Si en la realidad aún se debate sobre los
Derechos de la población LGBT, en la ficción ya se rompió la barrera.
Los escritores colombianos cada vez escriben más novelas que abordan el tema.
'Los libros rompen el tabú de la homosexualidad'
Un padre y su hijo sobreviven juntos en una casa ubicada junto al mar, en un barrio gris y sin iluminación. Su situación económica es precaria y las oportunidades para conseguir recursos escasean en la zona. El padre es un soñador que inventa distintas formas para ganar dinero, aunque sus planes no siempre salen como lo espera, mientras que el hijo, quien ama a su progenitor sobre todas las cosas, vive un despertar sexual que lo lleva a tener relaciones con otros hombres en medio de una creciente violencia homofóbica.
Esa historia de amor familiar es la trama de Un mundo huérfano, la primera novela del barranquillero Giuseppe Caputo, una de las sorpresas editoriales de 2016 en Colombia. Con solo tres meses en las librerías se ha convertido en un fenómeno en ventas: va por su tercera edición y ha recibido buenas críticas en los medios especializados. Una muestra de que los libros con temáticas homosexuales ya no generan tanta resistencia y han encontrado un espacio en el mercado editorial del país.
El caso no es aislado. A la par de Caputo están apareciendo otros autores colombianos con obras que abordan el tema desde distintos ángulos. Gonzalo Mallarino acaba de lanzar Canción de dos mujeres, la historia de amor de una pareja de universitarias amantes del arte. Por su parte, la ilustradora Sindy Infante habla directamente de su homosexualidad en la novela gráfica Elefantes en el cuarto, que editó este año Cohete Cómics; Amalia Andrade toca el tema superficialmente en su libro Uno siempre cambia al amor de su vida [por otro amor o por otra vida] (2015), y Manuel Valdivieso publicó Los hombres no van juntos a cine (2014), sobre la homofobia en Cúcuta. Y no son los únicos.
“A muchos les daba pena comprar un libro con una historia gay y cuando salía alguno siempre había polémica, pero la gente está rompiendo ese tabú y eso lo están entendiendo las editoriales”, cuenta Gonzalo García Valdivieso, autor de Tres hombres: dos padres y un hijo (2016), un relato en el que habla del drama que viven dos hombres cuando deciden adoptar un niño y que está basado en su propia experiencia.
Lo cierto es que durante las últimas décadas, mientras los miembros de la comunidad LGTBI iban adquiriendo cada vez más derechos –como heredar los bienes de la pareja en caso de muerte, adoptar hijos o casarse–, muchos colombianos fueron abriendo la mente y eso también se vivió en las letras: novelas como Un beso de Dick (1992), de Fernando Molano,La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo, Maricones eminentes (1999), de Jaime Manrique, y Al diablo la maldita primavera (2002), de Alonso Sánchez Baute, irrumpieron en el panorama nacional causando polémica.
Eso significó un gran avance. Por muchos años los escritores homosexuales y las novelas que tocaban el tema, así fuera de forma superficial, eran censurados en el país. La conquista de Bizancio (1910), de José María Vargas Vila, y Por los caminos de Sodoma: confesiones íntimas de un homosexual (1932), de Bernardo Arias Trujillo, estuvieron en las listas prohibidas de la Iglesia católica por muchos años. Pero hoy el tema es tan normal que hasta los escritores heterosexuales escriben sobre el asunto sin tapujos, como lo demuestra el caso de Mallarino o el de Héctor Abad Faciolince, quien incluyó a un protagonista homosexual en su novela La oculta (2015).
Para muchos, sin embargo, sigue siendo insuficiente. Nicolás Morales, columnista de la revista Arcadia y director de la Editorial de la Universidad Javeriana, cree que actualmente no hay ninguna tendencia en ese sentido: “Lo que pasa es que apareció una pluma (la de Giuseppe Caputo) que impactó al sector con un libro que narra abiertamente el tema. Un nuevo gran autor, un pequeño monstruo de las letras. Sí hay otros, pero no han trascendido tanto”. Colombia, además, está muy lejos de países como España o Francia en donde todas las librerías tienen secciones dedicadas a temas LGTB y hay tiendas especializadas en ese tipo de novelas, que ya tienen un mercado ganado.
Caputo, por su parte, no está de acuerdo con que su libro sea clasificado como una novela gay. “Al crear ese tipo de categorías, se está queriendo decir que lo heterosexual es lo universal y que lo homosexual solo apela a un fragmento de experiencia. Yo creo que clasificar es no entender. Mi novela es literatura como cualquier otra y la puede leer cualquier tipo de público. Muchos parten del supuesto de que solo está hecha para la comunidad LGTB, ¿por qué esa limitación?”. La experiencia le da la razón. Sánchez Baute cuenta que el 90 por ciento de los lectores de su novela fueron personas heterosexuales y cree que algo similar está ocurriendo en este caso.
Otro que piensa de forma similar es John Better, autor de Locas de la felicidad (2009) –en la que habla directamente de temas como el travestismo– y de A la casa del chico espantapájaros, una novela que salió en septiembre y que cuenta la historia de tres amigos en Barranquilla, uno de los cuales es homosexual. “Muchos de los que quieren ponerles etiquetas a estos libros lo hacen para restarles valor, para mostrarlos como algo exótico que se debe estudiar”, dice.
Por eso, a pesar de que ya no existe la censura de otras épocas, varios autores creen que las obras siguen enfrentando algún tipo de resistencia. A la par que han crecido los derechos para la población homosexual, se han radicalizado las opiniones de las personas que están en contra de esas decisiones. Gonzalo Mallarino cuenta que algunos conocidos le han aceptado que no van a leer su novela y Caputo se ha dado cuenta de que muchas personas que se consideran de mente abierta en realidad no lo son.
Pero eso es algo que ocurre incluso en los países más avanzados. En 2014 el escritor francés Édouard Louis publicó Para acabar con Eddy Bellegueule, un libro en el que narra cómo descubrió que era homosexual durante su niñez y el rechazo que sufrió en su pueblo, una pequeña villa ubicada al norte de Francia en la que todos los hombres usualmente se dedican a trabajar en una fábrica. El libro generó polémica, lo distanció aún más de su familia y fue mal recibido en algunos lugares de su país.
En Colombia esas tensiones han empezado a trascender al plano político. Miles de personas salieron a marchar a las calles del país para protestar por una serie de cartillas que buscaban promover la tolerancia con los niños que tienen tendencias homosexuales en los colegios, y el triunfo del No en el plebiscito por la paz pasó en gran medida por el voto de las Iglesias cristianas que no estaban de acuerdo con el enfoque de género y con la aparición de la sigla LGTB en los acuerdos con las Farc, porque consideran que eso va en contra de los valores familiares tradicionales.
Por eso, que las novelas que abordan la homosexualidad estén abriéndose un espacio cada vez más grande en el país es una buena noticia. Sobre todo porque la literatura le apunta a poner a los lectores en los zapatos de personas con historias de vida o puntos de vista diferentes. Y eso los ayuda a comprender el mundo. Incluso el que no conocen.
La pasión de Virginia Woolf y Vita Sackville-West
"Mi amor por ti es absolutamente verdadero, vívido e inalterable", le escribió Vita Sackville-West a Virginia Woolf en una de las muchas cartas que se intercambiaron.
Tomando como punto de partida las cartas íntimas que se intercambiaron entre ellas y los datos biográficos de los que disponemos, Pilar Bellver ha construido una novela extraordinaria en todos los sentidos: por su deslumbrante calidad literaria; por su raro y perfecto mestizaje entre ficción y documentación y por la osadía del reto creativo al que se enfrenta como autora.
Bellver se atreve a dotar de cuerpo y de voz tanto a Virginia Woolf, una de las escritoras más influyentes del siglo XX, como a su amante, Vita Sackville-West, también escritora y quizá la aristócrata más famosa de la Inglaterra de su época, una mujer con una personalidad arrolladora capaz de enamorar a Virginia y de inspirar en ella un personaje tan carismático y poliédrico como Orlando.
A Virginia le gustaba Vita es una historia de amor real y a la vez magistralmente recreada en la imaginación de Bellver, que logra que admiremos el apasionado sentido de la libertad que llevó a Vita a tratar de conseguir el amor de Virginia saltándose todos los convencionalismos y, lo que es más difícil, que podamos colarnos dentro de la compleja mente de Virginia para entender mejor la lucha que mantuvo con sus fantasmas –físicos y mentales– a los que tuvo que vencer antes de aceptar el abrazo de Vita. Y todo dentro del rico marco histórico del período de entre guerras, dentro del ambiente transgresor que unió a los miembros del grupo de Bloomsbury y sin olvidar los especiales lazos que se establecieron entre ellas y sus maridos, Harold Nicolson y Leonard Woolf.
A Virginia le gustaba Vita, en palabras de su autora
En vida de Virginia Woolf, Vita Sackville-West, también escritora, quiso conocerla a toda costa porque ya la admiraba, ya la había intuido, ya la amaba… así que sólo le faltaba eso, conocerla. Se empeñó y lo consiguió. Aunque no le costó mucho porque Vita era una de las nobles con más rango de Inglaterra, tenía 30 años y era especialmente atractiva: había pocas puertas que no se le abrieran. Sin contar que, además, como escritora, era mucho más conocida, sus libros se vendían bastante más que los de Virginia en aquel momento.
"Le he dado forma de cartas porque al leer a lo largo del tiempo las biografías que han ido saliendo sobre Vita y Virginia, lo que más me ha impactado personalmente ha sido su epistolario, tener acceso a él. Porque representa la parte más íntima que conocemos de las dos, la más sincera, la ajena a la vigilancia que establecemos las escritoras cuando sentimos la amenaza de que un texto pueda ser publicado; y la más equilibrada (otra vez ese concepto), ya que en las cartas hablan las dos en igualdad de condiciones", afirma la autora.
Virgina Woolf, Granada… y una actriz llamada María Tubau
«Habíamos llegado ante un cuadro que ahora estaba ya en penumbra, tuve que encender todas las luces eléctricas de la habitación para verlo bien porque las que hay fijas por toda la casa apenas sirven solo para transitar sin tropezones. Representaba a una mujer muy atractiva; era un retrato de pie, de cuerpo entero, a tamaño natural. A pesar de ser un cuadro tan grande, y bastante bueno, me pareció, tuve que confesarle que verlo-verlo, lo que se dice verlo, era la primera vez que lo veía. Me temí que fuera obra de algún pintor extraordinario y que ella me tomara por una inculta, por una bárbara indigna de poseer una maravilla. Me acerqué a leer en voz alta la chapa que había en el marco: María Tubau como La dama de las camelias. Luis Taberner y Montalvo, 1878».
En este fragmento de A Virginia le gustaba Vita, la aristócrata británica detalla en una misiva dirigida a Harold Nicolson, su esposo, el momento en el que Virgina Woolf descubre la existencia del retrato de María Tubau en una de las cientos de habitaciones del castillo de Knole. Un hallazgo que dará pie al relato del encuentro en Granada entre la autora de Orlando y la actriz española.
La pasión de Virginia Woolf y Vita Sackville-West