Barry Jenkinks, director de Moonlight
Moonlight: prejuicios que construyen más prejuicios
Virginia Hernández -- El Mundo Barry Jenkinks, el director de Moonlight, la película que ha apagado algunas luces de los focos de La La Land, explica que su película sólo quiere retratar el paso de la niñez a la madurez, la construcción de un adulto sin más adjetivos. Aunque estos, al final, marquen. Porque los adjetivos, todos lo sabemos, suelen señalar prejuicios.
El recorrido vital de un adulto negro. De uno que crece en un barrio como Liberty Square, una zona de viviendas muy deprimida de Miami por la que no hay noticia de que pasaran ni Sonny Crockett ni Ricardo Tubbs ni Testa Rosa alguno. De uno al que, sin saber qué es, llaman "marica" cuando apenas levanta un palmo del suelo. "Marica es una palabra para hacer que los gays se sientan mal", le explica Juan, su protector y figura paterna, el mismo que le enseña a nadar y a mirar al cielo. El mismo que vende crack a su propia madre. "Tú vendes drogas, ¿verdad?", le responde el crío.
Moonlight habla de descubrimientos, alejados del ambiente de los vaqueros de Ang Lee en Brokeback Mountain, con una narración que avanza lentamente en tres actos (niñez, adolescencia y edad adulta de Chiron, un chaval que enfrenta como puede la vida) y que se para en los instantes estéticos, como el mar que calma o el rayo de sol que aparece sin que se le espere en una cinta de estas características. Más prejuicios.
Deja sentir, pero esquiva, los detalles más escabrosos: los del asfixiante bulliyng, insultos y palizas para cualquiera que muestre diferencia. Sobre todo si no se exhibe una masculinidad superlativa. Los instantes horribles de las drogas que terminaron con la vida de la madre del autor de la obra, Tarrell Alvin McCraney, y que también sometieron durante muchos años a la del director. Él, criado en en ese barrio como el escritor, montó un pase de la película en Liberty Square, pero su madre no pudo sentarse y enfrentarse a sus demonios.
La película, basada en la obra con el ampuloso título In Moonlight Black Boys Look Blue, es el segundo trabajo de Jenkinks (1979), después de su debut en 2008 con Medicine for Melancholy. Este filme llamó la atención de la productora Plan B Entertainment, la que puso en pie 12 años de esclavitud, Selma o La gran apuesta, y en la que participa el actor Brad Pitt, aunque costó que echara a andar. Cada etapa de Chiron, el protagonista, está interpretada por un actor diferente (Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes), que no se conocieron durante el rodaje para que ninguno tratara de imitar al otro. Aún así, parecen la misma persona.
Jenkins, el cuarto realizador negro nominado a un Oscar en la historia de los premios, dice que se enamoró de los personajes de McCraney y que verlos en las calles que él había crecido le parecieron algo muy valiente. ¿Respuesta a los #Oscarssowhite de las últimas ediciones? Poco que ver con eso. "Si algo me plantee de forma radical -respondió en una entrevista a este periódico- fue evitar los clichés de la típica película de negros pobres. Lo considero un ejercicio de responsabilidad". Una película que retrata una realidad, pero que no excluye otras: "No creo que para contar algo haya que ser ese algo. Limitaría muchísimo la posibilidad de narrar".
Este planteamiento hizo decidirse a Naomie Harris para aceptar el papel de la madre, adicta al crack, del protagonista. El que le ha hecho candidata a mejor actriz de reparto, aunque se lo haya llevado Viola Davis. La 'Money Penny' de Spectre, el último Bond dirigido por Sam Mendes, no quiere los papeles que representen estereotipos de negros. Cree que es algo ya superado. Jamás pensó que aceptaría ser una adicta en pantalla: "No quería este personaje", dijo a la revista Variety. "Siempre dije que interpretaría papeles que reflejaran aspectos positivos de las mujeres negras. Mi madre me tuvo con 18 años pero, cuando yo tenía cinco, empezó a estudiar su carrera. Me encantaba el guión, pero no quería hacerlo". El director le dio el argumento para cambiar de opinión: "Me dijo que interpretara a su madre". Cómo negarse a eso. "Pensé que era una oportunidad de interpretar a una drogadicta, pero no de la manera estereotipada".
Roles que van más allá de ser homosexual es una comunidad que no lo acepta. Aunque haya partes autobiográficas de director y autor, solo el segundo es gay y estos sentimientos son una parte determinante de la película: "Creo que es más ser parte de una comunidad en la que te das cuenta de que no todos son como tú pero necesitan las mismas cosas. Eso me pasaba a mí que me identifiqué como homosexual y a otros que eran heterosexuales. ¿Qué se perdían todos esos niños? Intimidad, vulnerabilidad, les enseñamos que ni eso ni la amistad son algo valioso. Yo no abracé a un hombre hasta los 19 años. Esto no solo afecta a los gays, afecta a todo el mundo que tiene ese peso sobre los hombros". Los problemas de tener que mostrar una masculinidad artificialmente superlativa.
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