Marco Rubio —un cubanoamericano hijo de Miami, orador incansable
contra las dictaduras en el Senado de EEUU— todavía está apoyando a Donald Trump
Marco Rubio no tiene el coraje de denunciar a un aspirante a dictador como Trump
Por Fabiola Santiago - El Nuevo HeraldEn una noche de histórica degradación política, Donald Trump expresamente prometió que, de ser electo, va a investigar y encarcelar a su oponente político.
Eso es exactamente lo que Nicolás Maduro está haciendo en este momento para mantenerse en el poder en una Venezuela que se está derrumbando.
Eso es exactamente lo que Raúl Castro le hace a la disidencia en Cuba, no importa que la protesta sea pacífica.
Eso es exactamente lo que Fidel Castro hizo después de llegar al poder en 1959, cuando mandó a prisión a todos sus oponentes políticos. Él y su grupo de rebeldes organizaron juicios sumarísimos de donde salía un solo veredicto: culpable. Apasionados seguidores de los rebeldes gritaban “¡Paredón, paredón” para exigir que fueran ejecutados y los hermanos Castro los complacían.
¿Quién lo hubiera pensado que para nosotros los cubanoamericanos este círculo se cerraría en 2016 y estuviésemos presenciando la amenaza de una figura dictatorial que estaría muy cerca de la presidencia de Estados Unidos?
Especialmente en Miami, la advertencia que le hizo Trump a Hillary Clinton de que si gana la va a enviar a prisión —una amenaza clara a la democracia y otra evidencia más de su carácter autoritario— debería vaciar el pozo de simpatizantes de Trump después del segundo debate presidencial el pasado domingo.
El evento sí trajo a la luz un apoyo histórico a Clinton: The Latin Builders Association, uno de los grupos empresariales de mayor influencia política en Miami, por primera vez en sus 41 años de historia decidió apoyar a un candidato demócrata. El alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez, un republicano en una posición no partidista, también apoyó a Clinton.
“El tema del temperamento, para muchos de nosotros, pesó mucho en esta decisión”, dijo Alex Lastra, presidente de la asociación de constructores hispanos, en una entrevista con el Miami Herald.
Sin embargo, el senador Marco Rubio —un cubanoamericano hijo de Miami, orador incansable contra las dictaduras en el Senado de EEUU— todavía está apoyando a Trump, a quien calificó como un “estafador” durante la primaria republicana.
“No estoy de acuerdo con él en muchas cosas, pero estoy en desacuerdo con su contrincante en casi todo”, dijo el martes Rubio en un comunicado que sigue repitiendo como una mantra. “Ojala tuviéramos mejores opciones para presidente, pero no quiero que Hillary Clinton sea nuestra próxima presidenta. Y por eso mi posición no ha cambiado”.
Para él —y para demasiados cubanoamericanos que excusan todos los defectos de Trump y profesan las teorías conspirativas del canal Fox News como verdad— no solo el partido está antes que el país, sino también antes de legado cultural y lecciones de historia.
“Por el partido, todo”, como en Cuba, donde el eslogan señala la devoción por la linea partidista, y desecha todo lo que no venga de él.
Que triste y decepcionante es escuchar a los cubanoamericanos que apoyan a Trump estar comprometidos con ese punto de vista aquí y ahora.
¿No creen que apoyar la figura dictatorial de Trump, un hombre que transmite las mentiras que recibe su campaña de la gente de Vladimir Putin, degrada los principios democráticos por los que el exilio ha peleado por décadas?
¿Cómo pueden los políticos de linea dura como Rubio alegar que el gobierno cubano es tan peligroso que piensa consentir al deseo de Rusia de tener una base militar en Cuba, y todavía apoyar a Trump, un admirador confesado de Putin?
¿Cómo es posible que Rubio critique al gobierno de Obama por levantar algunas sanciones y restaurar las relaciones diplomáticas con Cuba, y al mismo tiempo apoye a un candidato presidencial que en dos décadas —y en violación al embargo— trató de hacer negocios con Cuba?
No, Marco Rubio no puede achacarle su posición al deseo de los votantes del interior de Estados Unidos que escogieron a Trump como el abanderado republicano porque conoce mejor el tema.
De hecho, él tenía razón. Trump es un estafador.
Trump valora la codicia y solo defiende lo que contribuye a su engrandecimiento. Él menosprecia a las mujeres, se jacta de asaltarlas sexualmente y alimenta al país con una dosis diaria de odio. Él sería un presidente no apto para ser visto por nuestros niños en la televisión, mucho menos para que sea admirado con orgullo.
Los cubanoamericanos peleamos muy duro para ganarnos el respeto en este país porque entregamos nuestro mensaje de la manera más poderosa: nosotros votamos y tenemos la habilidad de decidir hacia donde se inclina Florida.
Actualmente somos un electorado más sofisticado que antes, lo que queda reflejado en el apoyo del LBA a Clinton, quien tiene las cualidades para ser presidenta y un historial de vida de servicio público.
La LBA ha mostrado más coraje que Marco Rubio.
El senador debe mostrar liderazgo, y no simplemente seguirle el cuento a esos simpatizantes apasionados de Trump que gritan “Métanla en la cárcel, enciérrenla!” y muestran afiches con una foto de su contrincante político detrás de la rejas.
Ellos me recuerdan a esos escalofriantes y vergonzosos gritos de “¡paredón!”.