“Hice cosas más importantes que capturar al Che Guevara”
A 49 años de la captura del guerrillero argentino-cubano, el general recuerda los momentos trascendentales para la vida del país que le tocó vivir. Señala que solo hizo lo que tenía que hacer; o sea, cumplir con la patria. Asegura que no estuvo en la ejecución del guerrillero( terrorista).
A 49 años de la captura del guerrillero(terrorista) argentino-cubano, el general recuerda los momentos trascendentales para la vida del país que le tocó vivir. Señala que solo hizo lo que tenía que hacer; o sea, cumplir con la patria. Asegura que no estuvo en la ejecución del guerrillero.
Fue la figura en la captura del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara el 8 de octubre de 1967 en la quebrada del Yuro. A sus 77 años, el gral. (r) Gary Prado recuerda lo ocurrido en la región de Vallegrande.
¿Dónde estaba usted, cuando empezaron las hostilidades de la guerrilla de Ñancahuazú?
Era capitán, estaba destinado en el regimiento Braun 12 de Caballería, al mando de un escuadrón, justo tocó el reclutamiento, llegué de La Paz y no me entregaron mis soldados ya que estaban ‘alquilados’ en actividades extracuartelarias; recién me los entregaron a fines de febrero y el 23 de marzo hubo la primera emboscada de los guerrilleros a una patrulla en Ñancahuazú. Luego vino otra el 23 de abril.
¿Sabían quiénes eran?
No se sabía si eran narcotraficantes u otro tipo de delincuentes. Se supo más o menos cuando un grupo salió a Tatarenda Viejo a buscar comida. Apareció la tropa comandada por Marcos, barbudos, que hablaban medio raro, ahí les vendieron galletas. A los dos días llegó el capitán Silva que era el encargado de ver unas fábricas de carbón del Ejército y avisó a sus jefes en Camiri, desde donde salió la patrulla que fue emboscada el 23 de marzo.
¿Qué hizo el Ejército?
Comenzó a reunir gente, de Santa Cruz, de Challapata llegaron los Ranger, paracaidistas y se movilizaron por toda la zona.
¿Qué hacía mientras tanto?
Del Braun me enviaron al Manchego porque el regimiento recibió instrucción de contrainsurgencia. Estuvimos tres meses en La Esperanza (en el norte cruceño). Vinieron 15 instructores gringos y yo coordinaba con ellos porque hablaba inglés.
¿Cuándo ocurre su llegada al teatro de operaciones?
Llegué a Vallegrande el 26 de septiembre, con 165 hombres Buscábamos a los guerrilleros en Pucará, La Higuera y Alto Seco.
¿Cómo fue ese 8 de octubre?
Dos días antes habíamos subido desde el Río Grande hasta la Abra del Picacho. Había tropas de otra compañía al mando del capitán Torrelio, que tenía una sección en La Higuera. La mañana del 8 de octubre no hacía frío, el subteniente Pérez, comandante de la unidad en La Higuera, llama por radio para decirme que acababa de llegar un campesino que decía que me conocía. Quién es le dije y me contestó, Peña; claro, sí lo conozco, su padre era mi compañero de escuela. Él anoche vio pasar a los guerrilleros y esta mañana vino a avisar, pero no me he movilizado porque tengo muy poca gente. Junté unos 50 hombres y fuimos a La Higuera.
¿Qué hicieron cuando vieron a los guerrilleros?
Una vez llegamos le pregunté a Peña dónde los ha visto y me señaló la quebrada que llamamos El Churo (manantial) y había otra quebrada La Tusca. Pusimos una ametralladora en el lugar y luego comenzó la baleadura, que duró unas cuatro horas.
¿Cómo capturan al Che?
Mi capitán, tenemos a dos, me gritan soldados que estaban a 15 metros de mi posición y corro hacia allí. ¿Quiénes son ustedes?, les pregunto y uno de ellos contesta: Soy el Che Guevara y el otro dijo Willy, un boliviano.
¿El Che estaba armado?
Tenía su carabina inutilizada, un disparo le había roto el cerrojo, parece que una ráfaga de la ametralladora le perforó la boina y lo hirió en la pantorrilla derecha. Los llevamos amarrados y los pusimos bajo unos árboles.
¿Conversó con el Che?
Después de una media hora y cuando había amainado la refriega, bajé donde estaban los prisioneros. Me dice “mi capitán, ustedes son de los Ranger, ¿no?” Sí, le dije y él continuó. “No sabíamos que estaban por aquí” y le repliqué que para eso nos habíamos entrenado. Me dijo: “No le parece una crueldad tener un hombre herido y amarrado.” Entonces ordené que le desataran las manos.
¿Qué hicieron luego?
Una vez oscureció nos alistamos para volver a La Higuera. ¿Puede caminar?, le pregunté al Che. Sí, puedo, me dijo y le puse un soldado para que lo ayude. Llegamos y me comuniqué con Vallegrande e informé al comando que había capturado al Che. Mañana temprano estaré allá, anunció el comandante, Joaquín Zenteno Anaya.
¿Qué sucedió cuando llegaron a La Higuera?
Pusimos a los dos prisioneros en la escuela de La Higuera, en cuartos separados. Conversamos con él. Le pregunté a qué había venido al país y me dijo que la revolución no tiene fronteras, pero le expliqué que habíamos hecho nuestra revolución el 52, la Reforma Agraria, nacionalizamos las minas y así transcurrió gran parte de la noche. ¿Qué va a pasar conmigo?, me preguntó. Usted será juzgado, contesté.
¿Qué paso al otro día?
Temprano llegó el comandante Zenteno Anaya en un helicóptero, di parte, le entregué todas las pertenencias del Che, el diario, rollos de películas, y le dije, mi comandante, me voy porque todavía hay guerrilleros en la zona y en la quebrada pillamos a tres más. Al volver nos enteramos de que el helicóptero había hecho varios viajes llevando a los muertos y a los heridos. ¿Qué ha pasado?, pregunté. Lo han ejecutado, llegó la orden de La Paz. No estuve cuando ocurrió la ejecución.
¿Qué significó para usted haber capturado al Che?
En mi vida como militar y luego en la civil, he hecho cosas más importantes que la captura del Che, para mí ese episodio fue uno más, solo cumplí con mi deber como soldado, cumplí con mi patria, de combatir a unos invasores.
Gary Prado y el Che
¡Asesino del Che!”. La frase lapidaria pretende resumir y descalificar de un plumazo la complejidad de un periodo y de una persona, claves de nuestra historia contemporánea.
El 8 de octubre de 1967 el Che libró su último combate en la quebrada del Yuro (Churo). Era una inmolación. Ya desfalleciente y sin opción alguna estaba acompañado de unos pocos guerrilleros en desbandada. El entonces capitán Gary Prado Salmón comandaba la compañía que lo enfrentó y lo derrotó. Prado capturó al jefe guerrillero y a sus camaradas, Guevara estaba vivo pero herido. Lo trasladó a La Higuera y, como correspondía a su rango militar y a la subordinación a sus superiores, lo entregó vivo a los responsables de la División que tenía bajo su responsabilidad las operaciones en la zona. Guevara fue ejecutado al día siguiente por el suboficial Mario Terán.
Empecemos por decir que la total responsabilidad de la muerte de Ernesto Guevara les corresponde a quienes tomaron la decisión: el presidente, René Barrientos Ortuño; el comandante de las Fuerzas Armadas, Gral. Alfredo Ovando Candia y el jefe de Estado Mayor General, Gral. Juan José Torres Gonzáles.
Sobre los hechos hay que hacer consideraciones en torno a la acción del Ejército de Bolivia y en particular a la del capitán Prado. Las Fuerzas Armadas cumplieron su obligación constitucional (no es ocioso recordar que Barrientos era en ese momento presidente constitucional, elegido con el 67% de los votos en 1966) de defender el territorio y la soberanía nacional ante la presencia de un grupo armado, integrado por extranjeros y bolivianos, cuyo objetivo era la toma del poder y el control político y militar del país. Completaron exitosamente su objetivo y derrotaron a la guerrilla del Che. El sangriento corolario de esa operación fue la decisión política de matar al Che sobre la premisa de que mantenerlo con vida complicaba el manejo internacional de la cuestión, dada la relevancia mundial de Guevara.
El capitán Prado, como oficial de nuestro Ejército, cumplió su deber al enfrentar y capturar a una de las figuras más importantes de América Latina en el siglo XX. Su actuación no solo merece respeto sino admiración. En cualquier país sería considerado como un héroe nacional.
Quienes creyeron que el Che representaba los más altos valores revolucionarios y encarnaba la idealizada imagen del hombre nuevo, tienen derecho, tanto dentro como fuera de Bolivia, de considerar que la acción del Gobierno de Barrientos y la de nuestras FFAA, con el asesoramiento militar de EEUU y la participación directa de la CIA, debe ser acremente censurada. Ni qué decir de la decisión de los tres generales de la cúpula político-militar del país de ejecutar fríamente a un prisionero herido.
La pregunta ante este dilema es muy simple ¿Qué haría hoy un presidente boliviano ante la presencia de un contingente guerrillero cuyo objetivo es la toma del poder por las armas? ¿Consideraría sus móviles ideológicos y la mayor o menor justeza de sus demandas para decidir si se enfrenta ese contingente o no? Para un oficial de las FFAA. ¿El respeto por el enemigo y su causa, lo eximen de su obligación de soldado de combatirlo y derrotarlo?
Es tiempo de terminar con la retórica fácil a casi medio siglo de un hecho que nos marcó a todos y colocar las cosas en su exacto lugar. El Gobierno y el Ejército hicieron lo que tenían que hacer y derrotaron a la guerrilla que era su objetivo y su obligación. El Che fue asesinado y esa decisión que puede explicarse es injustificable, pero aun recordando que admiré profundamente a Ernesto Guevara y como el adolescente que era entonces me conmovió hondamente su muerte (vivíamos tiempos en que la Teología de la Liberación hacía una cierta identificación del Che con Cristo), debo distinguir mis ideas personales de la razón de Estado. Censuro el asesinato, por supuesto, pero reconozco que el Ejército de Bolivia –como diría Marzana- cumplió con su deber.
Gary Prado, por ello, merece todo mi respeto, pero no sólo por lo que hizo en 1967, sino porque fue un destacado oficial institucionalista que se enfrentó a la dictadura de Banzer y que promovió el retorno a la democracia. Prado, junto a otros jóvenes oficiales, formó parte del Gobierno del Gral. David Padilla que derrocó a Juan Pereda con un solo objetivo que cumplió, convocar inmediatamente a elecciones (que se realizaron en junio de 1979) y entregar el poder a un presidente civil. El 8 de agosto le colocó en el pecho la medalla presidencial a Walter Guevara Arce.
Pero el Gral. Prado ha tenido también tiempo para la labor intelectual. Ha escrito dos libros imprescindibles. El primero, “La Guerrilla Inmolada” que es el mejor libro desde la perspectiva militar boliviana sobre la aventura del Che. Equilibrado, respetuoso y muy claro, permite entender el fracaso del “condottiero del siglo XX” en Bolivia. El segundo, “Poder y Fuerzas Armadas” es un lúcido trabajo sobre el rol y la estructura de las FF.AA. en la segunda mitad del siglo XX. Muchas de sus reflexiones tienen plena actualidad hoy.
Gary Prado es, no me cabe la menor duda, un ser humano digno, un militar de honor y un ciudadano al que el país le debe mucho
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