Policía de civil pistola en mano, en Centro Habana
El biotipo Eliancito rompe cráneos en Centro Habana
El biotipo Eliancito, con maricona al hombro y pistola oculta, recorre las calles de Centro Habana, recién llegado de una misión en Venezuela, donde estuvo destacado durante la semana más caliente de las protestas: su oficio es partir cabezas, disparar sin ser visto. Su maricona contiene una lata de aerosol de pimienta, una cabilla, un peinecito y una fuca. Aprendió a matar, confundido entre los manifestantes.
Su modelo es el Fidel Castro del Bogotazo, el Fidel del 48. Formar el caos es su religión. Partirle las patas a la disidencia es su destino. Es un karateca y un cobarde. Aún en posición ventajosa, enfrentado a un grupúsculo de amas de casa y panaderos ambulantes, recula.
La monada patrullera también da marcha atrás. Tienen miedo, y se les nota. Saben bien lo que se avecina: la guerra total, donde llevan la de perder. Un día los esbirros amanecerán colgados de los postes. Ya ha pasado antes en Cuba. Ya sus carotas circulan por las redes, son jetas de Facebook. Ni la superioridad numérica consigue infundirles valor, porque hay que ser muy canalla para partirle una porra en la cabeza a un pobre desgraciado de Centro Habana. El "pan con lechón" de nuestras antiguas dictaduras es ahora el pan-con-ná raulista, un bastón importado de alguna tienda de productos paramilitares, quizás de Hialeah.
Un doble de Eliancito, un seboruco, un clon del Cangrejo, un energúmeno, un pendejo que baña de spray al mulato uniformado de la PNR que se le para delante por equivocación. Un mono de laboratorio envalentonado por la total confusión de sus víctimas, un perro pitbull amaestrado en las jaulas del DGI.
Miren cómo cocea, el muy burro. Fíjense cómo anda disfrazado de turista este gorila.
Pero los académicos de LASA son más gorilas que él, tan esbirros como este energúmeno, tan responsables de las palizas que reciben los cubanos sin títulos ni visas.
Este bruto es la creación de la alta cultura cubana, de su silencio y su complicidad. El cerebro del karateca está tan vacío como el de uno de esos académicos que todavía recuerda la dictadura chilena.
La intelectualidad cubana se esconde detrás de sus discursitos raciales para no ver lo que le pasa a los negros en las calles de La Habana.
Aunque parezca un asunto de la chusma centrohabanera, aunque parezca que trata de las cuitas de un pobre panadero ambulante, este vídeo casero muestra el estado terminal de una cultura degenerada, la podredumbre social que acelera la caída de los sistemas, y detrás de ellos, la de la farándula artística, la comparsa académica e intelectual que les ríe las gracias a la tiranía, perdona a los jenízaros y se burla del pueblo.
Este artículo apareció originalmente en el blog NDDV. Se reproduce con autorización del autor.
Pincha sobre la foto para ver el video de lo ocurrido en La Habana
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