Vestirse en Cuba con ropa usada es un lujo
Además del diario dilema que enfrenta el cubano para poder comer,
encontrar prendas de vestir de buena calidad a un módico precio resulta casi imposible
Por Iván García - La Habana -
Los cajones plásticos con prendas de vestir para hombres y mujeres desprende el habitual tufillo de las cosas guardadas durante mucho tiempo. Estamos en una tienda estatal de ropa reciclada en la concurrida Calzada de Monte, una arteria de comercios estatales, cafetines privados y personas que venden clandestinamente pacotilla facturada en China.
Al final del establecimiento, diseminados por el piso, tres cajones plásticos de ropa reciclada y en varios percheros, escoltados por dos espejos rajados con el borde negruzco, cuelgan pantalones y camisas.
El calor dentro del local es terrible. A las empleadas les corre gotas de sudor por el rostro e intentan aliviar la canícula abanicándose con portadas de revistas viejas y trozos de cartones.
Una camisa con el cuello sucio y sin etiqueta, cuesta 80 pesos (casi 4 dólares). A esos mercadillos o pulgueros por moneda nacional es donde compran las personas de bajos ingresos, que trabajan para el Estado o no reciben remesas familiares.
“Todas esas piezas recicladas son importadas. Están sucias por el trasiego de los clientes. Son prendas de vestir que personas de otros países venden o regalan a tiendas de segunda mano. Este lote llegó de Canadá. Hubo ropa de mayor prestancia, pero ya se vendió. Lo que queda es lo que nadie quiere”, asegura la administradora.
Yamil, 34 años, custodio en una escuela primaria, suele adquirir ropa reciclada. “Mi salario de 300 pesos -equivalente a 13 dólares- no da para más. Quisiera vestir a la moda, pero las opciones que tengo es comprar ropa de uso, de vez en cuando un amigo me regala un pantalón o una camisa y cuando un pariente en la yuma me envía pacotillas, se la doy a mis hijos”.
El gran problema de Cuba es llevar comida a la mesa cada día. Desayunar, almorzar y comer no está al alcance de todos. Asegurar una alimentación de regular calidad consume el 80 % de la entrada de dinero de cualquier núcleo familiar. A veces más. Incluso con dinero suficiente no siempre se encuentran los alimentos que usted desea o necesita.
Vestir a los hijos es un dolor de cabeza. Los ancianos, grandes perdedores de las tibias reformas económicas del gobierno de Raúl Castro, también se las ven negras. Pregúntenle a Eusebio, octogenario jubilado que vende periódicos en la Calzada del Cerro.
“Menos mal que aquí casi nunca hace frío, si no una pila de viejos quedaríamos tiesos. La mayoría de nosotros vestimos con ropa que tiene veinte años o más de uso. Se salvan los que tienen familia afuera, sus hijos son pinchos o gerentes de empresas extranjeras. Pero el resto, a llorar que se perdió el tete. Lo peor es cuando se rompen los zapatos. Yo uso el calzado que me regalan clientes a quienes les llevo el periódico a su casa. De otra manera, andaría en chancletas”, afirma Eusebio.
Con un salario promedio de 26 dólares, según estadísticas del régimen, es imposible cubrir los gastos para adquirir prendas de vestir. Las familias con niños que no reciben remesas tienen que hacer milagros, sobre todo si tienen más de un hijo.
“Comprarle ropa y zapatos al chama es una pesadilla. La sociedad se ha dividido entre aquellos que tienen posibilidades y los que no. En las escuelas, los alumnos de padres pudientes llevan zapatillas de marca y el resto asiste con calzado de baja calidad. Entonces los muchachos se burlan de ellos. A los tenis que le compré a mi hijo le dicen ‘chupa meao’. Trato de alentarlo y decirle que estudie mucho para que pueda graduarse de una carrera. Él me responde, ‘papá, aquí los profesionales viven peor que los que trabajan en un agromercado’. Es un drama”, cuenta Daniel, ingeniero civil.
En Cuba existen mercados de distintos niveles dedicados al expendio de ropa. Los que venden en pesos (cup), la moneda nacional, por lo regular ofertan prendas de regular o mala calidad. La mayoría vende en pesos convertibles (cuc), la divisa que circula en Cuba, y permite adquirir productos de mayor calidad con gravámenes del 240%.
TRD Caribe, una de las cadenas de GAESA, junta militar que controla el 80 % de la economía nacional, ofrece prendas de vestir compradas al bulto en almacenes mayoristas de la zona de Colón en el Canal de Panamá o ropa barata adquirida en China.
Sus precios son abusivos. Un jean o vaquero sin demasiada calidad fluctúa entre 20 y 30 cuc. “La ropa y calzado que venden en las TRD es malísima. Pacotilla de quinta categoría que ofertan como si fuera de primera calidad”, dice una señora que registra en un cajón con chancletas de goma, en una tienda de la Avenida Acosta, municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana.
En la cadena Palco y las boutiques de renombre, enclavadas en hoteles o centros comerciales, se pueden adquirir prendas de vestir de mayor calidad. Pero sus precios rozan las nubes.
En la tienda del hotel Saratoga, donde recientemente estuvo alojado el Rey de Marruecos, unas zapatillas deportivas Converse cuestan el equivalente a $90 dólares y un vaquero GAP más de $120.
“Solo los músicos, las jineteras, los dueños de negocios privados exitosos o los que reciben buena cantidad de dinero del extranjero pueden comprar en esas boutiques. El resto que se joda”, apunta Luisa, empleada bancaria.
En el centro comercial del hotel Comodoro, al oeste de la ciudad, en la boutique de la firma Mango, regentada por la esposa de un hijo del fallecido autócrata Fidel Castro, un short de mezclilla puede llegar a costar $80 dólares.
El mercado clandestino es el más socorrido por los cubanos para intentar vestirse a la moda. “La mayoría de la gente compra pacotillas a particulares, con mayor surtido y mejores precios que los del Estado. Además, te dan la posibilidad de comprar a plazos”, acota Sheila, estudiante de preuniversitario.
Las tiendas privadas de ropa fueron prohibidas por el gobierno a fines de 2013. Pero como casi todos los negocios por cuenta propia, hay una puerta giratoria entre lo legal y lo clandestino que funciona como un reloj suizo.
Miles de personas, residan en la Isla o en el exterior, se dedican al trasiego de prendas de vestir. Las suelen comprar en Panamá, Perú o Rusia. En algunos casos se vende por catálogo. Pero ya sea comprando en comercios estatales o privados, vestirse en Cuba representa un gasto que supera por cinco el salario promedio mensual.
Si usted le pregunta a un cubano que desea como regalo le propondrá una de estas tres opciones: un teléfono inteligente, un par de zapatos cómodos o ayudarme a salir del país.
Iván García
Elegante y bella modelo cubana con ropa de Versace
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