El castrismo pretende cambiar el sentido de la bandera
Pedro Campos | La Habana | Diario de CubaEl destacado defensor del indefendible neocapitalismo monopolista de Estado impuesto en Cuba en nombre de un inexistente socialismo, Enrique Ubieta escribe en Granma que las enseñas nacionales de Cuba y EEUU "representan las opciones, los símbolos a elegir: dos banderas, dos historias, dos modos de vida", en un vano intento por dar connotación ideológica en confrontación a los símbolos nacionales de ambos países.
Es parte de la propagada fidelista que intenta mantener la confrontación entre EEUU y Cuba, e impedir el avance de la normalización de relaciones, por el miedo sofocante a "la penetración imperialista con la que se pretende destruir la revolución desde dentro".
Pero además, como es tradicional en el fidelismo, pretende cambiar el significado de la bandera.
Ni la bandera cubana, ni la estadounidense tienen connotaciones ideológicas como las que intenta el autor. La una y la otra son emblemas de cada nación, simbolizan sus pueblos y sus luchas por la soberanía, representan los intereses de todos sus ciudadanos, independientemente de su ideología y su visión política, social y económica.
Tan estadounidenses son los demócratas que siguen a Hilllary Clinton, como los republicanos que apoyan a Donald Trump, los socialistas democráticos que respaldaron a Bernie Sanders, o los libertarios que van tras Gary Johnson.
¿Se pretende que los 14 millones de cubanos, 11 dentro y tres fuera del país, pensamos todos igual y todos defendemos eso que el sugiere como el "modo de vida cubano"? Quien así piense está muy mal informado.
Se busca ignorar que tan cubanos como los defensores del estatal-socialismo, son los que no comparten sus ideas, sean procapitalistas liberales, capitalistas democráticos, socialistas democráticos, comunistas críticos, libertarios, anarquistas, trotskistas o de cualquier otra tendencia ideológica o política.
Detrás de ese intento de politizar los símbolos nacionales, el vocero fidelista procura defender el mismo estereotipo que Randy Alonso, cuando se refirió como "excubano" a Orlando Ortega, quien ganó medalla en las recientes olimpíadas compitiendo por España.
Señores del fidelismo fundamentalista, bájense de esa mata que no tiene asidero firme. Se pueden caer y golpear.
Cubanos somos todos los nacidos o no en Cuba, hijos de cubanos, que amamos esa bandera con su contradictoria historia y sentimos que ese archipiélago hermoso, con sus playas, sus paisajes, ríos, montañas y ciudades llenas de tradiciones culturales, es el país donde queremos vivir y prosperar, con todos y para el bien de todos y no solo para una parte de la población.
La cubanía no es patrimonio de ninguna ideología. Esa es la manera que ha pretendido el castrismo para mantener divididos a los cubanos: "los cubanos somos los revolucionarios, los fidelistas, los demás son contrarrevolucionarios, agentes del imperialismo, pronorteamericanos, anexionistas".
Son los mismos que quieren convertir en símbolos nacionales a determinadas figuras o pretenden identificar la bandera, el escudo y el himno nacional con "su revolución, su socialismo y sus líderes".
Acaso los defensores de los indefendible no saben que las ideas políticas e ideológicas no pertenecen a ninguna nación, que surgen acá o allá y se expanden por el mundo. Las ideas socialistas no son de origen cubano. Como no nacieron en Cuba los ideólogos del liberalismo.
Ese discurso maniqueo, estereotipado, antinacional, divisionista debe ser borrado del lenguaje de los cubanos si queremos algún día alcanzar la anhelada prosperidad.
La diversidad del pensamiento político cubano, siempre presente en nuestras luchas, debe ser respetada. Los extremos que solo se reconocen a sí mismos como los auténticos cubanos, son los responsables de la división y la dispersión de los cubanos por el mundo.
Y por último, parece que los fidelistas desconocen que la bandera del triangulo rojo y la estrella solitaria, nuestra enseña nacional, fue traída a Cuba, nada más y nada menos que por un anexionista, Narciso López, que pretendía convertir a Cuba en un estado más del pujante país salido de las 13 colonias inglesas en el norte del continente.
No ha quedado esa bandera como pabellón patrio porque fuera anexionista, pero quienes la concibieron y quienes la enarbolaron en nuestras guerras de independencia, tenían en su mente que EEUU, en esos tiempos, representaba la vanguardia de la libertad y la democracia en el mundo.
Los cubanos que llevamos sufriendo casi ya 60 años de fidelismo, que aspiramos a un país libre de todo yugo interno y externo, seguimos honrando esa bandera pero por independentista y soberana. Pretender que representa la explotación, la represión y la dictadura dizque del proletariado, impuesta en Cuba, es una de las mayores ofensas que pueda hacérsele a la bandera de todos los cubanos.
¡A tanta enajenación, desinformación y desconocimiento ha llegado el embrutecedor fidelismo!