¿Se ha dejado Donald Trump toda la testosterona en la campaña?
Por Pablo Pardo | El Mundo Trump sin testosterona
El empresario ganó las elecciones a base de declarar, entre otras cosas, que va a hacer que el Tesoro de EEUU declare a China «manipulador de su divisa» y le imponga aranceles del 45% (como casi todos los números de Trump, esa cifra tiene un carácter mágico: ¿por qué el 45% y no el 55%? No lo sabemos). Sin embargo, el comunicado del equipo de transición del presidente de EEUU sobre su primera conversación telefónica con su homólogo chino, Xi Jinping, el miércoles, no decía nada de cuestiones comerciales.
Lo mismo pasó con el encuentro de Trump con Shinzo Abe, el primer ministro de un país, Japón, al que el presidente electo también ha acusado de estafar a EEUU.
Así que Trump no ha sembrado el pánico. Casi al contrario. Por de pronto, desde que ha ganado, China no solo no ha mostrado ningún motivo de preocupación, sino todo lo contrario: ha dejado caer su divisa, el yuan. Desde que el 8 de noviembre se celebraron las elecciones en EEUU, el yuan ha caído un respetable 2,56%. Hay que tener en cuenta que Pekín fija el tipo de cambio del yuan, por lo que, si los chinos están asustados con Trump, lo están disimulando muy bien. A China le interesa bombear más dinero en la economía, diga lo que diga Trump, para evitar que ésta se frene más. Y, cuando un país inyecta liquidez, su divisa suele caer.
Claro que, desde que ganó Trump, el dólar también se ha apreciado contra otras grandes monedas que, al contrario que China, tienen liberalizadas sus transacciones, como el euro o el yen (de nuevo, pese a las admoniciones presidenciales contra Tokio). Eso es malo para los exportadores estadounidenses. Pero es la consecuencia de las promesas de Donald Trump de bajar impuestos y aumentar el gasto, lo que, en una economía que está empleando sus recursos al máximo, como es el caso de EEUU, genera expectativas de inflación. Ante inflación, subida de tipos. Y las subidas de tipos suelen conllevar apreciaciones de la divisa. Justo al contrario que lo que pasa en China.
Todo esto debería provocar sarpullidos entre los liberales ibéricos, porque Trump es una combinación de mercantilismo del siglo XVII (por su defensa de los aranceles), socialismo (obras públicas), e irresponsabilidad fiscal (bajadas de impuestos sin recorte del gasto). Pero por alguna razón están más bien callados ante esta violación del legado de Adam Smith.
Sin embargo, hasta ahora, el aspecto mercantilista trumpiano no está ni se le espera, por utilizar una expresión, también, muy ibérica. En general, y en materia de política económica, el futuro presidente de EEUU se está comportando como caperucita. O como George W. Bush, que también empleó cínicamente el proteccionismo para ganar elecciones. En su caso, las del Congreso de 2002, cuando impuso sanciones a las importaciones de acero (entre otros países, de España) para asegurarse el voto a los candidatos republicanos en áreas industriales. Pero, al margen de eso, Bush sólo eliminó regulaciones.
Y, por ahora, eso es lo que parece que va a hacer Trump. Eliminar regulaciones. Y nada más, porque imponer su neomercantilismo puede salir muy caro. Por ejemplo, hacer que un iPhone cueste el doble, y que la cadena mundial de suministros, que pasa por Asia, quede rota. En la cumbre de la APEC en Perú, Xi Jinping ya aprovechó ayer para ponerse como alternativa a EEUU. Pero, para ello, el presidente estadounidense deberá cumplir sus promesas de aislacionismos y de aranceles del 45% a Pekín. Y, primero, tendrá que recuperar la testosterona perdida.
La nueva Primera Dama de EEUU., Melania Trump, posa junto a la modelo scandinava Emma Erikssson (foto tomada de la red)
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