¿Sexo ocasional o compromiso? ¿Relación de pareja o soltería?
¿Prefiere la mujer cubana el romance o los encuentros casuales?
Ana León | La Habana | Cubanet
A finales de marzo un grupo de siete amigas se reunió en la conocida Fábrica de Arte Cubano para una girls night. Probablemente no eligieron el sitio adecuado, o tal vez no tuvieron suerte, pero lo cierto es que, una vez terminada la velada, aquellas jóvenes atractivas, inteligentes, simpáticas y con un promedio de edad de 30 años, se fueron a casa sin haber conseguido, al menos, el número de algún pretendiente.
“Éramos siete, y no pescamos ni catarro”, comentó a CubaNet Aylín, de 32 años, pasmada ante lo difícil que resulta hoy encontrar un hombre con el cual entablar una conversación. Su preocupación se añade a otros indicadores de lo mucho que han cambiado las relaciones de pareja en Cuba.
Cada vez hay más grupos de mujeres solas en contextos diversos; sea en un bar, una discoteca, un concierto o el muro del malecón. Podría pensarse que ello responde a la tendencia global de prolongar el estatus de soltería y evadir cualquier compromiso que atente contra la autodeterminación femenina. Sin dudas, tal aspiración constituye un factor importante, pero al menos en el caso de Cuba, influyen otras condicionantes.
La situación económica del país ha provocado que un número considerable de jóvenes de ambos sexos sitúe el horizonte de su realización profesional y personal fuera de lo límites geográficos. El mero proyecto de abandonar la Isla es un obstáculo a la hora de establecer lazos emocionales con otra persona, pues siendo la emigración una prioridad, los aspirantes consideran como un lastre cualquier relación amorosa de carácter estable.
Sin embargo, más allá del factor migratorio, el viraje en la dinámica de las relaciones de pareja en Cuba está marcado por condicionantes sociales que han permanecido inalterables durante casi 60 años. El bajísimo poder adquisitivo del cubano promedio, sumado a la compleja situación de la vivienda, puede ubicarse como el primero de los componentes que afectan la estabilidad de las relaciones.
Los jóvenes quieren independencia real, tener su casa y un trabajo bien remunerado que les permita al menos plantearse la posibilidad de buscar el compromiso y formar una familia. Si esas condiciones elementales no existen, es comprensible que los noviazgos duren poco, o que muchas relaciones no superen la etapa del flirt y el sexo ocasional.
Elizabeth, de 33 años, opina que en Cuba “es relativamente sencillo alquilar una habitación para tener sexo durante algunas horas; pero es imposible rentar un apartamento para mudarte con tu pareja e intentar hacer vida en común”. Ahora mismo el alquiler más barato en La Habana cuesta 60 CUC —tres veces el salario promedio mensual— y la modalidad de rentar para ciudadanos cubanos durante largos períodos de tiempo casi ha desaparecido, pues es mucho más redituable el negocio de arrendar para los turistas.
La imposibilidad de carenar en un espacio propio, los bajos salarios y la instauración de una cultura hedonista que lacera la imagen de la mujer y potencia el “tener” por encima del “ser”, han influido en la vulgarización de la sexualidad, acentuando la promiscuidad entre los jóvenes y la modificación de sus expectativas.
La intensa búsqueda de un estatus económico ha provocado el aumento de la prostitución en los más diversos ambientes nocturnos habaneros. El público que acude a Fábrica de Arte Cubano está básicamente compuesto por adolescentes y extranjeros; un contexto propicio para que no pocas jóvenes universitarias ejerzan el meretricio solapadamente, pero no para “ligar” en el sentido más sencillo del término.
“Probablemente no era el lugar apropiado para intentar conseguir pareja, aunque fuera ocasional —explica Victoria, de 29 años—; pero ¿dónde me voy a meter con un salario de 400 pesos (16 CUC) mensuales?”. Al público que abarrota la FAC se contrapone el ambiente de las discotecas habaneras, donde predomina el irrespeto por las féminas y la convicción —asumida por la mayoría de los hombres— de que aceptarles un par de tragos implica sexo.
La actitud directa de los hombres conecta con la nueva variante cubana del feminismo, que va dando timonazos entre alardes de liberación y la inalterable costumbre de que el “caballero” pague por todo.
El mantra popularizado por la Srta. Dayana: “yo no doy explicaciones, yo me voy pa’ donde quiera… yo soy soltera”, se ha convertido en la descripción más acertada de la manera en que muchas jóvenes cubanas asumen la relación amorosa-sexual. Pero como el feminismo en estos casos no pasa de ser un berrinche hormonal, el verdadero rol dominante se descubre en el segundo estribillo de la canción: “hoy vamo’ a hacer lo que tú quieras”.
Aunque un número creciente de personas de ambos sexos se siente identificado con esta forma de encarar la relación de pareja, una minoría —en la cual se incluyen las siete solteras que dieron motivo a este artículo— es incapaz, por sus principios, de comulgar con ella. Feministas en esencia, valoran por encima de todo el derecho de la mujer a su autonomía, a disfrutar la vida tanto como sea posible y a gozar del sexo ocasional sin atavismos de ninguna índole.
Pero ello no significa que estén dispuestas a renunciar al romance, el amor, la compenetración y —tal vez, no es una prioridad— los hijos. Contra sus aspiraciones conspiran el trauma irreparable del exilio; la estupidez e insensibilidad que caracterizan a muchos hombres menores de 40 años; y la situación económica que amenaza cualquier tentativa de compromiso.
Ana León; Licenciada en Historia del Arte