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General: ¿Qué tiene que decir un exmarine sobre su viaje a Cuba?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 25/04/2017 19:59
SEAL.jpg (580×400) 
                                                                                                                                                                                                                                               Foto El Nuevo Herald 
¿Qué tiene que decir un ex Marine sobre su viaje a Cuba? Solo alardes y basura
           Brandon Webb, ex miembro del cuerpo de élite de la marina estadounidense, SEALs, en la portada de ‘Soldier of Fortune’ en el 2012
          Fabiola Santiago - El Nuevo Herald
Lo primero que Brandon Webb muestra como credencial para escribir una guía de viajes a Cuba es el hecho de que fue miembro de los SEALs, el cuerpo élite de la Marina norteamericana. Mordí el anzuelo con altas expectativas, imaginando todas las posibilidades de intercambios cuando los cubanos de la calle se encontraran con un francotirador estadounidense que estuvo en Irak y Afganistán.

Pero para Webb, su servicio defendiendo valores democráticos es sólo cuestión de mercadeo y manipulación. Después de que su libro Entre héroes fuera publicado en el 2015, por ejemplo, algunos de sus antiguos compañeros y socios de negocios alegaron que había exagerado su experiencia de combate y su asociación con los soldados caídos sobre los que escribió.

Su viaje a Cuba es descrito como un retozo para hacer alarde de su riqueza y privilegios como estadounidense blanco.

Afirma que su entrenamiento como SEAL le da la habilidad especial de “mezclarse” y “simplificar” la tarea de conocer La Habana y su gente mientras va tras la fantasía de perseguir a una chica, inspirada nada más ni nada menos que por el presidente Donald Trump.

“He querido visitar antes de que la masiva invasión de blancos regordetes estadounidenses del Medio Oeste de la generación de la posguerra arruinaran la imagen perfecta de La Habana que había construido en mi cabeza”, escribió Webb en la revista Men’s Journal. “Además, como cualquier varón de sangre caliente, tenía visiones en que rescataba a una bella chica ruso-cubana con ojos verdes y un acento sensual. Se la arrebataría a la fracasada mezcla de socialismo administrado por el comunismo de Cuba y la traería de vuelta a la ciudad, prueba para todos mis amigos de que salir con mujeres extranjeras es realmente la clave para la felicidad de los hombres estadounidenses. Si le funciona a Trump, qué demonios, valía la pena hacer la prueba”.

Aguanten el vómito. Se pone peor.

La segunda cosa que Webb pregona es que viajó a La Habana con suficiente dinero y se dio la gran vida. Comió bien, fumó y bebió hasta hartarse y se quedó en un hotel de $400 la noche. Usó un reloj Panerai negro de $10,000, el que prefiere “cuando voy al Tercer Mundo”, en lugar de su Rolex que “se destaca como las bolas de un perro”.

Aún así trató de gastar lo menos que pudo cuando trataba con la gente del pueblo, cuyo salario mensual sobreestimó por varios cientos de dólares al señalar en el artículo que el “salario promedio” de los cubanos es de $500 al mes. No, es de unos $25, el costo de la langosta a la parrilla y las dos cervezas que Webb tanto disfrutó, una comida que los hogares cubanos no han visto en décadas.

Webb y su superficial artículo “Un SEAL en Castrolandia” le dan nuevo significado al término “ugly American”, ese que avergüenza a su país cuando viaja al extranjero. Podría ser menospreciado fácilmente como un mal escritor cuyo artículo fue publicano en una revista superficial. Pero también ilustra perfectamente los límites de la política de acercamiento. Como es el caso del aislamiento, está política no es una cura milagrosa para los males de Cuba. Los viajeros tienen su propia agenda. Algunos traen su ignorancia a la Disneylandia comunista en lugar de afectar a los cubanos de una manera positiva.

En entrevistas que hice recientemente con estadounidenses que viajaron a Cuba, emergió un patrón de oportunidades perdidas de genuinos intercambios, incluso de estadounidenses educados e interesados.

Una candidata a un doctorado, por ejemplo, narró una fascinante conversación sobre política estadounidense que tuvo con los cubanos dueños de la casa donde alquiló un cuarto. Pero cuando sus interlocutores señalaron las fallas de la democracia estadounidense, poniendo ejemplos que habían escuchado en las noticias, no aprovechó la oportunidad para explicar el sistema de controles y equilibrios o el papel del debido proceso judicial para hacer frente a los conflictos y las injusticias.

“No les digo a las personas lo que deben pensar”, me dijo.

Pero el punto del acercamiento es el intercambio de puntos de vista, no el permanecer en silencio. Uno puede explicar aspectos cruciales de la democracia y permanecer respetuoso. Una cosa no excluye a la otra. No quiero menospreciar los éxitos del acercamiento, pero los cuentos que he escuchado se quedaron cortos en cuanto a interacciones significativas.

Los estadounidenses como Webb también olvidan que no pueden ser simplemente turistas en Cuba. Los intereses vanos, como ir tras una chica, no caen dentro de ninguna de la 12 categorías de viaje permitidas por el gobierno de Estados Unidos.

Como era de esperarse, Webb no consiguió a su chica y no aprendió nada valioso, más allá de que “ningún hombre de verdad deja pasar un buen tabaco cubano” y que, ¡oh! Cuba podría ser “un gran lugar para una despedida de soltero”, pero ¡hay que negociar buenas tarifas y llegar allá rápido antes de que todo cambie!

Hay, sin embargo, al menos una cosa por la que estar agradecidos.

Si no fuera por esta ostentación pública de estupidez de Brandon Webb, no hubiéramos tenido acceso al punto de vista del bufón sobre los viajes a Cuba. Y ¿quién sabe? Podría ayudar a su ídolo, el presidente Trump, a formular su nueva política hacia Cuba.
 
SEAL (640×843)
 
 
Fuente  El Nuevo Herald     


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