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General: William Morgan un comandante yankee que peleo en Cuba junto a Fidel Castro
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 26/01/2015 15:15
Un comandante Yankee en la Cuba de Castro
williiam morgan.JPG (960×1280)
El comandante William Morgan en las montañas del Escambray, donde fue uno de los líderes de la guerrilla contra el ejército de Batista.
                 Por Michael Sallah  y  Mitch Weisses -  Especial en El Nuevo Herald 
Nota del editor: Mucho se ha escrito acerca de William Alexander Morgan, el norteamericano que se convirtió en una de las figuras más controversiales de la revolución cubana y de la Guerra Fría. Tras analizar documentos desclasificados del Buró Federal de Investigaciones (FBI), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado, Michael Sallah, del Miami Herald, y Mitch Weiss, de Associated Press, lograron armar detalladamente la vida del ex soldado en un libro que acaba de publicarse, Yankee Comandante.
 
Los autores, ganadores de un premio Pulitzer en el 2004, brindan nuevos detalles de las secretas peleas de Morgan con Fidel Castro, Che Guevara, la CIA y la mafia por el control de Cuba durante uno de los períodos más peligrosos de la historia de Estados Unidos. A continuación, se presentan dos fragmentos del libro, uno de ellos narra una batalla que Morgan dirigió durante la lucha armada.
 
   La toma de Cumanayagua
Morgan se acomodó el fusil Sten en el hombro y apuró el paso hacia el sendero. Estaba decidido que nada impediría que él y sus hombres llegaran al primer pueblo, Cumanayagua. Desde el campamento, Olga miraba a su esposo hasta que el uniforme verdeolivo que vestía desapareció entre los arbustos. En unas pocas horas, la columna iría al valle de la muerte.
 
Más de 100 millas al este, las tropas del gobierno le habían tendido una emboscada a una columna del 26 de Julio, en la que mataron a 18 rebeldes e hirieron a 11. Pero nadie sabía cuándo el ejército iba a atacar las posiciones que estaban en el sur. Durante estos tensos e inciertos momentos, Morgan miraba fijamente al frente, sujetando su arma como si se tratara de un objeto sagrado. Durante gran parte de la caminata, apenas habló, salvo para observar a ratos el mapa y asegurarse de que mantenía el mismo paso con Menoyo. De vez en cuando, un mensajero a caballo se les acercaba, y les daba detalles e información sobre los lugares donde estaban los otros comandantes.
 
En la distancia, las azoteas de las edificaciones de Cumanayagua sobresalían por encima del largo camino. El pueblo está a solo 12 millas de Cienfuegos, la más importante ciudad portuaria y sustento del gobierno.
 
Morgan le dio instrucciones a sus hombres para que se dividieran en dos equipos –como habían hecho en las montañas– y entraran a la ciudad desde diferentes puntos.
 
Su primer blanco sería el cuartel donde el ejército guardaba las armas y las municiones. Además de toparse con las tropas del gobierno, era Nochebuena, de modo que también podría haber civiles en las calles. Los hombres debían permanecer escondidos lo más posible, protegiéndose en los portales y vidrieras de las tiendas, y necesitaban tomar una calle a la vez.
 
Al frente de su equipo, Morgan se movía a lo largo de una calle que llevaba directamente a la ciudad. En el cielo, había un gran ruido que comenzó a aumentar por segundos. Los rebeldes miraron y vieron dos B-26 que surgieron de entre las nubes.
 
Algunos de los hombres se quedaron paralizados, pero Morgan ni se inmutó. Apuró el paso por el pueblo y luego se escondió tras unas casas de estuco. Momentos después, los aviones sobrevolaron el pueblo y ametrallaron el camino polvoriento. Los peatones corrieron en busca de protección, metiéndose en tiendas y escondiéndose debajo de árboles. De repente, los rebeldes vieron a Morgan aparecer en una azotea.
 
Con su silueta contra el cielo, gritaba al tiempo que alzaba su Sten y le disparaba a uno de los aviones. Incluso cuando el aparato giró y se alejó, Morgan siguió disparándole.
 
   Del mismo modo que llegaron, los aviones desaparecieron.
La gente miró al hombre en la azotea y aplaudió. Los rebeldes supieron pronto que la mayoría de los soldados huyeron rumbo a Cienfuegos antes que ellos llegaran. Los pocos que quedaban se rindieron de inmediato. William Morgan había tomado Cumanayagua.
 
Aclamado como héroe de la revolución, Morgan no tardó en pedir que se celebraran elecciones y que el nuevo gobierno ayudara a los campesinos en las montañas, pero terminó por romper con Fidel Castro cuando el líder cubano estrechó sus lazos con la Unión Soviética y permitió la llegada de asesores militares soviéticos a la isla. Arrestado por encabezar una revuelta en las montañas contra el gobierno, Morgan fue juzgado por un tribunal militar que lo condenó a muerte y fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento en 1961. Se negó a que le vendaran los ojos ni le pusieran esposas.
 
   Desafiando al pelotón de fusilamiento
Una suave brisa soplaba a través de la bahía mientras los guardias ocupaban el lugar que les correspondía en el foso de La Cabaña, como hacían noche a noche antes de formar frente al paredón de fusilamiento. En la distancia, se oyó el ruido de un vehículo cuando traspasó la gran puerta de hierro en el extremo más alejado de la fortaleza. Morgan se paró al lado del sacerdote, John Joseph McKniff; era otra noche tranquila sobre el mar infinito y oscuro.
 
El viejo cura temía estas noches. Había visto ya el fusilamiento de muchos hombres en el paredón después de orar con ellos y tantas muertes lo habían enfermado. Sin embargo, algo lo estremeció cuando conoció a Morgan. En la quietud de su celda, Morgan le susurró su última confesión y al instante se volvió hacia él calmadamente y le dijo que no tenía miedo a morir. Se suponía que sería ejecutado a la mañana siguiente de acuerdo con lo previsto, pero Morgan y Carreras pidieron que sus sentencias se cumplieran esa misma noche.
 
“Estoy en paz con Dios”, escribió en su celda. “Puedo aceptar cualquier cosa que suceda porque tengo la mente clara y gran fuerza de espíritu”.
 
Uno al lado del otro, los dos hombres oyeron un sonido que venía de la prisión que comenzó como un susurro y fue subiendo poco a poco de tono. El viento amortiguó el ruido que venía del centro de la vieja fortaleza, pero al prestarle mayor atención podían escuchar la palabra “Viva” y luego otra: “Morgan” Y de nuevo: “Viva... Morgan”.
 
A los guardias no les gustó nada lo que estaba ocurriendo. Los prisioneros coreaban al unísono, un indicio de que algo iba a ocurrir. Desde que Morgan había sido juzgado, los presos estaban intranquilos, gritándoles a los guardias y reuniéndose en grupos en el patio de concreto. Ahora gritaban “Viva Morgan”.
 
Había rumores de que podría venir un ataque desde el exterior, lo que hizo que algunos de los soldados mantuvieran una vigilancia constante en la azotea, preparando ametralladoras calibre .50 fabricadas en Checoslovaquia y armas antiaéreas rusas. Los guardias solo tenían que subir a Morgan al vehículo que lo llevaría hasta el paredón. Actuaban con apuro.
 
El vehículo rodeó la esquina del foso, con un gran rugido. Los guardias le habían quitado el silenciador al vehículo para que hiciera un gran estruendo con el fin de asustar a los prisioneros.
 
Mientras Morgan y McKniff esperaban de pie, el sacerdote miró levemente a Morgan. Eran momentos en que los hombres empezaban a gemir o temblaban de forma incontrolable. Algunos se negaban a subir al auto, y se quedaban paralizados en el suelo hasta que un guardia les pegaba sin piedad detrás de las piernas con la culata del fusil. Algunos incluso se orinaban en los pantalones. Pero Morgan esperó con gran serenidad hasta que el guardia abrió la puerta trasera, y se sentó en el asiento trasero sin pronunciar una palabra.
 
Cuando el auto arrancó, el padre McKniff se percató de que los labios de Morgan se movían. Al acercarse un poco más, pudo escuchar que Morgan estaba rezando. Era como si Morgan no pudiera oír el ruido del motor. El vehículo retumbó alrededor de la pared de piedra que rodeaba la fortaleza hasta que se detuvo en el centro de un foso con hierba, el mismo sitio donde llevaban a los condenados a muerte.
 
Cada vez que el auto se detenía en este sitio, el corazón de McKniff latía más de prisa. En vez de disminuir, cada día eran más las ejecuciones. El sacerdote vivía en La Habana desde 1939, pero los dos últimos años habían sido terribles. Los guardias abrieron la puerta trasera del automóvil.
 
   Morgan se paró, se volvió hacia los hombres, y se alejó del automóvil.
Al otro lado de La Cabaña, la ciudad seguía viva, el brillo débil de las luces del carnaval iluminaba la espesa oscuridad. Cuando Morgan apareció entre las sombras, un guardia apretó un interruptor, y de pronto todo el foso quedó alumbrado. Los guardias miraron a Morgan, pero él estaba impávido. Como le escribió en su última carta a su madre: “No es cuándo un hombre muere, sino de qué forma muere”.
 
Morgan le mostró las manos esposadas al jefe del pelotón. “No quiero llevar puesta esposas”, dijo. Sin dudarlo, el hombre accedió con un movimiento de cabeza. Morgan estaba condenado a muerte, pero seguía siendo comandante.
 
Con las manos libres, Morgan se volvió hacia el sacerdote y lo abrazó. En muy poco tiempo, ambos hombres habían establecido un hondo lazo afectivo. Luego Morgan se volvió, se acercó al sargento del pelotón de fusilamiento y parándose directamente frente a él sorprendió a todo el mundo cuando lo abrazó. “Dile a los muchachos que los perdono”, le dijo.
 
   Por un brevísimo momento nadie dijo una palabra.
Todas las noches se fusilaba, pero nunca habían presenciado algo así. Morgan le dio la espalda al pelotón de fusilamiento, y caminó lentamente hacia el paredón lleno de agujeros de balas. McKniff lo siguió, susurrando una oración y después hizo la señal de la cruz.
 
Cuando el sacerdote se alejaba, Morgan lo detuvo. “Padre, espere”, le dijo, quitándose el rosario del cuello. “Tome esto”. McKniff guardó el objeto en un bolsillo.
 
Tras esperar que Morgan ocupara su lugar, el sargento le ordenó a su hombres que estuvieran listos. El pelotón se alineó, y los soldados alzaron sus fusiles belgas FAL. Bajo las luces, Morgan parecía más grande de lo que realmente era. Miraba fijamente al pelotón.
 
   “¡Fuego!”, gritó el sargento.
El estallido de los disparos rompió el aire, y el impacto de las balas lanzaron a Morgan contra el paredón. En lugar de tirarle al corazón o incluso a la cabeza, le dispararon a las piernas. McKniff vio que Morgan no estaba tirado en el suelo, sino sentado. El sacerdote pudo escuchar que trataba de buscar aliento. Las hienas le apuntaron a las rodillas.. Pudo ver que todo el cuerpo le dolía a Morgan.
 
Respirando profundamente, Morgan miró al guardia que caminaba hacia él. Después de detenerse a apenas unos pies de distancia, el hombre apuntó con una metralleta al pecho de Morgan que jadea, y apretó el gatillo.
 
El ruido se oyó en todo el patio de la prisión y el humo del arma subió.
 
   Los guardias bajaron los fusiles.
Hubo un sencillo servicio fúnebre para Morgan en el Cementerio de Colón, en La Habana, donde fue enterrado. Pero ahora, tras el reciente anuncio hecho por el presidente Barack Obama para normalizar las relaciones con Cuba al cabo de más de medio siglo, varios miembros del Congreso están presionando para satisfacer una petición hecha desde hace largos años por la familia de Morgan. Quieren que sus restos sean devueltos a su Ohio natal, y enterrarlo allí nuevamente.
 
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Publicado en El Nuevo Herald 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 22/03/2015 18:07
William Morgan
El "comandante yanqui" que murió fusilado en Cuba
 
120528_r22221_p465-1.jpg (465×357)
 
*Poco tiempo después de que Fidel Castro dijera que William Morgan era un “verdadero cubano” en una intervención
 televisada, el estadounidense, héroe de la revolución de Cuba, fue acusado de ser espía de la CIA y fusilado el 11 de marzo de 1961.
         Por Natalia Guerrero   BBC Mundo  
El hombre, originario de Toledo, Ohio, había llegado a Cuba en 1957 para atrincherarse en las montañas de la isla junto a las tropas de Eloy Gutiérrez Menoyo, fundador del Segundo Frente Nacional de Escambray (SFNE), con el objetivo de apoyar el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista.

La experiencia militar de Morgan tras su convulsionado paso por el ejército de Estados Unidos, lo convirtió en una de las cabezas militares de la revolución de la isla.

Morgan, llegó a ser conocido en Cuba como el “Yanqui comandante”, y junto al argentino Ernesto ‘Ché’ Guevara y el mismo español Guitérrez Menoyo, fue uno de los tres extranjeros que alcanzaron el estatus de ‘comandante’.

"Fuerza poderosa"
 
morgan-ametralladora.jpg (435×580)
En la montaña Sierra Maestra de Santiago de Cuba
 
El SFNE era una guerrilla independiente de la Fidel Castro que operaba en las montañas centrales de Cuba.

Alcanzó a tener más de 1.000 hombres y fue determinante en el control de la zona central de la isla, que llevó a Batista a huir del país, el 31 de diciembre de 1958.

“Ciertamente fue una fuerza poderosa en la revolución, sobre todo en las montañas centrales”, le dice a BBC Mundo Michael Sallah, periodista y coautor del libro sobre Morgan “The Yankee Comandante”, que será presentado en Miami este fin de semana.

Sin embargo, las cosas cambiaron rápidamente y, en octubre de 1960, Morgan pasó del pedestal de héroes de la isla a los calabozos del antiguo fuerte colonial La Cabaña, convertido en prisión y centro de fusilamiento meses después de la victoria de Castro.

¿Por qué Cuba?
“Vio una oportunidad de ayudar a la gente que conoció mientras trabajaba en Miami, a los disidentes, miembros de la Cuba subterránea en la década de 1950, y decidió tomarla”, explica Sallah, oriundo de Toledo y quien ha investigado la vida de Morgan durante casi dos décadas.

“Finalmente fue en Cuba donde encontró alguien a quien realmente amó y sobre todo una causa por la cual luchar…y al final encontró la redención en su muerte”.

William Alexander Morgan nació en Ohio el 19 de abril de 1928. Creció en una familia de clase media católica y republicana.

Era carismático, brillante pero rebelde, según explica un extenso artículo sobre Morgan, del periodista David Grann publicado en el The New Yorker en 2012, citando testimonios de la familia y conocidos del estadounidense.

También era aventurero e indisciplinado. Saltó de colegio en colegio, entró y salió del ejército, del que finalmente tuvo una baja deshonrosa en 1950.

Fue llevado a la corte marcial, a prisión y trabajos forzados durante varios años tras haber abandonado el servicio sin permiso y luego haberle arrebatado el arma de un guardia para intentar salir una vez fue detenido.

Mito
Al salir de prisión en 1950, Morgan intentó adaptarse sin éxito.

Fue tragafuegos en un circo en la Florida; cobrador de deudas, guardia a la entrada de un bar y delincuente de poca monta para la mafia en su Toledo natal.

“Cuando finalmente fue a Cuba logró lo que no había sido antes”, explica Sallah, que escribió el libro con el también periodista Mitch Weiss.

Al empezar a cosechar éxitos con el SFNE, Morgan empezó a volverse un mito en EE.UU..

Según cuenta Mike Sallah, su historia salió publicada en medios como Time, TheNew York Times y AP.

De acuerdo a la investigación de Grann, en 1959 el Servicio Secreto de EE.UU. inició una investigación sobre Morgan y recomendó que se tomará acción contra el hombre lo que condujo a que el Departamento de Estado le retirara su ciudadanía.

“Él amaba a su país, se le rompió el corazón cuando le quitaron la nacionalidad”, dice Sallah.

"Romántico"
“Fúgate”, le dijo William Morgan a su esposa Olga Rodríguez la última vez que lo vio, el 31 de diciembre de 1960, en los calabozos de La Cabaña.

La pareja se había conocido en Escambray cuando él era comandante y ella una joven que cuidaba a los heridos en los campamentos del SFNE.

Olga venía de una familia campesina y pobre, de cinco hijos.

“Cuando me miró creyó que yo era hombre porque me había cortado el pelo cortico y lo tenía pintado de negro para poder huir”, le cuenta a BBC Mundo desde Toledo, Ohio, Olga Goodwin, quien usa el apellido de su segundo esposo.

Olga Morgan tiene 78 años y vive en Toledo Ohio, a donde se mudó cuando llegó de Cuba en el barco Mariel.
“Me quitó la gorra, me dio la mano, me abrazó con cariño… Yo me enamoré desde que lo vi… Era alto, precioso”, recuerda.

Los Morgan se casaron en 1958 frente a un notario y tres testigos en un campamento en las montañas.

“Fue una boda muy bonita, dice Olga, William era muy romántico, me hizo una sortija de flores”.

Inconforme
Una vez derrocado Batista, William y Olga Morgan se establecieron en el barrio el Vedado en La Habana.

William, que había manifestado varias veces su inconformidad con el giro político que estaba dando Castro hacia el socialismo, decidió establecer un criadero de ranas.

Olga se dedicaba a cuidar a las hijas de la pareja, Loretta y Olguita, y a ayudar como secretaria en la “ranera”.

Pero el 17 de octubre de 1960 William no regresó a la casa.

Eloy Gutiérrez Menoyo, fundador del Segundo Frente Nacional de Escambray, fue el padrino de Loretta, la primera hija de William Y Olga Morgan.

Fue arrestado por miembros del gobierno y pocas semanas después fue llevado a La Cabaña.

El 31 de diciembre de ese año, después de que la llevaron a ver a su marido por última vez, Olga les ofreció a los policías chocolate caliente, cargado con somníferos, y huyó cuando se quedaron dormidos.

Ella se refugió en la residencia del embajador de Brasil con las niñas, pero fue arrestada por intentar rescatar a su marido el día de su fusilamiento, en marzo de 1961.

“Nunca fue un agente de la CIA”
Las investigaciones de Sallah, Weiss en su biografía, y la de Grann en su artículo de The New Yorker, indican que tras la revolución, Morgan sufrió una enorme frustración del rumbo que estaba tomando el gobierno de Castro.

“Se mantuvo siempre cercano a sus principios democráticos”, explica Sallah. “Fue a Cuba a luchar por la libertad de un pueblo y no podía ver que ese pueblo perdiera esa libertad”.

“Estaba planeado un levantamiento en las montañas de Escambray. Envió armas a sitios muy escondidos y secretos, para lo cual consiguió mucho apoyo”, dice Sallah.

“Pero nunca fue un espía o agente de la CIA, ni siquiera de manera temporal. Esas acusaciones no son ciertas. Es una versión del gobierno de Castro para restarle su importancia histórica al SFNE en la revolución”, enfatiza Sallah.

Por su parte Grann coincide en que Morgan nunca fue agente de la CIA y cita documentos desclasificados de EE.UU. que incluso dicen que había “objeciones enérgicas” para usar los servicios de Morgan.

El fusilamiento
Se mantuvo siempre cercano a sus principios democráticos. Fue a Cuba a luchar por la libertad de un pueblo y no podía ver que ese pueblo perdiera esa libertad..

El 9 de marzo de 1961, según relata Sallah, Morgan llegó al juicio entonando una canción tradicional del ejército de EE.UU.

La noche del 11 de marzo de 1961 el “Yanqui comandante” fue llevado frente a un pelotón de fusilamiento frente al que se negó a arrodillarse y fue baleado, primero en las rodillas para hacerlo caer.

Tras una gestión de varias décadas de la madre de Morgan, Loretta, y de Olga –quien pasó 12 años y medio en prisión y años después emigró a Toledo en EE.UU.- la ciudadanía de William Morgan le fue restaurada en 2007.

Ahora, más de cinco décadas después, su viuda todavía espera que el gobierno de Cuba mande de regreso los restos del “Yanqui comandante” para poderlo enterrar en Toledo.
 
william morgan_5.JPG (960×1214)
William Morgan y su esposa Olga Rodríguez en las montañas de Cuba .
Publicado en   BBC Mundo   

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 11/03/2017 20:28
1427080942_williamorgan.jpg (1200×675)
Fidel Castro aplaude al comandante William Morgan
El comandante yanqui que desafió a Fidel Castro
El dictador cubano solía asegurar que “Morgan no es americano, es cubano”
             Luis Cino Álvarez | La Habana | Cubanet
En los primeros meses de 1959, contrario a lo que cabría suponer de guiarse por lo que cuenta la historia oficial, eran mucho mejores las relaciones de Fidel Castro  con el  Segundo Frente  que con el Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE).

Fidel Castro tuvo que maniobrar para conseguir desarmar al DRE (recordar aquel famoso discurso del “¿armas para qué?”) y hacer que se retiraran del Palacio Presidencial, la Universidad de La Habana y el cuartel de San Ambrosio que habían tomado. En cambio, eran estrechas sus relaciones con Eloy Gutiérrez Menoyo, el jefe del movimiento rival del DRE y cuyas fuerzas  había sido de las primeras en irrumpir en la capital tras la caída del régimen de Batista.

Tan de confianza era Gutiérrez Menoyo que él y Armando Fleites, otro hombre del Segundo Frente, estuvieron en la comitiva que acompañó a Castro en su viaje a Venezuela, que fue el primero que hizo al exterior, a solo unas semanas del triunfo de la revolución.

En aquellos días, el norteamericano William Morgan, el segundo de Gutiérrez Menoyo en el Segundo Frente, era de los comandantes más próximos a Fidel  Castro, quien solía mostrarse afectuoso con él y  elogiaba  la valentía que había mostrado en la guerrilla.

Castro lo llamaba “el comandante yanqui” pero solía asegurar que “Morgan no es americano, es cubano”.

Los poco más de  32 años que duró la vida de Morgan son dignos de una novela.
William Alexander Morgan, que había nacido en Cleveland, Ohio, en 1928, tenía un carácter sumamente impulsivo y vehemente. A los 18 años, cuando era soldado de las fuerzas estadounidenses de ocupación en Japón, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, fue preso por indisciplina. En 1950 le dieron  baja deshonrosa del ejército norteamericano. Seis  años después fue a parar a Cuba, embullado por Jack Turner, un aventurero amigo suyo, quien lo conectó con los revolucionarios que combatían contra la dictadura de Batista, a quienes suministraba armas y explosivos.

A fines de 1957, Morgan se unió en la sierra del Escambray a las fuerzas de Gutiérrez Menoyo, convirtiéndose en poco tiempo en su segundo. Por entonces, Menoyo tenía 22 años y Morgan no había cumplido los 30.

Las fuerzas del Segundo Frente, escindidas del DRE,   mantenían en jaque al ejército gubernamental con sus frecuentes ataques a los cuarteles, y contribuyeron a la victoria en Las Villas de los rebeldes de Che Guevara.

Morgan, que se distinguió por su arrojo en numerosos combates, especialmente en Banao, Trinidad, se unió en Cienfuegos a la caravana rebelde encabezada por Fidel Castro, y entró en La Habana el 8 de enero de 1959.

A la popularidad de Morgan entre la población contribuyó su historia de amor que culminó en boda con Olga María Rodríguez, una joven y bella guerrillera que había combatido bajo sus órdenes en el Escambray.

Gutiérrez Menoyo y Morgan subieron en el aprecio de Fidel Castro luego de que contribuyeran al fracaso de una expedición de exmilitares batistianos apoyados por Trujillo que proyectaban una invasión por Trinidad. En aquel rocambolesco episodio, Morgan, que simuló estar de acuerdo con los conspiradores, les comunicó que había tomado Trinidad, y cuando procedente de Santo Domingo, un avión con armas y hombres aterrizó en el aeropuerto de Trinidad el 12 de agosto de 1959, inmediatamente cayó en manos de las fuerzas  castristas.

Morgan fue presentado como un héroe por Fidel Castro, pero unos meses después empezó a caer en desgracia, cuando mostró su desacuerdo con el rumbo comunista que iba tomando el régimen.

Luego de varios choques con Che Guevara y Félix Torres, quien durante la insurgencia había comandado en Las Villas, en la zona de Yaguajay, una exigua e inefectiva guerrilla comunista, Morgan empezó a ser relegado. Lo enviaron a dirigir un centro de cría de ranas toros en el Escambray. Allí fue arrestado en octubre de 1960. Lo acusaron de ser agente de la CIA y de alentar una conspiración contrarrevolucionaria.

Luego de permanecer preso más de cuatro meses  en la fortaleza de La Cabaña, Morgan fue juzgado sumarísimamente el 9 de marzo de 1961 y fusilado menos de 48 horas después, el día 11.

Cuentan que cuando Fidel Castro fue a verlo a la cárcel, poco antes de que lo condujeran al paredón, Morgan se mostró desafiante y  cantó en inglés, interrumpiendo el regaño del Comandante en Jefe.

La esposa de Morgan, Olga María Rodríguez,  fue condenada a doce años de cárcel. Cumplió íntegramente  la condena y se marchó a los Estados Unidos en 1980. Desde entonces ha exigido infructuosamente que le entreguen los restos de su marido.

Ahora que se cumplen 56 años del fusilamiento de William Morgan es buen motivo  para recordar otra de las turbias y mal contadas  historias de la revolución castrista.
  
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Fuente Cubanet



 
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