Aumentan mendigos y locos callejeros en La Habana
Hace 30 años, los pordioseros en Cuba eran pocos y pintorescos. Entonces, por La Habana desandaba un chiflado singular que se hacía llamar El Caballero de París.
LA NUEVA DUEÑA Y PINTORESCA LOCA MAYOR DE CUBA
Por Iván García
Su nombre real era José María López Lledín. Nació un 30 de diciembre en Lugo, España, y falleció el 11 de junio de 1985 en la capital. Fue un célebre atorrante que desde la década del 50 caminaba por las principales arterias de la urbe con un cartapacio de papales, una capa negra, barba desaliñada, uñas sucias, largas y arqueadas y una bolsa con sus pertenencias.
El Caballero de París solía dormir en los portales de San Lázaro e Infanta. Declamaba de memoria poemas de los bardos españoles de la Generación del 27, hablaba tres idiomas y no pedía dinero a los transeúntes.
Aunque padecía de una variante de esquizofrenia fue un lunático pasivo. Chalados como el Caballero de París o Bigote de Gato, con los dedos de una mano se podían contar los mendigos en aquella isla del socialismo real, donde la pobreza era un sello distintivo y el régimen a golpe de altísimos subsidios llegados desde el Kremlin, mantenía la salud pública y las prestaciones sociales.
30 años después, Cuba vive un capitalismo de Estado camuflado y una combinación estrambótica de discursos y citas que en un mismo saco mete a Martí, Lenin, Marx, Mao, Che Guevara, Hugo Chávez y Fidel Castro.
Ya ni siquiera los más intransigentes militantes del partido apuestan por el sueño de una sociedad comunista. Lo que tenemos es una piña de compadres militares que de una mordida controlan el 80% de la economía nacional.
Los servicios sociales andan en mínimos. Hace tres años, 27 enfermos mentales murieron de hambre, violencia física y apatía médica en el Hospital Siquiátrico de La Habana.
La mayoría de las clínicas siquiátricas son auténticos antros. Ramón prefiere vivir en la vía pública. “El mal trato y la mala calidad de la comida te obliga a huir de esos hospitales. En la calle, pidiendo dinero y comiendo de los latones de basura se vive mejor”.
Ramón padece de una paranoia aguda debido al uso indiscriminado de drogas, alcohol y anfetaminas. Dice sentir voces. Cuando está en crisis se puede tornar peligroso. Varias veces ha intentado suicidarse. Duerme donde lo coja la noche. Y se alimenta de sobras en restaurantes o restos de comida de los depósitos de basura.
Según Otto Mendoza, inspector de sanidad y epidemiologia, la cifra crece por años.
“No es exagerado decir que alrededor de dos mil vagabundos duermen en las calles. A ello se suman otros dos mil que sobreviven recogiendo pomos plásticos y materia prima reciclable y comen desperdicios en los latones de basura. Muchos de los recipientes que se utilizan para envasar puré de tomate, jugos o refrescos gaseados, artesanalmente elaborados, se los compran a un peso a los pordioseros. Y luego los dueños de pequeños negocios no los higienizan como es debido. En cualquier momento se pudiera desatar una epidemia de vastas proporciones. El trasiego de envases plásticos por parte de los mendigos pudiera ser una de las causas”, acota Mendoza.
Existe una legión de personas que han hecho de la indigencia una profesión. En la calle Obispo, en el corazón de la parte antigua de la ciudad, un grupo de mujeres se dedica a pedir dinero a los turistas y cubanos boyantes. “Están hasta doce horas limosneando. Conozco a varias que mantienen a su familia con el dinero que recaudan en un día”, comenta el dependiente de un café.
Diana, de casi seis pies confiesa que en una jornada provechosa llega a casa con 25 o 30 pesos convertibles. El salario mensual de un profesional de primera. Ancianos con demencia senil y alzheimer igualmente deambulan por la ciudad pidiendo dinero, cigarrillos o comida.
Algunos, como Eduardo, después de un magro desayuno en un asilo estatal ubicado en la calle San Miguel, en la barriada de La Víbora, a pesar de la artrosis y demencia senil, recorre las calles de la zona pidiendo monedas.
Con lo recaudado se sienta en un bar hediondo a tomar ron peleón. Cuando cae la noche, si la ebriedad le permite caminar, se llega al asilo a comer algo caliente. No pocas veces, el comedor ya cerró. Entonces, con el estómago vacío, se echa a dormir en un camastro de hierro.
La mala noticia es que los limosneros y locos aumentan cada año en las calles habaneras. Un funcionario de salud pública comenta que alrededor de 130 mil ancianos padecen de demencia senil en la isla. Para el 2040 las previsiones rondan los 250 mil.
Entre la crisis económica estacionaria y un Estado que recorta los subsidios, no se vislumbra una forma de frenar este triste panorama. Tampoco el gobierno tiene a mano un proyecto para impedirlo. Van en aumento también los pordioseros y tarados irascibles y violentos.
Mendigos como el Caballero de París, que hablaba francés y recitaba de memoria un poema de García Lorca, ya no existen en La Habana del siglo XXI.
Acrílico del Caballero de París, del pintor cubanoamericano Gilberto Marino.