ENTREVISTA
“Somos almas en un purgatorio llamado Cuba”
Nunca lo aceptaron en la academia de San Alejandro. Tal vez por eso, la obra plástica de Yulier Rodríguez Pérez (1989) no se enmarca en los estrechos moldes de lo aprendido en el aula. Llegó desde Florida, Camagüey, para radicarse en La Habana en casa de una tía con la obsesión de ser pintor. En el camino, comprendió que no le hacía falta una galería, sino salir a la calle y tomar ese espacio para dejar su obra.
Pregunta. Usted es conocido como pintor, grafitero y escultor, pero ¿Con cuál de esas facetas artísticas se identifica más?
Respuesta. Me asocian más con el arte callejero y no trato de corregir esa versión, porque la visibilidad me la ha dado el trabajo en la calle. Pero todo empieza en el estudio, el taller y el lienzo. Del caballete salen todos esos personajes que forman nuestra realidad a través de mi óptica de lo cotidiano. Resido en Industria y Trocadero, así que vivo en la mierda y trabajo en la calle Prado, que es otra mierda. Toda esa cinematografía cotidiana de estos barrios marginales me guia en la búsqueda de un discurso propio.
P. ¿Cuáles son las motivaciones que con más frecuencia lo llevan ante el caballete, el muro o la hoja de dibujo?
R. Mis imágenes son como fábulas, un retrato de vivencias de la gente. Otras son más personales, pero casi siempre reflejan los escenarios descuidados y el descontento. Son como almas, porque en algún momento dejamos de ser personas y ahora somos almas en un purgatorio llamado Cuba. Vivimos condenados por nosotros mismos, porque esto es el resultado de nuestras decisiones y nuestra incapacidad de ver más allá, del miedo y otras mil cosas. Las imágenes no son más que eso: nuestras almas que reflejan el dolor interno, la impotencia, el miedo y la tristeza.
P. Elegir como galería de exposición las fachadas y las paradas de ómnibus no resulta muy común entre los artistas cubanos ¿Qué le hizo echar mano de esa singular sala expositiva?
R. Presenté varios proyectos en galerías y exposiciones, pero fui marginado siempre. En el mejor de los casos me decían que había que esperar algunos meses. Presentaba una obra ahora y era posible que se expusiera en un año, cuando a lo mejor ya no pensaba así. La obra evoluciona y mi intención como artista no ha sido nunca tener una muestra retrospectiva de mi arte, sino compartirlo con el público en el momento que fue creado.
Un amigo del mundo del arte urbano en Alemania llegó a Cuba y empezamos a hacer cosas. Nos fuimos a pintar un día por la noche, todo estaba oscuro y yo no sabía nada de ese mundo. Me atrapó, fue como una carga de adrenalina y ahí me uní a otro grafitero que artísticamente no estaba muy bien preparado, su obra más bien era de hacer letras, pero tenía la experiencia de pintar en las calles, había perdido el miedo escénico. Esa unión me ayudó mucho y empecé a hacer mi trabajo.
P. ¿Durante sus años como artista callejero ha sentido alguna vez miedo a represalias por su trabajo?
R. Al principio me preocupaba porque en las piezas se mostraba una realidad que mucha gente no quiere ver y otros no quieren que se vea. Al final fui perdiendo el miedo escénico sobre la marcha y empecé a ayudar a mi amigo con la parte teórica de la expresión conceptual, la búsqueda de un lenguaje. Fue una ayuda mutua. Luego él se fue del país.
P. ¿Cuáles son los antecedentes en el arte del grafiti en Cuba?
R. La carencia de propuestas en el arte callejero es muy fuerte. ¿A quién se puede mencionar? Arte Calle, con Maldito Menéndez, pero la mayoría ya no viven en la Isla. No hay un arte urbano cubano, ahora mismo no existe un movimiento, hay artistas aislados que trabajan y esto es bueno decirlo. Conozco solo a dos que hablan de la realidad, El Sexto y yo.
La diferencia con El Sexto es que él asume una postura esencialmente política y se declaró en guerra contra Fidel Castro. Es su postura y la respeto. Hace un trabajo totalmente político, es un activista, mientras que yo dialogo con el público a través del arte y de una propuesta más elaborada, con cierto lirismo. No trabajo vinculado a nadie, defiendo mi opinión, me gusta el arte y autofinancio todo lo que necesito para hacer este trabajo.
Si ahora nos quitamos a mí y a El Sexto es difícil encontrar a otros que, de manera seria y constante, vean esto como una expresión artística. Una vez intentamos una pintada colectiva en el Cerro, pero aparecieron los del Gobierno con la historia de la contrarrevolución y se cortó todo.
P. Es difícil creer que haya hecho todas estas pintadas en los muros de La Habana y no tuviera ningún problema con la policía. ¿Ha sufrido arrestos o multas?
R. Nunca he tenido problemas, aunque sí me mandan de vez en cuando a los policías. Trabajar en la calle es muy sensible, pero creo que han tenido que abrir. El cine cubano, por ejemplo, está mostrando la realidad de una manera más cruda y han tenido que dejarlo porque no se puede ir en contra de la realidad. El momento en el que salí con estas crónicas visuales también fue el mejor, porque había ya una apertura mínima que ha sido muy poco a poco. Ya no se pueden ocultar las cosas como antes.
P. ¿Ha dormido alguna vez en un calabozo a causa de su arte?
R. Para mí es un misterio, porque me han mandado hasta tres patrullas y no pasa nada. Llegan predispuestos y, cuando se bajan, ven la pieza y escuchan mi explicación, llaman por la radio y dicen: "el muchacho lo que está haciendo son muñecos, pero no tiene nada que ver con política".
Hasta ahora me han dejado ir. La única vez que tuve roce con un policía fue en la Villa Panamericana. En la parada hice un grafiti de personajes parados en el muro en distintas situaciones incómodas, como gritando. Ese día la orden vino de arriba. Una mujer del partido había pasado en el camello y llamó a la policía para decir que se estaba haciendo "algo contrarrevolucionario". En la unidad todo se arregló, no fueron ni 20 minutos, el mismo guardia me dijo que debía sacar un permiso. Yo le expliqué que justamente por eso había ido a parar a las calles, porque los permisos son muy lentos y si uno se pone a esperar por ellos nunca pinta.
P. ¿Cuáles son los emplazamientos más frecuentes donde coloca sus pintadas?
R. No invado cualquier lugar, sino que busco paredes y lugares destruidos. Trato de darles algún valor estético y así promover en un futuro un movimiento de arte urbano.
P. Es común que los grafitis aparezcan tapados con brochazos de pintura o consignas progubernamentales. ¿En el caso de su obra ha ocurrido lo mismo?
R. La mayoría de mis grafitis han sobrevivido a eso, algunos sí me los ha tachado el Gobierno, pero otros lo han sido por otras personas. Tengo un enemigo más fuerte que el Gobierno, que es la religión. Me ha pasado ya varias veces que testigos de Jehová o cristianos extremistas ven en mi obra figuraciones diabólicas y me la han borrado.
P. ¿Hasta el día de hoy solo ha expuesto en las calles o en el interior de un taller, o también ha logrado colgar alguna obra en una galería?
R. He participado en algunas exposiciones colectivas, una de ellas aquí en el Hotel Parque Central, y una personal en Luz y Oficios. Este año quiero organizar una muestra con escombros de edificios derrumbados, traerlos al taller e intervenirlos. Ver el escombro como un documento histórico donde se recoge la memoria de esos edificios en los que vivió y sufrió gente en un espacio de tiempo y que son pedazos de nuestra identidad.
P. Este taller comunitario "José Martí" en el que realiza parte de su trabajo y que pertenece al Consejo Popular Prado ¿Cómo funciona?
R. Estoy a cargo de este proyecto que interactúa mucho con la comunidad. Hacemos talleres de dibujo para niños y nuestras puertas siempre están abiertas para cualquier actividad. Lo que sí no voy a permitir es que esto se convierta en una quincalla para turistas. Tratamos de mantener obras que partan de la sinceridad y la seriedad. Mucha gente se fue porque no está preparada para trabajar en esos términos, nos quedamos tres o cuatro. El espacio lo hemos ido mejorando mucho con nuestro esfuerzo, porque estaba en muy malas condiciones.
P. ¿Qué artistas han influido más en la manera en que lleva a cabo su trabajo?
R. Coincido con Banksy en la forma de ver el arte callejero. Para mí el arte urbano es dialogar con el público y mi obra es eso.
P. ¿Hay algún trabajo que recuerde con especial ilusión?
R. Durante la Feria del Libro, hice una intervención pública que está en mi Facebook, en la que crucé nadando hasta el otro lado de la bahía para pintar una cara enorme sin boca, sin oídos, ni nariz, solo ojos. Lo hice de manera que se vea del lado de acá. Luego volví nadando al malecón.