El malecón se extendía bajo la luz dorada del crepúsculo; a lo lejos dos veleros solitarios rasgaban la piel del océano, donde ya era de noche. “Esto solo dura un minuto nomás. Déjame verlo otra vez”, dijo el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez desde su casa en Centro Habana. Segundos después empezó a oscurecer y exclamó: “Solo por ese atardecer vale la pena vivir en La Habana”.
En su hogar de Centro Habana, un populoso barrio de calles estrechas y antiguos edificios neoclásicos, Gutiérrez ha escrito toda su obra, que es un espejo de las miserias que pueblan la realidad cubana. En ese circuito urbano de casi cuatro kilómetros cuadrados los personajes de Gutiérrez viven y mueren, se reproducen, se acuestan con todos y traspasan sus límites vitales una y otra vez. Es el escenario de libros como Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Carne de perro y Fabián y el caos, entre otros.
Las obras de Gutiérrez han sido galardonadas con importantes premios como el Alfonso García-Ramos de Novela en España, y el Narrativa Sur del Mundo en Italia. El escritor ha sido traducido a más de 22 idiomas y la crítica lo ha ubicado fácilmente como un narrador tropical del realismo sucio, hermano cubano de Bukowski y primo isleño de Henry Miller.
Sin embargo, no hay que confundirse. Su narrativa se inscribe en la brillante tradición de humanismo y denuncia de las letras cubanas que han criticado al sistema comunista por su deshumanización y persecución de la disidencia, además de forjar un estilo cuidado y contenido en el que cada frase nos sumerge en las contradicciones de la isla. Gutiérrez nunca menciona a los Castro en sus novelas, pero los convierte en protagonistas ineludibles al describir los horrores de la miseria que crearon.
“A veces pienso que es el infierno, pero también es un lugar que puede ser apacible y muy humano”, dice, y explica que en estos meses solo se ha dedicado a la poesía. Desde junio, los versos de Cazador y otros poemas le roban la atención que suele dedicar a las historias truculentas.
Mientras las cenizas de Fidel Castro recorrían la isla de Cuba en noviembre, el autor recordaba que tenía nueve años cuando el líder revolucionario entró a la capital. Él estaba lejos, en Matanzas, al norte de la isla, pero rápidamente se percató de que la presencia del “barbudo” iba a ser importante para todos los cubanos.
“Mi generación estuvo marcada por la revolución, por ese proyecto utópico e idealista que rompió con todo lo anterior. Hubo un quiebre con el modo de ver el sexo, la familia, la sociedad y la cultura, incluso con toda la herencia anterior”, dice el autor cubano de 66 años. “Fue una gran aventura, un enorme laboratorio en el que, simultáneamente, se iniciaban buenos proyectos y también pasaron muchas cosas negativas”.
¿El fallecimiento de Castro afectará el proceso político cubano en el corto plazo? Desde 2006 él estuvo retirado por su enfermedad así que no era una presencia tan potente como la del pasado. Eso permitió que Raúl (Castro) iniciara una serie de reformas como la apertura de pequeños negocios y mejorar las leyes de emigración para entrar y salir del país sin problemas, entre otros cambios. Algo interesante es que Raúl ya dijo que sale del poder en 2018 y eso es algo nuevo en la política del país, que permaneció congelada durante décadas.
¿Qué cambios cree que buscan las nuevas generaciones de cubanos? La modernización de Cuba es irreversible porque es lo que quieren los jóvenes. Ya no queda nada de utopía, idealismo, revolución, ni política aunque haya un discurso oficial que exalta eso. A los jóvenes lo que les interesa es hablar inglés, francés y montar un negocio para ganar dinero.
¿La gente de su generación ve esa actitud como un cambio positivo o les sorprende ese rompimiento con el legado comunista? Ellos quieren irse a probar suerte en otro país, crear empresas y la mayoría no quiere estudiar carreras universitarias, sino tener oficios prácticos. No sé si eso será positivo o negativo, pero es algo tremendo que se ha ido manifestando en los últimos años y es evidente que funciona porque propicia los cambios.
¿Cómo cree que será la transición entre el actual modelo político y el surgimiento de nuevas reformas? Lo que quedó atrás es el pasado, y uno no puede vivir de eso. Creo que Cuba debe enfrentar los nuevos tiempos sin odios ni rencores porque eso trae malas consecuencias en la vida individual y social. Hay que empezar esta nueva era sin tantas cuentas pendientes.
¿Qué le puede decir a las personas de su edad que sienten miedo ante los cambios propiciados por los jóvenes? A veces la gente me oye y se asombra porque soy un poco radical, pero la única manera que existe de sobrellevar este proceso es ser positivo y seguir adelante. Ya la revolución duró varias décadas y tuvo algunas cosas buenas y muchas malas, eso hay que asumirlo porque fue un proceso social. Entonces no pasa nada, el tiempo es infinito.
¿Y cómo lo tomarán sus personajes que siempre han vivido en los márgenes del sistema cubano? Ellos son como el cubano promedio que sufre riéndose y a veces ni se da cuenta de sus precarias condiciones de vida. A pesar de lo extrema que ha sido nuestra situación económica, siempre nos divertimos. Tenemos una espiritualidad, un mestizaje que lo define todo y eso es el Caribe. Si estás jodido en la vida y encima vas a estar machacándote los huevos, todo lleno de envidia por lo bien que viven en Europa o Estados Unidos, así no se puede. Esto es lo que te ha tocado, así que vamos a disfrutarlo, siempre puedes tomarte una botella de ron, jugar al dominó, tener un poco de sexo y darle gozadera a tu vida.