Sexo y secretos del Hollywood dorado
El chico de la manguera, un gigoló bisexual (pinguero), y su servicio completo
Según Bowers, todo comenzó cuando trabajaba en una estación de combustible poco después de volver de la Segunda Guerra Mundial. El actor Walter Pidgeon detuvo su coche y le preguntó: “¿qué hace un chico tan bonito trabajando acá?”. Se subió a su auto y comenzó su labor como taxi boy.
El elegante Cary Grant y el vaquero Randie Scott eran, tras sus convencionales fachadas, amigos íntimos y amantes
UN DOCUMENTAL PRESENTADO EN EL FESTIVAL DE TORONTO REPASA LA VIDA DE SCOTT BOWERS, QUIEN DESCUBRIÓ LAS INTIMIDADES DE LAS ESTRELLAS DEL CINE CLÁSICO EN SU LIBRO ‘SERVICIO COMPLETO'
Irene Crespo - Toronto - El País La aventura que mantuvieron Spencer Tracy y Katharine Hepburn durante años, mientras él seguía casado, fue uno de los grandes secretos a voces de Hollywood. Un romance inmoral pero permitido porque eran grandes estrellas de cine, la pareja que todo el mundo aspiraba a ser viendo sus películas. Pero aquella relación no era más que una tapadera. "Las revistas de cine vendieron esa historia, pero ellos no eran amantes, eran simplemente amigos, compañeros de trabajo", dice Scotty Bowers en el documental sobre su vida Scotty and the Secret Life of Hollywood (Scotty y la vida secreta de Hollywood).
Él los conoció bien a través del director George Cukor. Spencer Tracy vivía en una de las cabañas de Cukor y Katharine Hepburn en otra. "Nunca vivieron juntos como se decía", sigue Bowers. Algunas noches, Scotty buscaba mujeres para que pasaran las noches con la actriz, y después acompañaba hasta su cama al actor borracho. "Él era gay, aunque no quisiera admitirlo", dice.
Cukor, Hepburn y Tracy no fueron sus únicos clientes. Scotty Bowers era una leyenda en el Hollywood dorado. Era el hombre que "apañó" durante años los encuentros románticos y sexuales entre todas aquellas estrellas de Hollywood que tenían que esconderse entre las sombras. Era el hombre que les hacía felices. El primero que le conoció fue Walter Pidgeon. El actor de Planeta prohibido paró a repostar en la gasolinera en la que trabajaba Scotty y este le dio un momento de felicidad en el cuarto de atrás de la estación de servicio. A partir de ahí se corrió la voz. Por 20 dólares Scotty hacía sus sueños realidad. Él mismo estaba disponible, pero cuando el negocio empezó a crecer fue buscando otros chicos. En un momento dado, saltó al motel de enfrente. Y poco después se encargó de organizar fiestas con tantos hombres y mujeres como pidieran sus anfitriones. "Cole Porter me pidió una noche 15 hombres", cuenta.
Entonces dejó de cobrar, pero siguió "apañando encuentros" con el único objetivo de hacer feliz a la gente. Casi todo lo que cuenta el documental, dirigido por Matt Tyrnauer, estaba ya en el libro que el propio Bowers publicó en 2012, Servicio completo. El rodaje, de hecho, empezó después de la publicación y habla un poco de las críticas que recibió por sacar del armario y contar los secretos sexuales de tanta gente, la gran mayoría ya desaparecida. Según Bowers, esperó a que no estuvieran precisamente por respeto a ellos. Y lo que hizo fue convertir a todas esas leyendas y mitos "en personas reales, gente de carne y hueso", le defiende el actor Stephen Fry en el documental. "Su historia no es la de un gay renegado —explica Fry—, Scotty no se conformaba con una etiqueta, traspasó todas las vallas que nos hemos construido para separarnos los unos de los otros".
El documental arranca con la celebración de su 90 cumpleaños, ahora ya tiene 94. Comparte secretos de otros, como la noche que "apañó" a Rock Hudson y un recién llegado Cary Grant, o las múltiples veces que mandó hombres a la habitación del duque de Windsor y mujeres a la de Wallis Simpson. Pero también comparte sus encuentros; como aquella noche que participó en un trío con Ava Gardner y Lana Turner, o cuando se acostó con Bette Davis durante la guerra o con J. Edgar Hoover vestido de mujer.
Hollywood construyó una imagen de amores idílicos mientras les obligaba a ocultarse en las sombras y Scotty hacía de esas sombras un lugar más feliz. "Algunas personas me han dicho que los mejores momentos de su vida fueron en aquella gasolinera", cuenta. "Y me siento bien de haber hecho feliz a tanta gente", continúa mientras celebra la aprobación del matrimonio gay en Estados Unidos. En las últimas décadas se ha dedicado a hacer feliz a su mujer y amigos. Fue la muerte en 1985 de Rock Hudson por sida, y la sacudida que vivió la industria por la tragedia, lo que le hizo retirarse como el hombre que cumplió los deseos sexuales de Hollywood.

El chico de la manguera - Servicio completo (el libro) Scotty Bowers pone patas arriba el universo romántico del dorado Hollywood y descubre un mundo dominado por las relaciones homosexuales, las falsas apariencias y el disimulo.
Una inmensa orgía donde todos y todas tienen siempre las escopetas preparadas y donde nadie se acuesta con quien parece. De cama en cama, Scotty Bowers realiza en 'Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood' (Editorial Anagrama. 19,90 euros) una aproximación rebosante de fluidos y confidencias al patio trasero de Tinseltown, la ciudad del oropel y del celuloide.
El libro se las trae desde el título mismo. Bowers, un marine veterano iniciado en el sexo homosexual por un cura de Chicago cuando el crío no era más que un pobre limpiabotas, pero que llegó a tener a una veintena de sacerdotes prendados de su inocencia, trabajaba en la gasolinera Richfield de Hollywood, un lugar que él convirtió en un auténtico zoco por el que pululaban chaperos que tiraban a pelo y pluma, jóvenes prostitutas que no le hacían ascos a nada ni a nadie y gentes del espectáculo que acudían al garito para aprovisionarse de carne fresca, regalarse un vistazo secreto por un agujero de los baños o echar un casquete rápido en la autocaravana de la que Scotty se había provisto. Esto es, según Scotty Bowers, lo que en Hollywood se entiende como un servicio completo.
«Gracias a la locuacidad descarada de un viejo verde de libido insaciable y de prodigiosa memoria, las confidencias que contiene el libro no hacen más que confirmar el poder y la creatividad homosexual» que hicieron brillar, por encima de cualquier censura, la fábrica de los sueños, escribe el estudioso Román Gubern en el prólogo.
Bowers, de 89 años y que aún ejerce como camarero ocasional en fiestas privadas de Hollywood, no deja títere con cabeza. «La gasolinera fue el portal que me dio acceso a un mundo selecto donde el sexo de gran calidad lo era todo», confía. En el fondo, Bowers se presenta como un alcahuete risueño y salvador, el tipo que proporcionaba a las estrellas de Hollywood el escape normalizador a las «cláusulas de moralidad» que regían sus contratos y martirizaban su vida privada. Decir abiertamente que Cary Grant era gay y que a Katharine Hepburn le iban más los higos que los caracoles (para usar los mismos eufemismos que en aquel famoso diálogo censurado en 'Espartaco' entre Laurence Olivier y Tony Curtis) hubiera supuesto el fin automático de sus carreras.
Eso sí, Scotty dice que nunca cobró por sus servicios, que solo recibía propinas de sus clientes famosos y que era ajeno a los acuerdos dinerarios entre estrellas y putos. Tras la justificación, claro, toca subirse a la montaña rusa.
Cuando Scotty Bowers habla de miel, se refiere, en la jerga de Hollywood, al semen. Cole Porter, compositor y letrista afamado, «declaradamente gay, innegablemente promiscuo y que sentía una pasión ferviente por los marines... podía mamar 30 pollas, una tras otra. Y siempre tragaba», subraya esta celestina de gasolinera.
El cutis de la Hepburn Katharine Hepburn, a quien el fotógrafo Cecil Beaton acusaba de poseer un terrible cutis «de cocodrilo», aparece retratada como una «bollera» impenitente, engreída y estirada en su comportamiento público. «Hepburn era lesbiana y no me imaginaba a aquella mujer incuestionablemente hombruna teniendo un idilio con un hombre, con ningún hombre», remacha. Así que su enlace con Spencer Tracy no pasó de ser otro más de esos «matrimonios profesionales» que imponían en Hollywood los estudios y sus asesores de imagen sexual, un mero arreglo y no el «cuento de hadas» que se vendió.
El bello Errol Flynn, que regaló al mundo un cadáver tan hermoso y joven como el que lucía con sus calzonas verdes en 'Robin Hood', tampoco sale nada bien parado. Bowers retrata a un borracho estragado por el vodka e incapaz de cumplir con las mujeres. El gasolinero rescata una frase sobre los gustos del protagonista de 'Objetivo: Birmania'. «Me gusta la bebida añeja y las mujeres jóvenes, muy jóvenes... No me importa que tenga 18 con tal de que se parezca y comporte como una chica de entre, bueno, pongamos 14 y 16».
Tracy también le pegaba al frasco de lo lindo. Y, casualidad, también les daba a todos los palos y también compartió cama y caricias con Scotty. «Dejando de lado a Errol Flynn, rara vez he visto a alguien trasegar tanto alcohol como Spence... El gran Spencer Tracy era otro bisexual, un hecho totalmente ocultado por el departamento de publicidad del estudio... en el caso de que lo supieran», escribe.
A George Cukor (director de 'Mujercitas' o 'Ha nacido una estrella') lo presenta como alguien que, en materia de sexo, iba directamente al grano, sin «preámbulos ni besuqueos». «El sexo anal estaba excluido. Hablando en plata... George solo quería chupar pollas. Y lo hacía con una eficiencia rauda y fría», sostiene nuestro confidente. Del galán moreno y mediterráneo Tyrone Power, Scotty sostiene que «las mujeres se derretían por él y se acostaba con ellas, pero prefería con mucho a los hombres. Me llamaba a menudo y me pedía que le mandara a un jovencito».
Rita Hayworth, «una mujer bellísima», sale indemne en materia sexual, pero, ay, «tenía una veta malvada y tacaña. Por decirlo sin rodeos, era muy egoísta».
Cary Grant, «la quintaesencia de la persona suave», era 'pareja' del actor especializado en westerns Randy Scott, un «grandullón de lo más dulce... los tres hicimos muchas travesuras juntos. Aparte de las mamadas habituales –ninguno de los dos follaba... o, al menos, no conmigo– lo que mejor recuerdo de aquel encuentro fue que a Scott le gustaban mucho los arrumacos, y hablar, y era muy tierno. Grant también era agradable...»
Los gritos de Escarlata «Era caliente, una mujer caliente. Muy sexual y muy excitable. Puesta en faena exigía una satisfacción plena y completa... no podía controlarse. Chillaba, gritaba y se reía. Tuvo un orgasmo tras otro y cada uno era más estruendoso que el anterior». Es la tarjeta de presentación de Vivien Leigh, la adorable e indómita 'señorita Escarlata' tras uno de sus encuentros con el exmarine, veterano de Guadalcanal e Iwo Jima, y acostumbrado, se entiende, al fuego cruzado.
Y aunque Scotty no entra en juicios morales sobre apetencias sexuales, hay actores que no salen nada bien parados. Como el orondo, excelso y «gay declarado» Charles Laughton, de quien dice que no se duchaba en semanas y que era adicto a la coprofagia con sus amantes de pago masculinos. ¡Ah! y adoraba el esmegma, «parecido a un gorgonzola o un roquefort curado». Claro que también el galán Tyrone Power, apunta Scotty, era un aficionado a los deportes acuáticos, a la lluvia dorada proporcionada por sus amantes femeninas.
Lo dicho, no se salva nadie: ni Harold Lloyd, ni el bonancible Raymond Burr, ni Tennessee Williams (que escribió una biografía sobre Scotty al que tilda como «la madrina mariquita de todo el universo gay de Los Angeles»), ni Montgomery Clift («una loca temperamental»), James Dean, Anthony Perkins, David Carradine, Linda Lovelace o Steve Reeves ni, por supuesto, Rock Hudson, una de las primeras estrellas fallecidas a consecuencia del sida.
Con semejante recorrido, no es extraño que Scotty Bowers fuera un entusiasta y desprendido colaborador del doctor Alfred Kinsey en sus investigaciones sobre el sexo en EE UU. El chico de la manguera tenía, claro, mucho que contar.

Scotty Bowers el pinguero de las estrellas, poco después de volver de la Segunda Guerra

Rock Hudson and Jeff Chandler durante un descanso del rodaje de la película Iron man' en 1951
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