Mi hija de seis años se fue a dormir pensando que
Hillary Clinton sería la primera mujer presidenta de Estados Unidos
Ahora tengo que explicarle por qué ganó Donald Trump
No estoy lista para un nuevo (presidente)”, dijo entre sollozos esta niña hace pocos meses
¿Cómo le digo a mi hija que EEUU eligió a un presidente racista y sexista?
Por Jessica Valenti, Eldiario
El martes a la noche, sentada entre mi madre de 68 años y mi hija de 6, esperé ver ganar a una mujer la presidencia de los Estados Unidos por primera vez. Compramos champaña y tarta, y le dijimos a Layla que podía quedarse hasta tarde mirando la televisión con nosotros. Mi hija se quedó dormida en el sofá con una camiseta que llevaba la palabra "feminista" y una pegatina que ponía "yo voté".
Al día siguiente le tuve que decir que Hillary Clinton perdió, que no habría una mujer presidenta. Pero lo más difícil era explicarle que había ganado Donald Trump, el hombre que ella sabe que es un abusón que dice cosas terribles sobre las mujeres, las personas con discapacidades y los inmigrantes. Tenía que decirle que el hombre que alardea sobre lastimar a las personas y separar familias va a ser presidente de su país.
El martes por la noche se me rompió el corazón por mi país. Al día siguiente se me rompió por mi hija.
El miércoles mi hija se despertó en un país diferente, uno liderado por un racista, xenófobo y acosador en serie. Se despertó en un país que rechaza por completo el progreso, un país donde un hombre puede admitir que ha acosado a mujeres y que lo voten millones de personas por ello, no a pesar de ello.
Siempre me ha preocupado pensar en las cosas que le transmito a mi hija, pero más me preocupa que herede el lastre de vivir en un mundo sexista.
¿Cómo le explico que tantas mujeres han sido heridas por el sexismo que las rodea? ¿Cómo hago para que no piense que su destino es sufrir lo mismo inevitablemente?
Mi madre se casó a los 17 años y creció en una época en la cual los anticonceptivos eran ilegales. Recién después de los 20 años pudo pedir un crédito sola, sin el aval de un hombre que firmara los formularios con ella. Yo nací en 1978, cinco años después de que se legalizara el aborto. Estaba en el instituto cuando finalmente se declaró ilegal la violación dentro del matrimonio.
Me consolaba pensar que las cosas iban mejorando, que las cosas serían diferentes para mi hija. Ya no tengo esa esperanza. Al menos hoy no.
Anoche dejamos que Layla durmiera con nosotros, más para consuelo nuestro que suyo, creo. Y antes de cerrar los ojos le susurré que lo siento. Lo siento muchísimo, porque subestimé lo sexista y racista que es este país. Dejé que el poderoso movimiento feminista de los últimos años me hiciera pensar que las cosas estaban cambiando.
Fue un engaño hermoso, pero era todo falso.
La verdad es que esta vergonzosa votación fue un contragolpe puro y duro, una reacción al progreso de los derechos de las mujeres, al progreso racial y al cambio cultural que quitó al hombre blanco heterosexual del epicentro de todo. Fueron votos basados en el miedo, en la intolerancia y en la fealdad.
No hay forma de endulzar esa realidad, ni siquiera para mi hija de 6 años.
Confío en que encontraré las palabras correctas para transmitirle a mi hija la gravedad de estas elecciones sin asustarla. Tengo confianza en ello. Su padre y yo le diremos que a veces las personas toman malas decisiones, que eligen a las personas equivocadas para que los conduzcan. Le recordaremos lo que ha aprendido en la escuela sobre los momentos de la historia en que su país hizo cosas malas, cosas horribles. Le recordaremos que la gente buena se organizó y luchó, se amaban y creyeron que las cosas cambiarían.
Le diremos que ahora nosotros tenemos que ser esa gente buena que lucha. Y pronto, cuando hayamos pasado este momento triste y estemos repuestos, le diremos a nuestra hija que muchas personas eligieron a este hombre por lo poderosos que somos. Que nuestro poder lo asustó a él y a otros que no están listos para el cambio y el crecimiento.
Y que nos debemos a nosotros mismos y a nuestro país no dejar que el miedo nos detenga. Ni ahora ni nunca.
Traducción de Lucía Balducci