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General: Donald Trump, China y la trampa de Tucídides
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 17/12/2016 20:14
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Trump, China y la trampa de Tucídides
           CARLOS ALBERTO MONTANER
Me parece bien que el presidente electo Donald Trump le respondiera la llamada a Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán. Lo cortés no quita lo prudente. Se trata de una mujer educada e inteligente. Taiwán, pese a todo, es una isla aliada de Washington con la que existen vínculos históricos muy fuertes en el orden económico y militar.

En realidad, ese gesto de cortesía no pone en peligro la política de “Una China” proclamada desde tiempos de Jimmy Carter. El presidente de Estados Unidos tiene derecho a hablar con quien desee y la diplomacia china no debiera ser tan quisquillosa y sensible por asuntos simbólicos.

No obstante, resulta mucho más peligroso amenazar a ese país con sanciones económicas y tarifas arancelarias debido a la balanza comercial favorable que China posee con relación a Estados Unidos, como si las transacciones comerciales arrojaran una suma-cero en las que uno gana todo lo que el otro pierde. Francamente, yo pensaba que Donald Trump tenía una mejor comprensión de los fenómenos económicos.

A Estados Unidos, en números grandes, no le perjudica contar con una enorme fábrica en el Pacífico que les suministra bienes a los consumidores norteamericanos, entre un 30 y un 40% más baratos que si fueran productos equivalentes fabricados en Estados Unidos, a cambio de un papel moneda totalmente hegemónico que no tiene otro respaldo que el inmenso prestigio del país emisor.

Es verdad que algunos trabajadores norteamericanos pierden sus empleos debido a la competencia china, pero el ahorro por los bienes adquiridos en ese país se transforma en otros empleos creados en Estados Unidos. No en balde el nivel de desocupación de la fuerza laboral norteamericana es de apenas un 4.6%. La globalización de la economía es una bendición general, aunque pueda ser una maldición particular. Si hay un país que no debe quejarse de ella es Estados Unidos.

La preocupación por la balanza comercial es una manía mercantilista que fue descartada desde fines del siglo XVIII por pensadores como Adam Smith. Una parte sustancial de los beneficios que obtienen los chinos (o las compañías norteamericanas que allí fabrican) los emplean en la adquisición de bienes norteamericanos, en la compra de bonos del tesoro de Estados Unidos y en sostener a decenas de miles de estudiantes asiáticos en el sistema universitario norteamericano.

China es el mayor tenedor extranjero de deuda norteamericana: cerca de un billón y un tercio de dólares (trillón y un tercio si lo decimos en inglés), seguido de cerca por Japón. Si comenzara una guerra comercial entre Washington y Pekín y los chinos pusieran a la venta sus bonos o una parte de ellos, Estados Unidos deberá hacer más atractiva su deuda aumentando los intereses, lo que repercutiría terriblemente en el pago total y obligaría al país a aumentar los impuestos para hacerles frente a las obligaciones, dado que la deuda norteamericana ya sobrepasa el 106% del PIB.

Existe, además, la soberanía del consumidor que el señor Trump, el señor Sanders y todos los proteccionistas deberían aprender a respetar. Si a un consumidor le da la gana de adquirir una camisa o una computadora china, alemana o canadiense, es totalmente injusto y arbitrario obligarlo a desistir de su elección mediante la aplicación de aranceles que encarezcan el bien en cuestión.

Como también es una perversión de la economía de mercado que Trump llame al CEO de Carrier y le ofrezca ventajas económicas para permanecer en Estados Unidos. Esos subsidios, que salen del bolsillo de todos los contribuyentes, son contrarios a la esencia de un sistema basado en la competencia en precio y calidad.

El presidente de Estados Unidos no es un monarca absolutista que elige a los súbditos y cortesanos que desea premiar en detrimento del resto de los productores. Esa nefasta práctica es contraria a las reglas de la Organización Mundial del Comercio que Estados Unidos contribuyó a crear.

Es absurdo y peligrosísimo que Donald Trump vea a China como un enemigo y que en el pasado le haya parecido razonable que países como Japón y Corea del Sur fabriquen armas atómicas para defenderse de un hipotético ataque nuclear. La proliferación aumenta exponencialmente el riesgo de guerra.

Graham Allison, profesor de Harvard, le ha llamado La trampa de Tucídides al riesgo de que una gran potencia pretenda aniquilar por temores infundados a una potencia emergente. Fue así, según el general e historiador Tucídides, como Esparta desató contra Atenas la Guerra del Peloponeso hace 2400 años. Ojalá Trump no caiga en esa trampa contra China. Sería devastador para todos.

CARLOS ALBERTO MONTANER
Periodista y escritor cubano. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 17/12/2016 20:49
La trampa de Tucídides
                        Por Marcos Peckel
El padre de la historiografía moderna, el ateniense Tucídides, cronista de las guerras del Peloponeso, advertía que Esparta, potencia hegemónica del momento, no soportó el ascenso de Atenas y en consecuencia hizo la guerra para detenerla. Desde entonces la expresión “trampa de Tucídides” hace referencia a situaciones donde una potencia global hegemónica enfrenta la competencia de una emergente, terminando en la gran mayoría de los casos en guerra entre ambas, especialmente cuando alguna de las potencias sufre divisiones al interior de sus sociedades las cuales son explotadas por aquellos que incitan contra el enemigo externo para obtener ganancias políticas.
 
Desde hace algunos años académicos y políticos se plantean si el ascenso de China está conduciendo a una ‘trampa de Tucídides’ con Estados Unidos, su principal rival especialmente en la zona del Pacífico, pues China, por ahora, no tiene cómo jugar Hegemón en regiones más allá de Asia. La próxima cumbre entre los mandatarios Xi Jinping y Barack Obama, a llevarse cabo en la capital china con ocasión de la cumbre del Foro de Cooperación Asia- Pacífico -Apec- será un indicador de hacia dónde van las relaciones entre Washington y Pekín.
 
Sin embargo, la relación entre China y Estados Unidos podría generar un nuevo paradigma de ‘política del poder’ que no necesariamente conlleve a una confrontación armada, para algunos inevitable. Ambos países se benefician enormemente del status quo: un comercio bilateral anual que asciende a más de seiscientos mil millones de dólares, China es el más grande tenedor de bonos del tesoro de los Estados Unidos, centenares de miles de chinos estudian en las universidades americanas, ambos países son líderes en el desarrollo de energías alternativas y mantienen un sano intercambio cultural.
 
Por otro lado están los elementos de fricción, comenzando por la agresiva política que ha emprendido Pekín en el mar de la China, generando serios enfrentamientos con los países de la región. China tiene pretensiones marítimas sobre extensas aguas, islas e islotes reclamados por Japón, Corea, Filipinas, Vietnam y Malasia lo que ha conducido a escaramuzas que por ahora no han pasado a mayores. La política de Obama de ‘Pívot al Pacífico’, busca entre otras la contención de China por lo que su primer ítem en el orden del día ha sido incrementar la presencia de la flota americana en las aguas del océano.
 
Significativas son igualmente las desavenencias en temas comerciales, que estallaron en público en los días previos a la cumbre de Apec cuando Estados Unido bloqueó una iniciativa china de crear una zona de libre comercio de la alianza, y en su defecto promueve la ‘Asociación Transpacífica’, una zona de libre comercio que no incluye a China. Esto se suma a la constante fricción relacionada con la política monetaria china de mantener un Yuan competitivo. La guerra cibernética de la que Washington acusa a Pekín es otro foco de desavenencias mutuas.
 
En realidad la situación se puede resumir en el deseo de Estados Unidos de preservar el liderazgo en la región surgido tras la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por las alianzas que Estados Unidos tiene con sus aliados Japón, Corea, Australia y Filipinas donde mantiene grandes bases militares y China que ha tomado la decisión de desafiar ese estatus quo para lograr una paridad estratégica con Estados Unidos en la región pacífica.
 
Está por verse si las dos potencias erigen una relación de cooperación o una de confrontación como sucedía en al pasado cuando una potencia ascendente desafiaba a una establecida.
ACERCA EL AUTOR:
Marcos Peckel, Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.
Fuente EL PAIS
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