En buena parte de Oriente Medio, tan fuertemente marcado por el islam, la homosexualidad está proscrita y los gays viven en condiciones harto complicadas.
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Pablo Molina
La matanza terrorista en la discoteca gay de Orlando (Florida, EEUU), perpetrada por un islamista en nombre del Estado Islámico, pone nuevamente de relieve la obsesión de los yihadistas con la homosexualidad, que, a su juicio, además de un grave pecado es un elemento característico de la cultura occidental, a la que han declarado la guerra total.
En buena parte de Oriente Medio, tan fuertemente marcado por el islam, la homosexualidad está proscrita y los gays viven en condiciones harto complicadas.La principal anomalía de la región es Israel, que de hecho fue uno de los primeros países de todo el mundo en reconocer el matrimonio homosexual, allá por el año 1988. En la actualidad, Tel Aviv es una de las ciudades más gay friendly del planeta, y su Gay Parade es toda una referencia internacional. Sin lugar a dudas, los homosexuales palestinos se encuentran más seguros en esta ciudad israelí que en cualquiera de las suyas; de ahí que no pocos intenten instalarse en ella, incluso de manera ilegal.
También es interesante reparar en el Líbano, un país con una compleja composición socio-religiosa que da lugar a poderosos contrastes socio-culturales. En el Líbano está penalizada la homosexualidad, pero en las zonas más occidentalizadas de la capital, Beirut, hay un mayor grado de tolerancia, y en su célebre vida nocturna tienen cabida llamativos espectáculos protagonizados por transexuales. No es infrecuente que la represión de la homosexualidad sea un pretexto para justificar operaciones de inspiración política.
En la gran mayoría de los países musulmanes de Oriente Medio, la homosexualidad es un grave delito. Tanto Arabia Saudí, líder del mundo suní, como Irán, el referente del chiismo, castigan la homosexualidad con la muerte; he aquí uno de los puntos de acuerdo de los archienemigos que pugnan por la hegemonía en el mundo islámico. También Kuwait, Qatar y el Yemen castigan la homosexualidad con la pena capital, aunque las condenas suelen producirse cuando media escándalo público, algo que las autoridades islámicas no están dispuestas a tolerar.
Baréin despenalizó la homosexualidad a mediados de los años 70 del siglo pasado, a pesar de lo cual su práctica sigue siendo considerada un acto inmoral con potenciales consecuencias legales.
En determinados ámbitos de la región, Marruecos está considerado un lugar poco menos que de libertinaje, al que acuden los jóvenes de Oriente Medio a disfrutar de lo que en sus países está severamente castigado. Ahora bien, en el reino alauita la homosexualidad es un delito que puede acarrear cárcel y sustanciosas multas. No parece que al turista extranjero se le moleste con este tipo de leyes, pero los gais locales sí viven con gran presión la persecución de que pueden ser objeto.
La Primavera Árabe pudo haber propiciado una apertura en la manera en que las sociedades mesorientales conciben la homosexualidad, pero la llegada al poder de fuerzas islamistas dieron al traste con esa esperanza. De hecho, los dirigentes que a su vez han desbancado a los islamistas tratan de congraciarse con las autoridades religiosas haciendo alarde de una especial rigidez en asuntos relacionados con la homosexualidad. En este punto puede citarse Egipto como caso paradigmático.
En Oriente Medio, los gays viven entre el temor a recibir los peores castigos o, en el mejor de los casos, a sufrir marginación social. No es casual que grupos terroristas como el Estado Islámico hayan puesto en el punto de mira a los homosexuales –en sus propios dominios y en Occidente–, y que la homofobia sea un elemento característico del fanatismo islamista, con independencia de su adscripción o tendencia.