El nuevo álbum de Lady Gaga pasa de una estética a
otra pero, a pesar de todos sus defectos, tiene varios momentos sólidos.
RESEÑA:
‘Joanne’, el nuevo álbum de Lady Gaga, es elemental pero poco auténtico
Por Jon Caramanica - Read in EnglishDurante casi una década, Lady Gaga ha defendido la idea de que lo externo es lo interno, de que la actuación es auténtica, de que la ostentación es ideología. Su carrera ha predicado la demolición de ideas convencionales sobre el significado de interpretar a un personaje… con Gaga, jamás se trató de jugar, sino siempre de trabajar con autenticidad.
Aunque se enfocaba en el poder transformador de la forma, siempre era una posibilidad que ajustara su concepto… Lady Gaga ha sido una cantante demasiado concentrada para que su presentación la definiera de manera estricta. En algunos de sus conciertos, cuando se sentaba tras un piano cantando canciones, su futuro como trovadora —una Billy Joel o incluso una Elton John— parecía estar casi grabado en piedra.
Eso significa que su nuevo álbum, el minimalista Joanne, no es atrevido ni radical… es lógico, una réplica de su pasado y también del pop pegajoso que la rodea.
Aunque Joanne es elemental, no es vacío. En vez de eso, se trata de un álbum confuso, lleno de canciones que parecen conceptos en busca de un hogar, pequeñas piezas teatrales extraídas de otras producciones imaginarias y reunidas en un cajón de variedades. Es ingenuo en cuanto a su manera de usar el rock y la música roots como significantes de algo auténtico… como si los excesos de años pasados no fueran, de alguna manera, su propia forma de sinceridad.
Lo más frustrante es que su intensidad inicia en lo alto y va bajando, de una estética a otra, con letras que al principio son triviales y después se vuelven bastante tenues. “Perfect Illusion”, el caótico primer sencillo, es una mezcla de gritos… su forma de cantar es grandiosa, relajada y no es mala en absoluto, pero el resultado parece un demo en el que se escuchan las imperfecciones que todavía no se han arreglado. “A-Yo”, con sus trompas exuberantes, aplausos ácidos y guitarras blandas, suena a una parodia de Britney Spears o una canción salida de uno de esos musicales en vivo que han llenado los programas de televisión desde que acabó Glee.
Las letras que la Lady Gaga de antes habría cantado con astucia —por ejemplo, “Sinner’s Prayer” o la marcha política de “Come to Mama”— parecen dogmáticas y poco atractivas.
Ni siquiera las mejores partes de Joanne —pues a pesar de que este álbum tiene muchos defectos, también cuenta con momentos sólidos— relatan una historia coherente. Lady Gaga es, hoy como ayer, una cantante impresionante, pero carece de matices. En este álbum, a menudo canta con un vibrato firme y seco que a la distancia transmite seriedad pero es más parecido al simulacro de un sentimiento que a uno real.
Aunque se trate de un rasgo deliberado, parece fuera de lugar en un álbum que pretende ser transparente, un álbum creado por una artista para quien la idea del performance jamás es ajena. Gaga canta la canción que da título al álbum como si fuera la menos actuada —escuchen cómo aplana las vocales, como si se tratara de un gesto de accesibilidad— pero el resultado es demasiado inestable para servir de base.
Lady Gaga ya se ha presentado sin adornos; a lo largo del último par de años, se ha convertido en una de sus facetas por defecto: su colaboración con Tony Bennet en el álbum Cheek to Cheek, que obtuvo el Grammy al Mejor Álbum Pop Vocal Tradicional el año pasado, o su tributo a Sound of Music en la ceremonia de los Oscar el mismo año. Esas presentaciones fueron ostentosas de una manera distinta… eran maquillaje que daba la apariencia de desnudez, pero maquillaje al fin y al cabo.
Esas jugadas, y Joanne también, sirven de hipercorrección a la excentricidad estridente de Artpop, su álbum pasado, que fracasó en las listas de popularidad. Excepto que la excentricidad es una de las zonas de confort de Lady Gaga, y la falta de éxito de ese álbum se debe a que se exageraron los aspectos no musicales del personaje de Gaga, no a que le falte soltura en la música.
Por ello, en Joanne, sale en busca de inspiración. No hay un álbum pop en la historia reciente que haya presentado una variedad tan amplia de colaboradores a quienes les hayan quitado su encanto particular. Mark Ronson aparece a lo largo del álbum, como compositor y productor, pero casi no queda nada de su ritmo distintivo. “Dancin’ in Circles”, que coescribió con Beck, suena a un demo de No Doubt. Josh Homme de Queens of the Stone Age toca la guitarra en un par de canciones, pero ninguna proyecta su conocida ferocidad. El dueto con Florence Welch, “Hey Girl”, suena a Motown, pero la voz de Welch no se acerca ni un poco al descaro que normalmente despliega (aunque supera fácilmente al de Gaga).
La única invitada que logra mantener su nivel es la compositora Hillary Lindsey, una de las escritoras más efectivas de Nashville de la década de los 2000, quien además domina las grandes baladas sentimentales. En “Million Reasons” (Lord show me the way/to cut through all this worn out leather), pone a Gaga en algo que parece ser una balada country, pero no puede mantenerla ahí durante mucho tiempo.
Incluso cuando Lady Gaga estaba en la cima del pop, no estaba del todo en su lugar… era una forastera ruidosa que llegaba a lo alto de la música pop a la fuerza y gracias al impacto del glamur. Como resultado, su música puede parecer un viejo recuerdo, no uno reciente. Además, la música pop se mueve rápidamente: nótese su reciente riña con el grupo de club-pop Chainsmokers, quienes dijeron en una entrevista que no les había gustado “Perfect Illusion”. Respondió, con tranquilidad, en Twitter, como si fuera una madre que reprende a un niño insolente.
Eso es algo justo: Chainsmokers no consideran que la música dance sea teatro avant-garde ni provocación sociopolítica. La consideran música pop rápida, pero, aunque se vea borrosa desde el retrovisor, también es parte del legado de Lady Gaga. Tiene sentido que fueran alérgicos a “Perfect Illusion”, pero en vez de ofenderse y lanzarles un tuit, Lady Gaga quizá debería llamarlos.