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General: Recordando a Gonzalo Roig, un gran músico cubano del siglo XX
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 17/08/2017 18:43
  
  
  
  
 
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Recordando a Gonzalo Roig 
Uno de los más notables músicos cubanos del siglo XX
  
Julio Gonzalo Elías Roig Lobo nació en La Habana el 20 de julio de 1890. Desde niño se vio obligado a combinar sus estudios con el trabajo, para mantener el hogar que compartía con su abuela. Laboró como ayudante de cantina y como pianista en cines habaneros que proyectaban películas mudas.

En la Asociación de Dependientes de Comercio de la Habana, donde inició su aprendizaje musical, fue alumno de Agustín Martín Mullor, y más tarde de Gaspar Agüero, en las asignaturas de solfeo, teoría y piano. Su maestro de violín fue Vicente Álvarez Torres. Posteriormente estudió armonía, fuga y composición con Fernando Carnicer.

Inició su carrera profesional en 1907 cuando, como pianista, se incorporó a un trío que tocaba en el cinematógrafo Montecarlo. Ese año compuso su primera obra musical, una canción titulada La voz del infortunio, para canto y piano. Como violinista integró las orquestas de los teatros Irijoa y Neptuno, y trabajó como contrabajista en los teatros Molino Rojo, Politeama y Miramar Garden. En 1910 ya formaba parte de la sección de música de la Academia de Artes y Letras.

En 1911 compuso su canción más famosa, la criolla-bolero Quiéreme mucho, inicialmente titulada Serenata Cubana, que estrenó el tenor Mariano Meléndez. La primera parte de la letra pertenece a Ramón Gollury (quien firmaba con el pseudónimo Roger de Lauria), y la segunda a Agustín Rodríguez, libretista español radicado en La Habana. La pieza fue incluida en la obra El servicio obligatorio, puesta en la escena del Teatro Alhambra. El joven Roig conduciría la orquesta de ese coliseo por una temporada completa, tras haber debutado como director en la zarzuela Bohemios.

En 1917 viaja a México por un contrato con la compañía de la famosa actriz María Guerrero, que fue de gran utilidad en el enriquecimiento de su experiencia en la escena. En 1921 condujo la orquesta del viejo teatro Campoamor, y cuando los músicos se declararon en huelga, la agrupación comenzó a ofrecer conciertos gratuitos, dirigidos por Roig, en el Parque Central, para exteriorizar su protesta.

El 2 de julio de 1922 fue electo por unanimidad director de la Sociedad de Conciertos de La Habana, que nació sin recursos económicos, ni más apoyo que el entusiasmo de los músicos que la integraban, en especial los maestros Ernesto Lecuona y César Pérez Sentenat. De esa sociedad surgió -tras duros ensayos, pues Roig era un director sumamente exigente- la Orquesta Sinfónica, que debutó el 29 de octubre del mismo año en el Teatro Nacional, hoy Gran Teatro de La Habana.

En 1927 fue nombrado director de la Escuela de Música de La Habana y de la Banda Municipal que, gracias a su dirección, pudo funcionar como orquesta acompañante. En ese mismo año hizo sus primeras incursiones radiofónicas, al dirigir la orquesta de la emisora CMBY, La Casa de las Medias, en la calle Infanta 159.

En 1929 fundó la Orquesta de Cámara Ignacio Cervantes, y el compositor matancero Aniceto Díaz, creador del danzonete, le dedicó la primera pieza del género: Rompiendo la rutina. En 1930 visitó la ciudad de Washington, en Estados Unidos, invitado por la Unión Panamericana, y dirigió con gran éxito bandas norteamericanas en un repertorio de música cubana. Al año siguiente, los vaivenes políticos que padecía la república hicieron que perdiera su puesto de director de la Banda Municipal.

Sin abandonar su responsabilidad al frente de la Orquesta Sinfónica, con Agustín Rodríguez organizó en el Teatro Martí una compañía de teatro vernáculo que se mantuvo durante cinco años y cinco meses, durante los cuales se estrenaron las mejores zarzuelas cubanas. La orquesta de la compañía era dirigida por Roig y Rodrigo Prats.

De esa temporada data su obra maestra, la zarzuela Cecilia Valdés, que se estrenó el 26 de marzo de 1932, con la soprano mexicana Elisa Altamiranoen el papel protagónico. A pesar del convulso clima político que vivía La Habana en aquellos días, cuandoen el gobierno de Gerardo Machado se tambaleaba por la presión popular, la obra alcanzó cien representaciones seguidas. Ese mismo año, al escenario del Martí subieron también las zarzuelas El jibarito y El clarín, de Roig; El cafetal y María la O, de Lecuona; Soledad, de Rodrigo Prats, y La tía de Pernambuco, de Jorge Anckermann, entre otros estrenos y reposiciones.

En 1933, en la cartelera del mismo teatro aparecieron Las siete capitales del pecado, de Eliseo Grenet; El mayoral y El año terrible, de Prats; Piernas al aire, de Anckermann; La tierra de Venus, de Lecuona, y El patio de los tulipanes y La hija del sol, de Roig. Ese año cayó por fin la dictadura machadista y Roig fue restituido como director de la Banda Municipal, pero en ese momento decidió no aceptarlo.

En 1934 se estrenaron en el teatro Martí, entre otras, El hijo de madame Butterfly, de Jorge Anckermann; Criollo verdá y María Belén Chacón, de Prats; Volando hacia La Habana o El príncipe carioca y Camina, de Roig. Al año siguiente se repuso Cecilia Valdés que, con Rita Montaner en el papel protagónico, alcanzó un éxito sin precedentes.

En 1938 Roig participó en la fundación de la Ópera Nacional, presentando las óperas Carmen, La Bohème, Lucia de Lammermoor, La Traviata,Tosca y Cavalleria rusticana. Musicalizó la película Sucedió en la Habana, de Ramón Peón, y se reincorporó al puesto de director de la Banda Municipal, que ocupó hasta su muerte.

En 1943, Roig dirigió un concierto de música cubana en el Carnegie Hall, de Nueva York, en el cual participaron Ernesto Lecuona y Esther Borja. En 1948 se llevó por primera vez a disco Cecilia Valdés, con Martha Pérez en el papel principal. Dirigió también, en el mismo año, la grabación de la zarzuela Luisa Fernanda, de Federico Moreno Torroba, que editó la firma Cafamo, con Martha Pérez, Maruja González y Panchito Naya.

En 1951 la Orquesta Filarmónica le dedicó un homenaje. En 1953 grabó el disco de larga duración In a Cuban Garden, que se editó en 1957. En 1954 dirigió la versión fonográfica de La viuda alegre, de Franz Lehar, editada por la casa RCA Victor, con Maruja González, Hernán Pelayo, América Crespo, Camilo de Rosillón, Francisco Naya y Antonio Palacios. En 1958 ejecutó la dirección orquestal en otra producción discográfica, con obras suyas, que cantaron las sopranos Esther Borja y América Crespo.
 
Con la llegada del régimen a partir de 1959, por su posición política, fue quedando en el olvido, siendo relegada la difusión de su obra, limitándose a continuar siendo el Director de la Banda Municipal.
 
En 1962, para la televisión, condujo la orquesta en las óperas Rigoletto, La traviata y Aída, de Verdi; Fausto, de Gounod; Don Pascuale y Lucia de Lammermoor, de Donizetti; La Bohème, Madame Butterfly y Tosca, de Puccini; El barbero de Sevilla, de Rossini, y Las bodas de Figaro, de Mozart, entre otras. En los años siguientes continuó su labor como director en grabaciones y programas radiales y televisivos, así como en el teatro. Su zarzuela Cecilia Valdés fue repuesta en teatro y televisión con distintos elencos, y con variaciones introducidas por el propio maestro. En el papel de Cecilia se destacó Blanca Varela, a inicios de la década de los años 60, y en el umbral de la década siguiente, Alina Sánchez.

En 1969 hizo grabaciones al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional y la Banda Nacional de Conciertos. Por última vez actuó en público el 27 de mayo de 1970, dirigiendo la Banda Nacional de Conciertos. Falleció el 13 de junio de 1970, a los 80 años. Días antes, había empuñado la batuta en un ensayo de la Banda Nacional, con Esther Borja en su criolla Nunca te lo diré, letra de Agustín Rodríguez, que la cantante había estrenado en 1950.
 
Cuenta la historia que residió en La Habana en la denominada Casa de amistad 404,  hasta su deceso; siendo sepultado en el cementerio de Colon.   Al paso de los años, exactamente, 27 años después esta vivienda donde vivio gran parte de su vida se desplomo, dejando solo en el recuerdo de sus predecesores, visos documentales de su magnifica obra.
 
Dejó en herencia, junto a una considerable obra zarzuelera, canciones de concierto como Lloro aún al recordarte (1914), Ojos brujos (1918), Yo te amé (1923); Lamento negroide (1943) y Estás en mí (1956). También las suites instrumentales Mosaico musical cubano (1937), Fantasía cubana(1942), Fantasía sobre dos temas del Cocuyé (1944) y Hoy son día de Reyes (1955).

Tomado de En Caribe, enciclopedia de historia y cultura del Caribe.
 
 
 



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