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General: Un 4 de abril del año 1968 asesinan a Martin Luther King Jr.
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De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 04/04/2017 18:46
El día en que mataron a Martin Luther KingGif de estados unidos
Su voz se convirtió en el ejemplo de la dignidad y el valor en la lucha por los derechos civiles. Pero un 4 de abril de 1968, el líder de esa causa en Estados Unidos, Martin Luther King, fue asesinado por James Earl Ray en un hotel de Memphis.
 
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ÉSTA ES SU HISTORIAGif de estados unidos
           POR JULIÁN CASANOVA - EL PAÍS
Era un hombre profundamente religioso que, según le gustaba recordar, creció en una iglesia. Su padre era un predicador, como su bisabuelo, su abuelo, su hermano o el hermano de su padre. Descubrió muy pronto que él, su familia y quienes tenían la piel como ellos, negra como el asfalto, pertenecían a una casta inferior en el orden blanco que les rodeaba. Aprendió a luchar por sus derechos con el arma de la no violencia, y en pocos años se convirtió en la figura simbólica, nacional e internacional, de una revolución protagonizada por los negros del sur de Estados Unidos. Cuando la bala de un rifle le destrozó el cuello en la tarde del 4 de abril de 1968, hace ahora 49 años, Martin Luther King Jr. y su movimiento habían conseguido importantes cambios en las estructuras de poder de la sociedad norteamericana.
 
Todo ocurrió de forma muy rápida, en la década de protestas masivas y de desobediencia civil que precedió a su asesinato. Estados Unidos era entonces la primera potencia militar y económica del mundo, en la que, sin embargo, prevalecía todavía el racismo, una herencia de la esclavitud que esa sociedad tan rica y democrática no había sabido eliminar. Millones de norteamericanos de otras razas diferentes a la blanca se topaban en la vida cotidiana con una aguda discriminación en el trabajo, en la educación, en la política y en la concesión de los derechos legales. Martin Luther King vivió de cerca ese sistema segregacionista en su ciudad natal, Atlanta, en Georgia, donde se dividía a negros y blancos en las escuelas, restaurantes, teatros, autobuses y hasta en las fuentes públicas para beber agua. Fue su madre, Alberta Williams, hija también de un pastor de la Iglesia baptista, quien le enseñó que ese sistema de segregación no era el resultado de un orden natural, sino una condición social querida e impuesta por los hombres blancos.
 
Martin Luther King decidió pronto seguir el camino de su padre. Estudió teología en Boston y en octubre de 1954 se trasladó con su mujer, Coretta Scott, a Montgomery (Alabama), para ocupar su primer trabajo como pastor y predicador de la Iglesia baptista. Montgomery, la antigua capital de la Confederación durante la guerra civil de los años sesenta del siglo XIX, constituía un excelente ejemplo de cómo la vida de los negros estaba gobernada por los arbitrarios caprichos y voluntades del poder blanco. La mayoría de sus 50.000 habitantes negros trabajaban como criados al servicio de la comunidad blanca, compuesta por 70.000 habitantes, y apenas 2.000 de ellos podían ejercer el derecho al voto en las elecciones. Allí, en Montgomery, en esa pequeña ciudad del sur profundo, donde nada parecía moverse, comenzaron a cambiar las cosas el 1 de diciembre de 1955.
 
Ese día por la tarde, Rosa Parks, una costurera de 42 años, cogió el autobús desde el trabajo a casa, se sentó en los asientos reservados por la ley a los blancos y, cuando el conductor le ordenó levantarse para cedérselo a un hombre blanco que estaba de pie, se negó. Dijo no porque, tal y como lo recordaba después Martin Luther King, no aguantaba más humillaciones, y eso es lo que le pedía "su sentido de dignidad y autoestima". Rosa Parks fue detenida y comenzó un boicoteo espontáneo a ese sistema segregacionista que regía en los autobuses de la ciudad. Uno de sus promotores, E. D. Nixon, pidió al joven pastor baptista, casi nuevo en la ciudad, que se uniera a la protesta. Y ése fue el bautismo de Martin Luther King como líder del movimiento de los derechos civiles. Unos días después, en una iglesia abarrotada de gente, King avanzó hacia el púlpito y comenzó "el discurso más decisivo" de su vida. Y les dijo que estaban allí porque eran ciudadanos norteamericanos y amaban la democracia, que la raza negra estaba ya harta "de ser pisoteada por el pie de hierro de la opresión", que estaban dispuestos a luchar y combatir "hasta que la justicia corra como el agua".
 
Los 13 meses que duró el boicoteo alumbraron un nuevo movimiento social. Aunque sus dirigentes fueron predicadores negros y después estudiantes universitarios, su auténtica fuerza surgió de la capacidad de movilizar a decenas de miles de trabajadores negros. Una minoría racial, dominada y casi invisible, lideró un amplio repertorio de protestas -boicoteos, marchas a las cárceles, ocupaciones pacíficas de edificios...- que puso al descubierto la hipocresía del segregacionismo y abrió el camino a una cultura cívica más democrática. La conquista del voto por los negros sería, según percibió desde el principio Martin Luther King, "la llave para la solución completa del problema del sur".
 
Pero la libertad y la dignidad para millones de negros no podían ganarse sin un desafío fundamental a la distribución existente del poder. La estrategia de desobediencia civil no violenta, predicada y puesta en práctica por Martin Luther King hasta su muerte, encontró muchos obstáculos. A John Fitzgerald Kennedy, ganador de las elecciones presidenciales de noviembre de 1960, el reconocimiento de los derechos civiles le creó numerosos problemas con los congresistas blancos del sur y trató por todos los medios de evitar que se convirtiera en el tema dominante de la política nacional. No lo consiguió, porque antes de que fuera asesinado en Dallas (Tejas) el 22 de noviembre de 1963, el movimiento se había extendido a las ciudades más importantes del norte del país y había protagonizado una multitudinaria marcha a Washington en agosto de ese año, la manifestación política más importante de la historia de Estados Unidos.
 
El movimiento por los derechos civiles cosechó en los años siguientes frutos extraordinarios. Bajo el Gobierno del demócrata Lyndon Johnson, sucesor de Kennedy, la Civil Rights Act de julio de 1964, a cuya firma asistió Martin Luther King, prohibió la discriminación en el trabajo por motivos de raza o género, y los trabajadores negros y las mujeres comenzaron a rechazar el tratamiento de segunda clase que se les daba en muchas industrias y servicios. Un año después, una radical modificación del sistema electoral garantizó el derecho al voto de los negros. King se lo había pedido de forma urgente a Johnson, en una reunión que mantuvieron en la Casa Blanca tras obtener el premio Nobel de la Paz de 1964. A finales de esa década, miles de negros habían sido elegidos en el sur como alcaldes, sheriffs o legisladores de los diferentes Estados.
 
No fue todo un camino de rosas. La batalla contra el racismo se llenó de rencores y odios, dejando cientos de muertos y miles de heridos. La violencia racial no era un fenómeno nuevo en la sociedad norteamericana. Pero hasta el final de la II Guerra Mundial, esa violencia había sido protagonizada por grupos de blancos armados que atacaban a los negros y por el Ku Klux Klan, la organización terrorista establecida en el sur precisamente para impedir la concesión de derechos legales a los ciudadanos negros. En los disturbios de los años sesenta, por el contrario, muchos negros respondieron a la discriminación y a la represión policial con asaltos a las propiedades de los blancos, incendios y saqueos. Las versiones oficiales y muchos periódicos culparon de la violencia y de los derramamientos de sangre a pequeños grupos de agitadores radicales, aunque posteriores investigaciones revelaron que la mayoría de las víctimas fueron negros que murieron por los disparos de las fuerzas gubernamentales.
 
Con tanta violencia, la estrategia pacífica de Martin Luther King parecía tambalearse. Y frente a ella surgieron nuevos dirigentes negros con visiones alternativas. El más carismático fue un hombre llamado Malcolm X, que había visto de niño cómo el Ku Klux Klan incendiaba su casa y mataba a su padre, un predicador baptista, y que se había convertido al islamismo después de una larga estancia en prisión. Criticó el movimiento a favor de los derechos civiles, despreció la estrategia de la no violencia y sostuvo una agria disputa con Martin Luther King, al que llamó "traidor al pueblo negro". King deploró su "oratoria demagógica" y dijo estar convencido de que era ese racismo tan enfermo y profundo el que alimentaba figuras como Malcolm X. Y cuando éste fue asesinado en Harlem, en Nueva York, el 21 de febrero de 1965, por uno de sus antiguos seguidores, en un momento en el que estaba rompiendo con los dirigentes más radicales de su movimiento, King recordó de nuevo que "la violencia y el odio sólo engendran violencia y odio".
 
Algo no funcionaba, sin embargo, en aquel capitalismo que generaba profundas desigualdades económicas y el discurso de Martin Luther King se endureció, incorporó explícitas apelaciones a la lucha de clases y pidió una radical redistribución del poder, una "justicia compensatoria" para rectificar las consecuencias sobre la población negra de generaciones de exclusión y desposeimiento. El eco de su voz traspasó las fronteras del sur y los barrios negros, para sonar con fuerza entre los hispanos, los blancos pobres, todos los marginados y olvidados de la sociedad norteamericana. Desde la primavera de 1967, ese compromiso a favor de la causa de los pobres coincidió, además, con un enérgico rechazo a la guerra de Vietnam, a la brutalidad de una contienda que llamaba a los negros a sacrificarse por una democracia que ellos "nunca habían experimentado".
 
Para muchos de sus antiguos aliados liberales, Martin Luther King ya no era sólo el defensor de los derechos civiles, sino un peligroso subversivo. King lo percibió, admitió ante los periodistas que en "una revolución social no siempre se puede retener el apoyo de los moderados", que "las clases privilegiadas nunca abandonan sus privilegios sin una fuerte resistencia". Y comenzó a mostrarse triste, abandonado, a temer una reacción derechista, a sentir miedo a la muerte, él que había sufrido la cárcel, varios atentados fallidos, incontables humillaciones.
 
El miércoles 3 de abril de 1968 llegó a Memphis (Tennessee) para apoyar una huelga de basureros negros. Esa misma noche, en el que sería su último discurso, les dijo que conseguirían "la Tierra Prometida". Al día siguiente, por la tarde, en el balcón de su habitación del hotel Loraine, un solo disparo acabó con su vida. Tenía 39 años. El asesino, un hombre blanco que se había escapado de la prisión, se llamaba James Earl Ray. Cuando se conoció su muerte, la rabia y la violencia se propagaron en forma de disturbios por más de un centenar de ciudades, el final amargo de una era de sueños y esperanzas. Lo dijo su padre, el predicador baptista que le había inculcado los valores de la dignidad y de la justicia: "Fue el odio en esta tierra el que me quitó a mi hijo". -
 
ACERCA EL AUTOR:
Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, España.
Este articulo apareció en la Edición impresa   del Domingo, 30 de marzo de 2008.
 
                    FUENTE EL PAÍS
   Nunca olviden que todo lo que         
 Hitler hizo en Alemania era legal         
Martin Luther King, Jr.           


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 04/04/2017 18:58
El chantaje oculto del FBI al «adúltero» Martin Luther King:
«Sus orgías sexuales han quedado grabadas»El 4 de abril de 1968, el activista por los derechos de los negros murió tras recibir dos disparos. Su asesino fue capturado, pero a día de hoy algunas teorías afirman que su muerte fue organizada por la agencia de inteligencia de los EEUU.
  
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     Martin Luther King, el activista que cambió Estados Unidos
           POR MANUEL P. VILLATORO 
«Urgente: noticias que se reciben de Memphis ... indican que el doctor Martín Lutero King, Premio Nobel de la Paz, ha muerto a consecuencia de un tiro que recibió en la cabeza, en el motel donde se alojaba». Con estas escuetas palabras informó el 5 de abril (una jornada después de que se sucedieran los terribles hechos) del asesinato del hombre que cambió Estados Unidos: Martin Luther King. Un activista que combatió y protestó -entre otras cosas- contra la segregación de los afroamericanos y la Guerra de Vietnam. Dos meses después, la policía capturó al tirador, un tal James Earl Ray, que fue condenado a nada menos que 99 años de prisión.
 
Para muchos, con esta detención se puso punto y final al crimen. Con el culpable entre rejas, el caso quedaba cerrado y se le podía dar carpetazo. Sin embargo, a día de hoy existen multitud de teorías alternativas que hablan de que una mano oculta orquestó (entre bambalinas) el asesinato de Martin Luther King. Las más destacadas, incluso, afirman que esos arquitectos habrían sido los altos cargos del FBI.
 
Esta posibilidad cobró importancia en 2014, año en que salió a la luz una carta en la que la agencia demostraba su odio hacia el activista y le avisaba de que había grabado una serie de relaciones sexuales extramatrimoniales que había mantenido de forma oculta.
 
El asesinato
El asesinato de Martín Luther King se sucedió en 1968, año en que el líder popular se encontraba inmerso (tal y como afirma Felipe Gómez Isa en su obra «El derecho a la memoria») en una feroz campaña contra la Guerra de Vietnam y andaba criticando de forma severa «el empobrecimiento que traía consigo dicho conflicto a los sectores más marginales de la población de los Estados Unido, en su mayoría compuesto por negros norteamericanos». Algo, como podemos imaginar, nada agradable para el gobierno. De hecho, antes de dejar este mundo, nuestro protagonista estaba organizando una gigantesca marcha de población pobre sobre Washington que, finalmente, fue desconvocada tras su muerte.
 
Tal y como señala el afamado autor Kris Hollington en su obra «Como se hace un crimen de Estado», en esos menesteres andaba Martin Luther King cuando se trasladó hasta Memphis con el objetivo de apoyar una huelga convocada por basureros.

En dicha región, el doctor lideró varias manifestaciones pacíficas en apoyo de los trabajadores. Todas ellas, acompañadas de múltiples discursos. Y es que, si por algo destacaba este personaje, era por su capacidad de oratoria. El 3 de marzo, casi de forma premonitoria, Luther King hizo referencia durante una disertación ante 2.000 personas a las continuas amenazas que recibía. «Se nos presentan algunos días difíciles, pero eso ahora no importa. [...] Como a cualquiera, me gustaría vivir mucho tiempo.  Sin embargo, eso no es lo que me interesa ahora», afirmó. Nadie podía discernir entonces lo que estaba a punto de ocurrir.
  
El día 4 se sucedió la catástrofe. Tal y como se recoge en la obra «La lucha contra la segregación», en la tarde de aquella jornada Martin Luther King se encontraba en el balcón de su hotel charlando tranquilamente con los reverendos Jackson y Young (que le esperaban en la calle) cuando se escucharon «varios disparos».
 
Acto seguido, este símbolo de la lucha en favor de los afroamericanos cayó de espaldas con una bala incrustada entre el cuello y la mandíbula. Así se sucedió el hecho según publicó el diario ABC el día 5: «Informa la policía de que Martin Lutero King estaba en el balcón del segundo piso del motel cuando se disparó sobre él, al parecer, desde un edificio ubicado frente al lugar».
 
El activista fue llevado inmediatamente hasta el Hospital de Saint Joseph. «En el hospital informaron que King estaba en estado grave. La Policía cerró inmediatamente la zona, prohibiendo el acceso al lugar del suceso, incluso a los periodistas», completaba ABC. Por desgracia, no se pudo hacer nada por él y, una hora más tarde, se certificó que había dejado este mundo.
 
Las dos teorías y las orgías
Dos meses después (tiempo en el que se vivieron unas revueltas considerables en Estados Unidos), la policía informó de que había capturado en Londres al asesino de Martin Luther King. Según se afirmó, el culpable era un tal James Earl Rey. Un sujeto de mediana edad, «bien vestido» en el momento del atentado, y con acento sureño.
 
Según estableció la investigación, perpetró el asesinato de la siguiente guisa: arribó a la pensión Bessie Brower (a unos 70 metros del motel en el que se alojaba el activista), apoyó su fusil del calibre 30 en la ventana del baño de su habitación, y esperó pacientemente para hacer los disparos fatales. Una vez que terminó su cruel tarea, se marchó en un vehículo aparcado en las cercanías.
 
«No le costó a la policía encontrar [al culpable]. El asesino había dejado dos huellas dactilares en el rifle, y otra más en una radio que guardaba desde sus tiempos en prisión», añade Hollington.
 
El asesino, según se determinó, era un extremista con problemas psicológicos. Con todo, las autoridades no le pudieron negar su capacidad para salir por piernas del lugar del atentado. Y es que, después de los disparos, logró llegar primero hasta Toronto (donde se cambió el nombre y obtuvo un pasaporte falso) y, desde allí, partir hasta Londres.
 
Finalmente, se trasladó hasta Portugal mientras era perseguido por el FBI. Al final, tras una extensa carrera por medio mundo, el tirador fue cazado mientras trataba de viajar a Bruselas. Entonces llevaba encima una pistola y múltiples documentos falsos. De hecho, fue necesario tomarle las huellas para desvelar su verdadera identidad.
 
En el posterior juicio, James Earl Rey se declaró culpable para evitar la pena de muerte y fue condenado a 99 años. Sin embargo, los amantes de la conspiración afirman que en el asesinato pudo estar involucrado el FBI.
 
En palabras de Hollington, esta teoría cobró importancia en los 70, el año en que se desveló la existencia de un programa de contrainteligencia elaborado por esta agencia en el que figuraba el activista. «El poderoso jefe del FBI, J. Edgar Hoover, se moría por arruinar a King e hizo todo lo posible por debilitar la autoridad del líder. La vigilancia del FBI se metió en todos los aspectos de la vida pública y privada de King. Se intervinieron, por lo menos, los teléfonos de 15 hoteles en los que se había alojado. Instituciones y líderes religiosos estuvieron influenciados por la astuta maquinaria anti King del FBI», añade el experto.
 
Lo cierto es que, colaborara o no en el atentado, el FBI sí dirigió una campaña de acoso y difamación total contra Luther King por sus ideas contrarias a la Guerra de Vietnam y (según falsas teorías extendidas) porque se habría reunido con varios grupos extremistas para tratar de fomentar la violencia. Por si fuera poco, los amantes de la conspiración también afirman que el asesino solo pudo obtener los documentos de identificación canadienses con la ayuda del gobierno de los Estados Unidos.
 
Un ejemplo de la campaña de acoso que sufrió Martín Luther King por parte del FBI pudo verse en 2014. Un año en el que salió a la luz (de manos del diario «The New York Times») una carta en la que la agencia de inteligencia cargaba contra el activista.
 
En la misiva, fechada en 1964, la organización (de manos del lugarteniente de Hoover) chantajeaba a nuestro protagonista con desvelar sus aventuras sexuales. «Escuche, repugnante animal antinatural. Todos sus actos adúlteros, sus orgías sexuales, han quedado registrados». A su vez, el papel se acompañaba de una cinta en la que se podían escuchar conversaciones adúlteras de Luther King. Pero no solo eso, sino que las autoridades también le invitaban a suicidarse mediante el siguiente mensaje: «Ya sabes lo que tienes que hacer. No se puede creer en Dos y actuar como lo haces».
 
  
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Fuente ABC.es


 
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