El divino Borges es uno de los pocos que en castellano se remite a la dimensión jardinera con todas las resonancias metafóricas que le corresponden. Para él no solo hay “senderos que se bifurcan”, sino que, como en el verso que cito, el jardín es además de un espacio, un tiempo. Las cosas que se hacen en el jardín tienen –incluso literalmente— un perfume distinto. Se cuelgan en el tiempo con una persistencia especial.
Estos días navideños a todos nos llevan hacia el jardín de la memoria. Junto al arbolito, los regalos y las guirnaldas se colocan los recuerdos. Tristes o alegres, porque lo importante es recordar. Aquel familiar o amigo que solía traer los buñuelos a la cena tradicional, o los chicharrones... Los que eran expertos en asar el lechón en el patio, en púa o en “caja china”… Los niños de antaño, que ahora vienen con sus propios niños, y hasta con los nietos…
Es la época de compartir con familiares y amigos; y el jardín y el patio se vuelven el reino especial para celebrar. Nada como el “invierno” de Miami para cenar “al fresco”, pues en estos días esa expresión se hace real y no un simple decir. En verano, no hay nada de “fresco” en los patios miamenses, salvo las cervezas acabaditas de sacar del refrigerador.
La Flor de Pascua (Poinsettia, Euphorbia pulcherrima) es sin duda, después del “arbolito”, el ornamento principal en estos días. Lamentablemente, muchas terminan en el latón de la basura cuando pasa su momento de mayor esplendor. Pero no tiene que ser ese su destino inevitable. ¿Sabía usted, que se pueden sembrar y llegan a crecer muchísimo y volverse grandes arbustos que pueden repetir su adorno y gracia todos los años, siempre con mayor belleza y color?
Una vez terminadas las fiestas, saque su Flor de Pascua del pote y siémbrela al frente de la casa. Lo ideal es que la ponga en alto o con buen drenaje, pues es una planta que no soporta encharcarse, y a veces aquí llueve demasiado. También puede mantenerla en una maceta vistosa, pero siempre cuidando que haya una buena proporción de perlite en el suelo en que la siembre para que nunca esté demasiado mojada. Cámbiela a macetas mayores según vaya creciendo.
Al llegar septiembre, debe podarle las puntas para que se vaya convirtiendo en un arbusto compacto. A fines de octubre o principios de noviembre, debe abonarla para que se muestre robusta y las brácteas cambien todas de color. Las brácteas se confunden de lejos con flores, pero en realidad son hojas modificadas. Una treta de las plantas para ahorrarse la energía que implicaría unas flores enormes. Sí, en la naturaleza también existe el maquillaje.
Como muchos elementos navideños, su bella planta puede convertirse en un trampolín para los recuerdos. Año tras año, al contemplarla, recordará aquel en que la sembró y quienes estaban con usted cuando lo hizo. Al igual que sus raíces se profundizarán en la tierra, su Flor de Pascua se hará cada vez más profunda en su memoria.
Origen de la Flor de Pascua Esta planta es originaria de Centroamérica, concretamente de México, pais en el que tenía un importante simbolismo para la cultura azteca, que la utilizaban como remedio medicinal y para ofrecérsela a sus Dioses.
En el siglo XVI, los frailes Franciscanos que se encontraban evangelizando a la población de Taxco de Alarcón (México) ya la utilizaban como adorno floral durante las fiestas navideñas y así consta en un relato escrito en esa época.
Pero quién realmente fue el artífice de que la planta fuese conocida mundialmente es Joel Roberts Poinsett, médico de formación y gran apasionado a la botánica, lo que lo llevó a tener un importantísimo invernadero en Greenville, Carolina del Sur.
Aunque con lo que realmente se ganó la vida el señor Poinsett fue con la política. Entre 1825 y 1829 ejerció el cargo de embajador de los Estados Unidos en México y fue en uno de sus múltiples viajes que realizó por aquel país cuando se encontró con esta llamativa planta de hojas rojas que llamó su atención. Recogió unos esquejes que mandó a su invernadero y a su vuelta a los EEUU se dedicó a su cultivo y desarrollo.
Un dia se le ocurrió regalar esa planta a sus amistades por Navidad y así nació una entrañable tradición que cada vez fue cogiendo más fuerza.
Desde entonces en Norteamérica se empezó a conocer la planta con el nombre de poinsettia y en 1991 se instauró en los Estados Unidos el 12 de diciembre como Día Nacional de la Poinsettia, en conmemoración y recuerdo a la fecha en que falleció Joel Roberts Poinsett (12-12-1851).