El sobrino que chantajeó al «afeminado»
Adolf Hitler con desvelar su secreto más oscuro al mundo
William Patrick Hitler publicó en 1939 un reportaje de 6 páginas en la revista «Look» en el que desvelaba el lado más personal (e infame) de su tío. Ahora, una copia de este reportaje va a salir a la venta. William exigió a Hitler un puesto de trabajo en Alemaina, lo hizo a cabio de no contar a nadie que el abuelo del «Führer» era judío
Hitler con pantalones cortos y recargado en un árbol. Foto: Deutschland Erwache
MANUEL P. VILLATORO - ABC.es
Un personaje desquiciado que abusaba de los «gestos afeminados» y que se ganó su odio a golpe de gritos. Así es como definió William Patrick Hitler a su tío Adolf (medio-tío, más bien) en las páginas de la revista «Look» el 4 de julio de 1939. El artículo que escribió causó furor a finales de los años treinta, pues desveló cómo era en la intimidad el hombre que dirigía Alemania. El mismo sujeto que, tan solo dos meses después, invadiría Polonia y haría estallar la Segunda Guerra Mundial.
La popularidad del texto estaba justificada, pues la relación que mantenían tío y sobrino era más que turbia. De hecho, se cuenta que el mismo William chantajeó al líder nazi cuando este era Canciller. Lo hizo exigiéndole que le diese un trabajo a cambio de no contar a nadie que su abuelo había sido judío. Un rumor que, a día de hoy, la historia no podido comprobar, pues todavía se desconoce quién fue el antepasado directo de «Führer». Pero una posibilidad que algunos historiadores consideran factible y que el mismo Adolf barajó en su momento.
A pesar de que el artículo (que incluía multitud de viñetas sobre el «Führer» en sus seis páginas de extensión) fue muy controvertido y vendido ese año, la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la posguerra y el gélido enfrentamiento posterior con la URSS hicieron que cayera en el olvido. Al menos hasta ahora. Sin embargo, en los últimos días (y tal y como han señalado varios diarios como el «National Post» o el «The Guardian») este reportaje ha vuelto ha ganarse un hueco en la actualidad gracias a que un librero de Canadá dice haber hallado entre unos viejos documentos uno de estos ejemplares de la revista «Look».
El reportaje será subastado a través de la Red por una puja inicial de 730 libras y la página encargada de venderlo será AbeBooks, desde donde esperan que el documento (titulado «¿Por qué odio a mi tío?») alcance una cifra superior. Independientemente de quién sea el comprador, lo cierto es que aquel que lo adquiera tendrá en sus manos un documento histórico de primera mano en el que William narró las visitas que hizo a la residencia privada del «Führer» en Berchtesgaden (en los Alpes Bávaros).
El medio sobrino
La historia de William está íntimamente ligada a la «película de horror de la familia Hitler» (término que utiliza el autor Ron Rosembaum en su obra más famosa «Explicar a Hitler, los orígenes de la maldad»). De entre todo su entramado, la arista que más despunta es la de Alois, el padre de Adolf.
Y es que, este funcionario de aduanas tuvo hasta tres esposas a lo largo de su vida, así como varios hijos de las mismas. La primera fue Anna Glasl-Hörer. Después de que esta falleciera en 1883, contrajo matrimonio con Franziska Matzelsberger (su antigua amante). De ella nació el medio-hermano del futuro «Führer», Alois -Jr-. Finalmente, y tras la muerte de la misma, subió al altar con Klara Pölzl, a quien dejó embarazada del futuro líder nazi.
William, el hombre que escribió el artículo que ha saltado estos días a los medios, era hijo de Alois (Jr).
Nuestro protagonista nació en Liverpool, como bien explica el periodista e historiador Jesús Hernández en su obra «100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial». Sin embargo, no tardó en abandonar la región y dirigirse hacia Alemania allá por 1929. «Ese año, Alois (Jr) invitó a su hijo, que contaba ya con 18 años, a visitarle en Berlín. La fama de Hitler ya había llegado a Gran Bretaña, por lo que el joven llegó con la ilusión de conocer a su tío», completa Hernández, autor también del blog «Es la guerra».
En el verano de ese año, William visitó a su padre y a la mujer con la este que se había casado. «Pasó ese verano con nosotros, aprendiendo el idioma y las historias de la familia Hitler. Tenía todo el derecho del mundo a conocerlas», dijo uno de sus parientes tras la contienda. El joven se empapó, en definitiva, de la importancia de su tío y decidió arrimarse a él cuanto más pudiera.
A partir de entonces, se sucedieron los encuentros esporádicos entre ambos.
Todos ellos son definidos por Hernández en «100 Historias Secretas de la Segunda Guerra Mundial». Y fueron cuanto menos curiosos. La primera vez que William quiso conocer a Adolf (en los años 30), hizo cola durante varias horas para poder verle tras un mítin... y no lo logró. La segunda ocasión (en 1931) fue mejor, pues ambos charlaron durante rato de forma amigable. Sin embargo, parece que después la relación volvió a tensarse. Todo, en palabras de Hernández, debido a que el «Führer» no quería que asociasen su nombre a un apellido tan «british» como el de Patrick.
«Las relaciones entre tío y sobrino sufrirían un repentino congelamiento en 1933. Hitler había sido nombrado Canciller y este hecho supuso un giro brusco de las relaciones del dictador con sus parientes. Consciente de que cualquier cabo suelto en sus relaciones familiares podía poner en peligro su vertiginosa carrera política, decidió abrir cortafuegos que impidiesen alguna incómoda revelación», añade Hernández.
Finalmente, en 1936 Adolf Hitler «recibió a su sobrino, pero para decirle que entre ambos no existía ningún lazo de parentesco» y que no quería volver a verle.
Los encuentros
Uno de los encuentros que William narra en su artículo es el que Hernández fecha en 1931. Fue los más pacíficos. «Ese día comimos pasteles con crema batida, el postre favorito de Hitler. Me impresionó su intensidad, pero también sus gestos femeninos. Había caspa en su abrigo», destacó William. Además, afirmó que «Hitler me autografió una fotografía que dio a mi padre».
Con todo, ese día no fue sencillo para Adolf, como bien apostilla William en su texto: «Cuando visité Berlín en 1931, la familia estaba en problemas. Geli Raubal [la amada sobrina de Adolf] se había suicidado. Y todo el mundo sabía que ella y Hitler [Adolf] habían sido íntimos y que ella estaba esperando un niño. Un hecho que enfureció mucho a Hitler [Adolf]».
Tras regresar de Alemania, William tuvo la idea de viajar de medio de comunicación en medio de comunicación presentándose como el sobrino de Hitler, el gran Canciller. «Publiqué algunos artículos sobre mi tío cuando volví a Inglaterra», afirmó.
La idea le trajo problemas, pues fue llamado de nuevo por Adolf, como él mismo relata: «Cuando volví a Inglaterra fui convocado de nuevo a Berlín y llevado con mi padre y con mi tía a su hotel. Estaba furioso. Mientras paseaba de un lado a otro, con los ojos desorbitados y llenos de lágrimas, me hizo prometer que me retractaría de lo dicho en los artículos. Además, amenazó con matarme si escribía algo más de su vida privada».
Su situación se mantuvo fría hasta 1936, cuando William volvió a visitar a Hitler en su residencia de Berchtesgaden. «Vi la nueva casa en 1936. Llegué allí con mis amigos y me enseñaron el jardín. Hitler estaba entreteniendo a algunas mujeres muy hermosas. Tomaban té. Cuando nos vio subió y aprovechó la ocasión para decirme que jamás volviera a mencionar que era su sobrino», añade en el artículo de «Look».
Ambos mantuvieron todavía un encuentro más -al menos, documentado por William-. «Nunca olvidaré la última vez que nos vimos. Él estaba de un temperamento brutal y de muy mal humor cuando llegué. Caminaba de un lado a otro blandiendo una fusta... Me lanzaba insultos a la cara como si estuviera gritando un discurso político (...). Ese día me hizo temer por mi integridad física», dejó escrito en «Look». Tío y sobrino jamás volvieron a verse.
El chantaje
Además de lo que se puede leer en la revista (la competencia directa de «Life» en aquellos años) William se hizo famoso posteriormente porque, según algunos autores, chantajeó a Hitler para que este le diera un puesto de trabajo en alguna empresa alemana. A cambio, y siempre según las diversas teorías que existen en torno a este tema (más que variadas), le habría ofrecido no desvelar que su abuelo (el de un dictador que centraba sus ideas en el antisemitismo) era realmente judío.
Las teorías sobre este chantaje están ampliamente documentadas en los libros de Rosembaum y Hernández (en el caso de este último, en su obra «Breve historia de Hitler»). A su vez, se barajan también en los datos ofrecidos por el «United States Holocaust memorial museum». Esta institución afirma en su dossier «Primeros años de Adolf Hitler» que Alois (padre) creó un misterio sobre quién era realmente su progenitor (el abuelo de Adolf) al cambiarse el apellido: «Alois Schickelgruber cambió su nombre en 1876 por Hitler, el nombre de pila del hombre que se casó con su madre cinco años después de su nacimiento. La ilegitimidad de Alois Hitler daría lugar ya en la década de 1920 -y aún presente en la cultura popular actual- a la especulación de que el abuelo de Hitler era judío».
A día de hoy, se barajan tres posibilidades sobre quién fue realmente el abuelo de Adolf Hitler y, por tanto, el padre de Alois. La primera afirma que el título recaería sobre Johann George Hiedler (también Johann George Hitler). Sin embargo, este hombre jamás reconoció su paternidad en vida. La segunda es que fuera Johann Nepomuk, quien «adoptó» a Alois cuando su madre falleció.
«La tercera decía que el abuelo de Hitler era un judío. Esta teoría nació a principio de la década de los 20. Coincidiendo con el ascenso político de Hitler, comenzaron a circular rumores que apuntaban en este sentido. En los años 30, la prensa sensacionalista británica recogió esos rumores, lanzando rumores que situaban el origen de Hitler en una familia judía de Bucarest o afirmando que su abuela quedó embarazada mientras servía en la casa del barón Rothschild en Viena», añade Hernández.
Esta última teoría no fue más que una hipótesis hasta que se dieron a conocer, tras la Segunda Guerra Mundial, las memorias del general Hans Frank (juzgado en Núremberg). En palabras del historiador español, el militar confirmaba que Adolf Hitler le había enseñado una carta en la que William le chantajeaba con desvelar la verdadera identidad de su abuelo judío. «Siempre según Frank, Hitler le encargó investigar este punto», añade el experto.
El oficial, al parecer, descubrió que la abuela del «Führer» había dado a luz a Alois cuando trabajaba para una familia judía, los Frankerberger. Y quien la había dejado embarazada... era el hijo de aquellos ricachones.
Aunque la historia levantó ampollas tras la Segunda Guerra Mundial, Hernández no es partidario de que fuera real: «En la década de 1830 no había en Graz ninguna familia judía que se apellidase Frankerberger. De hecho, no había ningún judío en esa región», añade el historiador. Así pues, y aunque el líder nazi creía probable que su pasado fuese judío, a día de hoy esta es una posibilidad más que difícil.
Hitler y su sobrino (que posteriormente se alistó a la marina de los EE.UU.