Galería interior de la Manzana de Gómez antes del comienzo de su transformación en hotel.
El descalabro marxista-leninista en Cuba ha llegado ya al colmo de que compañías extranjeras de la construcción consideran que los trabajadores del ramo en la Isla no tienen la calificación, la destreza y la confiabilidad que tienen sus colegas de otros países del Tercer Mundo. Afirman que trabajan a desgano, sin mucha pericia, y que roban materiales de construcción dentro de la obra.
Esas son las causas esgrimidas por la compañía francesa Bouygues para haber llevado a La Habana más de 100 trabajadores de la India que han sido incorporados a la obra que convertirá el emblemático edificio de la Manzana de Gómez en un hotel de lujo de 246 habitaciones.
Esa entidad francesa, asociada con el grupo Gaviota de las Fuerza Armadas Revolucionarias (FAR), que domina la industria turística en el país, informó que va a continuar contratando en el extranjero a carpinteros, albañiles, plomeros, electricistas, soldadores, etc. Con el permiso de los Castro, van a seguir importando mano de obra para laborar en el país que tiene la más alta tasa de desempleo del continente.
El régimen alega que esos operarios asiáticos entrenan a los constructores cubanos. Falso. La explicación tiene tres causas principales (hay otras):
1) Falta de motivación de los obreros cubanos por la miseria que les pagan, pues el régimen les confisca el grueso de sus salarios en divisas pactados con los franceses.
2) La necesidad que tienen muchos de ellos de sustraer materiales de construcción para venderlos en el mercado negro y poder así alimentar y vestir a sus familias.
3) La pérdida de productividad y destreza luego de tantos años al servicio de un sistema económico que impide la eficiencia en cualquier actividad humana.
Según reporta Reuters desde La Habana, esos obreros de la India perciben un salario de unos 1.500 euros mensuales, equivalentes a 1.661 dólares (0,90 euros por un dólar el 27 de julio), que es aproximadamente el salario mínimo en Francia, pero que resulta 70 veces superior al salario promedio vigente en Cuba, de 24 dólares mensuales (en Haití es el doble).
Expoliación esclavista
Al despojarle a cada constructor cubano la mayor parte del salario pagado por los franceses, el castrismo los expolia cual braceros esclavos del siglo XVII. Y no pasa nada. Los indios en la Manzana de Gómez reciben un sueldo entre 12 y 20 veces superior al de sus colegas cubanos por igual trabajo.
Ver para creer. Cuba fue siempre un imán para atraer inmigrantes de todas partes del mundo. Pero a ningún extranjero contratado se le podía pagar más que a sus colegas cubanos por igual trabajo realizado. Lo que a veces ocurría era lo contrario, algunos empresarios inescrupulosos pagaban menos a los extranjeros (sobre todo a los asiáticos) que a los cubanos.
Ni las leyes vigentes, ni los sindicatos, ni obviamente los trabajadores y profesionales cubanos afectados habrían permitido semejante atropello. Y era impensable que el Gobierno les pudiese confiscar sus salarios.
A Cuba llegaban personas de todas partes en busca de buenos empleos, o para sumarse como profesionales, inversionistas o empresarios al boom económico de la Isla. Solo entre 1902 y 1930 llegaron 1,3 millones de inmigrantes y el país duplicó su población, según estadísticas del entonces Ministerio de Hacienda.
En seis años (1924-1930) arribaron a Cuba 43.597 inmigrantes por año como promedio, una cifra igual a la de los cubanos que en los últimos 10 meses han emigrado a Estados Unidos. En esos primeros 28 años de vida republicana, arribaron 774.123 españoles, así como 190.046 haitianos y 120.046 jamaicanos para trabajar principalmente en las plantaciones de caña y la industria azucarera.
También llegaron 34.462 norteamericanos, 19.769 ingleses, 13.930 puertorriqueños, 12.926 chinos, 10.428 italianos, 10.305 sirios, 8.895 polacos, 6.632 turcos, 6.222 franceses, 4.850 rusos, 3.726 alemanes y 3.569 griegos.
Fama de buenos constructores
En los años 40 y 50 se dispararon las inversiones extranjeras y nacionales, y por ende las construcciones. En los últimos 12 años anteriores a la llegada al poder de Fidel Castro se edificaron fábricas, grandes hoteles, decenas de edificios altos, entre ellos el Focsa, el hotel Habana Hilton, y el Someillán, los más espigados del Caribe y Centroamérica.
El empresario norteamericano Conrad Hilton, al inaugurar personalmente el hotel habanero, en marzo de 1958, destacó que ese era el más grande y más alto hotel de toda América Latina y el mayor de su cadena hotelera a nivel mundial.
Se erigieron refinerías de petróleo, plantas procesadoras de níquel, grandes edificios de apartamentos y de oficinas, restaurantes, puentes, avenidas y autopistas como las del Circuito Norte, Circuito Sur, la autopista Monumental, la Vía Blanca, la Vía Mulata y la Autopista del Mediodía; hospitales y clínicas, un túnel por debajo de la bahía habanera y dos bajo el río Almendares; los monumentales edificios de la Plaza Cívica, y el Coliseo de la Ciudad Deportiva.
Todas esas obras, con la máxima calidad internacional, algunas únicas en Latinoamérica, contaron con la pericia de los obreros cubanos de la construcción, de los arquitectos, ingenieros y otros especialistas, que obtuvieron así un merecido prestigio internacional.
Pero llegaron los Castro y todo cambió. A fines de los años 60, Fidel creó el Sector de la Construcción y esa actividad comenzó a ser militarizada, sobre todo al colocar como jefe, en 1971, al gran represor Ramiro Valdés.
Dicho sector incluía cuatro organismos: Desarrollo de Edificaciones Sociales y Agropecuarias (DESA), Construcción Industrial (CI), Desarrollo Agropecuario del país (DAP), e Industria de Materiales de Construcción (IMC), dirigidos por comandantes y capitanes de la Sierra Maestra desde "puestos de mandos" con métodos militares.
Paralelamente, el dictador creó las microbrigadas, integradas por empleados de oficinas, profesionales y trabajadores ajenos a la construcción, para edificar viviendas con jornadas extenuantes de 10 horas diarias, violatorias de las propias leyes cubanas. La militarización y las microbrigadas destrozaron la fama de Cuba en esa vital actividad económica, tan bien ganada antes de 1959.
Según el Ministerio de la Construcción (MICONS) hay en el país unos 100.000 trabajadores de la construcción. De ellos, 20.000 son burócratas, es decir un burócrata por cada 4 trabajadores y técnicos al pie de obra.
El sistema impide la eficiencia
Pero miles de esos trabajadores y técnicos están ociosos. La calamitosa economía cubana no da para edificar casi nada que no sea para el sector turístico, y siempre que sean obras financiadas, gestionadas y apoyadas técnica y materialmente por empresas foráneas, como es el caso de la Manzana de Gómez.
Luego de construidos los hoteles tienen que ser administrados por compañías también extranjeras, pues tampoco hay en Cuba personal debidamente entrenado y conocedor de la industria hotelera internacional, inmersa en un mercado cada vez más competitivo.
Por eso hay ya en la Isla 20 cadenas hoteleras, incluyendo el grupo norteamericano Sheraton, que administran cerca de 70 hoteles, aunque todos vigilados por "segurosos" de las FAR y el MININT, propietarios de esos hoteles.
En fin, como se puede apreciar, todos los factores que han ocasionado esta gran humillación nacional son responsabilidad exclusiva del régimen castrista. Lo más vergonzoso aquí es que probablemente Raúl Castro acordó con Bouygues salarios mayores que esos 1.500 euros mensuales que pagan a los indios. En ese caso, a la compañía francesa le sale más barato y productivo importar obreros que pagarles a los nacionales, quienes al ser esquilmados tan escandalosamente tienen todo el derecho del mundo a trabajar mal.
Moraleja: si los constructores cubanos recibieran los 1.661 dólares que perciben sus colegas asiáticos la pericia cubana constructiva pretérita, ya mencionada, y la confiabilidad se abrirían camino a pasos agigantados. No habría albañiles de la India frente al Parque Central de La Habana.