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General: La muerte del tiranosauro Fidel Castro, un acontecimiento HIGIÉNICO.
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Réponse  Message 1 de 2 de ce thème 
De: administrador2  (message original) Envoyé: 26/11/2016 17:04
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La muerte de Fidel Castro, un acontecimiento higiénico
                Por Juan Abreu
Suena el teléfono y despierto y escucho la voz de mi hermano que me dice quemurió Fidel Castro. No lo dice así, dice: ¡Murió el Hijo de Puta! Y no tiene nada que aclarar porque todos los cubanos libres sabemos perfectamente que sólo hay un Hijo de Puta por el que llamaríamos a un hermano en plena noche.

Se nota alegre mi hermano y yo también lo estoy, sin duda, pero noto también en nuestras voces algo parecido a un inmenso alivio. A continuación se suceden las llamadas y los mensajes de Miami y hay en ellos un justificado alborozo. Cuando amainan, pongo la cabeza otra vez en la almohada y me invade una gran tristeza. Tristeza por nuestra derrota, porque ese hombre ha muerto apaciblemente en la cama rodeado de los suyos, al contrario de millones de sus víctimas desperdigadas por el mundo a los que negó ese último consuelo. Al contrario de los miles, decenas de miles de cubanos ahogados en el Estrecho de La Florida tratando de escapar de su dictadura, de sus cárceles y de sus estupideces.

Fidel Castro fue (qué maravilla poder escribir fue) un hombre con una legión de muertos a sus espaldas. No sólo cubanos, peruanos, mexicanos, chilenos, argentinos y hasta angoleños, entre otros, deben sus muertes a alguna de sus napoleónicas y estúpidas ocurrencias. Pero me temo que hoy no será un día de grandes alegrías en la prensa mundial, ya se sabe que las víctimas anónimas no gozan de los favores ni del interés de la prensa mundial, que generalmente reserva todo su espacio y hasta devoción para los tiranos de izquierda, mucho más si son exóticos grandes machos testosterónicos.

Gran Revolucionario, y sandeces peores, leeremos en la hora de la muerte del Gran Opresor y Hambreador, me temo, como si Revolución pudiera significar otra cosa que progreso, bienestar y libertad para los ciudadanos a los que se les propone. Pero los cubanos exiliados estamos tan acostumbrados al silencio y hasta al desprecio por las víctimas de Castro por parte de la prensa libre, que no creo que eso altere un ápice nuestra alegría.

Siguen entrando multitud de mensajes y llamadas y algunas me dicen que en Miami hay una gran fiesta. La Fiesta, tan esperada. Es una pena que no esté allí para unirme a esa celebración que tanto han esperado y que tanto merecen los cubanos libres. Qué mejor fiesta pueden celebrar los ciudadanos de un país que la muerte del hombre que ha destruido su país y que les ha obligado a huir de ese país para escapar de la miseria física y moral que él encarnaba, o de la cárcel; la muerte del hombre que los ha separado de sus seres queridos y obligado en muchos casos a morir lejos de esos seres queridos.

Mientras escribo estas líneas apresuradas pienso en mi madre y en que hace pocos días visité su tumba en Miami, y lamento que no hayamos podido celebrar juntos esta noticia. Pero lo haremos. Ha amanecido. Y entonces comprendo que la muerte de Fidel Castro es sobre todo un acontecimiento higiénico, que el mundo es hoy un mundo más limpio y un mundo mejor desde que no está en él ese asesino.

* Juan Abreu es un escritor y artista cubano que huyó de la Isla en 1980. Actualmente reside en Cataluña.
 
Fuente  El Mundo


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Réponse  Message 2 de 2 de ce thème 
De: administrador2 Envoyé: 26/11/2016 17:11
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Los grandes disparates de Fidel Castro
                  Por Miguel Cossío  -  El Nuevo Herald
“Me quito el nombre”, exclamaba Fidel Castro en 1970 cuando alguien tímidamente se atrevía a esbozar la posibilidad de que no se lograrían los 10 millones de toneladas de azúcar. No se lo quitó y los 10 millones no fueron.
  
El espejismo de aquella zafra se evaporó como la espuma del guarapo y en el 2005 apenas se alcanzaron un millón y medio de toneladas de azúcar, la producción más baja en un siglo. La nación pasó de la frase del hacendado José Manuel Casanova “sin azúcar no hay país” a la nueva aseveración de Castro: “El azúcar es la ruina de la economía cubana”.
 
Así ocurrió con todos sus proyectos económicos y sus visiones futuristas: de metas imposibles a catástrofes permanentes.
 
El viraje retórico de Fidel Castro era otra de las expresiones de su carácter autoritario y sus aspiraciones colosales. Creía que podía cambiar el mundo a su voluntad, y que si algo no cumplía sus deseos era necesario destruirlo. La combinación de su autoritarismo político y su voluntarismo económico es la explicación más gráfica de la dictadura que le impuso a Cuba. A ello se sumaba su concepción apocalíptica de la vida. Para él todo era una consigna necrológica: Libertad o Muerte; Patria o Muerte; Socialismo o Muerte. Todo debía terminar en la inmolación colectiva del pueblo.
 
A comienzos de la revolución, Castro aseguró que de no haber otros alimentos, la población comería malangas, hoy un producto casi en extinción en la vida nacional. Sus planes no tenían límite e iban desde la desecación de la Ciénaga de Zapata en 1959, con la idea de producir ahí todo el arroz que consumiría el país, hasta la construcción de una central termonuclear en Juraguá, que por suerte quedó suspendida después de la tragedia de Chernobyl, en 1986.
 
Los disparates del comandante incluyeron experimentos de nombres tan esotéricos como el gandul, la espirulina, los zapatos kikos plásticos, el café con chícharo, el tomate hidropónico, el plátano microjet, la hamburguesa de soya, la masa cárnica, la pasta de oca, el picadillo extendido, el yogurt de búfala, la morcilla de vaca viva, la tilapia, la vaca enana, el níquel de Moa, la planta de vidrio de Las Tunas,la textilera Celia Sánchez, el complejo lácteo de La Habana, el PPG, los pedraplenes, la zeolita, la Batalla de Ideas y la Operación Milagro. Sin olvidar la carretera de ocho vías cuya ruta Castro trazó con un plumón rojo sobre un mapa de la isla.
 
Todos esos proyectos resolverían los problemas nacionales y al final, como presumió en 1962, Cuba tendría “un nivel de vida superior al de los Estados Unidos”. Mientras tanto estableció la libreta de racionamiento.
 
En 1965, declarado “Año de la Agricultura”, Castro anunció que la leche se distribuiría libremente en el interior del país y que “la gran batalla de los huevos había sido ganada”. Pero con el tiempo, los huevos empezaron a desaparecer, porque esa producción se basaba en la importación de pienso para alimentar a las gallinas, que no pudieron seguir cumpliendo las promesas del gobernante.
 
Por esa época Castro afirmó que “las condiciones del clima y la tierra en Cuba eran superiores a las de Europa” y que “usando la técnica y la ciencia difícilmente pudiera haber un país en el mundo que compita con nosotros en producción agrícola”. Cuba podría producir --según sus cálculos-- más leche que Holanda, más carne que Nueva Zelanda o Argentina, más arroz que China, más café que Brasil, más plátano que toda Centroamérica junta, más naranjas que la Florida, mejores pastas que Italia, helados Coppelia más sabrosos que los Howard Johnson, quesos de mayor calidad que los franceses y hasta fresas, uvas y vinos inigualables. En 1966 Castro prometió que en un año el huerto nacional daría espárragos: “Tendremos sopa de espárragos en lata por primera vez en la historia del país”.
 
Bajo el lema de “que el Cordón de La Habana sea un jardín”, afirmó en 1968 que la capital del país iba a “autoabastecerse de leche, queso, mantequilla, arroz, frutas, vegetales y viandas y que incluso produciría importantes excedentes para la exportación”. Esta fantasiosa historia había empezado con la adquisición de un veterano toro canadiense, naturalizado como Rosafé. Por esos días, Castro había leído Dinámica de los pastos, del científico francés André Voisin, y creyó descubrir la piedra filosofal de la ganadería: hacía falta una vaca biónica, capaz de resistir el clima tropical, producir leche y carne en grandes cantidades, y consumir lo menos posible. Así nació la idea de las F-1 de gen rojo, un cruce de vacas Holstein y Cebú.
 
Enseguida surgió el “Hipotálamo”, un experimento que consistía en enclaustrar a las vacas en naves especiales donde recibirían aire acondicionado en la cabeza y hasta música clásica indirecta para estimularles el sistema glandular y lograr una mayor producción de leche.
 
Pero no existía un Viagra vacuno y el pobre Rosafé rindió sus armas con honores, no sin antes dejar una herencia revolucionaria de 200 ámpulas de semen congelado.
 
A finales de 1967 los proyectos agropecuarios seguían siendo desbordantes para una isla de sólo 110 mil kilómetros cuadrados. Pero la geografía nunca fue un problema para sus iniciativas. Así ordenó la constitución de la brigada invasora Che Guevara, con la misión de arrasar decenas de miles de hectáreas de bosques para ganar espacios que se destinarían a la ganadería y la siembra de caña. Desde entonces las sequías en Cuba son más prolongadas y el clima es cada vez más impredecible.
 
Tras el fracaso de la zafra de 1970, Castro inauguró el primer edificio de viviendas construido por las microbrigadas, pero como nunca se produjo cemento suficiente y los recursos se fueron desviando para otros planes suyos, la ilusión también se desmoronó como las casitas del cuento de Los Tres Cochinitos. El déficit actual de viviendas en Cuba constituye uno de los más graves problemas sociales del país.
 
El 16 de enero de 1982 Fidel Castro se anotó un tanto. Ese día vio materializados por fin sus engendros ganaderos en los atributos mamarios de Ubre Blanca, una F-2 Holstein-Cebú. La vaca ingresó en el libro Guinnes con una producción de 109.5 litros de leche en tres ordeños, una “hazaña sin precedentes en los anales de la ganadería mundial”, según un informe no corroborado de la Unión de Periodistas de Cuba. Pronto Ubre Blanca rompió su propio récord al producir 24,268.9 litros de leche en 305 días de lactancia. Pero la responsabilidad de alimentar ella sola a los niños de Isla de Pinos reventó al famoso animal.
 
Ubre Blanca murió a los 13 años rodeada de elogios, fotos con el Comandante en Jefe y hasta de un obituario oficial en el periódico Granma. Fue disecada y colocada en una estructura de cristal en el Centro de Salud Animal a las afueras de La Habana y se le erigió una estatua de mármol en Isla de Pinos. Castro desafió a la ciencia y ordenó conservar algunos tejidos de la vaca para su clonación, olvidando que toda cadena evolutiva es, como demostró Darwin, un proceso en el tiempo y en las circunstancias, y no se puede violentar de una generación a otra.
 
La partida de Ubre Blanca no detuvo a Castro, quien en 1991 ideó un nuevo concepto ganadero: las vacas sin pienso. Los animales tuvieron que modificar sus gustos y comer caña enriquecida con torula. El final no podía ser otro. De los ocho millones de cabezas de ganado que tenía el país a inicios de la revolución, queda menos de la mitad.
 
A Castro no le bastó con el ganado vacuno y, tras algunos ensayos con las aves y los búfalos, en 1989 decidió importar dromedarios para la Guerra de Todo el Pueblo. De Australia llegaron los primeros 23 animales, a fin de procurar su adaptación para utilizarlos como vehículos en la defensa en las montañas de Cuba. Pero los rumiantes se enfermaron de las patas y las vías respiratorias. En el 2004 sólo quedaban tres de aquel grupo de vanguardia.
 
Y estos son solo algunos entre un abultado catálogo de desmanes. Lo inconcebible es que este hombre haya gobernado y destrozado el país a su antojo durante cinco décadas. De él no quedará nada. Ni siquiera lo que el viento se llevó.
 
Miguel Cossío es Gerente General (chief Operating Officer) de America TV Network.
 
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