No es país para periodistas
Por Alberto García Durango | La Habana | Diario de Cuba El día en que se propuso crear un medio de prensa alternativo e independiente del aparato oficialista de comunicación cubano, quizás Elaine Díaz jamás imaginó que un año después el diario Granma le dedicaría
en el que, sin nombrarla directamente, la acusaría de manipuladora y poco transparente
Quizás jamás pensaría, mientras soñaba el periodismo que quería hacer, que un año después estaría siendo escoltada en una patrulla de la Seguridad del Estado.
Cuando decidió destinar parte de los 65.000 dólares de su beca como Nieman Fellow para construir un medio que se propondría contar con un equipo de periodistas fijos y con salario pagado, jamás se imaginó que la condenarían al escarnio público por la osadía de pedir donaciones públicas o añadir un minúsculo botoncito de enlace a Paypal en su web.
Cuesta mucho creer que aquella niña de inocente sonrisa y palabra que, en una de las ediciones de la serie oficialista "Las Razones de Cuba", hablaba de internet y nuevos blogs que mostraban una "nueva Cuba plural", sea hoy el nuevo objetivo a abatir por parte de las hordas cibermambisas insulares.
Pareciera estar claro cuál fue su "error": sonreír junto a sus colegas en una foto de camino a Baracoa y colocarla en internet utilizando la conexión 3G de la polémica Base Naval de Guantánamo. Así se encargaron de reconocerlo las hordas, quienes apostillaron su campaña en las redes sociales bajo el llamativo hashtag #GuantánamoNoEsUnSafari. Pero ese no es el pecado de Elaine y su Periodismo de Barrio.
Desde hace dos años viene sucediéndose una desenfrenada y bien orquestada campaña contra medios de comunicación alternativos a un periodismo oficial mediocre que se empeña en contar una Cuba que ya no existe. Con claras diferencias con el periodismo opositor y confrontativo, y despojado de la complacencia y mojigatería de la blogosfera paraoficial, jóvenes periodistas graduados de universidades cubanas, amparados en las nuevas tecnologías y haciendo uso del acceso a internet vía WiFi-parque, se propusieron asaltar los cielos del periodismo cubano con una propuesta fresca y osada. La primera reacción del régimen y su aparato de acólitos fue la negación: ellos no existen. Luego vino el 17-D y una vez que Obama situó a los jóvenes y el sector cuentapropista como el objetivo fundamental de su política de apertura, los que no existían, los esquizofrénicos, se convirtieron en apóstatas y hacia ellos había que dirigir todos los tanques.
Primero fueron voces anónimas que pedían y se preguntaban —¿ingenuamente?— sobre cuáles eran sus fuentes de financiamiento o sobre qué objetivos políticos tenían. Luego, ilustres voces del periodismo oficial clamaban por el regreso de los hijos herejes a la nave nodriza o que se prepararan para una ruptura irreconciliable. Ruptura que llegaría, meses después, en forma de resolución no escrita en la que se planteaba un "o conmigo o contra mí". Hubo quienes regresaron, otros no lo hicieron. A estos últimos la Unión de Periodistas (UPEC) y el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), que en la práctica se confunden en la misma cosa, les tenía preparada una amarga sorpresa. De nada valió adjuntar la palabra socialismo a los códigos de ética o jugar al equilibrismo de no molestar a la bestia mientras se estornudaba, las mismas manos grises que se encargaron de recordarle a Virgilio Piñera, Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante y Reinaldo Arenas el por qué ellos son los dueños del diccionario que deciden qué cosa es dentro y fuera, se dispusieron a estrangularlos.
Quienes creemos en la democracia, en la libertad de prensa y de palabra, no podemos sino indignarnos y denunciar lo que no deja de ser otra demostración más de que el ejercicio del periodismo crítico y necesario en Cuba continúa siendo imposible. Sin embargo, faltaríamos a la coherencia si no fuéramos claros en que tanto Elaine, como muchos otros periodistas, blogueros e intelectuales, juegan a inventar y vivir un periodismo paralelo sin buscarse problemas con la bestia.
"Juega con la cadena, pero no con el mono", dice un refrán muy popular. Ese equilibrismo de jugar con las cadenas (las leyes, las reglas) sin enfrentar realmente al mono (el poder, que es el realmente la causa de todo) es el verdadero error de todos ellos.
No se puede rendir un servicio de periodismo ciudadano, crítico, propositivo y con clara visión social sin ser capaz de mirar a los problemas de frente. Sin denunciar que el abandono de comunidades, la pobreza, la delincuencia o la emigración intra o extra son consecuencia de un modelo de país agotado, de una clase política que prefiere pensar que su país es ese que cuentan sus noticieros y panfletos, y no el que viven diariamente sus ciudadanos que, entre colas y trapicheos se divierten (se informan), con un paquete. Se trata de un mismo sistema que adoctrina, dirige, forma y premia a los funcionarios que acosan, manipulan, encarcelan, censuran y prohíben.
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