Presidencia de Trump podría poner fin al “deshielo”
Por Nora Gámez Torres
La elección de Donald Trump arroja una sombra de incertidumbre sobre la política hacia Cuba promulgada por el presidente Barack Obama.
El gobierno de Raúl Castro envió una breve felicitación, pero el periódico oficial Granma anunció el miércoles la próxima realización de cinco días de ejercicios militares en todo el país, una señal de que el gobierno de la isla se prepara para una Administración “hostil”.
Este tipo de ejercicio militar comenzó durante el gobierno de Ronald Reagan, en 1980 y no se realizaba desde hace tres años, antes del anuncio del deshielo. En la emisión del noticiero de la televisión estatal del mediodía, una reportera comentó que Cuba ya había tenido experiencias “similares” y que mantiene la “voluntad de estar resistiendo al gran vecino del Norte”.
Lo que suceda a partir de ahora podría poner en juego el legado de Obama con respecto a Cuba.
Desde diciembre del 2014, la Administración de Barack Obama anunció un cambio drástico en la política histórica de Estados Unidos hacia Cuba. Bajo el lema de poner fin a la Guerra Fría, Obama anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas interrumpidas por medio siglo y alivió las sanciones económicas hacia la isla.
Más estadounidenses pueden viajar a Cuba, los vuelos comerciales fueron restaurados y muchas compañías han estudiado con interés el mercado cubano, aunque el gobierno de la isla ha sido renuente a permitir mayor acceso a los negocios de EEUU. A menos de un mes de las elecciones, Obama incluso levantó los límites a las importaciones de ron y tabaco de los viajeros y publicó una directiva presidencial en la que dibuja un escenario de normalización de relaciones.
Pero este escenario podría quedar solo en el papel, si el recién electo Donald Trump cumple algunas de las promesas que hizo en campaña.
¿Qué ha dicho Trump exactamente sobre Cuba?
El candidato republicano comenzó apoyando las relaciones con la isla , pero dejando claro que él hubiera logrado “un mejor acuerdo”. Pero luego su campaña apostó por ganar el voto de los cubanoamericanos republicanos del sur de la Florida y prometió revertir el proceso comenzado por Obama.
“Cancelaremos el acuerdo unilateral de Obama con Cuba hecho a través de orden ejecutiva — si no conseguimos el trato que queremos y el acuerdo que se merecen la gente que vive en Cuba y aquí, inclusive que proteja libertades políticas y religiosas”, dijo Trump en Miami apenas una semana antes de las elecciones.
Los cambios realizados por Obama fueron autorizados usando las potestades ejecutivas que le permitían las leyes del embargo y pueden ser revertidas por un nuevo Presidente. La actual Administración apostó a hacer “irreversible” la política, formalizándola a través de guías por escrito a las distintas agencias gubernamentales.
Según la explicación de un funcionario con un alto cargo en la Administración en octubre, el nuevo presidente podría elaborar una nueva directiva sobre Cuba que derogaría la anterior, pero esto “toma un tiempo significativo”, dijo, y mientras tanto la directiva se mantiene como la política que guía la actuación de la burocracia gubernamental.
Sin embargo, Frank Mora, professor de la Universidad Internacional de la Florida y subsecretario adjunto de Defensa para América Latina entre el 2009 y el 2013, explicó que existe una serie de posibilidades. Trump, por ejemplo, pudiera simplemente escribir “el 21 de enero, aunque dudo que eso esté entre sus prioridades, algo que plantee que todo lo que tiene que ver con la política de EEUU hacia Cuba como lo plantea la directiva presidencial, es inválido”.
El documento no tendría que ser largo en extensión pero sí explícito, aclaró.
Trump podría también “congelar el proceso completamente y no necesita una directiva ni tiene que ser por escrito. Puede ser una instrucción oral al Secretario de Estado”, explicó Mora. “Si quiere puede romper relaciones con Cuba”, agregó.
Incluso si Trump no está interesado en llevar las cosas a este extremo, observadores del tema cubano coinciden en que probablemente realizará algún gesto para cumplir con su promesa electoral y reciprocar el apoyo de votantes cubanoamericanos que, según anticipaban encuestas en las últimas semanas, podían ser cruciales para ganar la Florida.
“Él tiene una deuda política con la comunidad cubana y a lo mejor siente que tiene que pagarla de alguna manera, quizá no revirtiendo todo… pero sí dando señales de que está regresando al status quo anterior”, especuló Mora.
Mauricio Claver-Carone, director del US-Cuba Democracy PAC en Washington coincide.
“En cuanto al presidente electo Trump, sus partidarios cubanoamericanos seguramente le recordarán su compromiso de revertir los órdenes ejecutivas de Obama. Además, su elección y la enorme victoria de la delegación cubanoamericana en el Congreso estadounidense le encargan a Trump el claro mandato de hacerlo”.
Los representantes cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y Carlos Curbelo así como el senador Marco Rubio ganaron sus reelecciones el martes y todos apoyan el mantenimiento del embargo. Al mismo tiempo, el Partido Republicano recuperó el control del Congreso, el otro poder que puede actuar sobre el tema cubano.
Legisladores enfrentados en el tema de Cuba han propuesto leyes y enmiendas para eliminar sanciones o fortalecerlas. Ningún bando ha prevalecido hasta ahora.
Grupos políticos que apoyan el mantenimiento de las sanciones creen que la elección de Trump y de un Congreso republicano básicamente cancela las posibilidades de una votación sobre el embargo en los próximos dos años.
“Había pocas posibilidades de que un nuevo Congreso relajara o eliminara las sanciones antes de anoche [en referencia a la noche del martes], y esas escasas posibilidades ahora están en cero”, subrayó Claver-Carone.
Otros expertos como el presidente del US-Cuba Trade and Economic Council, John Kavulich, están de acuerdo con ese criterio: “El camino legislativo está muerto, murió a las tres de la mañana”, cuando se conocieron los resultados de la elección, dijo.
A su juicio, la Administración debería concentrarse en hacer todos los cambios regulatorios que pueda y “concluir con fuerza” lo que empezó, sin esperanza de que el gobierno cubano sea recíproco.
“No espere una apertura exprés a las compañías de Estados Unidos durante los próximos setenta y dos días [que le quedan a la Administración actual],” Opino Kavulich. “Es razonable esperar que el gobierno de la República de Cuba será desafiante ante la expectativa de que una administración Trump demande más condiciones [en las negociaciones]”.
La coalición de compañías y organizaciones representadas en Engage Cuba, un grupo de cabildeo antiembargo que ha apoyado varias iniciativas para eliminar las restricciones de viajes a Cuba y promover las exportaciones agrícolas a la isla, no quiere rendirse. Su presidente, James Williams, destacó en un comunicado que los esfuerzos legislativos para eliminar sanciones han sido bipartidistas y apeló a que Trump, “quien previamente ha apoyado las relaciones con Cuba como empresario y político, continúe normalizando relaciones que beneficiarán tanto al pueblo americano como al cubano”.
Rick Herrero, que trabajó desde varias organizaciones como el Cuba Study Group y Cuba Now durante años para promover el tipo de política de acercamiento que estableció Obama, cree que habría que esperar para ver si prevalece el lado pragmático y empresarial de Trump –quien según reportes de Newsweek y Bloomberg exploró oportunidades de negocios en la isla desde hace años– o el cálculo político, para mantener el respaldo de una base electoral en la Florida.
En cualquier caso, Herrero concede que las esperanzas de cambios en la política hacia Cuba sancionados por el Congreso son mínimas.
“En el Congreso, las fuerzas que quieren aislar al pueblo cubano… han ganado poder y va a ser muy difícil abrirnos a Cuba a través de la acción en el Congreso a corto plazo”, opinó.