Ilegal en su propia tierra
Yuniesky no entiende que para vivir legalmente en La Habana las autoridades tengan que solicitar la opinión de vecinos y la policía
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¡Esto solo pasa en Cuba, ilegal en su propia tierra!
Por Iris Lourdes Gómez García | La Habana | Cubanet Yuniesky sabe lo que es ser ‘ilegal’. Lo ha sufrido en su propio país durante 20 años.
Él tuvo la suerte, buena o mala, de nacer en una provincia del oriente de Cuba. Cuando terminó el servicio militar, se enteró que solo había dos tipos de trabajo disponibles: enterrador o excavador de túneles; en uno y otro caso, por unos pocos pesos. Además, para poder excavar debía contar con un pico, una pala o una carretilla.
A sus cortos 19 años, Yuniesky sabía que esa no era la vida que quería; por ello se dispuso a emigrar a la capital para buscar nuevas oportunidades. Con ese fin se unió a un contingente de la construcción que, a cambio de su labor, le ofrecía alojamiento y tres comidas diarias, más la promesa de pagarle por los resultados de su trabajo.
Tras un año de atarearse sin descanso, se dio cuenta de que el alojamiento y las tres comidas tenían muy mala calidad; la promesa del pago se incumplía casi todos los meses por diversos motivos ajenos a su esfuerzo. Decidió abandonar su relación con el contingente y buscar otro empleo no relacionado con el Estado. Comenzaba su vida de ilegal.
Hacía trabajos de albañilería, y casi todo lo que ganaba se le iba pagando los altísimos alquileres de La Habana; le quedaba solo lo necesario para vivir al día. Así estuvo unos diez años, hasta que al cabo del tiempo conoció a una joven habanera que cautivó su corazón.
Aunque en gran medida había encontrado la solución a sus problemas, no quería dar la errónea impresión de que la relación era basada en algún interés o conveniencia. Con esto, más la vista suspicaz de la suegra encima, pasaron años sin domiciliarse en la capital. Seguía viviendo como ilegal y haciendo trabajos particulares como albañil y plomero.
Pasado este tiempo, ya con dos hijos habaneros y una ventajosa oferta de trabajo, se dispuso a legalizar su situación. Fue entonces que conoció y padeció en toda profundidad los horrores de la burocracia cubana.
Lo primero fue averiguar en la Dirección Municipal de la Vivienda si su futura casa se encontraba en un área especial. Como la respuesta fue afirmativa, debió solicitar un permiso al Ministerio del Interior para que investigaran su trayectoria y la de los residentes en la casa a ver si le permitían integrarse a ese núcleo familiar. También debió solicitar un dictamen de Planificación Física que certificara la cantidad de metros cuadrados de los cuales disponía la vivienda. De ese modo se determinaría si el tamaño de la casa admitía un miembro más en la familia.
Al recibir la aprobación del Ministerio y el dictamen aprobatorio de Planificación Física, debió formular una solicitud de cambio de dirección y para eso tuvo que buscar y presentar un certificado de matrimonio, la propiedad de la casa, y la firma y la presencia física del propietario. Con todo esto se conformó un expediente que se envió para su aprobación a la Asamblea Municipal del Poder Popular. Se le comunicó que se interrogaría a los vecinos para que en el expediente constara la opinión de los más confiables.
Yuniesky está anonadado, pues lo único que pretende es vivir legalmente junto a su esposa e hijos y tener un trabajo honesto con que sustentarlos. No está solicitando el ingreso a un partido político o a una secta religiosa, ni en unirse a algún grupo extremista. No entiende que para eso en Cuba haya que solicitar la opinión de vecinos, la policía y hasta el gobierno. Él no es nazi ni terrorista. Solamente es ‘oriental’.
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