«El Payaso Asesino» que violó y estranguló a 33 chicos en los años 70
Este pedófilo homicida mediante el empleo de malas artes acabó con la vida de numerosos menores de edad tras violarlos repetidas veces.
Los Peores Asesinos de la Historia
La figura de John Wayne Gacy, más conocido como «El Payaso Asesino», encajaba a la perfección -antes del descubrimiento de sus macabros crímenes- en el arquetipo de «buen ciudadano»: un hombre afable y educado, de fuertes convicciones religiosas y miembro activo en numerosas asociaciones benéficas.
Tan buena era su imagen pública, que ninguna de las personas de su entorno podía dar crédito al sorprendente secreto que este respetado miembro de la comunidad (llegó a sacarse una foto estrechando la mano de la primera dama Rosalynn Carter) escondía bajo su casa en el 8213 de Summerdale Avenue (Chicago, Illinois).
La degeneración y la psicopatía de Pogo -alter ego que Gacy empleaba cuando se disfrazaba de payaso- dejaron por el camino un reguero de cadáveres. Todos ellos chicos jóvenes a los que, tras drogar y violar, asesinaba salvajemente con sus propias manos sin pudor alguno.
La historia de este macabro asesino, así como muchas otras, se pueden encontrar en la obra que hoy destacamos desde ABC Historia: «Killers: Los Peores Asesinos de la Historia» (Poe Books). En este libro, firmado por el afamado investigador Francisco Pérez Abellán y su hijo Francisco Pérez Caballero, el lector puede conocer las tropelías cometidas por criminales del pelaje de «El Matamendigos», «El Carnicero de Rostov» o «El Hombre Lobo Gallego».
La forja del pederasta El futuro pederasta y homicida John Wayne Gacy nació en la ciudad de Chicago el 17 de marzo de 1942. Parece ser que durante su niñez sufrió la falta de afecto de su padre, quien estaba más pendiente de dar cariño a sus otras dos hijas que al orondo joven. Además, según aparece recogido en no pocas investigaciones acerca del «Payaso Asesino» -como en «Buried Dreams: Inside the Mind of John Wayne Gacy» de Tim Cahill- el patriarca de la familia habría sido un bebedor empedernido que gustaba del empleo de la violencia.
A temprana edad el joven John decidió escapar del hogar familiar y probar fortuna por su cuenta en Las Vegas. Como afirma Cahill, esta huida le permitió escapar de su padre y fomentar su crecimiento personal poniendo los mimbres de la que sería, a posteriori, su imagen de ciudadano ejemplar.
De vuelta al estado de Illinois el cambio en el futuro homicida era más que patente, durante su tiempo fuera del nido familiar había fortalecido sobremanera su confianza y autoestima. Fue entonces cuando decidió llevar a cabo estudios relacionados con el mundo empresarial, gracias a lo que puso las bases de su futuro éxito laboral. Parece ser que había conseguido prosperar individualmente apartado de la sombra de su padre.
Gacy contrajo matrimonio a mediados de los sesenta con Marlynn Myers, hija del propietario de una franquicia dedicada al pollo frito ubicada en la localidad de Waterloo (Iowa). Fruto de esta relación comenzó a trabajar como gerente en el restaurante de comida rápida.
Fue en el año 1967 cuando el siniestro criminal que llevaba dentro este aparente ciudadano ejemplar comenzó a aflorar. Los abusos a los que sometió al menor Donald Vorhees (los cuales podrían haber sido consentidos) le pusieron en el punto de mira de la policía por primera vez. No contento con haber llevado a cabo tamaña vileza, Gacy llegó a contratar a otro adolescente (de nombre Russell Schroeder) para que atacase a la víctima con el objetivo de que guardase silencio. Parece ser -según está recogido en varias fuentes- que el depravado John habría sometido a otras ofensas de carácter violento y sexual a varios jóvenes empleados en el negocio de pollo frito. Debido al acto aberrante contra la integridad de Vorhees, el futuro «Payaso Asesino» fue condenado a pasar diez años en prisión. Sin embargo, la suerte le sonrió. Debido al buen comportamiento del que, presuntamente, hizo gala durante su estancia en la penitenciería de Iowa, el tristemente célebre criminal alcanzó la libertad tan solo año y medio después de haber ingresado.
Tras su salida de presidio contrajo matrimonio con su segunda esposa, una mujer divorciada y con dos hijas a la que ya conocía de sus años de instituto: Carole Hoff. La recién formada pareja pretendía comenzar una nueva vida en la posteriormente célebre vivienda de Summerdale (ubicada a las afueras de Chicago). Lugar donde este sociópata carente de escrúpulos ocultó los cuerpos de 29 jóvenes tras torturarlos y someterlos a abusos sexuales.
Drogas y violaciones Los años inmediatamente posteriores al atroz descubrimiento fueron empleados por John para cultivar su fama de «buen ciudadano». A sus muchas obras benéficas se sumaba su exquisito comportamiento para con sus más cercanos. No en vano, el trato con las hijas de su nueva mujer era amoroso y protector, y parece que en ningún momento llegó a sobrepasarse con ellas. Al mismo tiempo ofrecía ayuda a todo aquel que se la solicitaba, incluso limpiaba la nieve de las entradas de las casas de sus vecinos durante los duros inviernos de la Ciudad del Viento.
Como explica Gabriel Pombo en su libro «Historias de Asesinos», fue en 1971 cuando Gacy se hizo con la empresa de construcción llamada «PDM Contracting». También datan de este año sus primeras apariciones en hospitales como el «Payaso Pogo», cuyo objetivo era animar a los jóvenes que se encontraban internados.
A pesar del enorme trabajo empleado en fortalecer su fachada de buen samaritano, la verdadera cara del pederasta no tardó en salir a la luz de nuevo. Como señalan Francisco Pérez Abellán y Francisco Pérez Caballero en su obra: «Killers: Los Peores Asesinos de la Historia», poco tiempo antes de que se conociesen los macabros actos criminales de este violador impenitente la policía de Chicago ya le tenía en el punto de mira.
Según señala Pombo, un hombre de 28 años de nombre David Daniel le denunció a mediados de 1976 por tentativa de sodomía. Al parecer Gacy, se había ofrecido a conducirle en su coche a la estación de omnibús y a consumir marihuana.
El 6 de enero de 1978, un joven llamado Robert Donelly formalizó otra denuncia en la que acusaba al «Payaso Asesino» de haberse sobrepasado con él. El hecho de que la víctima previamente hubiese aceptado mantener relaciones sadomasoquistas dio pie a que la policía no le prestase demasiada atención al caso.
Sin embargo, más grave fue la denuncia de Jeff Rignall, un homosexual de 26 años, quien demandó al homicida por haberle drogado y violado en repetidas ocasiones. Al parecer, el joven habría subido al coche de Gacy cuando este le propuso ir juntos a tomar una copa. Una vez el desdichado acompañante se encontraba dentro del vehículo, el criminal empleó cloroformo para dormirle y abusar de él cuantas veces quiso.
Aun así -por fortuna para Rignall- en este caso el sádico John no acabó con la vida de su víctima, sino que abandonó al joven en un parque de la ciudad de Chicago. Sin embargo, a pesar de haber logrado sobrevivir, las pruebas físicas a las que fue sometido revelaron que su hígado había quedado gravemente dañado debido a los efectos del cloroformo.
La desaparición de Piest Como explican Abellán y Caballero en su obra, el principio del fin del sádico violador y asesino tuvo lugar el día 11 de diciembre de 1978. Robert Piest, un muchacho de a penas 15 años, había acordado acudir a una entrevista de trabajo con un contratista (John Gacy) para obtener un empleo. Ante la falta de noticias del joven su madre, presa del pánico, se decidió a acudir a la policía. Cuando las fuerzas del orden escucharon el nombre del violador saltaron todas las alarmas.
Al día siguiente, como se señala la página web Criminalia (especializada en el relato de asesinatos), el teniente de policía Joseph Kozenczak se dirigió a la casa de Gacy con el objetivo de averiguar si estaba relacionado con la desaparición de Piest. El violador, quien en todo momento se mostró confiado ante el agente de la ley, negó en un primer momento que conociese al joven. Sin embargo, parece ser que varios testigos habían visto al contratista conversando con la víctima en la farmacia donde el menor trabajaba.
Cuando Kozenczak solicitó al «Payaso Asesino» que le acompañase a comisaría con el fin de tomarle declaración, el sospechoso se escudó burdamente en el supuesto fallecimiento de un tío suyo; razón por la cual estaría esperando una llamada de su madre. Ante la insistencia del policía, el pederasta perdió los nervios y le espetó de forma iracunda: «¿Es que no tiene respeto por la muerte?» .
Sin embargo, el macabro violador no se iba salir con la suya. El 13 de diciembre acudió finalmente a la comisaria de policía. Durante el interrogatorio se reafirmó en su testimonio previo arguyendo que no tenía la menor idea del paradero del joven. También aprovechó el periodo de tiempo que pasó testificando para fanfarronear a propósito de su éxito laboral y sus diversas obras caritativas. Lo que Gacy desconocía era que su tapadera estaba a punto de irse al garete, toda vez que en ese mismo momento los agentes de la ley se afanaban por conseguir una orden de registro de su domicilio. Según recoge Criminalia, una vez que la policía se personó en la vivienda hicieron falta pocos minutos para que la farsa del supuesto ciudadano ejemplar comenzase a venirse abajo. En el interior del 8213 de Summerdale Avenue los agentes encontraron un amplio catálogo bibliográfico relacionado con las más oscuras perversiones conocidas. Entre las obras había títulos como «Adolescentes callados» o «Sexo entre hombres y chicos». Sin embargo, los hallazgos no finalizaron aquí, ya que las fuerzas del orden también descubrieron una amplia gama de utensilios de tortura pertenecientes al sádico violador.
Un macabro hallazgo Con el paso del tiempo la aparente tranquilidad del asesino acabó por venirse abajo fruto de la presión. La presencia de constante vigilancia policial le llevó a cometer una imprudencia inexplicable: invitó a los agentes que le seguían constantemente a entrar en su casa. Parece ser que los huéspedes -debido a sus años de experiencia- fueron conscientes del tufo procedente del suelo del domicilio y lo asociaron inmediatamente al propio de un cadáver en descomposición.
Fue cuestión de tiempo que las fuerzas de seguridad se hiciesen con otra orden de registro y se personaran en el domicilio del otrora reputado ciudadano. Ante la amenaza de los agentes de la ley de levantar el parqué, el escándalo saltó por los aires: bajo la vivienda se encontraban los cuerpos en descomposición de 29 menores, todos ellos varones.
Como explica Pombo en su obra, Gacy declaró ante la policía que su primer asesinato se remontaba a 1972. Por lo visto, el «modus operandi» del violador habría consistido en captar a jóvenes ofreciéndoles chucherías, drogas, alcohol o trabajo. Las edades de las víctimas se encontraban comprendidas entre los nueve y los veinte años. Al mismo tiempo reconoció haber matado al menos a unos 33 jóvenes. Los restos de los otros cuatro que no aparecieron en su domicilio fueron arrojados por el criminal al cercano río Des Plaines. El último de los cadáveres apareció en la ribera del Illinois en 1979.
Durante el juicio -iniciado en 1980- el desenmascarado pedófilo, seguramente con la intención de obtener un trato más indulgente por parte de la fiscalía, asoció los asesinatos con el padecimiento de una múltiple personalidad. Según esta teoría, por un lado estaría John (el buen vecino, agradable y servicial) y por otro un asesino despiadado con fobia por los homosexuales llamado «Jack». Como señala Pombo, los abogados del acusado llegaron al extremo de sostener que los homicidios habían sido accidentales, ya que los mismos habrían tenido lugar fruto del éxtasis sexual y contando con el consentimiento de las víctimas.
Los especialistas que le trataron con el objetivo de determinar la causa de sus actos llegaron a la conclusión de que la raíz de los mismos estaría en la difícil relación que mantuvo el criminal con su progenitor. Según declaraciones de Gacy recogidas por Criminalia este afirmó: «Si mi padre decía que el sol no se iba a levantar mañana, no se le podía contradecir. Hubiera discutido hasta convencer a cualquiera».
El final del pederasta A pesar de los intentos de los abogados por evitar que su defendido recorriese la milla verde -como señala Miguel Ángel Linares en «Mala Gente»- Gacy acabó siendo condenado a muerte el 12 de marzo de 1980. Durante su tiempo en prisión el pedófilo se esforzó por conseguir que le conmutasen la pena capital. Al mismo tiempo, se dedicó de lleno al ejercicio de la pintura. Manuel Moros Peña explica en «Historia Natural del Canibalismo» que muchas de las obras que facturó durante su estancia en presidio fueron consideradas como «objetos de culto» y llegaron a alcanzar a posteriori precios cercanos a los 7.000 dólares.
Tuvieron que transcurrir aún catorce años para que el «Payaso Asesino» pagase por todas las tropelías cometidas durante su vida. Su ejecución tuvo lugar el 10 de mayo de 1994 mediante el empleo de la inyección letal.
Llegaba a término de esta forma la vida de uno de los homicidas y pederastas más afamados de todos los tiempos.
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