Dentro del armario no hay cristianismo
Por Carlos Osma
Todavía me sorprende que a día de hoy los evangélicos LGTB de mi país vivan mayoritariamente armarizados y se “dejen”maltratar psicológicamente por los discursos fundamentalistas que encuentran en sus iglesias y sus familias evangélicas. Me parece tan repugnante a veces el maltrato al que son sometidos que me cuesta entender porqué el fuego, que según la leyenda cayó sobre Sodoma, no cae de forma real sobre esas iglesias y esas familias y las hace desaparecer para siempre. Es que es patético ver como se humilla a la gente y se la hace sufrir de manera tan cruel mientras se canta y predica el amor de Jesús. ¡Que pandilla de hipócritas!
Pero dejando a un lado la actitud de estos supuestos seguidores de Jesús que en realidad no son más que un grupito de mediocres a los que les gustaría ser los primeros, me pregunto porqué los evangélicos lgtbi que formáis parte de todas y cada una de las iglesias evangélicas de este país, no salís huyendo de estos campos de concentración o cámaras de tortura.
Sí, ya lo sé, sé que tenéis una dependencia emocional, y que si os atrevéis a ser vosotros mismos o vosotras mismas seréis expulsados del único mundo que conocéis y os da seguridad. ¿Pero qué seguridad es esa que te destroza la vida? ¿Qué seguridad es aquella que te lleva hasta la desesperación? ¿O aquella que te hace tirar por la alcantarilla la vida feliz que podrías tener?
Es absolutamente cierto que en la mayoría de ocasiones salir del armario en un entorno evangélico supone quedarte solo, quedarte sola. Y esa es una experiencia muy dura, que deja muy claro que evangelio siguen los evangélicos con los que crecimos. Pero bendita soledad aquella que te permite volver a construir tu vida, una vida de verdad, y no la vida de mierda que tienes ahora. Un regalo divino es la soledad en la que ya no escuchas las palabras paternalistas de quienes quieren ser buenos contigo pero que en realidad te hacen daño. Una oportunidad irrepetible quedarte sólo para empezar de nuevo, para abrirte a la esperanza de conocer algo distinto, para poder respirar y moverte con libertad. ¿Te imaginas? Quizás ni eso puedes ya.
Y es que las personas lgtbi que vivís armarizadas dentro de las iglesias evangélicas, podréis ser pastoras, cantantes, diáconos, o profesores de escuela dominical; pero no sois cristianas, o al menos no vivís el cristianismo. Porque el seguimiento de Jesús no tiene nada que ver con el paripé al que habéis reducido vuestra vida. El seguimiento de Jesús revienta todas las jaulas en las que os han metido, y es posible que os deje en medio de la nada, pero una nada donde podéis seguir a Jesús, al maestro, y no la montaña de ignorancias y superficialidades religiosas con las que hemos sido educados. Dentro de un armario no hay fe, no hay seguimiento, no hay amor.. No hay cristianismo. Y todo ese sufrimiento que produce la represión, y con el que crees ganarte el cielo, no sirve para nada... El cielo se vive desde aquí siguiendo a Jesús, no al mundillo evangélico que te dice como tienes que vivir tu vida para ser aceptable.
¡En algún momento hay que decidirse a ser valiente, digo yo!. En algún momento las lecturas bíblicas que has hecho desde que eras un niño o una niña y que mostraban a personas enfrentándose a la hipocresía, a las convenciones sociales, a la muerte incluso... deben interpelarte, deben decirte: “El evangelio me empuja a abandonar mi vida de engaño para poder vivir la vida de verdad que Dios quiere para mi”. En algún momento, si la homofobia en las que has sido educado, ha dejado algún resquicio para que el evangelio ponga una semilla dentro de ti, te dirás: “Yo quiero seguir a Jesús de verdad, y tengo que oponerme al odio de la homofobia. Mi fe, me llama a eso”. En algún momento, si no te han destrozado la vida, o no te han hecho perder la fe para siempre, te dirás: “Yo quiero ser cristiano”.
Y si no, puedes seguir como hasta ahora, con tu doble no vida, con el dolor en el pecho, con el miedo a ser descubierto. Con subidas y bajadas emocionales que a la larga te producirán una enfermedad psicólogica, si no la tienes ya. O con la comodidad de hacer alguna escapadita de vez y en cuando para aliviarte y después volver al redil a mirar con malos ojos a quienes no son tan buenos cristianos como tú. Puedes esconderte detrás de cinco versículos, o de la biblia entera, pero bien sabes que eres un cobarde, no un cristiano. Si quieres serlo tendrás que escuchar al maestro, que te llama a dejar las redes en las que estás atrapado, y con la que a veces intentas atrapar a otras y otros, y le sigas. Eso es el cristianismo, un salto al vacío, no un cambio de iglesia. Un salto al vacío, hacia la nada, pero con una clara dirección: la felicidad, el amor y la libertad.