Un arcoíris en blanco y negro
La homofobia en Cuba se enseña desde las escuelas
Transformista en un desfile contra la homofobia en Cuba
Por Ernesto Pérez Chang | La Habana, Cuba | Cubanet
“Yo estuve en el desfile de las locas”, le dijo un adolescente a otro mientras se divertían en un show de travestis en el cabaret Las Vegas, en el Vedado. Estaban hablando de la marcha contra la homofobia realizada en el mes de mayo.
“Todos estos pájaros son muy divertidos. Yo me parto de la risa con ellos”, comentó otro joven que también compartía la misma mesa y que había ido al espectáculo nocturno con el ánimo de quien asiste a una función de circo.
Hace días escuché gritar a un vecino que si él descubriera que su hijo “era maricón”, de inmediato lo echaba de la casa. También, mientras viajaba en un taxi, presencié una conversación entre dos mujeres jóvenes sobre lo que ellas pensaban que debía hacer el gobierno para acabar con la homosexualidad, pues la consideraban un delito detestable, algo peor que ser ladrón u homicida.
“La gente roba o mata a veces por necesidad o porque están desesperados, pero los maricones son unos descarados, unos enfermos”, decía una mientras la otra hablaba de leyes rigurosas que incluían desde el trabajo forzoso hasta la pena de muerte.
De manera muy individual, como periodista que pasa horas en la calle tomando el pulso a lo cotidiano, he comenzado a percibir que en los últimos años ha habido un incremento de las expresiones de rechazo hacia los homosexuales y parecen haber retornado aquellos sentimientos de odio que tuvieron su apogeo en los años 70, cuando a la homofobia se le otorgó patente de corso.
¿Qué está pasando en la sociedad cubana actual para que ocurran estos peligrosos “renacimientos”? ¿Acaso los programas educativos sobre la diversidad sexual no han sido correctamente implementados? ¿Son inefectivos? ¿O se trata de un fenómeno global que estamos replicando?
“El arcoíris nuestro está en blanco y negro. Hay una parte de la sociedad que está quedando fuera del discurso oficial, incluso en el discurso de las instituciones que promueven el respeto a la diferencia”, opina Tamara Guam, una joven de 34 años que, desde hace diez mantiene una relación de pareja con otra mujer.
Y continúa: “Las jornadas contra la homofobia, las campañas por la diversidad sexual no han sido enfocadas en el centro del problema sino que han sido politizadas de un modo a veces contraproducente. Primero, los travestis y los transexuales son una minoría dentro de la comunidad LGBTI, no obstante son convertidos, se puede decir, que en el icono del movimiento, la cara visible, la bandera porque tal vez son más mediáticos que una pareja de mujeres que no tienen que usar botas y sombrero de cowboy o implantarse un pene para decirle al mundo que son lesbianas. Por otro lado, el slogan de ‘socialismo sí, homofobia no’… ¿por qué politizar? ¿Por qué tengo que exigir respeto, diversidad sexual y al mismo tiempo reclamar en política todo lo contrario? Es un lema contradictorio, excluyente, y esas patrañas no producen cambios positivos en la mentalidad de las personas”, dijo Tamara.
“He intentado introducir el tema de la diversidad sexual en las clases pero no me dejan y, lo reconozco, tampoco he querido insistir demasiado”, asegura Hortelio, un maestro de enseñanza primaria que además comenta sobre los obstáculos que ha encontrado al ser homosexual y trabajar con niños: “Para algunos, homosexual es sinónimo de pedófilo. He tenido padres que le han pedido a la directora de mi escuela que cambien a sus hijos de aula porque han descubierto que soy gay y que vivo con mi pareja. Incluso, hace un par de años hubo un director que no quería que yo diera clases y eso fue una guerra. Decía que yo era ‘amanerado’, incluso la funcionaria del municipio me dijo que debía cambiar mi voz y mis gestos cuando estaba frente al aula. Imagínate qué locura. No existe una ley para que me boten de (el Ministerio de) Educación, pero eso no importa si quien dirige tu escuela, tus jefes, son homofóbicos; si desde el mismo ministerio son homofóbicos y no permiten que se les hable a los niños de diversidad sexual, de orientación sexual. Todo es blanco o negro, hembra o macho, revolucionario o enemigo”.
Raquel, maestra en el mismo centro educativo que Hortelio, nos ofrece su visión al respecto: “En mi aula hay un niño al que le gusta jugar con muñecas, prefiere ir con las niñas, no juega a la pelota, etcétera, tiene rasgos que indican que al menos hay un problema con los roles. Yo, como maestra, debo ir mirando todos estos detalles y preocuparme, lo cual es normal. Pero lo peor es que nuestro sistema educativo no te pide que observes para ayudar a integrar a este niño al grupo de alumnos desde su diferencia y lograr que sea aceptado, sino para ‘corregir’ lo que sigue siendo para ellos un defecto, una malformación. Nuestro sistema educativo no acepta las diferencias, es así de sencillo e inocula ese bichito de rechazo a lo diferente, crea el caldo de cultivo para que en otras edades se instalen los odios y las segregaciones”.
Karen, subdirectora de una escuela de nivel secundario, también opina al respecto: “Creo que sí existen programas educativos y no creo que el Ministerio de Educación deba cargar con la culpa de todo. Te orientan enseñar matemáticas y yo la pongo en el plan de clases. Ahora, si el profesor es bueno, los alumnos aprenderán matemática, pero si el profesor es malo… Si la persona que les habla a los muchachos es homofóbica, no habrá manera de que inculque respeto, por eso te digo que no es la escuela; es la sociedad, las cosas que consume el niño en la televisión, la música que escucha, las creencias y tradiciones que comparte con sus padres y amigos del barrio. Hay otro mundo mucho más complejo fuera de la escuela, en los hogares, en los barrios y allí es donde habrá que trabajar más”.
En Cuba, ya sea en discotecas privadas o estatales, en bailables públicos y hasta en celebraciones populares, cada día es más común escuchar canciones que reiteran los prejuicios contra los homosexuales o que incitan a la violencia contra ellos; en los clubes nocturnos abundan los espectáculos humorísticos donde el centro de la mofa son los gay caricaturizados bajo ese falso cliché de “depredador sexual y flojo de carácter”. Sin embargo, todas esas expresiones sociales no son la causa sino el reflejo de un fenómeno discriminatorio que, de persistir e incrementarse, a fin de cuentas dañará todo el tejido social de la nación.
ACERCA DEL AUTOR
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).