN EL DIVÁN 
Antes de suicidarse en 1962, Marilyn Monroe acudió durante 30 meses a psicoanálisis con el doctor Greenson. El diagnóstico: sexualidad insatisfecha, esquizofrenia, impulsividad... La obra "Marilyn, últimas sesiones" desvela todos sus trastornos a través de las conversaciones de la actriz con su terapeuta. Su autor, Michel Schneider, escribe para Magazine las razones que la llevaron a quitarse la vida.
  
Cuando muere Marilyn, el 4 de agosto de ?962, se señala de inmediato con el dedo a su psicoanalista, Ralph Greenson. Había sido la última persona en verla viva y fue la primera en encontrarla muerta. Era su voz la que escuchó el oficial de policía de guardia en la comisaría central, cuando una llamada telefónica procedente del barrio de Brentwood sonó a las 4.20 de la madrugada: "Marilyn Monroe ha muerto. Se mató".
 
Profesor de psiquiatría en la Universidad de California, Greenson es entonces una gran figura del psicoanálisis en Los Ángeles y está considerado como el psicoanalista de las estrellas y como la estrella de los psicoanalistas de Hollywood. Durante la investigación se le interroga y se le pide que explique la enfermedad psiquiátrica de Marilyn, que aclare el contexto de su misteriosa muerte, ocasionada por una sobredosis de sedantes. Pero desde el día ?7 de agosto la investigación apunta a un "probable suicidio". Greenson queda fuera de las pesquisas, aunque en torno a su responsabilidad o culpabilidad seguirán surgiendo todo tipo de rumores. La gente se sigue preguntando si su célebre paciente no habría muerto de psicoanálisis...
 
¿Qué hay de todo ello? ¿Cuál era la enfermedad de Marilyn y qué hizo su terapeuta para curarla? ¿Qué otra cosa hubiera podido hacer?

Inmediatamente después de la muerte de la actriz, las conclusiones del Equipo de Prevención de Suicidios trazan el típico perfil de la candidata a matarse. "Vivía con miedos severos, con crisis y con depresiones frecuentes. La señorita Monroe había expresado a menudo su deseo de dejarlo todo, de abandonar su carrera e, incluso, de morir. En el pasado y en más de una ocasión, cuando estaba decepcionada o en fase depresiva, intentó suicidarse con sedantes. Pero cada vez que lo hizo, pidió ayuda y la socorrieron. Como la noche del 4 de agosto del 62, con la diferencia de que nadie la socorrió".
 
Marilyn se sometió a psicoanálisis durante su breve vida adulta. En ?960 inició con Greenson la que sería la última serie de las cuatro terapias que comenzaron en Nueva York, en ?954, y prosiguieron con Anna, hija de Sigmund Freud, en Londres, en ?956. Pero Greenson no realiza un auténtico diagnóstico sobre el caso de esta mujer profundamente enferma, a la que seguirá tratando durante 30 meses.
 
Lo que hace el especialista es subrayar los síntomas de paranoia y de reacción depresiva y le dice a un colega: "He descubierto en ella indicios de esquizofrenia. Tuvo una infancia atroz y, no sé si será verdad o mentira, pero ella habla de que fue sometida a abusos sexuales. Me llama profundamente la atención el contraste entre esta mujer extraordinariamente bella, quizás la más bella del mundo, y su alma inquieta y su sexualidad insatisfecha".
 
Lo único de lo que el psicoanalista está realmente convencido es que tiene ante sí un psiquismo frágil que en cualquier instante puede hundirse.
 
"La trato como a los esquizofrénicos: coloco en primer plano las necesidades y el trabajo psíquico de mi paciente y, en segundo plano, mis opiniones personales de terapeuta". Similar era también el diagnóstico realizado por Anna Freud: "Inestabilidad emocional, impulsividad exagerada, necesidad constante de aprobación externa, no soporta la soledad, tendencia a las depresiones en caso de rechazo, paranoica con accesos de esquizofrenia".
 
La raíz del mal. Greenson descubre antecedentes familiares psiquiátricos serios. Un padre "desconocido", consumidor habitual de heroína, una madre esquizofrénica hospitalizada a lo largo de toda su vida tras haber abandonado a Marilyn a los ?5 días, una abuela que, en un acceso de locura, intentó asfixiarla cuando era sólo un bebé, sus entradas y salidas de diversos hogares de acogida y orfelinatos, donde, a veces, sufrió abusos sexuales.
 
El psicólogo se sorprende sobre todo por el consumo de drogas de Marilyn. "Aunque tiene el aspecto de una toxicómana, no encaja en esta categoría". En efecto, a veces Marilyn dejaba de tomar drogas, sin por ello presentar los habituales síntomas de padecer el síndrome de abstinencia. Sin embargo, Greenson intenta apartarla totalmente de ellas, recomendándole regular su vida. Pero un día, Marilyn le hace ir al Hotel Beverly Hills para que le administre una inyección intravenosa de Pentothal o de Amytal. Y Greenson acepta y, después, declara: "Le dije que todo lo que ya se había tomado bastaba para tumbar a media docena de personas y que, si no dormía, era porque tenía miedo de sus sueños. Le prometí hacerla dormir con menos somníferos, con la condición de que reconociese que luchaba contra el sueño".
 
Otro síntoma de su enfermedad es que Marilyn hace gala de una sexualidad adictiva que no es más que la expresión de su malestar afectivo.
 
"Embellecer su cuerpo es, para ella, el principal medio de adquirir una cierta estabilidad y dar un sentido a su vida. Cuando se siente víctima de la angustia asume su papel de huérfana, de masoquista que provoca a los demás y hace todo lo posible para que la maltraten y abusen de ella. Su pasado está cada vez más fijo en los traumas que sufren los huérfanos. Esta mujer de 34 años sigue funcionando con la idea de que continúa siendo una niña indefensa", escribe Greenson.
 
Ante la gravedad de su estado, decide ocuparse a fondo de ella. La recibe todos los días, incluidos festivos; la autoriza a llamarle tanto de día como de noche; la acoge en su casa para comer o dormir; la lleva de vacaciones con su familia; le proporciona cuidados corporales y gestiona sus relaciones amorosas con Yves Montand, Arthur Miller, los hermanos Kennedy y Sinatra.
 
Finalmente, se convierte en el representante de su carrera, garantizando al estudio que pondrá fin a sus retrasos y desapariciones de los rodajes.
 
Avariciosa terapia. Greenson trata de reparar la falta de vínculos familiares y de amor materno que padece. Sin embargo, inspirado por la ambición de convertirse en el que ha curado a la mujer más famosa del mundo (aunque también por intereses económicos), su comportamiento chocará con la neutralidad y con la deontología de su profesión.
 
Esta influencia suscita hostilidad en Hollywood. "Se ha convertido para él en una inversión, y no sólo financiera. No sólo se ocupa de ella, sino que fabrica su enfermedad, que sea considerada como una desamparada. Hay algo siniestro en este psicoanalista que ejerce una mala influencia sobre ella", denunciaba el realizador Walter Bernstein.
 
Y sin embargo, la terapia continuó. Escuchar a Marilyn conduce a Greenson a concluir que su problema no es sexual, sino que se trata, sobre todo, de una especie de desorden de la imagen que tiene de sí misma. Es de esas enfermas que él llama "pacientes pantalla", creando una imagen que los protege contra otra verdad interior, más negra y mucho menos sostenible. En el caso concreto de Marilyn, Greenson cree que la "pantalla" era, en concreto, la pantalla del cine.
 
La atención a la estrella se fue tornando cada vez más intensa y caótica. El rodaje de Vidas rebeldes, durante el verano de ?96?, fue una catástrofe: depresión, comas médicos y hospitalización. "Ante todo, me esfuerzo por ayudarla a que deje de sentirse sola, para evitar que busque una salida en las drogas o frecuentando a personas destructivas. Es el tipo de terapia que se adopta con una adolescente que requiere consejos, afecto y firmeza".
 
Pero, poco a poco, el cuerpo de la mujer y de la actriz dejan de ser, para ella, refugio contra el terror de vivir. En su cuerpo ocupan todo el sitio las drogas y las enfermedades. "No quiero envejecer. Quiero ser siempre como soy hoy. Sigo sin saber actuar. En el momento en que mi cara no esté a la altura y, cuando mi cuerpo siga el mismo camino, entonces no seré ya nada. Nada en absoluto", dice ella.
 
Durante los últimos meses, el espacio que separaba al psicoanalista de la actriz cambia. Y Marilyn, que había seducido y manipulado por su sufrimiento real a sus maridos, amantes, amigos y terapeutas, ejerce sobre Greenson una fascinación especial. El propio Greenson le confiesa a Anna Freud: "Se ha convertido en una mujer paranoide y muy enferma. Puede usted imaginar lo difícil que es tratar a una actriz de Hollywood, a alguien que se encuentra completamente sola en el mundo, pero que, al mismo tiempo, es una gran celebridad".
 
Dependencia. Marilyn y aquel al que ella llama su "salvador" entran juntos entonces en lo que la psiquiatría llama una "locura compartida".
 
Intercambian sus ideales y cada cual asume los síntomas del otro. Ella, "la chica de las imágenes", se da cuenta, poco a poco, de que no será por su apariencia física como va a reafirmar su ser y como va a encontrar su salvación, sino por medio de las palabras grabadas en su historia y en su carne.
 
Él, el intelectual, se deja atrapar por su fascinación. Evita a los pacientes y pasa su tiempo en los pasillos de los estudios de la Fox, cediendo por una especie de complejo de Pigmalión. Pero, tras dos años de una enorme atención a la estrella, Greenson se cansa y huye a Europa.
 
Marilyn, abandonada, terminaría hundiéndose. Definitivamente. Murió dos meses después. Está claro que Greenson no mató a su paciente, pero tampoco le impidió morir. Su último psicoanalista le permitió vivir un poco menos mal… y un poco más tiempo.
 
 Sexo con otras mujeres
Santa Mónica, calle Franklin, finales de julio de 1962. Marilyn inició la sesión con estas palabras: –Doctor, tengo que decírselo. He encontrado una frase de Joseph Conrad que me cuadra y que resume lo que me pasa mejor que todas estas largas sesiones. "Estaba escrito que me mantendría fiel a mi pesadilla favorita". Es triste, pero tampoco tanto. La belleza nunca es triste. Pero hace daño. La belleza, no sé muy bien por qué, la asocio con la crueldad.
 
Luego, sin venir a cuento, se puso a hablar de sus relaciones con las mujeres.
–He tenido relaciones sexuales, doctor. Así era la cosa: oscura, cruel. Fría, distante.
Guardó silencio, como si prefiriera contemplar sus recuerdos en vez de explicarlos.
Las mujeres con las que se había acostado eran todas del mismo tipo que la primera, Natasha Lytess, la profesora de arte dramático que controlaba su carrera en 1950.
 
–¿A quién le recuerda la tal Natasha? –preguntó Greenson.
–No lo sé. Sí, sí que lo sé: a usted. ¡No diga nada! A usted porque ella es de origen ruso, como usted. Una intelectual, como usted. Unos 15 años mayor que yo, como usted. Cuando la conocí, acababan de despedirla de la Columbia, donde estaba contratada. Es curioso, me enseñó un oficio en el que ella había fracasado. Es un poco como lo que hacen ustedes, los psicoanalistas, que intentan curar a los demás de una enfermedad que en realidad es suya.
 
–¿Con qué otras mujeres ha dormido?
–Me he acostado, doctor, acostado. Aunque también he dormido con ellas a menudo, sin hacer nada. Fíjese, incluso a los 20 años, durante unas semanas, en casa de mi tía Ana, cuando albergué a mi madre, que acababa de dejar la residencia de San Francisco, dormí con ella en la misma cama. Pero con Natasha me acosté, sí. Con Natasha era otra cosa: había algo cortante en nuestras caricias, sentía que había en ella más odio que deseo. Y en mí también, ahora que lo pienso. Dijeron que yo era lesbiana. A la gente le encantan las etiquetas. A mí me hacen reír. Ninguna forma de la sexualidad es culpable cuando hay amor.
–¿Y las demás mujeres? ¿Eran actrices? ¿Y Joan Crawford?
 
–¡Ah, sí, Crawford! Una vez. Sólo una. Fue en una fiesta en su casa, estábamos muy a gusto. Nos lanzamos la una encima de la otra en su habitación. Crawford tuvo un orgasmo increíble. Gritó como una loca. La siguiente vez que nos vimos, ella quiso jugar el partido de vuelta, pero yo le dije que no me había gustado mucho hacerlo con una mujer. Después de eso, al sentirse rechazada, me cogió una manía tremenda. Al cabo de un año me eligieron para entregar un Oscar en la ceremonia de los premios de la Academia. Yo temía tropezar y caerme, o desaparecer cuando tuviera que decir mis dos frases. Conseguí no meter la pata, pero a la mañana siguiente, los periódicos publicaban una grosería dicha por Crawford: "La aparición vulgar de Marilyn Monroe fue una vergüenza para Hollywood. El vestido le iba demasiado apretado y movía las caderas de manera desvergonzada cuando iba a por el Oscar". ¡Maldita bollera! ¡En la cama mi culo no te parecía tan vulgar!
 
(Extracto de la novela "Marilyn, últimas sesiones", que está basada en las conversaciones de la actriz con su psicoanalista, Richard Greenson)
Fuente  
 
 
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Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: cubanodelmundo Enviado: 02/06/2016 18:03
MARYLIN OCULTA
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Por Elsa Fernández Santos - EL PAÍS
Pensábamos que sabíamos todo sobre ella. Pero el mito de Hollywood guardaba un secreto: tenía la necesidad compulsiva de escribir sus sentimientos. Aparece ahora un libro con textos y poemas inéditos que revelan el lado más íntimo y desgarrado de la actriz. El País Semanal lo presenta en exclusiva.
 
Marilyn Monroe era una mujer triste, algo que nadie se explicaba y de lo que ella misma se sentía secretamente avergonzada. Porque también era alegre, o podía serlo, radiante, pero la fatiga, la depresión y el pesimismo fruto de un carácter extremadamente sensible e inteligente la acorralaron hasta perder toda esperanza en sí misma y suicidarse la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1962 en su casa (la única que tuvo en propiedad) de Brentwood, en Los Ángeles, un hogar sencillo, de aire colonial español, con apenas muebles y con una inscripción en latín en la entrada: Cursum perficio (aquí acaba el viaje).
 
A sus 36 años, Marilyn estaba cansada, demasiado cansada. La publicación de buena parte de sus escritos personales (la mayoría inéditos) en el libro que ahora ve la luz, Fragmentos (Seix Barral), lo confirma de manera rotunda. Su poesía, sus lecturas, sus notas, sus cartas... todo apunta al mayor de los cansancios, el que provoca esa soledad que se escapa a las evidencias (¿cómo podía sentirse sola la mujer más adorada del mundo?) y que ella sufrió como un azote implacable. "¡¡¡Sola!!! / Estoy sola-siempre estoy / sola / sea como sea", escribe en la primera página de un cuaderno que, como todos, muestran a una mujer nerviosa y generosa, terriblemente insegura y asustada, que necesitaba a los demás para buscarse a sí misma, pero que jamás encontró consuelo, sintiéndose siempre atrapada entre la traición o el abandono. Nadie duda de que sus tres maridos, cada uno a su manera, la quisieran, ni que sus amantes (de los hermanos Kennedy a Elia Kazan, Frank Sinatra, Yves Montand o Marlon Brando, quien fue más amigo y mejor persona con ella que cualquiera de los antes citados), la desearan pero nadie podría rebatir que ninguno de ellos -ni siquiera Arthur Miller, probablemente el que más se acercó a conocer su melancólica naturaleza- supo ser generoso y darle la paz que necesitaba.
 
Powered By Marilyn se refugiaba en sus pensamientos breves, fragmentarios, aniñados pero no por ello ingenuos, básicamente poéticos -ya sean en prosa o en verso-, cuya lectura refleja a una actriz con pulsión creativa y con una inagotable necesidad de conocimiento. Una mujer culta, atenta a una vida que le apasionaba al mismo ritmo que le aprisionaba. "Socorro, socorro, / socorro. / Siento que la vida se me acerca / cuando lo único que quiero / es morir", escribe en un poema cuya fecha baila entre 1956 y 1961, y cuyo primer borrador, según Donald Spoto, quizá el más conocido de sus biógrafos, ella anotó en un cuaderno de Arthur Miller. Desde su frágil pedestal, la gran diosa pedía auxilio. Pero nadie quería escucharlo: ni sus hombres, ni sus admiradores, ni muchísimo menos los estudios de Hollywood, donde Marilyn acabó siendo una figura incómoda, una mujer intolerablemente ingobernable cuya rebeldía se traducía en falta de profesionalidad, impuntualidad y un autodestructivo caos. Pocos de sus colegas salieron en su defensa en aquellos momentos, solo Brando (quizá porque siempre se sintió tan herido por aquel mundo como ella), Dean Martin (su compañero de reparto en Something's got to give, que hizo lo imposible para que no la despidieran) o su adorado Clark Gable, en quien veía al padre soñado que jamás tuvo (Marilyn buscó incansablemente a ese hombre del que solo poseía la borrosa foto de un tipo de aire viril con bigotillo).
 
Las pastillas solo eran una forma de aplacar su enorme ansiedad y de mitigar su insomnio. Sufría cambios bruscos de humor, el alcohol era su antídoto para la tristeza, su manera de animarse, porque ella -como insiste en cada rincón de sus escritos- necesitaba la alegría que había perdido. "Yo solía reír tan fuerte y con tanta alegría", le confesó a Richard Merymand, entonces subdirector de Life, en la que fue su última entrevista, en julio de 1962. Con una lucidez estremecedora, Norma Mailler explicó así la tragedia: "Para sobrevivir, habría tenido que ser más cínica o por lo menos estar más cerca de la realidad. En lugar de eso, era una poeta callejera intentando recitar sus versos a una multitud que le hacía jirones en la ropa". En este mismo sentido, Miller añadió: "Hay algo sorprendente en ella: su absoluta, irremediable, a veces intolerable, incapacidad para mentir".
 
Así, la poeta callejera, la mujer que se quitó la vida (y todas las investigaciones serias descartan las teorías conspirativas de un asesinato a manos de la mafia orquestado desde algún secreto despacho de la Casa Blanca) al ingerir un frasco entero de Nembutal -las pastillas que ese mismo día le acaba de reponer su psiquiatra para frenar sus días sin descanso- anunciaba ya en un poema sin fecha ni nombre que la muerte era uno de sus pensamientos consoladores: "Ay maldita sea me gustaría estar / muerta -absolutamente no existente- / ausente de aquí -de / todas partes pero cómo lo haría / Siempre hay puentes- el puente de Brooklyn / Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio) al caminar parece / tranquilo a pesar de tantísimos / coches que van como locos por la parte de abajo. Así que / tendrá que ser algún otro puente / uno feo y sin vistas -salvo que / me gustan en especial todos los puentes- tienen / algo y además / nunca he visto un puente feo-.
 
"Si las personas escasamente sensibles e inteligentes tienden a hacer daño a los demás, las personas demasiado sensibles y demasiado inteligentes tienden a hacerse daño a sí mismas", escribe Antonio Tabucchi en el prólogo del libro. Para el escritor italiano, estos textos inéditos de Marilyn revelan una personalidad "intelectual y artística" que ni los biógrafos podían sospechar. "No solo los poemas, sino también las notas breves y las páginas de sus diarios incluidas en este libro (siempre en una prosa marcadamente elíptica, hipersignificante y, por eso mismo, rayana en el lenguaje sibilino propio de la poesía) constituyen de una manera flagrante una búsqueda y una quête. La búsqueda racional de una intelectual que trata de comprender la realidad que la circunda (qué es este mundo, qué significa) y la quête de una persona que se busca a sí misma en este mundo (quién soy yo, qué sentido tengo). La imagen que Marilyn ha dejado de sí misma esconde un alma que pocos sospechaban. De gran belleza, es un alma que la psicología barata calificaría de neurótica, como se puede calificar de neurótico a todo el que piensa demasiado, a todo el que ama demasiado, a todo el que siente demasiado".
 
Todas las pertenencias de la actriz las heredó su maestro en el Actors Studio, Lee Strasberg, y ha sido su viuda, Anna Strasberg, quien las ha empezado a desempolvar desde su apartamento del mítico edificio Dakota de Nueva York. Asesorada por un grupo de coleccionistas de arte, Anna Strasberg dejó en 2007 parte del material en manos de Stanley Buchthal y Bernard Comment, que son los encargados de la edición de Fragmentos, libro excepcional que se cierra con el texto que escribió el propio Strasberg sobre su célebre alumna al conocer su muerte: "Otras personas poseían mayor belleza física, pero ella poseía una cualidad luminosa: una combinación de tristeza, resplandor y ansia".
 
En sus cartas dirigidas a su psiquiatra, el doctor Ralph Greensom, en 1961, la actriz intenta explicar esa doble cara suya, triste y alegre, una duplicidad que ella conocía muy bien y que, lejos de resultar chocante, debería explicar el por qué de su profunda y todavía hoy inagotable belleza: "Sé que nunca seré feliz, pero sé que ¡puedo ser muy alegre! Acuérdese, ya le conté que Kazan me dijo que era la chica más alegre que había conocido nunca y creo que ha conocido a unas cuantas. Pero me quiso durante un año, y una vez me acunó cuando tenía una angustia muy grande. También me sugirió que me psicoanalizara y luego quiso que trabajara con su maestro, Lee Strasberg. ¿Es Milton quien escribió 'los hombres felices nunca nacieron'? Conozco".
 
En un texto confuso, junto a una lista de palabras ("problemas / nerviosismo / humanidad / disparates / errores / y mis propios pensamientos"), la actriz apunta: "(unas copas de más- de vez en cuando) / lo que tal vez quiere decir que no tuve tiempo de / comer durante el día y como socialmente el alcohol se acepta y seguramente previamente he / tenido que apresurarme- puedo sentir la necesidad de relajarme con unas copas de Jerez que / pueden hacer efecto demasiado deprisa / que quizá no habría disfrutado estando demasiado cansada y me ponen de pronto alegre y / simpática con las cosas y la gente a mi alrededor / esto claro se considera beber demasiado / y cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que no hay respuestas la vida hay que vivirla".
 
Las páginas emborronadas con una caligrafía desigual se detienen cuando la mujer más deseada del planeta escribe su propio deseo: "Tener una idea de mi misma". Un poco más allá, esta mujer que nació como Norma Jeane Mortenson y fue bautizada como Norma Jeane Baker, hija no deseada de una madre loca cuya ausencia marcó su infeliz infancia, dice: "Nunca más una niñita sola y asustada, Recuerda que puedes estar instalada en lo más alto (no parece que así sea)".
 
La obsesión por conocerse y construirse la llevó a fascinarse por hombres mayores (el jugador de béisbol Joe DiMaggio) e inteligentes (el dramaturgo Arthur Miller), en los que descargaba su miedo a no encontrarse nunca, a vagar perdida en la piel de una mujer que todos -menos ella- idolatraban. Lejos del cliché de rubia tonta que la hizo famosa en la pantalla, Marilyn era una mujer que buscaba la autoestima y que se refugiaba en la lectura de autores que podían ayudarla a encontrar las respuestas que tanto necesitaba: Walt Whitman, James Joyce, Samuel Beckett, Gustav Flaubert, Jack Kerouac, Fiodor Dostoievski, John Steinbeck... Leía novela, ensayo y, sobre todo, poesía. En su biblioteca se encontraron más de 400 volúmenes. Entre ellos, los seis de la biografía de Abraham Lincoln de Carl Sandburg y El Ulises, dos de sus libros favoritos.
 
Hablando de sus comienzos en Hollywood, la actriz le confesaba al periodista francés Georges Belmont que estudiaba durante sus horas libres: "Nunca me veían en los estrenos, ni en las conferencias de prensa, ni en las fiestas. Era muy sencillo: ¡estaba en la escuela! No había podido completar mi formación, de modo que asistía a clases nocturnas en la Universidad de Los Ángeles. De día me ganaba la vida haciendo papelitos en el cine. De noche asistía a clases de historia y literatura e historia de Estados Unidos. Leía mucho a los grandes".
 
En 1943, Marilyn se casó con su primer marido, un obrero aspirante a policía llamado James Dougherty; tenía 16 años, y en un texto mecanografiado deja ver que su marido la ha traicionado con otra. Reflexiona sobre el matrimonio y sus fallidas expectativas. Siente cólera, humillación y, muy pronto, solo desesperación. También le preocupa que él la vea así, desencajada y llorosa: "El dolor entumecido del rechazo y de sentirse herida por la destrucción o pérdida de la imagen de algún tipo de amor idealista o verdadero", escribe. Añora sentirse "amada, deseada, mimada"; se pregunta por qué no será todo "sencillo, corriente, normal y fácil", aunque si fuera así, añade, "seguramente me aburriría". "Supongo que quizá esta noche me sienta más libre y hasta a lo mejor soy capaz de mirarle a los ojos y decirle te quiero con un gesto de odio o de algo parecido.  Anoche estaba tan quemada por el sol que solo llevaba el jersey sin sujetador -lo cual me daba una sensación de sensualidad que creí que él compartía - ahora está la cuestión de si me mintió- que nos quisiera a las dos podría aceptarlo pero no que me mintiera al decirme que soy yo la primera y principal y que si nuestra relación cambiara no dudaría en decírmelo porque, como él mismo reconoció, nunca aceptaría ser una segundona".
 
Marilyn se describe entonces como una "optimista" que espera poder reírse pronto ("sin ese falso tono protector") del patinazo. Y finaliza: "No es tan divertido conocerse demasiado o creer que se conoce uno demasiado -todo el mundo necesita un poco de amor propio para superar las caídas y dejarlas atrás".
 
Pero el amor propio no se afianzó en una personalidad que se movía en perpetuo zigzag, desdibujando la posibilidad de esa sólida columna vertebral sobre la que cualquier ser humano desea asentarse en el mundo. En un poema sin fecha, la actriz insiste en una imagen recurrente, las dos direcciones y las arañas (símbolo de la construcción y destrucción que no cesa): "Vida - / soy de tus dos direcciones / De algún modo permaneciendo colgada hacia abajo / casi siempre / pero fuerte como una telaraña al / Viento - existo más con la escarcha fría resplandeciente. / Pero mis rayos con abalorios son del color / que he visto en un cuadro -ah vida / te han engañado".
 
Marilyn se casó con Arthur Miller el 29 de julio de 1956. Todavía flotaba la posibilidad de una reconciliación con DiMaggio (un hombre excesivamente tradicional que quería apartar a la actriz de su vocación para convertirla en una millonaria ama de casa, algo a lo que ella jamás accedió). Una serie de poemas fechados durante los meses que Miller y ella pasaron juntos en Inglaterra rodando El príncipe y la corista refleja el trauma que supuso para la actriz fisgar en los diarios íntimos del dramaturgo, en los que él duda de su amor.
 
Ella, implacable consigo misma, empieza a castigar su frágil autoestima: "Donde sus ojos reposan con placer -quiero / seguir allí - pero el tiempo ha modificado / el poder de esa mirada. / Ay, cómo voy a apañármelas cuando sea menos joven- / Busco la alegría pero está vestida / de dolor / cobrar ánimos como en mi juventud / dormir y descansar la pesada cabeza / en su pecho -pues mi amor todavía / duerme junto a mí". "El dolor de su añoranza cuando mira / a otra / como una frustración desde el día / en que nació. / y yo con mi despiadado dolor / y su dolor por la añoranza - / cuando mira y ama a otra / como una frustración del día / en que nació- / tenemos que sobrellevarlo / me muevo tristemente porque no siento alegría alguna".
 
¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo? Es lo que Arthur Miller escribió en Vidas rebeldes para su mujer, la película de John Huston de 1961, la última que acabaría la actriz y la última también de su admirado Gable. El diálogo en el que el viejo galán, más guapo que nunca, le dice a la chica rubia que es la mujer más triste que ha conocido nunca probablemente forma parte de los momentos más estremecedores de la historia del cine. "Pues todo el mundo piensa que soy muy alegre", replica ella. Ante lo que el honorable Gable responde: "Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte".
 
"Anoche volví a pasar despierta toda la noche", le escribe Marilyn a su psiquiatra. "A veces me pregunto para qué sirve el tiempo nocturno. Casi no existe para mí -todo me parece un largo y horrible día. Bueno, pero pensé que más me valía ser constructiva y me puse a leer las cartas de Sigmund Freud. Cuando abrí el libro la primera vez me encontré la foto de Freud y me eché a llorar, parecía muy deprimido (la deben haber tomado muy al final de su vida) murió decepcionado -la doctora Kris me dijo que había sufrido mucho dolor físico lo cual ya sabía yo por el libro de Jones- pero sabiéndolo sigo confiando en mi instinto porque en su amable rostro veo un hombre decepcionado".
 
Hay algo revelador en la famosa última sesión de fotos de Marilyn, realizada por Bert Stern seis semanas antes de la muerte de la estrella. En la serie completa, 2.571 fotografías que se tomaron durante tres días de trabajo en el Bel-Air Hotel de Los Ángeles, casi se puede palpar (la actriz bebió bastante) el estado de nervios en el que se encontraba. En aquella sesión, quizá como nunca, dejó ver todo lo que no quería enseñar, un cuerpo y un rostro que empezaba a estar castigado, y en su abdomen, una enorme y exagerada cicatriz tras una operación de vesícula. Marilyn, la mujer que dudaba hasta de su belleza (cuando el fotógrafo se admiró ante ella, la actriz le respondió casi sin respiro: "¿De verdad cree que soy guapa?"), se quitó la ropa, y fue en ese instante, cuando le permitieron ser una mujer, cuando por fin emergió la diosa.

Stern tenía en su memoria grabada una frase que le dijo una vez otro gran mito, Diane Vreeland, la editora de Vogue, a la que una vez le pidió consejo para fotografiar "de verdad" a una mujer. Vreeland, desde su altiva elegancia e inteligencia, le respondió: "Nunca lo olvides, una mujer no es bella por su piel, sino por sus cicatrices". Y las de Marilyn eran muchas y demasiado profundas, ocultas durante décadas bajo capas de maquillaje que ocultaban un precipicio por el que todavía hoy se escapa la identidad de este triste tiempo.

 
TEXTOS DE MARILYN MONROE
 
Ay maldita sea me gustaría estar
muerta -absolutamente no existente-
ausente de aquí -de
todas partes pero cómo lo haría
 
Siempre hay puentes -el puente de Brooklyn
 
Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura
y el aire es tan limpio) al caminar parece
tranquilo a pesar de tantísimos
coches que van como locos por la parte de abajo.
 
Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin vistas -salvo que
me gustan en especial todos los puentes -tienen
algo y además
nunca he visto un puente feo
*Marilyn Monroe (sin fecha)
 
Socorro, socorro.
Socorro.
Siento que la vida se me acerca
cuando lo único que quiero
es morir.
 
Grito -
empezaste y terminaste en el aire
pero ¿qué hubo en medio?
*Marilyn Monroe, 1961
 
¡¡¡Sola!!!
Estoy sola -siempre estoy
sola
sea como sea
*Marilyn Monroe (sin fecha)
 
Vida -
soy de tus dos direcciones
 
De algún modo permaneciendo colgada hacia abajo
casi siempre
pero fuerte como una telaraña al
viento -existo más con la escarcha fría resplandeciente
 
Pero mis rayos con abalorios son del color
que he visto en un cuadro -ah vida
te han engañado
*Marilyn Monroe (sin fecha)
 
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