Más de 500 niños del coro del
Ratisbona fueron víctimas de abusos a lo largo de casi cinco décadas Según el informe encargado por la Iglesia, 67 de ellos sufrieron agresiones sexuales, incluidas violaciones
Benedicto XVI y su hermano Georg Ratzinger
La ‘cultura del silencio’ que encubrió el abuso eclesiástico de jóvenes alemanes
POR ENRIQUE MÜLLER — BERLÍN — EL PAÍS La apacible y exitosa vida de los “gorriones de la catedral de Ratisbona”, el coro de niños más famoso de Alemania, sufrió un vuelco dramático la noche del 9 de marzo de 2010. Ese día, el famoso director y compositor alemán, Franz Wittenbrink, reveló en el programa de televisión Menschen bei Maischberger que los famosos gorriones eran víctimas de castigos corporales y abusos sexuales. “En las giras éramos estrellas pero cuando regresábamos al internado nos adentrábamos en un siniestro mundo de la Edad Media”, dijo. Este martes el abogado Ulrich Weber presentó el informe final de la investigación encargada por la Iglesia: unos 500 niños sufrieron maltrato físico y 67, agresiones sexuales, incluyendo violaciones entre 1945 e inicios de la década de 1990.
Las denuncias del músico en 2010 provocaron un terremoto en la ciudad bávara de Ratisbona (Regensburg, en alemán) y dejaron al descubierto que el mundo de los famosos niños cantores tenía una faceta oscura, que este martes quedó revelada en su total dimensión: al menos 547 niños fueron víctimas de abusos, una cifra ampliamente superior a la publicada en enero de 2016, cuando un informe intermedio habló de 231 víctimas. En febrero de 2015, las autoridades católicas locales solo habían reconocido 72, informa France Presse.
Parte de esos maltratos tuvieron lugar cuando el hermano del papa emérito Benedicto XVI, monseñor Georg Ratzinger, dirigía el coro, entre 1964 y 1994.
“Las víctimas describieron su vida en el coro como una prisión, un infierno y un campo de concentración”, dijo el abogado, al presentar el informe de 450 páginas en Ratisbona. “Ellos han calificado su vida en el coro como la peor época en sus vidas marcada por la violencia, el miedo y el desamparo”.
Cuando Alemania se enteró de la violencia y los abusos sexuales que marcaron la vida de los niños cantores hasta comienzos de la última década del siglo pasado, el entonces obispo de Ratisbona, Gerhard-Ludwig Müller, intentó sin éxito minimizar el escándalo y dejó saber, a través de un portavoz, que sólo cuatro o cinco niños habían sido maltratados. El obispo dejó su cargo en 2012 cuando fue llamado por Benedicto XVI para ocupar el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano, cargo que ejerció hasta el mes de julio pasado cuando fue destituido por papa Francisco.
La actuación de Müller en los años que permaneció al frente del obispado de Ratisbona fue duramente criticada este martes por el abogado Ulrich Weber, quien denunció que el exobispo había jugado un papel decisivo para impedir que el escándalo fuera investigado a fondo. “Prácticamente todos las personas que tuvieron una responsabilidad en el coro estaban informadas de los casos de violencia”, dijo el abogado. “Todos mostraron poco interés en el tema. Para ellos era más importante proteger la institución; ignoraron a las víctimas y protegieron a los responsables”.
En el curso de la investigación, el abogado logró identificar a 49 personas, pero el letrado admitió que los delitos cometidos por algunos directores del internado, prefectos y empleados habían prescrito. En la presentación del informe, Weber también se refirió al cometido que tuvo Georg Ratzinger, hermano del papa emérito y que dirigió el coro desde 1964 hasta 1994.
Cuando estalló el escándalo, el hermano mayor de Benedicto XVI admitió que cuando estaba al frente del coro había abofeteado en numerosas ocasiones a los niños que no eran disciplinados, pero resaltó que él nunca había estado al corriente de los abusos sexuales cometidos. “El problema de los abusos nunca fue abordado y nunca se habló de ese tipo de asuntos”, dijo en una entrevista publicada en marzo de 2010 por el periódico Passauer Neue Presse.
En la entrevista, Georg Ratzinger también admitió que el director del internado solía infligir duros castigos corporales a los alumnos y contó que muchos niños le habían hablado, durante las giras que realizaba el coro, de los malos tratos que recibían. “Si hubiera sabido de la violencia exagerada con la que se actuaba hubiera dicho algo. Pido perdón a las víctimas”, dijo.
Ulrich Weber, al referirse al rol que tuvo el hermano mayor del papa emérito durante su larga permanencia como director del coro, dijo que Georg Ratzinger no había tenido conocimientos de los abusos sexuales, pero lo hizo responsable de haber ignorado a conciencia los castigos corporales. “El director del coro de la catedral, a pesar de estar informado, prefirió mirar hacia otro lado y no actuar”, dijo el abogado.
Weber recibió el encargo de llevar a cabo una investigación en 2015, cuando el actual obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer, agobiado por el escándalo, pidió perdón a las víctimas y puso en manos de Ulrich Weber la titánica labor de arrojar luz al peor capítulo en la milenaria historia del coro.
La mayoría de los casos prescribieron, por lo que los 49 presuntos autores de violencia identificados en el informe no serían juzgados, informa France Presse. No obstante, el obispado aprobó una ayuda económica de 20.000 euros para las víctimas. Hasta la fecha, unas 300 personas han admitido haber sufrido abusos durante su permanencia en el coro. Weber calcula, sin embargo, que hay más de 700 personas que vivieron durante su niñez en el ”infierno” de Ratisbona.
La ‘cultura del silencio’ que encubrió el abuso eclesiástico de jóvenes alemanes Durante décadas imperó la “cultura del silencio” en la escuela católica de música donde el hermano de un futuro papa dirigía un reconocido coro de chicos, lo cual fomentó un ambiente en el que 547 niños fueron abusados, según un abogado que realizó una investigación sobre el maltrato.
El número estimado de niños que sufrieron abusos fue mucho mayor al de una cifra que el investigador divulgó el año pasado: 231.
El coro Domspatzen –que significa los “gorriones de la catedral”–, de Ratisbona, data del siglo X y se sigue presentando los domingos en las misas de la catedral gótica del siglo XVI. De 1964 a 1994, el director musical del coro fue el reverendo Georg Ratzinger, cuyo hermano menor, Joseph Ratzinger, fungió como el papa Benedicto XVI de 2005 a 2013.
El padre Ratzinger, de 93 años, se ha disculpado por darle bofetadas a los niños durante su trabajo y dijo que dejó de administrar castigos físicos cuando la iglesia los prohibió en 1980. El sacerdote ha negado tener conocimiento de los abusos sexuales, y la nueva investigación no lo implica.
La situación fue revelada en 2010 cuando, por una intensa presión de las víctimas, la diócesis recurrió a un abogado externo llamado Ulrich Weber para que condujera una investigación independiente.
Durante los últimos dos años, Weber y un equipo de colegas realizaron entrevistas a las víctimas y a otros exalumnos, además de examinar archivos que datan de 1945 a 1992.
En total, Weber evaluó 616 reportes de abuso: consideró que menos de una decena no eran plausibles y determinó que otros eran cuestionables, pero no se podía descartar el abuso. En el resto de los casos, 547 en total, se determinó que los reportes de abuso eran verosímiles con base en las entrevistas u otras evidencias que los corroboraron. De estos casos, se cree que hubo abuso sexual en 67. Los otros involucraron diversas formas de castigo corporal, entre ellas jalones de orejas y palizas con un bastón.
Los abusos sexuales fueron desde “las miradas lascivas o el abuso verbal, pasando por la consumación obligada de pornografía y los tocamientos sexuales no deseados, hasta el sexo forzado”, indica el informe. Además del abuso físico y sexual, muchas víctimas sufrieron daños psicológicos, acoso e intimidación por parte de compañeros que reproducían la jerarquía y el estricto estilo de educación de la escuela. “Además del miedo al castigo, los niños se encontraban bajo presión, tanto por su desempeño académico como por sus logros musicales”, dice el reporte.
Al igual que en otras instituciones donde se han revelado patrones de abuso de larga duración, una combinación de vergüenza, secretos e impunidad favoreció que se cometieran los maltratos en la escuela de música de Ratisbona.
El abuso era un tabú y solo se discutía entre algunas víctimas, quienes se sentían excluidos por sus otros compañeros. Los abusos más graves sucedieron con los estudiantes de la escuela primaria en las décadas de 1960 y 1970, en su mayoría niños de entre 9 y 11 años que vivían lejos de sus hogares.
“En las tres áreas de la escuela —coro, educación musical e internado— hubo mucha gente que participó de forma activa en los abusos”, aseguró Weber. En la investigación se encontró que 49 personas perpetraron los abusos, la mayoría curas que servían como maestros y administradores, y que realizaban otros trabajos en la escuela.
En el informe, decenas de exalumnos describieron los años de primaria como una “prisión”, un “infierno” o un “campo de concentración”, mencionó Weber. “Mucha gente describió esta época como el periodo más oscuro de su vida, en el cual dominaron la violencia, el miedo y la impotencia”, afirmó Weber.
Los sobrevivientes expresaron su alivio cuando el informe vio la luz, pero uno de ellos, Udo Kaiser, dijo que el reporte no podría restaurar sus infancias robadas. “Todo lo que estuve diciendo durante los últimos 30 años, cuando nadie me creía, todo por lo que estuve peleando los últimos siete años ahora es público”, dijo Kaiser en una entrevista telefónica desde su casa en Múnich.
El informe de 440 páginas no se centra en el padre Ratzinger o en si el cura se hizo de la vista gorda ante los abusos, aunque sí contiene una sección enfocada en los recuerdos que tenían las víctimas de él. Para algunos, el padre Ratzinger era la personificación del perfeccionista musical que buscaba el éxito sobre todas las cosas, mientras hay otras personas que lo recuerdan como alguien que no dudaba en abofetear y no sentía remordimientos de lanzar al coro una silla o un atril.
Muchos recuerdan que escogía a sus favoritos, por lo tanto los mejores cantores no tenían problemas con él, mientras los demás eran golpeados o abofeteados por cantar mal una nota.
Cuando Weber comenzó su investigación, el padre Ratzinger lanzó críticas y llamó una “locura” al intentar investigar cuántas bofetadas se habían “distribuido” en la institución asociada con el coro. No hizo ningún comentario inmediato respecto de los últimos hallazgos.
Sin embargo, algunas víctimas dijeron que no todos los alumnos habían sufrido abusos, y hay quienes tienen recuerdos agradables del tiempo que estuvieron en la escuela y de su participación en el coro.
Según el informe, lo anterior coincide con la cultura de mantener el abuso a puertas cerradas, lo cual implicaba que a quien no fuera víctima le costara concebir qué se hubiera podido llevar a cabo el abuso. Con el paso de los años, esta “realidad dividida” llevó a malentendidos y rupturas entre los alumnos, algunos de los cuales no podían comprender lo que había pasado una vez que comenzaron a emerger las revelaciones.
La diócesis de Ratisbona ha pagado 450.000 euros a las víctimas por medio de un fondo que se estableció después de que la situación se hizo pública.
La escuela también ha querido cambiar su cultura, por lo cual en años recientes instituyó pasos para prevenir y reportar los abusos, así como para que el enfoque de la escuela no solo abarque la música, sino también el bienestar de los niños, aseguró Roland Büchner, director actual del coro.
“Condeno completamente los abusos”, afirmó Büchner el martes. “No debe volver a pasar algo así”.
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