Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Protestas ante la ratificación oficial del triunfo de Donald Trump
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 19/12/2016 06:37
Not-My-President-Anti-Trump-Protesters-900.jpg (900×506)
El colegio electoral, una institución cuestionada, se prepara para sellar la victoria de Donald Trump
La demócrata Clinton superó al presidente electo en cerca de tres millones de votos populares
       Por Marc Bassets - El País
Donald Trump debe recibir el lunes la ratificación definitiva de su victoria en las elecciones presidenciales. El colegio electoral, compuesto por 538 compromisarios de los 50 estados y de la capital, Washington, se reunirá para votar oficialmente al próximo presidente de Estados Unidos. Se trata de una institución cuestionada. En las elecciones del 8 de noviembre la candidata demócrata Hillary Clinton sacó casi tres millones de votos más que el republicano Trump, pero perdió en el colegio electoral. En los últimos días han proliferado las iniciativas para cambiar el voto de los compromisarios.
  
Que la votación del colegio electoral despierte interés mediático y político es insólito. Lo habitual es que sea un formalismo. Pero, como ocurre con todo lo relacionado con Trump, esta vez el formalismo se ha convertido en un evento excepcional.
  
Por segunda vez en 16 años, el ganador en votos no ha coincidido con el ganador en el colegio electoral. La última vez fue en el año 2000, cuando el demócrata Al Gore saco medio millón de votos más votos que el republicano George W Bush pero Bush consiguió más votos electorales que Gore y fue el presidente.
 
En las elecciones presidenciales no se elige al presidente por sufragio universal directo sino que los ciudadanos eligen a los compromisarios, o electores, de sus respectivos estados, y estos eligen al presidente. El 8 de noviembre Clinton aventajó en 2,8 millones de votos sobre Trump pero Trump, gracias a su victoria ajustada en algunos estados en disputa, obtuvo 306 votos electorales mientras que Clinton se quedó con 232.
 
La distorsión entre el voto popular y el voto electoral ha reabierto la discusión sobre un sistema que muchos consideran obsoleto y antidemocrático. Y ha puesto nervioso al presidente electo, que en 2012 dijo que el colegio electoral era “un desastre para la democracia” y que, desde su victoria, no ha dejado de reclamar erróneamente que su victoria había sido arrolladora.
 
No debería haber sorpresas en las votaciones que se celebrarán el lunes en las capitales de los 50 estados y en Washington, aunque han surgido peticiones para que los compromisarios ejerzan el voto con libertad de conciencia. The Washington Post citaba el domingo a una compromisaria republicana de Arizona que recibe 50 cartas al día y tres mil emails para que reconsidere su voto.
 
No existe una ley federal que impida cambiar el voto a los compromisarios, aunque 30 estados exigen por ley cumplir con el voto comprometido. En la historia de EE UU ha habido, según el recuento de la organización Fair Vote, 173 electores sin fe, el nombre que reciben los que no votan por el candidato de su partido. De estos, 71 cambiaron el voto porque su candidato falleció antes de la elección, y 83 lo hicieron por iniciativa propia. El último, un demócrata anónimo de Minnesota que votó al candidato a la vicepresidencia John Edwards en vez de al candidato a la presidencia, John Kerry.
 
El carácter atípico del presidente electo Trump, desde sus conflictos de interés hasta su posición favorable a Rusia en el contencioso que enfrenta a este país y a Estados Unidos por la interferencia rusa en las elecciones, es un argumento que usan quienes creen que los electores deberían reconsiderar su voto. Diez electores pidieron sin éxito a los servicios de espionaje una sesión informativa sobre el robo y distribución de correos electrónicos de los demócratas durante la campaña. Una rebelión de un grupo de
 
El colegio electoral se explica en su origen por el deseo de los padres fundadores de introducir un filtro elitista a la voluntad bruta del pueblo. Alexander Hamilton escribió que en los Papeles federalistas, en 1788, que el colegio electoral garantiza que “el cargo de la presidencia nunca recaiga en un hombre que no esté dotado en un grado eminente de las calificaciones requeridas”. Según Hamilton, “los talentos para la baja intriga y las artes pequeñas de la popularidad” son insuficiente para ser presidente de EE UU. El colegio electoral es, según Hamilton, una protección contra “el deseo de potencias extranjeras para ganar un ascendente impropio en [los] consejos [de EE UU]”. “¿Cómo podrían lograr una mejor gratificación en esto que elevando a una criatura propia a la magistratura principal de la Unión?” La injerencia rusa en favor de Trump reaviva este argumento.
 
Otra crítica al colegio electoral es su posible origen racista. En sus inicios, sobrerrepresentó a los estados esclavistas del Sur. Estos estados, aunque no consideraban ciudadanos a los negros, sí los contaban a efectos del censo, con lo que contribuían a aumentar su peso demográfico y por tanto político.
 
Es improbable que haya una sorpresa en las votaciones del lunes. Haría falta que 37 de lectores cambiasen su voto. Si ocurriese, podría provocar una crisis sin precedentes en Estados Unidos. Clinton aceptó la victoria de Trump desde la misma noche electoral. Nadie duda de que, con el sistema aceptado por todos de antemano, Trump es el justo vencedor.
 
Pero todos los factores citados han convertido el voto en el colegio electoral en algo más que un trámite. Una rebelión de compromisarios, aunque no alterase el resultado final, daría la medida del descontento que ha causado la llegada al poder del magnate neoyorquino, un candidato que en campaña agitó el racismo y que llega a la Casa Blanca sin experiencia política.
 
El propio Trump, con fama de supersticioso, ha mostrado interés en superar el trámite cuanto antes. Es una de las últimos formalismos burocráticos antes de que el 20 de enero jure el cargo y se convierta en el presidente número 45 de los Estados Unidos de América.
 
VOTO POPULAR O VOTO ELECTORAL
En el colegio electoral, encargado de elegir al presidente de Estados Unidos, cada estado dispone de un número de compromisarios determinado. Este número se corresponde con la suma de los miembros de la Cámara de Representantes por cada estado más lo senadores, que a su vez refleja vagamente refleja el peso demográfico.
 
California, el estado más poblado, tiene 55 compromisarios. Los menos poblados, como Delaware, Montana o Vermont, tres.
 
Excepto en los casos de Maine y Nebraska, en el resto el candidato presidencial que gana las elecciones en el estado en cuestión se lleva todos los compromisarios. No importa que un candidato haya ganado con una ventaja de millones de votos, como la demócrata Hillary Clinton en California, o por un puñado de votos, como el republicano Donald Trump en Michigan, Wisconsin o Pensilvania: todos los votos electorales son para el ganador.
 
En raras ocasiones el voto popular y el voto electoral no coinciden. En 2016, Trump se ha impuesto con holgura en el colegio electoral —ganó por poco en los estados donde necesitaba ganar— aunque perdiese con claridad en la suma total de votos.
 
as-donald-trump-wins-presidency-country-reacts_f3158bc0-a748-11e6-8311-ecdc6071292f.jpg (640×480)
Fuente El País
 
 


Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 19/12/2016 06:40
Election-Protests.JPEG-84e2.jpg (899×569)
La votación este lunes de los electores debería ser una formalidad para 
rubricar el triunfo de Trump, pero hay llamamientos para que cambien el sentido de su voto
El Colegio Electoral, la opción a la desesperada de evitar una presidencia de Trump
        Javier Ansorena -  Corresponsal En Nueva York
Es una de las particularidades del sistema político de EE.UU.: los ciudadanos no eligen al presidente. Quienes lo hacen son los miembros del Colegio Electoral, un órgano formado por representantes de cada estado, con el mismo número de senadores y representantes que cada uno de ellos tienen en el Senado y en la Cámara de Representantes -más tres que manda el Distrito de Columbia-, para un total de 538 electores.
  
El pasado viernes, Barack Obama calificó de «vestigio» este órgano político, que surgió en los primeros pasos de la democracia estadounidense como un acuerdo a medio camino entre quienes apostaban por un sistema de elección directa del presidente y quienes preferían que lo eligiera el Congreso. Los electores son elegidos por diferentes métodos por los partidos demócrata y republicano en cada estado. En el sistema electoral de EE.UU., el candidato con más votos de ciudadanos en un estado se lleva todos los electores que corresponden a ese territorio.
 
El Colegio Electoral se reúne este lunes. Se juntan por separado en cada uno de los estados -normalmente en los Capitolios de cada uno de ellos- para depositar su voto. El recuento se realiza el 6 de enero en Washington, en una sesión especial conjunta del Senado y de la Cámara de Representantes.
 
La tradición es que la votación del Colegio Electoral sea una formalidad. Los electores respetan el resultado de las urnas en sus estados y no hay sorpresas. Pero no hay nada en la constitución de EE.UU. que fuerce a los electores a votar en un sentido u otros. Y la polémica que envuelve la victoria contra pronóstico de Donald Trump del pasado 8 de noviembre ha disparado las voces sobre si los electores deberían cambiar el signo de su voto.
 
En las últimas semanas, la CIA, el FBI y otras agencias de inteligencia han constatado que Rusia intervino en las elecciones para favorecer a Trump a través de ciberataques al partido demócrata. Además, el recuento de votos de las elecciones muestra que Hillary Clinton, la candidata demócrata, ganó el voto popular por un margen considerable, cerca de tres millones de votos.
 
Para algunos, son razones suficientes como para que los electores cuestionen respetar el mandato de voto proveniente de sus estados. De hecho, un grupo de diez electores solicitó que se les facilitara un informe con las conclusiones extraídas por las agencias de inteligencia sobre la injerencia rusa en el proceso electoral.
 
Los electores han recibido mucha presión en forma de cartas, llamadas de teléfono o tribunas en los medios dedicadas a ellos. Carol Joyce, electora republicana del estado de Arizona, explicaba a «The Washington Post» que tras las elecciones recibía entre 15 cartas y 300 correos electrónicos cada día sobre el asunto. En las últimas semanas, se han disparado a 50 cartas y 3.000 correos electrónicos diarios.
 
Posibilidad remota
El número clave es 37. Es la cantidad de electores republicanos que deberían desertar y no votar a Trump. La posibilidad de que suceda es remota. En toda la historia presidencial de EE.UU., solo se han producido 147 defecciones, y casi todas fueron en el siglo XIX. La última vez que un elector cambió el sentido de su voto fue en 2004, cuando un elector demócrata depositó su voto a favor de John Edwards, el candidato demócrata a vicepresidente, en lugar de a John Kerry.
 
De momento, están muy lejos de su objetivo. Se sabe que hay un grupo de diez electores (nueve demócratas y uno republicano), dispuestos a cambiar el signo de su voto y que tratan de convencer a los 37 republicanos para que no se elija a Trump. Se denominan los «electores de Hamilton», en referencia a uno de los fundadores de la democracia estadounidense, Alexander Hamilton, que en su día defendió que el Colegio Electoral fuera una salvaguarda contra un presidente no apto para el cargo.
 
Otro movimiento similar lo encabeza Larry Lessig, un profesor de derecho constitucional de Harvard y ex candidato presidencial demócrata, que asegura que ha conseguido que veinte electores republicanos se cuestionen su voto.
 
Lo cierto es que la única defección republicana anunciada es la de Chris Suprun, un elector republicano de Texas.
 
¿Qué ocurriría en el improbable caso de que se consiguieran las 37 deserciones? La decisión sobre la elección del presidente quedaría en manos de la Cámara de Representantes, que está en manos republicanas. Nadie espera que se ocurra hoy, pero el solo hecho de que se produzcan un puñado de cambio de votos enturbiará todavía más la transición de Trump hacia la Casa Blanca.
 FUENTE ABC.es


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados