CUBA:
LOS DOS REQUISITOS DEL MAMEY
Un turista duerme en el Malecón de La Habana, el 13 de enero, un día después que el
Presidente Barack Obama puso fin a privilegios migratorios para los cubanos. Ramón Espinosa
Por Rogerio Moya - El Nuevo HeraldMe asombran y me dan lástima. Tienen buena fe, son brillantes y pertenecen al olimpo de la Inteligencia. Sus análisis son acuciosos y sus razonamientos y proposiciones son inobjetables. Pero olvidan lo principal.
Ravsberg[i] escribe que hay que equilibrar el comercio. Se apoya en Martí porque el pueblo que vende todo, a un solo pueblo, se equivoca, y es peor cuando todo lo compra a un solo pueblo.
Primero fue con los españoles, luego con los americanos, más p’alante con los rusos. Incumpliendo fielmente con la doctrina martiana, siempre hemos tenido comprometido nuestro comercio con un solo amo. (¡Qué horror, tanta agua ha pasado debajo del puente y no hemos rectificado!)
¿O es Manuel Díaz Moreno el que habla del comercio? Moreno es muy acucioso en sus escritos, y muy prolífico. Siempre me convence con sus elementos y me abruma con sus razonamientos. Abunda en soluciones y consejos. Padece sus atropellos intelectuales, y como anda a la desesperada, cierra la puerta del auto, y nos deja al borde del camino mientras que su camión rebosante de ideas y posibles soluciones se aleja irremisiblemente perdiéndose en la noche.
Silvia Ayunso, Pancho Forteza comentan y aportan vegetales a la ensalada salvadora de la patria reconstruida.
¡Dígame usted, Esteban Morales, el economista, el profesor, penetra los vericuetos burocráticos de la filosofía, descuartiza la estructura litúrgica del Partido Comunista de Cuba y escribe monumentos de racionalidad que nadie atiende y que se pierden en las gavetas de los funcionarios de la isla sin una gota de practicidad!
Gómez Barata[ii] es nostálgico. Aunque no quiere, se parece a los moradores de Miami. Ellos, al otro lado del mar, atiborrados de ingenuidad municipal, añoran la inolvidable isla del Hotel Riviera, de la Calle Galiano, de los seis millones de vacunos para seis millones de cubanos, de los puestos de frita y los miles de cafetines vendiendo café con leche y pan con mantequilla. Barata, inserto en la Isla, añora sus años de jerarca de la burocracia cubana. Añora y escribe soluciones que nunca pudo poner en práctica. Sueña sus sueños rotos perdidos ya en la tramoya del tiempo.
Jorge Dávila Miguel zozobra entre dos aguas. Tiene el corazón en Santiago y el cerebro en Miami. Con su fino escalpelo disecciona enredos y los enredos lo enredan y no logra nunca ponerse al día ni allá ni acá. La incomparable capacidad negativa de la burocracia cubana lo desborda. La infinita congelación del modus Miami es un bloque de hielo perpetuo que Dávila Miguel no puede cambiar.
Por eso escribo que me asombran y me dan lástima. ¡Tanta masa gris derretida, escapada entre los dedos como agua para chocolate!
Y la solución de Cuba no se vislumbra. Y la oscuridad oculta el horizonte. Y como me decía Ñiquito, el electricista, allá debajo del puente de La Lisa: “¡No escampa, asere, no escampa!”
Rodríguez Rivera enarbola los obuses de su monumental cultura, dispara contra la mediocridad y la tontería enquistada en la burocracia del gobierno, de la UNEAC, de las Once Mil Vírgenes, y uno siente que el analista sagaz, el polemista ocurrente, El Gordo Guillermo, el Poeta, el Santiaguero, no logra derrumbar ni diez ladrillos del muro que separa la Excelencia, la Productividad, de la Desidia nacional institucionalizada.
Los católicos y otros amantes del cristianismo escriben también sus fórmulas mágicas para la reconstrucción nacional. Sus oraciones están llenas de buena voluntad y de... otras voluntades.
Los defensores de la diversidad sexual y los guerreros contra el racismo exponen su verdad y se quejan de las marginalidades y otras prohibiciones. Ellos también tienen sus sombreros rebosantes de soluciones mágicas para que todos vivamos en una sociedad mejor, remendada, una feliz sociedad envidia de otras naciones.
Murillo[iii] también tuvo decenas de disposiciones que debían de solucionar el problema cubano. Nos miraba por encima de sus lentes, agitaba su mano de reloj con exactitud atómica, invocaba al Partido; nos amenazaba, agorero, temible, adiposo, elocuente; siempre enunciando una nueva meta, un nuevo sacrificio que nos separaba del triunfo.
¡Y la inversión extranjera, esa magia total que lo resolvería todo! ¡El regreso de los Fanjul y los Gómez Mena!! ¡El puerto y la Zona Especial del Mariel! ¡Cornucopia, Cornucopia Mariel!
¡Cornucopia Inversión Extranjera!!
Yo escucho y me asombro y me dan pena.
Dos son los requisitos de cumplimiento obligatorio que han de salvar a Cuba. Dos son las medidas de obligatorio cumplimiento que han de implantarse en la sociedad cubana. Nada más que dos, no inventéis; no vengáis a llenarnos la cabeza de pajaritos volando! ¡Atended acá, doctores de chocolate, agoreros de alma pura y buena fe! ¡Oíd mortales!
Primero: que todos los cubanos seamos ciudadanos de primera clase. ¿Usted es cubano? ¡Ah, usted es un ciudadano VIP!! Sin restricciones, a todo nivel, al límite de sus consecuencias.
Segundo: que se anuncie, que se decrete, que se publique en La Gaceta Oficial, en el periódico Granma, en los periódicos murales de los CDR, que se publique en el Miami Herald, en el New York Times, que se ponga una valla de diez metros a la entrada de Punta Alegre y a la entrada y la salida de todos los pueblos de Cuba que diga: LOS CUBANOS ESTÁN AUTORIZADOS.
No tiene que especificarse nada más. No se necesita aclaración alguna. Sólo eso: ESTÁN AUTORIZADOS.
Ciudadanos de primera autorizados. Así de simple: ciudadanos de primera, autorizados.
La magia del renacimiento cubano corre por nuestra cuenta. Amén.
Rogerio Moya
Escritor y periodista cubano radicado en Venezuela. [i] Fernando Ravsberg, ex corresponsal de BBC Noticias, es un periodista uruguayo residente en Cuba, especializado en temas cubanos. [ii] Jorge Gómez Barata, profesor universitario y periodista. Ex funcionario del Comité Central del Partido Comunista Cubano. [iii] Marino Murillo, ex ministro de economía cubano.
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