Desde que Donald Trump llegó a la White House, varios miembros de su gobierno han abandonado su cargo por la trama que vincula su campaña electoral con Rusia.
“You're fired!” Todas las dimisiones y crisis del Gabinete Trump
Por Carlos Carabaña - Vanity Fair“You're fired”. Ese es el chascarrillo, la frase ingeniosa, con el que Donald Trump, presidente de EE UU, largaba a los concursantes de su reality de gestión empresarial, The Apprentice. “You 're fired”. Es lo que ha podido decirle a Reince Priebus, su jefe de Gabinete, el enésimo alto cargo de su Administración que ha dimitido o ha sido cesado desde que el magnate llegó a la White House.
Priebus, uno de los pocos políticos al antiguo uso que estaban dentro de su Gabinete, era considerado un puente con el Congreso y el partido republicano tradicional. Y Trump, vía Twitter, lo ha volado, al anunciar que Joe Kelly, antiguo marino y furibundo defensor de las tesis del presidente en migración y deportaciones. El jefe de Gabinete en Estados Unidos es un puesto de gran importancia, estando en el escalafón justo debajo del presidente.
Este pasado jueves, el director de Comunicación, Anthony Scaramucci, le dedicó a Priebus unas palabras que harían sonrojar a cualquiera y le acusó de haber filtrado información a la revista New Yorker. Durante una conversación para tratar de hacer que el periodista Ryan Lizza desvelase sus fuentes, calificó a Priebus de “paranoide esquizofrénico”. Si quieren leer el enlace, avisados quedan que hay gran cantidad de palabrotas en inglés.
Scaramucci es justamente la causa de que Sean Spicer, hasta hace pocos días portavoz de la White House, anunciase su dimisión para agosto. Spicer siempre tuvo problemas para responder todas las cuestiones personales que se generan en torno as Trump y su familia. También cometió bastantes errores propios, como cuando comparó a Adolf Hitler con Bachar el Asad pero dijo que al menos el dictador nazi no había usado armas químicas.
Un día que las tensiones entre portavoz y presidente se vieron perfectamente fue cuando James Comey fue destituido como director del FBI. Trump dijo primero que lo hacía por recomendación del departamento de Estado y luego Spicer declaró que que lo habían hecho por su gestión en el caso de los correos electrónicos de Hillary Clinton. Pero finalmente volvió el presidente y en la NBC dijo, literalmente, que lo hacia por “esa cosa de Rusia”, en referencia a la investigación sobre la conexión entre el Kremlin y su campaña electoral, y que todo había sido su idea.
Ese fue también el motivo por el que Mike Dubke, anterior director de Comunicaciones, dejó el cargo libre para que lo ocupase Scaramucci. Las complicadas relaciones con la prensa, a la que Trump acusa de mentir día sí, día también, ayudaron a la jugada.
Pero el récord en velocidad de dimisiones lo tiene Michael Flynn: 24 días en el cargo. Asesor en Seguridad, las razones de nuevo tuvieron que ver con Rusia y la investigación si hubo una conexión entre el robo y publicación de los correos electrónicos del partido Demócrata y el equipo de Trump. Flynn, uno de los apoyos de Trump durante la campaña, mintió al vicepresidente Mike Pence sobre las conversaciones que tuvo en diciembre con el embajador ruso en Washington.
Pero no son solo políticas las renuncias que tiene que enfrentar Trump. Esta semana pasada, Marc Kasowitz, el abogado que ha representado al presidente en sus divorcios, las denuncias a su universidad por fraude y la bancarrota de sus casinos, dejaba su equipo legal. De acuerdo a un texto del New York Times, no era la persona adecuada para el delicado equilibro que requiere un caso tan complejo como la trama rusa y sus consecuencias políticas. Esta trama, en opinión de algunos analistas, puede ser que acabe con otro despido: el del propio Trump como presidente de EE UU. Un demócrata ha registrado este julio un recurso de impeachment contra él en el Congreso por obstrucción a la justicia en esta investigación. La mayoría de la Cámara, controlada por los republicanos, debe aprobarlo.
Algo poco probable. Nunca en la historia de EE UU un recurso de este tipo ha llegado a nada. Richard Nixon dimitió antes de llegar a él y Bill Clinton lo pasó. El anterior caso fue el de Andrew Johnson, en 1868, que también supero el proceso. El profesor Simon Jackman, autor del informe Impeachment 101: The history, process and prospect of a Trump impeachment, opina en su análisis que es más factible que dimita antes de escuchar su temida frase. “You're fired”.
En solo una semanas como director de comunicaciones, Anthony Scaramucci se ha prodigado en insultos, amenazas, llamadas intempestivas a la tele y guerras internas. Le ha declarado la guerra a Reince Priebus, jefe de gabinete de Trump, que fue destituido este viernes.
Anthony Scaramucci encarna como nadie el tono del «trumpismo». Lleva una semana en el cargo desde que Donald Trump lo contratara como director de comunicación y ese es el tiempo que ha tardado en convertir la Casa Blanca en «el show de Mooch», el apodo que le han colocado y con el que parece encantado. Scaramucci dice compartir con Trump una amistad de hace muchos años -«primero fuimos amigos», ha declarado-, además de su lengua viperina, «al estilo de Nueva York», forjada en los suburbios de Queens donde ambos crecieron, lejos del discurso políticamente correcto de Washington. La nueva estrella de la Casa Blanca enriquece el conjunto con un acento italoamericano que se complace en exagerar y un aspecto a medio camino entre «Los Soprano» y «El lobo de Wall Street».
Se bautizó en el cargo hace una semana con una rueda de prensa extravagante, en la que parecía que llegaba pasado de «espressos», y que cerró con un beso al aire a los reporteros. Luego llegaron amenazas con despedir a todo el equipo de comunicación de la Casa Blanca por las filtraciones, intervenciones intempestivas en programas de televisión… Pero su protagonismo se ha disparado con su guerra declarada a Reince Priebus, al que ha señalado como culpable de filtraciones. En una conversación con la revista «The New Yorker», se deshizo en insultos y groserías contra el jefe de Gabinete de Trump y otros pesos pesados del círculo del presidente, como Steve Bannon. El tono es desconocido para un alto cargo del Gobierno y muestra las guerras cainitas que se viven en la Casa Blanca.
Ryan Lizza, periodista de la revista neoyorquina, explicó cómo Scaramucci le llamó por teléfono, furibundo, para que le contara quién le había filtrado los invitados a una reciente cena en la Casa Blanca. La negativa del reportero desató la ira de Scaramucci que empezó a disparar con bala contra Priebus y la plantilla de la Casa Blanca. «Los voy a despedir a todos», «lo que quiero hacer es matar a todos los que filtran», dijo. «Si quieres filtrar algo, Reince Priebus va a ser cesado dentro de muy poco», añadió. «Reince es un jodido esquizofrénico paranoico». Después aseguró que no quería atención mediática -algo en lo que no está teniendo éxito-, lo que aprovechó para asestar otro golpe: «No soy Steve Bannon, no trato de chuparme mi polla. No trato de construir mi marca con la jodida fortaleza del presidente».
Si la Casa Blanca vive instalada en el caos organizativo y de comunicación, Scaramucci no va a ponerle freno. Después de hablar con el periodista, acudió a Twitter para anunciar que acudiría al FBI para investigar quién había filtrado su información financiera -que debe presentar para acceder a un cargo en la Casa Blanca- a «Politico» y acusó de forma velada a Priebus de ser el responsable, poniendo su nombre al final del mensaje. Dos horas después, borró el tuit. Después explicó que la referencia a Priebus no era una acusación, sino un llamamiento a que investigara, lo que quedó desacreditado cuando se conoció el contenido de la conversación con Lizza.
La animosidad entre Scaramucci y Priebus viene de lejos. El segundo bloqueó la entrada del primero en la Casa Blanca al comienzo de la presidencia y se opuso a su reciente fichaje. El ex secretario de Prensa, Sean Spicer, aliado de Priebus, dejó el cargo con la entrada de Scaramucci. Ahora Priebus parece en la cuerda floja. Ha permanecido callado y nadie del entorno de Trump ha salido en su defensa. A Sarah Huckabee Sanders, la secretaria de Prensa, los reporteros le preguntaron tres veces si Trump mantenía su confianza en Priebus y optó por no dar una respuesta directa. Sobre Scaramucci, se limitó a decir que es «un tipo apasionado» y que «a veces esa pasión le quita lo mejor de sí mismo». Según una información de «The Washington Post», Scaramucci está elaborando una base de datos de medios de comunicación que sospecha han recibido filtraciones por parte de Priebus, y que planeaba ofrecer esa información a Trump durante el día de ayer.
El nuevo director de comunicaciones justificó sus improperios en Twitter: «A veces uso lenguaje extravagante». Y culpó al mensajero: «Cometí el error de confiar en un reportero. No volverá a pasar». Pero eso se antoja como una promesa difícil de cumplir para «Mooch». Ayer Lizza apareció en un programa de la CNN para relatar el intercambio, y Scaramucci llamó al programa para intervenir en directo. El «rinconete» de moda en Washington le espetó que en su llamada por teléfono «estaba de broma, era sarcasmo. De italiano a italiano». Después explicó la afirmación que había hecho en el pasado sobre que él y Priebus eran «hermanos»: «Hay hermanos que son como Caín y Abel; otros hermanos se pelean y después se llevan bien», sin aclarar qué tipo de hermandad es la que le une al todavía jefe de Gabinete de Trump.
1- Artículo de Carlos Carabaña, publicado en Vanity Fair
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