El socialismo, el opio de los intelectualoides
Por José Azel - El Nuevo Herald
Karl Marx caracterizó la religión como “el opio de los pueblos”. Pero una mejor descripción del efecto alucinógeno es el rechazo de los intelectualoides a reconocer los crímenes y fracasos del socialismo.
Los hechos son incuestionables. El libro negro del comunismo ofrece un estimado conservador de 100 millones de personas inocentes asesinadas por los socialistas marxistas en el siglo 20. Los autores investigaron la China del “Gran Timonel”, Corea de Kim Il Sung, Vietnam bajo “Tío Ho”, Cuba con Castro, Etiopía con Mengistu, Angola bajo Neto y Afganistán con Najibullah. También documentan crímenes contra la cultura nacional y universal, desde la destrucción por Stalin de cientos de iglesias en Moscú, o Ceausescu desmoliendo el corazón histórico de Bucarest, hasta la devastación en gran escala de la cultura china por los Guardias Rojos de Mao.
Todo para implementar teorías económicas de planificación centralizada que han demostrado ser muy inferiores a las capacidades de generación de riquezas de las economías de libre mercado y que llevan, según el título del libro de F. A. Hayek, al inevitable Camino de servidumbre.
Además, a pesar de los horrorosos crímenes de la historia comunista, los intelectualoides continúan defendiendo en círculos académicos y sociales al socialismo marxista como la forma más moral de gobierno, y condenan al capitalismo como nefasto. Y no es que las atrocidades de la práctica comunista fueran la excepción de la regla o el resultado de alguna implementación errónea de la teoría socialista. Las monstruosidades son fundamentales en la moral marxista.
Como señala Andrew Bernstein en su artículo El holocausto socialista y los que lo niegan, la teoría marxista es una de lucha de clases, donde los grupos económicos son considerados unidades de valoración moral. “No tenemos compasión”, dijo Marx. “Cuando nuestro momento llegue, no nos excusaremos por el terror”.
Mientras la teoría capitalista rechaza el uso de la fuerza y sostiene que las personas tienen derechos inalienables que el gobierno debe proteger, el socialismo mantiene que el uso gubernamental de la fuerza compulsiva se justifica para redistribuir riqueza y fomentar justicia social.
Para los marxistas el imperativo moral es que la clase obrera se rebele contra los propietarios, independientemente de la brutalidad de los métodos. Desde la perspectiva materialista marxista las personas no poseen derechos y su único valor es como instrumentos de la causa. Este fue el tipo de moral comunista utilizado por el Khmer Rojo en Cambodia para asesinar a más de dos millones de civiles, y por los soviéticos para asesinar a más de 20 millones. En palabras de Lenin: “Cuando nos reprochan por crueldad, nos preocupa cómo el pueblo puede olvidar el marxismo más elemental”.
No es solamente, como destaca el profesor Bernstein, que los socialistas marxistas sean los más prodigiosos asesinos masivos de la historia: “Son asesinos en masa en base a sus principios morales”.
Cuando los intelectualoides son confrontados con estas experiencias ofrecen, con tendencia incurable, un atormentado esfuerzo de apología donde la culpa no reside en el socialismo sino en quienes se le oponen. Consideran virtuoso el principio comunista de que las personas no tienen derecho sobre sus propias vidas, y que deben vivir al servicio del Estado. Y proclaman como maligno el principio capitalista de que las personas tienen derechos inalienables que el Estado debe proteger.
Los intelectualoides omiten las atrocidades comunistas o buscan justificarlas con un fárrago de desinformación. Una de sus tácticas favoritas es desviar la atención hacia episodios de la historia norteamericana donde no conseguimos vivir de acuerdo a nuestros valores y nos involucramos en la esclavitud, prácticas discriminatorias y otras injusticias. Pero existe una diferencia fundamental. Los horripilantes crímenes del comunismo son fundamentales en la moral marxista y, de hecho, exigidos por ella. “Dado su imperativo explícito de aniquilar las clases enemigas, los socialistas perpetran atrocidades y asesinatos como forma inalterable de promulgar sus principios fundamentales”.
En contraste, los crímenes morales del capitalismo norteamericano ocurren cuando violamos nuestros principios del derecho de cada persona a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
El comunismo no puede evitar su brutalidad sin repudiar el marxismo y la lucha de clases. El capitalismo puede corregir sus injusticias no cambiando sus principios, sino guiándose por ellos consistentemente.
José Azel -
Investigador Senior en ICCAS de UM, y autor del libro Mañana in Cuba.