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General: “Voy pa’ La Rampa, para conectarme a internet”
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 02/07/2016 18:34
“Voy pa’ La Rampa, a conectarme”
El desmedido entusiasmo de algunos cubanos
tan auténtico e ingenuo que no sé si merece un aplauso o una nalgada
 
5007436.jpg (575×304)
En la Rampa habanera, en busca de Wifi (foto: AFP)
                 Miriam Celaya  | La Habana  |  Cubanet
El desmedido entusiasmo que muestran algunos cubanos ante las “novedades informáticas” de factura nacional resulta tan auténtico e ingenuo que no sabemos si merece un aplauso o una nalgada. Décadas de pobreza y desamparo tecnológico provocan que cada pequeña innovación, por limitada e insignificante que sea, alcance categoría de acontecimiento nacional… Y hasta internacional. No importa si en la práctica ‘la cosa’ no funciona bien o si apenas cumple alguna función práctica: en Cuba lo importante no es la cosa en sí, sino la ilusión que proporciona la existencia de esa ‘cosa’.
  
Es lo que ocurre, por ejemplo, con las plazas públicas Wi-fi, que ya cumplieron su primer año de existencia: son espacios callejeros abiertos, sin las mínimas condiciones de confort y privacidad, resultan sumamente caros, pecan de una conectividad precaria e inestable y, para colmo, se han convertido en territorios urbanos donde frecuentemente se producen asaltos para robar los teléfonos, laptops y tabletas a los “internautas” (o quizás debiera decir “facebooknautas”, que en definitiva Facebook es la red que más frecuentan los cubanos en esas conexiones). Sin embargo, el optimismo impenitente de algunos nativos de esta ínsula no solo proyecta la ilusión popular de que “estamos conectados a internet”, sino que algunos incluso han elevado esos pobres espacios a la categoría de paseos.
 
Muchos adolescentes —y otros no tan mozos— asumen como “una salida” ir con sus amigos para conectarse a Facebook y contactar con otros amigos, principalmente emigrados. La Rampa, en el Vedado, o las áreas aledañas al hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja, se cuentan entre los más frecuentados por la juventud. “¿A dónde vas este sábado?”, pregunta un jovencito a otro. “Voy pa’ La Rampa, a conectarme”. Es un diálogo que se ha tornado común, al menos en la capital. En un país donde las opciones recreativas para los jóvenes son casi nulas y las nuevas tecnologías de la comunicación global están muy lejos del alcance de los hogares, “salir” a conectarse es otra manera de escapar de la abulia cotidiana y sentir que de alguna manera vivimos en la era de la informática.
 
Por eso se ha hecho habitual el espectáculo —no exento de su correspondiente dosis de humillación— de individuos sentados en cualquier parte, sea un sucio portal, una escalera o el contén de una acera para poder “disfrutar” de una conexión inestable y con muchas webs censuradas.
 
Porque si algo ha resultado ser demostradamente indestructible tras casi 60 años de cataclismo revolucionario es la capacidad nativa para crearse ilusiones. Esa cualidad sui generis que algunos resentidos llaman idiotez y los más benévolos definen como “optimismo intangible” no ha pasado inadvertida para los señores del poder, así que —oportunistas por naturaleza— la ponen a su servicio, creando el espejismo de la informatización de la sociedad socialista al estilo Castro, cuyo rasgo esencial es implementar sistemas que parezcan funcionales, pero que nunca funcionan. Como la vida nacional misma.
 
Por ejemplo, unos años atrás se estableció el pago con tarjetas magnéticas en varias tiendas recaudadoras de divisas (TRD), con la utilización de las Terminales de Punto de Venta (TPV) en las cajas contadoras. Sin embargo, hasta la actualidad es frecuente que las tarjetas de los clientes “no pasen”, aunque tengan fondos suficientes, ya sea porque “se cae el sistema” que conecta con el banco, o porque simplemente “no hay señal”. En consecuencia, la intención de “informatizar”  el sistema de pago de las compras en estos comercios para agiliza el proceso y evitar molestias a los clientes muchas veces logra el efecto contrario, al producirse embotellamientos en las cajas y demoras para todos.
 
Lo mismo sucede con el cobro de pensiones en los cajeros automáticos. El jubilado acude presuroso y puntualmente a cobrar su pensión. Acuciado por las necesidades cotidianas, introduce su tarjeta magnética lleno de ansiedad, pero muchas veces no puede cobrar porque el cajero no tiene fondos: el sistema bancario no ha realizado el correspondiente depósito a tiempo, aunque suele ser muy puntual cuando se trata de recoger las recaudaciones de las tiendas. “No podemos atender su solicitud”, informa impertérrita la pantalla del cajero, y el anciano se retira desolado a esperar otro día más sin el dinero que le pertenece y pensando que es la tecnología la que ha fallado. “Si fuera como antes, con la chequera, hacía la cola del banco pero me iba con mi dinero”, les he escuchado decir más de una vez a estos jubilados frustrados.
 
Pero, como de alguna manera hay que justificar la utilidad social de las sucesivas promociones de egresados de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), más recientemente han surgido ciertas “novedades”, fruto del emprendimiento tecnológico local, para aplicar al comercio. Es el caso de Checkprod, una aplicación cubana para móviles con sistemas iOS y Android, introducida en el mes de mayo y destinada a la verificación de los precios de los productos en las TRD, siempre que éstas cuenten con una conexión Wi-fi activa, lo cual determina que dicha aplicación solo funcione hasta el momento en la tienda de 3ra y 70, Miramar, en la capital de la Isla.
 
Otra nueva aplicación local para telefonía móvil de sistema Android responde al poco comercial título de “Buró informativo TRD Caribe”, y fue creada por un informático de dicha empresa estatal en la provincia de Holguín. Esta otra “novedad”, que funciona a través del correo Nauta, pretende informar sobre la localización y precio de los productos de interés para el cliente que la utilice, evitándole las habituales peregrinaciones que suelen emprender los cubanos en la búsqueda —muchas veces infructuosa— de un artículo particular. Es sabido que en Cuba la carestía endémica hace que cualquier producto de primera o última necesidad pueda desaparecer súbita y prolongadamente de los estantes de los comercios.
 
De esta manera, supuestamente, esta especie de “aplicación del desabastecimiento”, como la ha definido un amigo que supo de su implementación, ahorra tiempo y dinero al cliente… Aunque al final del día el objetivo de llevar determinado alimento a la olla no se cumpla. El magro consuelo, en este caso, puede ser que quizás en el mercado no hay el producto que usted pensaba comer, pero al menos no habrá perdido el tiempo y las energías en buscarlo. Y encima hay quienes consideran esto un gran avance tecnológico.
 
Y mientras el ilusionismo tecnológico cubano va en crecimiento, la caprichosa realidad nacional impide el éxito de tanto derroche de talento innovador. Obviamente, los fanáticos de la informática han olvidado ciertas leyes no escritas que responden al estado de supervivencia que se impone en Cuba y que afecta todas las esferas de la existencia, en especial la relacionada con la economía y la administración de los recursos.
 
Por ejemplo, el simple hecho de mantener actualizadas las bases de datos sobre las existencias de determinados productos en los anaqueles y almacenes de los comercios estatales, no solo depende de un disciplinado y metódico sistema de actualización, sino que atenta directamente sobre la capacidad de desvíos (robos) y de otros cambalaches que benefician a los encargados de administrarlos. Una ecuación económica esencial que se aplica a rajatabla en la Isla es: a mayor descontrol, mayores ganancias de la administración. Por tanto no es probable que un administrador o directivo comercial de cualquier establecimiento tenga el menor interés en mantener actualizados los listados de productos bajo su control, puesto que ello limitaría gravemente sus posibilidades de ingresos personales, en un país donde absolutamente nadie podría vivir dependiendo de un salario, en especial si es un empleado estatal.
 
Todo esto, sin mencionar que si en verdad en Cuba estamos abocados a una avalancha de turistas extranjeros que presuntamente serán otros tantos consumidores en los comercios locales, es oportuno recordar que ellos proceden mayoritariamente de sociedades de consumo altamente informatizadas, donde existen aplicaciones tan globalmente exitosas como Yelp, o sistemas de geo localización que simplifican con toda eficiencia las gestiones comerciales en sus lugares de procedencia. No creo que los cubanos estemos precisamente a la altura de tales desafíos, salvo que la aspiración final sea solo cumplir el rol de indios con levitas.
 
Luego, sin ánimo de restar méritos a la capacidad creadora de nuestros informáticos o renegar de la competencia local para asimilar las posibilidades y usos de las nuevas tecnologías, de lo cual no hay por qué dudar, no comparto el entusiasmo general por estas “novedades” que en definitiva constituyen una ‘tecnologización de la escasez’.
 
Creo, sin embargo, que es un buen momento para que todos asimilemos otro principio básico: es imposible lograr éxitos (también) en materia de tecnología en ausencia de libertades ciudadanas. Mientras todas las esferas de la vida del país, incluyendo el comercio y la informatización, estén bajo control del Estado-Partido-Gobierno, cualquier intento de insertar las nuevas tecnologías de la informática en la vida nacional estará condenado al fracaso o a la obsolescencia. Tras décadas de experimentos y descalabro de un sistema socioeconómico fallido han dejado suficientemente demostrado que sin libertades no hay progreso.
             Vía Cubanet


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