Cuando Marilyn cantó su erótico ‘Feliz Cumpleaños’ y todo se vino abajo La actriz ensayó a conciencia la canción de felicitación a JFK, un momento memorable de la
Cultura popular del que se cumplen ahora 55 años y que amargó todavía más la vida de la actriz
Por Raquel Piñeiro — Vanity Fair Hemos visto las imágenes un millón de veces y siguen teniendo una fuerza hipnótica. En 1962, el cumpleaños del presidente John Fitzgerald Kennedy se celebró con 10 días de antelación: aunque era el 29 de mayo, el Partido Demócrata organizó una gran fiesta, con recaudación de fondos, en el Madison Square Garden de Nueva York el día 19. Y tenían una guinda perfecta en la recámara.
Peter Lawford, cuñado del presidente (y el “cuñado” definitivo, a juzgar por las crónicas), presenta en el momento central del evento a “The late Marilyn Monroe”. Ella se acerca al atril jugueteando coqueta con el abrigo de piel, y cuando se lo quita, se escucha la reacción admirada del público: lleva un vestido diseñado por el modisto Jean Louis que algunos definirían como “ilusión de desnudez bordada con brillantes”. El modelo está pensado para enfatizar a la actriz como bomba sexual definitiva, un guiño al “Diamonds are a girl’s best friend” de Los caballeros las prefieren rubias. Hace unos meses, el vestido fue subastado por 4,8 millones de dólares, otro certificado de que Marilyn sigue siendo el cadáver más rentable del cine.
Al principio en apariencia titubeante y perdida, Marilyn convierte el “Happy Birthday Mr. President” en una sucesión de susurrantes versos enunciados como si fuese una odalisca seductora. El público se rinde. Al terminar, Mr. President sube al estrado y declara que ya se puede retirar de la política después de que le hayan cantado “cumpleaños feliz” de un modo tan dulce y honesto. Al año siguiente sería asesinado en Dallas. A Marilyn le quedaban menos de tres meses de vida. Y esa picante canción de cumpleaños, además, iba a enturbiar su fama años después.
Si un pilar del morbo es la muerte, el otro es el sexo. Uno de los rumores más famosos de la historia sostiene que JFK y Marilyn fueron amantes.Nunca ha podido ser confirmado ni desmentido por completo, pero a la cultura popular ha pasado como un hecho incontestable. Quizá nada de ello ocurriese. Quizá fue solo amante de Robert Kennedy, el hermano del presidente, igualmente asesinado.
Tres personajes, tres finales abruptos, tres (siendo justos dos) teorías conspirativas. La muerte de Marilyn en agosto de 1962 ha sido objeto de al menos tantas especulaciones como la de JFK. Suicidio, muerte accidental, asesinato, implicaciones de la mafia, implicaciones del presidente, médicos con oscuras intenciones… Hasta aquí, lo conocido. Lo que no se ha difundido es qué le ocurrió a Marilyn justo antes de cantar en el cumpleaños.
REBOBINEMOS Los últimos meses de la diva estuvieron ocupados en el malhadado rodaje de Something's Got to Give, la película dirigida por George Cukor y coprotagonizada por Dean Martin que tenía asegurada su promoción con las imágenes de Marilyn “desnuda” emergiendo de una piscina. Como recuerda Karina Longworth en el capítulo de su podcast You must remember this dedicado al final de la actriz, el año 1962 fue considerado el último del sistema de estudios en Hollywood.
El rodaje de Something's Got to Give coincidió con el de Cleopatra, la película que llevó a la productora Fox a la quiebra. La misma productora en la que Marilyn se convirtió en una estrella y de la que intentó en vano huir varias veces. Los ejecutivos del estudio estaban desesperados cancelando proyectos para evitar más pérdidas y buscando a quién atribuir el desastroso estado de sus finanzas.
Marilyn era el chivo expiatorio perfecto. Sus problemas con los barbitúricos y la inseguridad crónica eran conocidos, y varios rodajes en los que había participado habían sufrido retrasos por sus dificultades de salud y la escasa delicadeza de los ejecutivos para lidiar con sus problemas psiquiátricos. La actuación de Marylin en el cumpleaños de JFK no fue una improvisación ni mucho menos. El estudio le había dado permiso para ausentarse del rodaje de Something’s Got to Give seis semanas antes a la fecha prevista para la fiesta de cumpleaños, y existen fotos de la actriz ensayando el número el día antes, en una orquestación de la sexualidad perfectamente planeada.
Pero la mañana del 19 de mayo, Marilyn recibió una notificación según la cual la producción se cancelaba por su culpa. El rumor de que había huido de Los Ángeles a Nueva York para cantar en el cumpleaños del presidente fue esparcido por el estudio para que ella cargase con las culpas de los retrasos de un rodaje que la FOX ya no veía rentable. El que tuviese permiso previo se obviaba completamente en el documento, en una manipulación flagrante de la mala fama de la actriz para provecho de la industria.
No era la primera vez que le ocurría. Durante el rodaje de Vidas rebeldes, la que acabó siendo su última película –y también la de Clark Gable–, Marilyn tuvo que aguantar que la ingresasen en una clínica de reposo/sanatorio mental mientras John Huston y Arthur Miller reescribían el guion e intentaban ganar tiempo a los retrasos ocasionado por la que acabó siendo una producción carísima. También estaba ahí ella para echarle la culpa.
¿Qué hizo Marilyn? Salir al escenario y hacer lo que mejor sabía: jugar su carta de bomba sexual, aquello que le daba poder pero que al final siempre terminaba volviéndosele en contra. La estrella es el ejemplo paradigmático de mujer cosificada por la industria, el público y los hombres a los que amó. Aprendió desde pequeña que la única forma de ser valorada y obtener algo parecido a cariño era objetivarse, convertirse en la fantasía sexual definitiva. Acabó siéndolo no solo de los que la rodeaban, sino de un país y de una época entera.
A la mañana siguiente volvía a Los Ángeles para intentar reanudar la producción de Something’s Got to Give. Terminaron despidiéndola e intentando sustituirla por Lee Remick, luego la contrataron otra vez y con la muerte de la actriz la película quedó como el último e inacabado testimonio cinematográfico del carisma, la fotogenia y tantas veces despreciado talento de Marilyn Monroe.
Puede que ante el “Happy Birthday, Mr. President” la reacción obvia sea la de secreto compartido, el codazo de compadreo entre dos que creen estar en el ajo de una historia sexual que implica a un hombre cuya promiscuidad acrecienta su leyenda (olvidando los problemas de salud que las venéreas le ocasionaron), y a la mujer que fue encumbrada a los altares por representar el sexo y que, por ese mismo motivo, nunca fue tomada en serio de verdad.
Si se mira más allá, se contempla a la máquina de hacer dinero, el objeto de consumo definitivo, el cadáver exquisito fetichizado hasta la náusea cuyos restos –como el vestido– son la versión contemporánea de las reliquias de los santos. A unos se le construyen catedrales, a otro subastas millonarias en Christie’s o Sotheby’s.
Y si se busca un poco más, encontramos algo que nos mueve a la compasión profunda. Lo que en apariencia es un espectáculo excitante esconde a una mujer traicionada de todas las formas posibles por su familia, sus amores y su trabajo que se convirtió en el símbolo de todo lo bello, dulce y deseable de su tiempo… a la vez que de todo lo amargo y cruel que se escondía.
Tal vez ese sea el secreto de la atracción irrefrenable que seguimos sintiendo por el Happy Birthday 55 años después: que si observamos tras el oropel y la aparente alegría de las velas de la tarta de cumpleaños, nos topamos con la terrible tristeza, la devastadora soledad que había detrás.
RAQUEL PIÑEIRO
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18 de mayo de 2017
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