La comunidad LGBT no debe cruzarse de brazos
Este mes se cumplieron varios aniversarios importantes para el movimiento LGBT en la Florida. Al recordar y lamentar la pérdida de 48 vidas en el tiroteo que tuvo lugar en el club Pulse de Orlando hace un año, también estamos en un momento decisivo de resistencia política al gobierno de Trump y de ataques sin precedentes contra las personas transgénero en el país. Miami puede verse como una burbuja de aceptación y diversidad, pero tiene su propia historia oscura que no se debe olvidar.
Un mes de junio hace 40 años, Anita Bryant, reina de belleza y activista contra la comunidad LGBT, dirigió una histórica campaña de mentiras y temores que llevaron a los votantes del condado a rechazar una ordenanza que garantizaba protección contra la discriminación por orientación sexual.
La iniciativa de Bryant, llamada engañosamente “Salvemos A Nuestros Hijos”, fue un intento por pintar a las personas de la comunidad LGBT como inmorales y peligrosas, mentiras que persistieron durante la batalla por la igualdad en los matrimonios. Hasta hoy han sido recicladas por los opositores a la igualdad, restringiendo el acceso justo a las personas transgénero. Pero en 1977, el movimiento LGBT no estaba preparado para la lluvia de ataques; y la ordenanza de Miami contra la discriminación fue rechazada por el 70 por ciento de los votantes del condado, que tuvieron la mayor asistencia a las urnas en una elección especial en Miami-Dade.
El rechazo de la ordenanza dio lugar a una nueva oleada de organización entre partidarios de la comunidad LGBT y el mayor movimiento político desde los motines de Stonewall casi una década antes. La importancia de la batalla en Miami se sintió en toda la nación, y se produjeron conversaciones similares sobre protecciones contra la discriminación para las personas LGBT y se formaron contingentes en ciudades como St. Paul, Minnesota; Eugene, Oregon; y Seattle, Washington.
Como hombre gay y transgénero nacido y criado en Miami, es desalentador pensar que hace solo una generación, no habría tenido la libertad de saber que no me podían despedir, negar una vivienda o no prestarme servicios sencillamente por ser quien soy. Miami ha actualizado su ley, pero no hay una ley del estado que asegure esas protecciones en la Florida, lo que significa que en cuanto salga de mi ciudad, de nuevo soy vulnerable a la discriminación. Y en más de otros 30 estados, todavía esa es la realidad para las personas LGBT.
Hoy, la aceptación cultural y las oportunidades para las personas LGBT están en una encrucijada. El 87 por ciento de los norteamericanos conocen a alguien que es gay, y el 16 por ciento conoce personalmente a alguien que es transgénero. Esas cifras son más altas que nunca antes, lo que significa que los norteamericanos se sienten cada vez más seguros y cómodos con expresar su identidad auténtica; y felizmente, los jóvenes tienen el lenguaje para expresarse más temprano que nunca antes. Sin embargo, a la comunidad LGBT se le siguen negando libertades básicas, y legisladores de distintas partes del país discriminan en particular a estudiantes transgénero.
No podemos ser conformistas. Una serie de leyes desiguales, que ofrecen protecciones contra la discriminación en algunos lugares y en algunas áreas de la vida cotidiana, pero no en otras, no se puede sostener. La libertad debe ser la ley universal, independientemente de quiénes somos o a quiénes amamos. El Congreso debe aprobar una ley federal integral que imponga protecciones expresas contra la discriminación en todos los aspectos de la vida, sin excepciones. No podemos detenernos hasta que logremos este objetivo de libertad y justicia para todos.
Rodrigo Heng-Lehtinen, de Miami, es el director de educación pública en Freedom for All Americans, la campaña nacional para garantizar protecciones integrales a las personas LGBT. Es hijo de la representante federal Ileana Ros-Lehtinen, y el primer hijo transgénero de un miembro del Congreso.