El conveniente “antojo” de Kennedy un día antes de recrudecer el embargo a Cuba
¿Qué tenían en común Winston Churchill, Ernest Hemingway, Lezama Lima, Sigmund Freud, Pablo Picasso y Charles Chaplin? Se podría decir que todos fueron, en primera instancia, hombres, cada uno poderoso y remarcable a nivel universal en sus respectivas esferas de la política, la literatura, la psicología o el arte.
Pero si a este grupo le añadimos nombres como el de la escritora francesa George Sand (pseudónimo para la baronesa Dudevant) o las actrices Greta Garbo o Bette Davis, y las más contemporáneas Madonna y Whoopi Goldberg, entonces se complica la cosa.
Y es que el secreto que une a este segmento de personalidades radica nada más y nada menos que en la devoción declarada hacia el Habano, esa joya aromática y seductora de los campos cubanos que devino pieza esencial en la formación económica y sociocultural de la mayor de las Antillas, y que se mantiene hasta nuestros día como sello icónico de cubanía, calidad y exclusividad.
En más de una ocasión fueron fotografiadas con un puro en la mano, celebridades desde Orson Welles, Alfred Hitchcock hasta Jodie Foster, Sharon Stones, Nicole Kidman, Arnold Schwarzenegger, Francis Ford Coppola y Robert DeNiro.
El actor Jack Nicholson, por ejemplo, mientras la prensa se halaba los pelos tratando de localizarlo, en su visita a Cuba en 1998 gastó cada tarde de su estadía en la Casa del Habano de Partagás, donde mismo fuera acogido además el legendario Gerard Depardieu.
Pero sin dudas, uno de los casos más locos en la historia que une a los amantes del buen puro cubano es el sucedido a principios del año 1961, cuando el presidente más popular en la historia de los Estados Unidos, John F. Kennedy, decidió firmar un decreto del ya conocido embargo comercial a Cuba.
Lo que algunos medios califican como abuso de información privilegiada por parte del mandatario de EEUU, quedó para la historia como una muestra de fervor absoluto hacia la exquisitez del tabaco cubano.
Fue pocos meses después de la fallida invasión americana por Bahía de Cochinos, cuando JFK solicitó a su jefe de Prensa, Pierre Salinger, que le consiguiera, como sea, mil puros manufacturados en la isla caribeña.
"Necesito muchos puros", dijo entonces el presidente, según relató Salinger en 1992 a la revista Cigar Aficionado.
"¿Cuántos, presidente?"
"Unos 1.000 Petit Upmann".
Kennedy precisaba el encargo para primera hora del día siguiente, y Salinger, dado que era un gran fumador de puros cubanos, conocía de un montón de tiendas donde los vendían. “Solucioné el problema por la tarde”, acotó.
A la mañana siguiente, cuando llegué a mi despacho a las ocho de la mañana, el teléfono del presidente ya estaba sonando. Me dijo que fuera a verle inmediatamente.
"¿Qué tal te fue, Pierre?", dijo.
"Muy bien", respondí. De hecho, había conseguido 1.200 puros. Kennedy sonrió y abrió un cajón de su escritorio. Tomó un gran papel y lo firmó inmediatamente. Era el decreto que prohibía todos los productos cubanos en nuestro país. Los puros cubanos eran a partir de ese momento ilegales en nuestro país."