Tras la camiseta del Che:
la verdad del «asesino hipersexual» traicionado por Fidel Castro
Guy Fawkes no es el único icono que pervive en la actualidad estampado en camisetas
MANUEL P. VILLATORO / ABC
El 5 de noviembre de 1605. Esa fue la fecha mágica en la que Guy Fawkes fue capturado mientras trataba de atentar contra el rey Jacobo I de Inglaterra. Su misión fracasó, pero su leyenda ha pervivido hasta hoy gracias a grupos como «Anonymous», el cual usa una máscara que emula su cara para representarse en las redes sociales.
Como él, otros tantos políticos, actores o personajes destacados con una curiosa historia detrás han logrado convertirse en iconos de camisetas o pósters. Algunos de ellos, tan famosos -y a la vez desconocidos por el público general- como el Che Guevara. Un líder revolucionario clasificado por sus amigos como «hipersexual» y cuyo rostro está estampado a día de hoy en objetos tan curiosos como tazas o carteras.
El mismo revolucionario que fue llamado «asesino» mientras estaba en la ONU y, posteriormente, también por algunos presidentes como el turco Ismail Kahraman.
Una bofetada de realidad
A pesar de que se le trata como cubano, Ernesto Che Guevara nació el 14 de junio (o el 14 de mayo, dependiendo de los historiadores) de 1928 en Rosario, Argentina. Lo hizo en el seno de una familia bastante acomodada, lo que le permitió acceder a estudios superiores de medicina en 1947.
Para entonces -y según afirmó su amigo Carlos Ferrer en un documental- ya se había ganado el apodo de «chancho» debido a que solo se lavaba la ropa una vez a la semana. A su vez, el futuro revolucionario ya había demostrado que padecía (en palabras del entrevistado) de una «hipersexualidad» latente. No en vano perdió su virginidad a una temprana edad con la empleada del hogar contratada por sus padres.
Su carácter revolucionario, que ya empezaba a salir a la luz, terminó de moldearse en 1952, cuando hizo un viaje de 10 meses en moto por Argentina con el objetivo de reconocer todos sus recovecos. «Recorrió 3.500 kilómetros de sur a norte», explica la Fundación Che Guevara en un dossier sobre este personaje. Durante el trayecto, conoció de veras lo que era la miseria del país tras convivir con leprosos y vivir en sus propias carnes la pobreza que le rodeaba.
Según su amigo Alberto Granado, el Che siempre hizo gala de que los viajes eran la mejor forma de crearse una opinión verdadera sobre el mundo: «Solía decir a sus compañeros estudiantes. “Mientras vosotros estáis aquí estudiando para tres exámenes, yo voy a ver la provincia de Santa Fe, el norte de Mendoza, el este de Mendoza, y por el camino estudiaré para aprobar esos exámenes a la par que vosotros».
Fernando Barral (un psicólogo que le conoció) también ha hecho referencia a su independencia en múltiples entrevistas: «Se mostraba increíblemente seguro de sí mismo y tenía unas opiniones totalmente independientes. Era muy dinámico, incansable y poco convencional».
Finalmente regresó a su facultad para graduarse. Aunque lo logró, ya había cambiado, y no tardó en volver a ponerse la mochila a la espalda para visitar el continente.
El gran golpe
Con cada país que visitaba, el Che se iba empapando cada vez más del espíritu revolucionario latente en América Latina. Por ello, no fue raro que -en 1955- conociera a Raúl Castro y su hermano Fidel, quienes estaban preparando un golpe de estado contra el gobierno de Cuba. «De inmediato se enroló como el tercer miembro confirmado de la futura expedición de la guerrilla. Después, Guevara se dedicó al entrenamiento de los combatientes y los cubanos», explica Michael Ratner en su obra «Che Guevara and the FBI: U.S. Political Police Dossier on the Latin American Revolutionary Paperback».
Nuestro protagonista desembarcó como médico con el contingente formado por estos revolucionarios en 1956 y, poco después y por su valentía, se convirtió en lugarteniente de las fuerzas. Así, el Che hizo válido una de las frases por las que sería recordado: «Con quince años un hombre ya sabe cuáles son las cosas por las que quiere morir y no tiene miedo de dar su vida si tiene un ideal que haga fácil ese sacrificio».
El 17 de febrero de 1957 sería nombrado «comandante», título por el que sería conocido en todo el mundo. Unos meses después, ya como líder militar, venció a las tropas del gobierno de Fulgencio Batista y entró en La Habana victorioso. Había pasado de ser un médico, a un líder revolucionario. Y en ese camino había sido acusado de llevar a cabo todo tipo de asesinatos.
El nuevo gobierno encabezado por los Castro le hizo ciudadano de pleno derecho de Cuba y, como era de esperar, le ofreció un puesto en la nueva política del país. Así llegó a ser jefe de la Milicia, director del Instituto Nacional de Reforma Agraria, presidente del Banco Nacional de Cuba, ministro de Economía y ministro de Industria. En 1964 incluso dio un discurso en la ONU, donde dejó clara la política de su país contra Estados Unidos, país al que consideraban una fuerza opresora.
«Cuba no reconoce el derecho de los Estados Unidos ni de nadie en el mundo a determinar qué tipo de armas pueda tener dentro de sus fronteras En este sentido sólo acataríamos acuerdos multilaterales con iguales obligaciones para todas las Partes. Como ha dicho Fidel Castro, mientras el concepto de soberanía exista nosotros no aceptaremos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho», dijo.
Siempre guerrillero
A pesar del apoyo que -presuntamente- tenía de los políticos cubanos, finalmente su carácter guerrillero le hizo abandonar en secreto el país y dirigirse hacia el Congo, Su objetivo: combatir al frente de un contingente de su país contra el gobierno de la zona.
En este punto las fuentes difieren. Y es que, algunos historiadores consideran que se marchó del país que le había visto nacer como político debido a la marginación que sufría por parte de los Castro. «Lecturas recientes sostienen que Castro empleó el Congo con el fin de disuadir al Che de regresar a la lucha en América latina», explica Matilde Sánchez en «Che, el sueño rebelde».
Otros, por el contrario, creen que esta acción fue apoyada por Fidel debido a que este consideraba la zona como primordial a nivel internacional.
Allí, el Che luchó contra las fuerzas del presidente Moise Tshombé, quien contaba con el apoyo de los belgas y los Estados Unidos. Estos últimos, de manos de la CIA. Para su desgracia, la campaña terminó siendo un total desastre, como el mismo dijo posteriormente.
«Los supuestos rebeldes africanos no querían que un blanco les diera lecciones de como tenía que llevar a cabo sus luchas revolucionarias. Un revolucionario que, además, conseguía irritarlos al máximo con su penetrante talante revolucionario», señala Frank Niess en «Che Guevara». «Esta es la historia de un fracaso», afirmó el comandante tras la derrota.
Después de su aventura africana, Fidel Castro le pidió que abandonara las armas y le solicitó que regresase a Cuba, pero el Che se negó. Por el contrario, organizó una expedición a Bolivia. Su idea no era otra que continuar su lucha contra el capitalismo y Estados Unidos, además de llamar a la «Tercera Guerra Mundial» contra los que consideraba opresores de la libertad (los norteamericanos). «Hay que crear uno, dos, tres Vietnam», afirmó.
No obstante, a la par que él viajaba hasta la región, su eterno enmigo enviaba a la zona un equipo especial formada por cinco agentes de la CIA.
Muerte controvertida
Oficialmente, el origen de la muerte del Che se remonta al 8 de octubre de 1968, cuando se encontraba en Bolivia con un comando guerrillero. Por entonces era ya el enemigo público número uno de la CIA. Aquel día, en plena noche, el ejército boliviano atacó al grupo de Guevara, que se vio superado en número y medios en la Quebrada del Yuro, una región cerca del pequeño pueblo de la Higuera. La batalla empezó aproximadamente a las una y media de la tarde.
Durante la lucha, para la que el capitán Gary Prado (jefe del operativo contrarios a Guevara) solicitó incluso helicópteros y aviones, el Che fue herido de bala en la parte posterior de la pierna derecha, «entre la rodilla y el tobillo», según explica Marcelo Fernández-Zayas, autor de «Mitos y verdades de la muerte del Che Guevara».
Con todo, nuestro protagonista siguió combatiendo hasta que se le agotaron las balas de su fusil y las de su pistola. Posteriormente, y cuando se retiraba hacia una loma, fue hecho prisionero en la huerta de Florencio Aguilar tras chocar contra la sección del sargento Bernardino Huanca.
«Yo soy el Che Guevara, valgo más vivo que muerto», dijo entonces. A las tres y media de la tarde se dio a conocer que era prisionero. Después fue trasladado a la escuela de la Higuera. Allí fue separado del resto de prisioneros y vejado por los combatientes presentes. El 9 de octubre llegó hasta la zona el agente de la CIA Félix Ismael Rodríguez, quien dio la orden de acabar con su vida. Este, pidió voluntarios posteriormente para asesinarle.
Finalmente, la responsabilidad fue de uno de ellos, Mario Terán. «Cerré los ojos y disparé una primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y empezó a regar mucha sangre», explicó años después. Guevara murió aproximadamente a la una. Con todo, y a pesar de la teoría general, varios historiadores como Eric Frattini consideran que fue traicionado por Fidel Castro, quien sabía que le iban a matar y no hizo nada por evitarlo.