Por Janm Martínes Ahrens | Washington | El País
Todos participaron en el engaño. Los almirantes, el secretario de Defensa y hasta el presidente. La Administración Trump ha pasado hoy uno de los momentos más bochornosos de sus 89 días de vida, al descubrirse que la disuasoria flota nuclear que supuestamente se dirigía a la Península de Corea para mostrar los dientes al régimen de Pyongyang, nunca tomó esa dirección, sino que navegó en la contraria. El esperpento, que se ha mantenido durante 10 días sin rectificación y ha sido finalmente destapado por los medios chinos y estadounidenses, enloda la credibilidad de la cúpula militar, incluido el secretario de Defensa, Jim Mattis, y pone en duda el rigor de su estrategia en uno de los conflictos más volátiles y delicados del planeta.
La orden era clara. El almirante Harry Harris anunció que el portaviones nuclear Carl Vinson y su poderoso grupo de combate, con 6.000 soldados y más de 60 aeronaves, se dirigían desde Singapur hacia Corea. Era el 8 de abril y dos días antes Estados Unidos había bombardeado al régimen sirio. Pletóricos por el ataque a las tropas de El Asad, los militares explicaron que el despliegue naval tenía como objetivo responder a Corea del Norte, cuya carrera “temeraria, irresponsable y desestabilizadora” para lograr un misil intercontinental con capacidad atómica le había convertido en el “peligro número uno de la región”. El 11 de abril, el antiguo teniente general Mattis confirmó públicamente la misión, y al día siguiente el propio presidente insistió en que se había “enviado a una poderosa armada”. La posibilidad de un ataque preventivo se agigantó.
El mundo empezó a temblar. La escalada era evidente. Las armas estaban sobre la mesa. Y la flota estadounidense se encaminaba a Corea del Norte justo antes del 15 de abril, la fecha en que se iba a conmemorar con un gigantesco desfile militar el 105 aniversario del nacimiento del fundador del régimen, Kim Il-sung.
Todo cuadraba. Excepto un detalle. El portaaviones se hallaba en aquel momento a 5.600 kilómetros de la Península de Corea y navegaba en dirección contraria, concretamente hacia el Índico. Su objetivo: participar en unas maniobras conjuntas con la marina australiana.
Pese a la tensión y las quejas internacionales, incluidas las alertas chinas, nada dijo el Gobierno de Estados Unidos. Y nada se habría sabido, si no fuera porque la propia Armada hizo públicas este lunes una serie de fotografías tomadas el día anterior del barco cruzando el Estrecho de la Sonda, entre Java y Sumatra. A más de 5.000 kilómetros de su teórico destino. El escándalo saltó en pocas horas. Desde Pekín hasta Washington.
Ahora, algunas fuentes militares han explicado que no se corrigió a tiempo el itinerario de la flota, prefijado para las maniobras conjuntas, pero que estaba previsto navegar después hacia el destino coreano. Otras han indicado que se quiso dar tiempo a China para que presionara a Pyongyang y se decidió no suspender los ejercicios con Australia. En cualquier caso, el portaaviones, esta vez sí, se dirige hacia la Península de Corea. Llegará a su destino la semana próxima. Supuestamente.