La seño Josefa, la maestra transexual sevillana que rompe barreras dentro y fuera del aula
Llegó al colegio en el que da clases como hombre y sus alumnos fueron testigos de su transformación con total normalidad
Nació siendo hombre aunque siempre supo que era una mujer. Vivió «atrapada» durante años en un cuerpo que no quería, que no era el suyo, hasta que con el paso del tiempo, ya en su madurez, pudo convertirse en lo que siempre había sentido que era; una mujer. Josefa Suárez Míguez es una de las pocas docentes transexuales en activo de Andalucía, que imparte clases desde hace doce años en el CEIP Gloria Fuertes de Montequinto, en Dos Hermanas, el colegio que ha sido testigo de su transformación de sexo. Al mismo llegó siendo maestro, aunque al cabo de los cuatro años inició su proceso de cambio para convertirse en la seño Josefa, tal y como la conocen hoy en día todos en este centro. «Me sentí siempre arropada por todos. Soy, de hecho, muy aceptada por mis compañeros, alumnos y familias. No me escondo, siempre digo que nací niño y que mi vida fue durante mucho tiempo la de un hombre», afirma tajante esta maestra sevillana de 57 años.
Contar públicamente su historia personal no es algo que le apetezca, reconoce, pero siente que «debe» hacerlo para «visibilizar» al colectivo, «a veces, maltratado» del que forma parte. «Hacemos una vida normal, tenemos nuestro trabajo y nuestra familia como cualquier otra persona», insiste. Su caso es, precisamente, buen ejemplo de ello, razón por la cual la Junta la ha galardonado recientemente con una «Bandera de Andalucía». «Para las familias de mis alumnos soy una persona con una capacidad profesional demostrada y moral intachable que para nada tiene que ver con lo que tenga en sí como transexual que, en definitiva, no es más que una identidad distinta al resto de personas. No soy ni mejor ni peor que los demás», defiende.
Su transformación, de cualquier forma, no fue fácil. Prácticamente desde que tuvo uso de razón supo que era mujer. «Me acuerdo que con tres o cuatro años decía que quería ser como la prima. No es algo que manifiestes como tal porque un niño no sabe ni lo que es eso. Te lo ven desde fuera. Son tus padres los que se dan cuenta de que no estás respondiendo a los roles que se esperan de ti». Sin embargo, en aquella época, en plena década de los sesenta, cuando la transexualidad era todavía algo desconocido y prohibido, sus allegados intentaron borrar aquellas ideas de su cabeza. «Me decían que era un pecado y que todo respondía a invenciones mías. Tanto es así que con 17 o 18 años llegué a plantearme si estaba un poco loca».
Con el tiempo conoció a la que es su actual pareja, con la que se casó y formó una familia hace ya 36 años. Con ella tuvo a su hijo, por el cual Josefa decidió seguir «metida en el armario». «No quería que él sufriera por mí, si su entorno se enteraba de que yo era como era… Así que esperé a que mi hijo fuera mayor porque siempre tuve claro que mi hijo estaba primero que yo y eso es lo que me mantuvo con fuerzas, que por encima de mi transexualidad estaba él», se sincera al recordar los años en los que, tras contar con la aprobación y apoyo incondicional de su hijo y su pareja, decidió comenzar el tratamiento para cambiar de sexo.
Volver a nacer
Fue en 2008 cuando Josefa culminó su proceso de transformación. Volvió a nacer un 12 de diciembre, el día en el que fue intervenida para la reasignación genital. «Sé que siempre fui mujer pero ese día está señalado en el almanaque, voy siempre a la clínica en la que me operaron y hago una celebración con mi familia. Es mi verdadero cumpleaños». Se rebautizó como Josefa, explica, porque es el nombre que le hubieran puesto sus padres si hubiera nacido niña. «Me parece que le debía ese nombre a mi familia», reflexiona.
La seño Josefa, tal y como la llaman sus alumnos, es ya toda una heroína entre quienes la conocen, especialmente a raíz de su reconocimiento público. «Si en algo me ha ayudado ser transexual es a exigirme más, en este caso, para ser mejor docente», explica esta maestra sevillana para insistir en que la transexualidad «no es algo voluntario sino inherente a la persona desde que nace». «Por nada del mundo hubiera querido ser una persona transexual. Yo hubiera querido ser una persona normal y corriente porque esto no es plato de buen gusto, no le agrada a nadie».
No solo se enfrentan al estigma social sino también al físico. Echando la vista atrás, Josefa Suárez cree que, pese a todo, la sociedad avanza, «aunque no sea un avance perfecto ni total». «Hay una parte minoritaria que no nos acepta, pero al igual que tampoco lo hace con personas de otras razas o condición social o ideológica», resume. «A lo mejor no puedo parir hijos o tener la regla pero, ¿cuántas mujeres hay que no pueden engendrar por otros motivos? Lo que define a una mujer es mucho más que eso».