¿Comer o vestirse?
El dilema de un cubano con el salario medio en la isla
El salario medio sube pero nadie vive de su sueldo en Cuba
MARIO J. PENTON Y LUZ ESCOBAR
Ileana Sánchez hurga con ansiedad en su raída cartera buscando algunos billetes para comprar una pizarra de juguete a su nieta de siete años que sueña con convertirse en maestra.
Ha tenido que ahorrar durante meses para obtener los 20 CUC (pesos convertibles) que cuesta el regalo, pues su salario mensual como inspectora estatal es de sólo 315 pesos (CUP), unos $12.
La Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) publicó recientemente que el salario medio a nivel nacional alcanzó los 740 CUP al mes, unos $29. Sin embargo, el aumento del sueldo medio no representa una mejoría real en las condiciones de vida del trabajador.
“No sé quién gana tanto dinero, ni en qué se fijan para dar esas cifras porque ni con el salario de mi esposo, que trabaja en gastronomía y cobra 240 CUP al mes, ni juntando el mío, llegamos a tanto”, dice Sánchez, quien vive en Cienfuegos.
La oficina estatal explica que el salario medio “es el importe de las retribuciones salariales directas devengadas como promedio por un trabajador en un mes”. Su cálculo excluye las ganancias en CUC. Sin embargo, la media salarial se ve afectada por los aumentos en sectores “estratégicos”, como ocurre en el de la salud, donde el pago se elevó más del doble, mientras que en otras áreas de la economía el sueldo se ha mantenido prácticamente inalterable durante más de una década.
“El salario no alcanza para nada. Si compras comida no puedes comprar ropa, si compras ropa no puedes comer, vivimos pensando cada día cómo inventar para sobrevivir”, dice Sánchez.
La mayoría de las personas no se sostienen de lo que ganan en puestos de trabajo relacionados con el Estado. El propio gobernante Raúl Castro reconoció que el salario “no satisface todas las necesidades del trabajador y su familia” y en uno de sus discursos más críticos acerca de la realidad nacional en 2013, dijo que “parte de la sociedad” se había acostumbrado a robar al Estado.
Sánchez, por su parte, justifica los hurtos y cree que la gente “que mejor vive” es aquella que tiene acceso a los dólares o los que reciben remesas. “Quien no tiene un familiar en el extranjero o es dirigente, está embarcado”, dice.
Según el economista Carmelo Mesa-Lago, al hablar de aumento en el salario medio se tiene que hacer una distinción entre el salario nominal, es decir, la cantidad de dinero que reciben las personas, y el salario real, ajustado a la inflación.
En un reciente estudio publicado por el académico se demuestra que aunque el salario nominal ha crecido sostenidamente en los últimos años, el salario real de un cubano es un 63 por ciento inferior al de 1989, cuando Cuba era subsidiada por la ex Unión Soviética y el gobierno tenía diversos programas de protección social. En la actualidad, si los trabajadores gastasen íntegramente lo que cobran en todo el mes, solo podrían comprar unos 10 pollos o 7 balones de gas licuado.
Entre los jubilados y pensionados la situación es peor. Los ancianos apenas pueden comprar el 16 por ciento de lo que las pensiones permitieron antes de los años más difíciles del Período Especial, según Mesa-Lago, quien reside en Miami.
Con el esfuerzo de todo un mes, un trabajador solo puede costear 19 horas de conexión a internet en las zonas wifi habilitadas por el monopolio estatal de telecomunicaciones, Etecsa, o 84.5 minutos de llamadas locales a través de celular.
Para comprar un apartamento de dos cuartos en un edificio construido en 1936 en el céntrico y codiciado barrio habanero del Vedado, un trabajador debería ahorrar su salario total por 98 años, mientras que un auto Lada fabricado en tiempos del ex presidente soviético Leonid Brezhnev al inicio de los 80s le costaría el equivalente a 52 años de trabajo.
Sin embargo, el mercado inmobiliario ha crecido en los últimos años en la isla de la mano de los emprendedores que acumulan divisas o de inversiones realizadas por la diáspora cubana. Solamente en concepto de remesas llegan a Cuba anualmente más de $3,000 millones.
Según Sánchez, ante este panorama, mucha gente busca trabajo en las áreas vinculadas a la gastronomía o la administración en los que se pueda robar al Estado, o puestos laborales que tengan contacto con el turismo internacional, como los hoteles gestionados por Estado.
La “búsqueda” (el robo) se ha convertido en un incentivo más poderoso para aceptar un trabajo que el propio salario.Otros trabajos codiciados en la esfera privada son las paladares y las casas de renta a turistas donde se pueden obtener propinas.
Aunque en el documento publicado por la ONEI los trabajadores del sector turístico y la defensa ganan 556 y 510 pesos de media, muchos de ellos reciben como estímulo cierta cantidad de CUC mensualmente que no está reflejada en la estadística y tienen acceso a alimentos y equipos electrodomésticos más caros para el resto de la población.
Dentro de los trabajos mejor remunerados en CUP, por orden de ingresos, se hallan los realizados en la industria azucarera, con 1,246 CUP de media mensual, y en la agricultura con 1,218. Entre los empleos peor pagados según la ONEI se encuentran los del personal del área educativa, con 533 CUP, y los de la cultura, con 511.
El Oriente de Cuba tiene menores salarios
Para Miguel Roque, de 48 años y oriundo de Guantánamo, los bajos salarios en la zona oriental del país son los que impulsan la migración hacia otras provincias. Vive desde hace 12 años en la Ciudad Nuclear, apenas a unos kilómetros de Juraguá, en la provincia de Cienfuegos, donde la entonces Unión Soviética construía un reactor nuclear.
“Oriente es otro mundo. Si aquí se pasa trabajo, imagínate allá. Aquello se quedó detenido en el tiempo”, explica. Roque trabaja como albañil en Cienfuegos aunque aspira a emigrar a La Habana en los próximos meses, en donde “abunda el trabajo y se pueden lograr más cosas”.
Las provincias donde los salarios son más elevados, según la ONEI, son Ciego de Ávila (816 CUP), Villa Clara (808 CUP) y Matanzas (806 CUP), mientras que las menos remuneradas son Guantánamo (633 CUP) y la Isla de la Juventud (655 CUP).
La socióloga Elaine Acosta explica que las estadísticas de la ONEI reafirman un fenómeno que ha ido in crescendo: “los aumentos salariales en el oriente del país no alcanzan a cubrir las brechas existentes con las provincias occidentales y centrales, y ratifican la mantención de un patrón de configuración de desventajas territoriales asociado a los niveles de desarrollo históricos”.
Acosta, quien reside en Miami, cree que en el mediano y largo plazo las desigualdades territoriales en los ingresos pueden tener “consecuencias muy negativas” en términos del bienestar social porque consolidan “un patrón de selección territorial que genera vulnerabilidades y exclusiones espaciales”, expresados, por ejemplo, en una mayor proporción de pobres en determinadas regiones.
La socióloga cree que en la coyuntura actual “estas diferencias salariales pueden traducirse en un aumento de las desigualdades sociales, agravado por los recortes que ha experimentado el presupuesto destinado a los servicios sociales”.
“No es casual que sean las provincias orientales quienes exhiban el Índice de Desarrollo Humano territorial más bajo”, argumentó.
MARIO J. PENTON Y A LUZ ESCOBAR