Los muros que dividen el mundo
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha aprobado este miércoles
las primeras órdenes ejecutivas para reforzar la frontera que separa su país de México
Cuando los berlineses salieron a la calle durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989 para echar abajo el Muro que había dividido su ciudad durante más de veinte años, el mundo pensó que el hormigón, las verjas y los alambres se derrumbarían junto al bloque comunista derrotado en la Guerra Fría. No fue así, y esos materiales siguieron partiendo territorios —Marruecos y el Sáhara Occidental desde 1987, Guántanamo del resto de Cuba desde 1959— y reforzando fronteras entre países, como entre Corea del Norte y Corea del Sur desde 1953; la India y Pakistán desde los 80; Israel y Siria e Israel y Líbano desde 1967; Sudáfrica y Zimbabue desde 1984, y Sudáfrica con Mozambique desde 1975.
Conflictos de tipo diverso —militares, migratorios o vinculados con el terrorismo— sirvieron para justificar esas construcciones, y aún todas ellas siguen en pie. Otras muchas, especialmente después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York, se han sumado a las ya existentes. Así lo muestra un gráfico de la revista «Courrier International»: de las 11 que había en 1989, los lugares del mundo donde el alambre y el hormigón dominan el paisaje y dividen el territorio han pasado a ser 70 en la actualidad. Los muros que separan Israel de Cisjordania —levantado en 2002, y todavía sin terminar— e Israel de Gaza —construido en 2005— son los más conocidos, junto al que se eleva en la frontera entre Estados Unidos y México, iniciado en 2006 y aún en marcha. El presidente Donald Trump ha aprobado este miércoles las órdenes ejecutivas para ampliarlo, justificando su decisión como indispensable para garantizar la «seguridad nacional».
Contra la globalización
La construcción de muros y verjas en el mundo «es una reacción a la globalización, porque los países sienten que están perdiendo su hegemonía», explica José Antonio Manrique a ABC. Una medida más bien inútil, como señala este profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Deusto: «La interdependencia viene de mucho tiempo atrás, y es imposible aplicar políticas proteccionistas o cerrar los mercadosy los países a influencias externas o a ciudadanos extranjeros». Entre otras cosas, debido a que «un muro no va a frenar los riesgos, porque los problemas transnacionales, como las epidemias o el terrorismo, nos afectan de una forma u otra pese a las fronteras o los límites».
Élisabeth Vallet investiga desde hace años la proliferación de muros y verjas en el mundo, y coincide con Manrique cuando señala la causa de este fenómeno: «La mundalización inició un proceso de desindustrialización que ha generado desigualdades, y la población tiene sentimiento de vulnerabilidad». Por ello, «se instaló una especie de miedo, que fue alimentado por el 11 de septiembre, y ha habido un repliegue al interior de las fronteras, por una especie de crispación identitaria», explica a ABC esta profesora de Geografía de la Universidad de Québec en Montreal.
El terrorismo ha sido uno de los argumentos más esgrimidos para justificar el levantamiento de muros en Europa. La crisis de los refugiados ha servido de excusa a países como Hungría para construir verjas en su frontera con Croacia y con Serbia. Eslovenia tomó la misma decisión en su frontera con Croacia. El objetivo era cortar la ruta de los Balcanes, que los refugiados recorrían tras abandonar Turquía y cruzar el Egeo. La travesía marítima era ineludible, dado que Bulgaria y Grecia levantaron muros en su frontera con Turquía en 2014 y 2013, respectivamente.
En rojo, muros o vallas levantados para contener la inmigración