Trump y Castro pueden salvar a Venezuela
Por Jorge G. Castañeda - The New York TimesTras meses de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, las protestas de calle de la oposición en Venezuela se han calmado, pero la crisis económica y política está lejos de terminar. La Asamblea Nacional elegida de manera fraudulenta está redactando una nueva constitución que subordinará al sistema judicial y a los organismos legislativos al poder ejecutivo. El resultado será una nueva dictadura en Latinoamérica, la primera en décadas.
Al haberse hecho de prácticamente el poder absoluto para gobernar a voluntad, el presidente Nicolás Maduro no ha perdido tiempo: ha encarcelado a los opositores políticos, ha usado la tortura y la represión en contra de los estudiantes y ha silenciado a los medios críticos que quedaban. A pesar del desastre humanitario que ocasionó que los ciudadanos de ese país perdieran en promedio hasta un diez por ciento de su peso, que se les dijera que se comieran a los conejos que tenían como mascotas y que cientos de miles huyeran al extranjero, el sucesor de Hugo Chávez se niega a abandonar el poder.
Otros países de la región y la oposición deben intensificar sus esfuerzos para encontrar la manera de salir del caos. Las negociaciones en República Dominicana entre los funcionarios del gobierno de Maduro y sus opositores no tendrán éxito por sí solas. El lunes pasado, el presidente Trump ofreció una cena a los presidentes de Brasil, Colombia, Panamá y a la vicepresidenta de Argentina en la que acordaron continuar trabajando juntos para resolver los problemas de Venezuela. Tal vez logren algo, si se incluye en la ecuación a otro país: Cuba.
Dada la animosidad de Trump hacia el régimen cubano en su discurso ante las Naciones Unidas, cuando dijo que Washington no levantaría las sanciones a La Habana sino hasta que esta hiciera reformas, esta alianza parece improbable. Sin embargo, ambos países tienen incentivos reales para trabajar juntos: solo los cubanos pueden hacer salir a Maduro y a sus secuaces del poder, y solo las inversiones, el turismo, el comercio y la buena voluntad de Estados Unidos pueden permitirle a Cuba aliviar sus serios problemas económicos. Si Raúl Castro se une al grupo que busca resolver la crisis venezolana, se podría llegar a un acuerdo, ahora o cuando la crisis empeore de nuevo.
Maduro se niega a dimitir. Aunque el gobierno ha programado elecciones regionales para mediados de octubre, el presidente no está dispuesto a convocar elecciones presidenciales el año próximo, porque sabe que las perdería.
La presión internacional en Venezuela ha aumentado. Los países latinoamericanos han hecho fuertes declaraciones contra el régimen y Estados Unidos ha impuesto sanciones; la Unión Europea podría imponer sanciones económicas y limitar la entrega de visas en breve.
No obstante, es poco probable que estas medidas por sí solas lleven el cambio a Venezuela, lo cual hace aún más atractiva la participación de dos actores antagonistas, Cuba y Estados Unidos.
¿Por qué deberían Washington y La Habana unir esfuerzos para sacar a Venezuela del desastre en el que está?
Primero, en ocasiones Cuba ha sido clave en negociaciones de conflictos, más recientemente en el acuerdo de paz de Colombia.
Segundo, la única potencia externa con influencia real en Caracas es Cuba. Con más de 40.000 médicos, maestros, así como personal de inteligencia y seguridad provenientes de Cuba en Venezuela, el gobierno de La Habana goza de la absoluta confianza de Maduro, quien se apoya en él para su seguridad personal, para influir en sus aliados y controlar a sus rivales y adversarios. A cambio, a Cuba se le paga con dinero en efectivo por los recursos humanos que provee y con el suministro subsidiado, aunque decreciente, de petróleo para consumo interno, así como para reventa a otros países a un precio más elevado.
En pocas palabras, los cubanos son los únicos actores en este embrollo que pueden influir en Maduro y convencerlo de que se haga a un lado. Se debe persuadir a la oposición y a Estados Unidos para que le otorguen a Maduro y a sus compinches asilo seguro en La Habana. Esto motivaría la celebración de elecciones presidenciales en Venezuela y el proceso de reconciliación con una amnistía para todos los venezolanos.
¿Por qué los cubanos defenestrarían a un aliado como Maduro, pese a lo incómodo que es? Saben que, aunque ha sobrellevado la crisis más reciente, hay muchas otras por venir: el incumplimiento del pago de la deuda, el declive de la producción y los precios de petróleo, el descontento dentro de las fuerzas armadas. Cuba le ha apostado todo a otros países en el pasado y sabe bien que los resultados no han sido buenos.
Además, Cuba tiene un enorme problema justo al norte sin una solución visible: Donald Trump. Con su victoria electoral, La Habana perdió todos sus contactos en Washington. Las revisiones de Trump de las acciones ejecutivas del presidente Barack Obama para normalizar las relaciones con La Habana son más un distractor para los legisladores cubano-estadounidenses que amenazas reales para Cuba, pero están logrando un efecto secundario: disuadir a las empresas estadounidenses y europeas de invertir en Cuba. Cuba quiere turistas estadounidenses, pero necesita certidumbre y continuidad para atraer inversiones que puedan hacer crecer su economía. Sin Trump, eso es poco probable.
¿Hay posibilidades de ganar en este dando y dando? ¿Ayudaría La Habana a sacar con cuidado a Maduro para facilitar el retorno de la democracia a Venezuela si Trump siguiera con una normalización al estilo Obama? ¿Que sucedería si países como Brasil, Canadá, Colombia y México remplazaran los subsidios de Maduro durante un tiempo y a las decenas de miles de soldados cubanos en Venezuela se les garantizara un retorno gradual y seguro a casa? Es difícil de decir, pero todos se beneficiarían de tal acuerdo y ninguna de las partes involucradas sufriría pérdidas excesivas.
Venezuela tiene mucho que ganar de una gran negociación que incluya a Cuba y a Estados Unidos, al igual que Cuba, Estados Unidos y el resto de América Latina. Por ahora, quizá parezca ingenuo pensar que Maduro y sus aliados vayan a aceptar un acuerdo en el que él deje el poder justo cuando parece que lo ha consolidado. Sin embargo, algunas veces ese es el mejor momento para llegar a un acuerdo. La situación de Venezuela es insostenible, y los cubanos, que han estado ahí desde siempre, lo saben. ¿Lo sabrá Trump? -------- Jorge G. Castañeda, fue ministro de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, es profesor en la Universidad de Nueva York y miembro del consejo de Human Rights Watch.
Los dos son un par de rufianes
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