‘Weekend’ sin Fidel Castro.
“En tiempos normales la calle está difícil, imagínate en estos días”
Jóvenes durante un acto en honor a Fidel Castro en la Universidad de La Habana 26 de noviembre de 2016
'Hay que jugar caballo y muerto grande'
Por María Matienzo | La Habana | Diario de Cuba
Un botero de la línea Vedado-Víbora cree que los cubanos vivimos el luto "cada cuál a su manera", y cuenta la experiencia del "primer día en mi vida, sin Fidel".
"Lo mío es brindarle un servicio a la gente por sobre todas las cosas; si tú me dices que te quite la música, yo la quito; de hecho ayer hubo un par de pasajeros que me lo pidieron. Me dijeron: 'Oye, compadre quítame esa música que hoy el día no está pa'eso', y yo, sin protestar, la quité porque lo mío es que me paguen, no juzgar a nadie. También se ha montado gente que se siente de fiesta y baila, canta y todo".
En la esquina del cine Yara, en el corazón del Vedado, a Ernesto lo rodeó un grupo de vendedores de tarjetas telefónicas que por momentos tomó por policías.
"Se decían entre ellos cuánto lo sentían. Decían que si se murió el caballo, que si se murió el tipo, el hombre, y creo que no confesaron que lloraron porque los hombres en Cuba no lloran. Casi me hacen llorar a mí. Pero cuando uno dijo que iban a ser nueve días de luto, a los demás por poco les da una cosa".
Según Elvira Leonor Pérez, en Coopelia la camarera que la atendió parecía muy compungida, pero en cuanto le dijo que si era necesario para que la atendiera bien que "Fidel se sentara en la mesa", dice que la camarera le respondió: "Ay, por Dios, eso no. Ya déjalo que descanse en paz".
Elvira, quien confiesa que ha sido golpeada por "la inoperancia del sistema" en muchas ocasiones, se siente "muy triste, porque Fidel fue un hombre excepcional".
A quienes les gusta despedir con ron a los muertos que consideran suyos, tendrán que abstenerse. Yendry cuenta que él estaba en un bar en 1era y 14, en Miramar, cuando se enteraron de la noticia, y los mismos dueños apagaron la música y se declararon en duelo.
"Nos echaron a todos a la calle", dice.
En Marianao varios bares que con carteles hechos a mano por la premura de los sucesos declaran: "Prohibido vender bebidas alcohólicas".
Abel ayer intentó comprar unas cervezas en el Vedado y después de sufrir el escrutinio del dependiente le dijeron: "Te las vendo, pero te las tienes que llevar escondidas".
Por otro lado, los negocios particulares siguen prestando sus servicios gastronómicos.
"Ay, mija este es el melodrama nacional. ¿Nueve días?", comenta Olivia.
Adys, indignada, se cuestiona el llanto de los estudiantes en la Universidad visto por la televisión: "Oye, yo me siento mal, no lo voy a negar, han sido muchos años viéndolo y debiéndole cosas a la Revolución que fue él en nuestras vidas, pero me parece un poco exagerado los mocos en la pantalla".
Y agrega: "Una chiquilla que estoy segura de que cuando se gradúe va a querer irse del país como todos, histérica, hipócrita, eso fue a lo que me sonó su llanto. Fue más creíble el de la señora que pusieron después, aunque quién sabe porqué lloraba realmente".
"Fidel está recogiendo lo que sembró", dijo un plomero de Párraga. "La gente se levantó en su lucha y siguió en su lucha".
"Aún no se ha enfriado el cadáver y el primer chiste está circulando", dice Samuel. "Dicen que en el cielo San Pedro asignó como comité de bienvenida a Carlos Puebla, con acompañamiento musical de Formell, cantando: 'Y llegó el comandante y mandó a parar'".
En la calle Estévez, en El Cerro, dos mujeres de quienes las apariencias no dirían que fueran fidelistas, confiesan que "hasta soltaron unas lágrimas" cuando dieron la noticia en la televisión, pero están seguras, como otro vecino de El Cerro, que los bancos de la bolita en estos días deben estar a reventar.
Uno de ellos predice: "En estos días hay que jugar caballo y muerto grande, uno y 88"
Pero también se puede jugar el ocho, el 64, que dan muerto; o el 45, que es presidente. Sin embargo, las predicciones le fallaron. Ayer salió en la charada 40, que es sangre; 97, mono grande y 25, piedra fina.
La diferencia generacional marca los niveles de condolencias también.
Una madre cuenta sobre la reacción de su hija: "Koly tiene 12 años y no está tan contaminada, imagínate que cuando le dije que había muerto Fidel me miro como si nada y me dijo: 'Mami, dame la leche y déjame ver Aida, por favor'".
La adolescente se refería a la teleserie española que ha hecho furor entre los cubanos.
Maylin, maestra, recuerda cómo ahora "hay que decirle a los niños quién es Fidel en la escuela, pues claro que no pueden tener la misma pena que nosotros los mayores, ellos nunca han tenido cuatro horas de discurso sin poder ver los muñequitos, y nosotros sí".
Y concluye: "Así que hace falta paciencia y un par de generaciones más para que todo esto haya sido un mal sueño".
Eduardo hace su propio análisis a partir de lo que percibe en la calle: "El miedo nos ha llevado a no hacer nada para que no nos malinterpreten, cuando casi todos lo que queremos es celebrar".
El silencio, que también se podría interpretar como luto, él lo entiende como un "no salgo a la calle no vaya a ser que se forme algo y me confundan. Sobre todo ahora que la gente cree que tiene algo que perder".
Sin embargo, la hipótesis más tremenda la hace Octavio, un custodio de cine, que no cree en las casualidades: "¿Cómo es que se viene a morir justo ahora? ¿No será que este es el momento de empezar a negociar con los americanos de verdad, al machete y con la luz apagá?".
A partir de la experiencia que, según él, le han dado los años: "Esta gente va a aprovecharse que estamos muy tristes para terminar de vendernos el país al payaso ese que acaba entrar como presidente en EEUU. Al negro no, pero a este que parece no tener escrúpulos, ya verás…"
‘Weekend’ sin Fidel Castro... “En tiempos normales la calle está difícil, imagínate en estos días”... Por Ernesto Pérez Chang, desde La Habana
“Se murió Fidel y la calle está mala”, es lo que decía un vecino a otro cuando explicaba por qué no había salido a “trabajar”. Es un vendedor ambulante sin licencia estatal y no quería arriesgarse a que lo detuviera la policía. Su decisión no fue excepcional, también otros “trabajadores informales”, sin que fuese emitida una orden oficial, optaron por recogerse en sus casas para “evitar problemas”.
Pareciera que la gente, durante estos años, se hubiese estado entrenando para los acontecimientos de estas últimas horas. Saben que la vida nacional gira entorno de esa única figura y comprenden que se ha marchado en una época de sobrados desencantos y demasiada incertidumbre.
El anuncio de la muerte de Fidel Castro no ha provocado sobresaltos en la gente, aunque sí ha redoblado la cautela habitual en una población acostumbrada al ambiente policial, ya que gran parte de sus vidas debe transcurrir más allá de los márgenes de la legalidad.
“En tiempos normales la calle está difícil, imagínate en estos días”, me comenta un amigo al que le preocupa que mi condición de periodista para un medio no oficial sea motivo para enfadar a algunos de esos que se resisten a aceptar la muerte del líder comunista o que entienden lo que naturalmente sucede cuando se separa la cabeza del cuerpo o cuando a un moribundo se le diagnostica muerte cerebral. Lo biológico pudiera guardar estrechas relaciones con lo social, y no se debe descartar las reacciones de temor en algunos.
El anuncio del deceso de Fidel Castro impregnó el fin de semana de una atmósfera inusual pero no tanto que se pudiera intuir ese duelo con aires de tragedia que algunos pudimos imaginar veinte años atrás.
Hasta bien entrada la mañana del sábado, las calles estuvieron vacías y no se escucharon las voces de los pregoneros. Solo después de las 6 de la tarde se podían distinguir algunas conversaciones altas, peleas familiares, risas apagadas, más bien disimuladas, también músicas y audios de películas norteamericanas de acción. Las conversaciones continuaban siendo las cotidianas y solo la televisión y la radio se han empeñado en describir una atmósfera luctuosa y un sentimiento popular que difieren de la realidad.
Alrededor de mi casa hay varios distribuidores del llamado “paquete semanal”. Algunos aseguran que el flujo de clientes se multiplicará enormemente este fin de semana tal vez debido a que fue suspendida la programación televisiva habitual así como las actividades en los centros culturales y recreativos.
“La gente está muy normal. Están silenciosas porque nadie quiere marcarse”, dice un vecino que también asegura que en la entrada de la barriada detuvieron a dos por escuchar música a todo volumen. Me lo dice entre susurros pero después cambia el tema para hablar de lo malo que se pondrá el transporte este lunes cuando expongan los restos de Fidel en la Plaza y de la posibilidad de que la bodega y la panadería solo despachen hasta el mediodía.
En las calles, la sensación generalizada es esa que nos dejan las dilatadas agonías de los enfermos terminales. Una mezcla de sentimientos encontrados donde hay algo de compasión y mucho de indiferencia, una actitud que, para algunos, es la más adecuada cuando tenemos algo que decir y no nos permiten hacerlo.