Ernesto Pérez Chang | La Habana | Cubanet
Tal vez nunca las dejen llegar a los estanquillos donde, hasta el momento, solo es permitido vender revistas y periódicos al estilo de Bohemia y Granma, sin embargo, les ha sido otorgada la gracia de existir y circular con relativa libertad, en virtud de la imagen frívola, nada peligrosa, que generalmente proyectan.
Son las llamadas “revistas nacionales” del “paquete semanal” y, con muy escasas excepciones, son realizadas por grupos de editores, diseñadores, periodistas y escritores que, buscando desarrollar con éxito un proyecto independiente del gobierno cubano, han encontrado terreno (¿fértil, agreste?) en esa franja “fashion” donde vale todo cuanto ayude a proyectar una imagen de cambio que evite la confrontación con los guardianes de la ideología oficial.
Si entre 1959 y hasta bien entrado los años 90, de acuerdo con la doctrina comunista, la frivolidad era atributo exclusivo de las sociedades capitalistas, en los tiempos que corren pareciera ser un componente esencial de ese socialismo a la cubana donde prima el “espíritu Chanel” (síndrome post-pasarela de Prado), para el que no existe la miseria sino solo “color local”.
Se habla de modas, de bares, restaurantes, de chismes y farándula, de autos y motos, de mascotas, de signos zodiacales y hasta de qué perfumes y accesorios chics usar para el inicio del curso escolar en esa misma escuela revolucionaria donde, contradictoriamente, prometerán “ser como el Che”, pero en lo absoluto ni de lejos se debate sobre la tragedia que representa para una familia cubana que el adolescente alcance vestir a la moda o que la quinceañera pueda tener una sesión de fotos ya no en Moscú, tan de vuelta a la moda hoy en Cuba, sino en la Alameda de Paula o en el Hotel Cohiba.
“Nuestra idea es ofrecer una imagen fresca. No queremos cuestionar nada, ese no es el propósito. Es una revista para que las jóvenes sepan qué es lo que se usa o qué fotógrafo contratar para sus fotos de quince”, dice Yésica, una de las redactoras de la revista Preciosas, que habiendo surgido apenas en febrero de este año, ya ha presentado dos números en formato PDF.
Patrocinadas, casi siempre, por aquellos emprendedores de éxito y empresarios extranjeros que no encuentran espacios publicitarios en los medios de divulgación oficiales, estas revistas del paquete semanal son el remedo criollo de publicaciones foráneas al estilo de Glamour o Vanidades, por ejemplo, que aún no cuentan con una edición cubana pero que, a juzgar por los tiempos, no pasará mucho para que compartan estantería junto a Somos Jóvenes, Verde Olivo o Mujeres.
“Al no existir los medios donde promocionarnos, hemos tenido que crearlos. Primavera, que es la que lleva más tiempo en esto, por ejemplo, se creó entre los mismos fotógrafos y dueños de casas de quince. Es una revista que se lee bastante entre los jóvenes, se las pasan en los móviles, la gente la busca en el paquete. No es la revista que quisiéramos pero viene a llenar un vacío. Y no se puede hacer otra cosa. Si habláramos de los problemas que surgen en las familias para celebrar unos quince, de lo que tienen que hacer los padres, sacrificarse, y todo eso que tú sabes, en primer lugar ya no sería una revista para atraer clientes y, en segundo lugar, que es lo peor, ya no tuviéramos ni cámaras ni estudios ni revista”, opina Liván, fotógrafo profesional.
No obstante, algunos adolescentes consumidores de este tipo de revistas, señalan la falta de contenidos críticos y reconocen que el público meta imaginado por sus editores poco o nada tiene que ver con el verdadero lector.
“Me gustaría que pusieran cosas sobre lo que cuesta alquilar una casa, un traje, las fotos, que la gente vea que no todo el mundo puede ir a Varadero ni comprarse un perfume J’adore, que hay padres que pasan trabajo o que no pueden celebrar quince”, opina Naiyaren, con apenas catorce años de edad.
“A mí me gusta verlas pero de verdad no tiene nada que ver con uno. Todo es muy lindo pero se pasa mucho trabajo y parece que no es así, da la sensación de que todo el mundo puede hacerlo, que todo es perfecto. No es Cuba, eso no es Cuba”, dice Yenni, estudiante de música de nivel medio.
Incluso revistas que no están destinadas a los adolescentes sino al mundo de la música, por ejemplo, parecieran propender a la evasión como centro de la política editorial, a pesar de que en ocasiones se autoproclamen sus editores como “generación a favor del cambio”.
Son los casos de Vistar y de Cima Music, entre otras, donde el mundo cultural nuestro es un ambiente libre de conflictos y donde todos los cubanos viven y gozan entre visitas nocturnas al Sarao, comidas caras e invitaciones a eventos exclusivos con Versace, Katy Perry o Chucho Valdés.
“No es que sean frívolas o que proyecten una imagen idílica de Cuba y los cubanos, la frivolidad es válida, yo la disfruto, el problema es que se ha convertido en la norma”, comenta Vivian, colaboradora habitual de Hiperactivo, un joven proyecto alternativo sobre cultura cubana underground: “La frivolidad fue problemática, ya no lo es. Puedes colar en el paquete todo lo frívolo que quieras pero nada que te haga pensar. Sin embargo, a mí me pone a pensar todo eso que encuentro allí y que no me representa quizás por eso aún el paquete semanal no es bien visto del todo, es tolerado pero no bien visto (por el gobierno)”.
Actualmente hay más de veinte revistas nacionales, independientes, incluidas en la matriz del paquete semanal, más otra decena que se les suma en los distintos puntos de distribución, donde están incluidas aquellas raras que abordan de modo crítico, aunque moderado, la actualidad económica, política y social de la isla.
No obstante, más del 95 por ciento del total está conformado por publicaciones de moda, fotografía y música, mientras el resto aborda el deporte, la cocina, o son simples catálogos de venta donde pareciera que la economía marcha a todo tren o donde la imagen del cubano y del paisaje que lo rodea es manipulada en pos de ese mensaje de “no pasa nada, somos felices aquí”.
ACERCA DEL AUTOR
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).