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De: cubanet20 (Mensaje original) |
Enviado: 20/09/2017 17:41 |
La apasionante vida de Edith Windsor, la octogenaria que retó (y ganó) a EE UU allanando el camino para el matrimonio igualitario.
Saliendo de la Suprema Corte, Marzo 27, 2013
Por qué tienes que conocer a la Rosa Parks del movimiento LGTBI
Ojos vivísimos. Diminuta. Delgada. Sonriente. Las últimas fotografías de Edith Windsor desmentían tanto el peso de su edad (88 años) como de su agitada e industriosa vida. Pero la mujer de la eterna melena dorada murió en un hospital de Nueva York el pasado martes, acompañada por su segunda esposa. Si Rosa Parks, la secretaria negra que se negó a levantarse de un asiento para blancos en el autobús, disparó la caída de las leyes racistas, Edith hizo algo similar por el movimiento LGTB.
Su vida está recogida en muchas fotografías, muchas. En un despacho de IBM, en la cima de su carrera como jefa de programadores; collar de perlas sobre un atuendo profesional en reuniones llenas de hombres; en una motocicleta, luciendo uno de los primeros bikinis; abrazada en distintos países y escenarios a una intrigante mujer morena... Pero una instantánea es la más importante. Para ella y para que su país, Estados Unidos, se convirtiera en un lugar más decente.
Esa imagen se tomó en 2013. Es la de una elegante anciana ante un añejo edificio judicial en traje pantalón, los brazos abiertos mientras su pañuelo rosa y naranja se despliega al viento.
Windsor se atrevió a demandar a Estados Unidos por tener que pagar unos impuestos que no hubiese debido abonar si hubiera enviudado de un hombre. Después de años de litigios, el Tribunal Supremo invalidó la Ley de Defensa del Matrimonio, una norma que negaba a las parejas homosexuales los derechos (más de 1.000) de las heterosexuales. Aquello fue fundamental para que el matrimonio igualitario se hiciese realidad en el país en 2015.
La octogenaria rechazada para la demanda -por su edad y posición, que juzgaron demasiado privilegiada- por las organizaciones gays a la que ella había financiado durante años se convirtió entonces en el icono del colectivo. Lo que comenzó con la rabia de una viuda ante un envite tributario se tornó en un hito en la lucha por los derechos civiles. Algo que hasta el presidente Obama agradeció con una llamada de teléfono.
La verdad es que Edie, tenaz, valiente y con encanto (así la describe una periodista de The New Yorker que la conoció a fondo), la mujer malhablada de uñas en rosa nacarado, llevaba encima unas cuantas victorias.
La niña que se casó sabiendo Edie Schlain nació encima de una tienda de golosinas y helados regentada por sus padres, emigrantes rusos, en un barrio pobre de Filadelfia. Comercio que perdieron cuando ella y un hermano contrajeron la polio y fueron sometidos a cuarentena.
Llegó a la universidad convertida en una lectora voraz, porque su padre prefería llevarse un bocadillo al trabajo para poder comprar libros. Rompió con su prometido, un amigo de su hermano, cuando se enamoró de una compañera de clase. “Fue maravilloso y terrible”, recordaba. Ambicionando una vida normal, se casó tras graduarse. El matrimonio no duró ni un año. De él solo se quedó el apellido, Windsor. “Le dije: ‘Cariño, mereces más. Mereces a alguien que sienta que eres la persona más deseable", recordaba, "y yo necesito algo más”.
Así que, a los 23 años, se mudó a Nueva York para poder vivir abiertamente como lesbiana. Al inicio de la década de los cincuenta, alquiló un apartamento sin baño cerca de la Universidad de Nueva York (NYU) y se empleó como secretaria para mantenerse. Una situación extraña, recordaba Hillary Clinton en una aparición sorpresa en su funeral, teniendo en cuenta que la norma para las mujeres entonces era darle hijos al marido y encargarse del hogar. Edie quería, además, una profesión. Se matriculó en un máster en Matemáticas mientras trabajaba en lo propia NYU introduciendo datos en el primer ordenador comercial del mundo que también era usado por la Comisión de Energía Atómica. Pronto despuntó en aquel mundo de hombres y se empleó como programadora en una empresa de ingeniería.
En sus ratos libres leía revistas de literatura en el Bagatelle, un bar de ambiente cerca de Washington Square. “Cuando entraba alguien conocido de la universidad, me paralizaba el pánico”, recordaba en una entrevista con la revista de alumnos.
El armario es un broche de diamantes Una noche, en 1963, cuando ya trabajaba en IBM, le presentaro en un restaurante en el que se reunían lesbianas a Thea Spyer, una atractiva psicóloga y violinista con la que estuvo bailando hasta la madrugada. Thea era tan resuelta como elusiva, pero cuatro años después le pidió matrimonio con un broche redondo de diamantes, porque un anillo —la homosexualidad aún era considerada una enfermedad— resultaba demasiado llamativo.
La vida de ambas transcurría en el armario, hasta el punto de que Edie se inventó un novio hermano de Thea (en realidad un muñeco de peluche) para justificar las llamadas de esta a su despacho. El hogar de las eternas prometidas, un apartamento de Greenwich Village, acogía las cenas elaboradas por Spyer y los amigos gays y lesbianas de ambas. Era el territorio seguro.
Aquello cambió bastante en 1969. El 28 de junio la pareja regresaba de Italia cuando se enteró de que un grupo de drags y otros clientes de Stonewall, un bar del Village, se plantaron ante los policías que pretendían entrar. La revuelta duró varios días y generó el símbolo del Día del Orgullo LGTBIQ, que ya se celebra en todo el mundo. Ellas, nada próximas a ese ambiente de las “reinas”, mudaron su actitud. “Fue el comienzo de ver otra parte nuestra, son humanos, no tienen cuernos, ellos cambiaron mi vida”, declaró Windsor a Time. Se apuntaron al activismo.
El diagnóstico de esclerosis múltiple de Thea en 1977 coincidió con la marcha de Edie del gigante informático. Se dedicó a cuidar de su prometida y a militar en varias organizaciones LGTBIQ. Pasaron años. El sida arrasó entre la población gay. El matrimonio igualitario no fue legal hasta 2004 y en un solo estado, Massachussets. Para su vida en común, cada una tenía un lema. El de Edie era: "No retrases la alegría". El de Thea, "mantenlo caliente". Cuestión esta última en la que la programadora siempre estaba dispuesta a ahondar.
El día siguiente de que a Thea le dijeran que le quedaba poco más de un año de vida. le soltó a Edie: "Vamos a casarnos". Lo hicieron en Canadá en 2007, en un viaje no exento de dificultades, Thea ya estaba cuadripléjica. Contrajeron matrimonio ante las cámaras, que grabaron lo que se convirtió en el documental Edie and Thea, a very long engagement.
Es emocionante, en la película, ver la expresión de Edie, camisa de seda, agachada sobre la silla de su prometida de tantos años en el momento de casarse, Tanto como la secuencia de las dos dando vueltas en el armatoste motorizado —ambas amaban bailar— locas de alegría. O el mimo con el que maneja la grúa para mover a su esposa y meterla en la piscina de la casa que tenían en Long Island para que esta nadara. Pero el aparato servía para alguna cosa más. "Soy la amante de Thea", decía Edie, siempre tan explícita: "La cuido ¡y la penetro!".
Un corazón roto Thea murió en 2009. A Edie se le rompió el corazón. Literalmente. En el hospital, solo quería morir. Pero el documental comenzó a recibir premios y ella a viajar, sintiéndose la heroína de todos. Paralelamente llegó una factura de más de 363.000 dólares en impuestos federales por la herencia recibida de su esposa, tributo del que estaría exenta en caso de ser su casamiento con un hombre. Pagó también otros 275.000 al Estado de Nueva York, Montó en cólera.
Contactó con las organizaciones que habían recibido los fondos de las exclusivas fiestas benéficas que la pareja celebraba cada año. Alguna ni siquiera devolvió sus llamadas. Tenían claro que aquella ley injusta, firmada por el presidente Bill Clinton por presiones de grupos homófobos, era un objetivo a combatir, pero si bien Windsor era menos amenazante para el imaginario conservador que un hombre homosexual, tan aparentemente sexualizado, juzgaron su estatus económico inadecuado.
Buscaban a una demandante en quiebra. Una prestigiosa abogada lesbiana vio claro el caso, pero le advirtió de lo largo y difícil que podía ser para una mujer con una cardiopatía tan grave. La viuda no dudó: "Para ella, luchar por la igualdad era un homenaje a Thea y al amor que sentían la una por la otra, así como toda la comunidad LGTBIQ", dijo la letrada, Roberta Kaplan, en el funeral el pasado viernes. La defendió gratis a cambio, entre otras cosas, de que no hablara públicamente de sexo. A Edie le pareció mal, "siempre le siguió pareciendo mal", reveló Kaplan, "si no, no sería Edie, tenía una voluntad de acero". Pero la litigante obedeció y la estrategia fue un éxito.
Después de aquel junio de 2013, Edie se convirtió en una celebridad. Y aún más cuando se legalizó el matrimonio igualitario en todo el país. Como recordaba Clinton en el funeral, (y como ha ocurrido en las redes sociales cuando falleció) decenas de parejas del mismo sexo le daban las gracias. En una ocasión le replicó a un admirador: "No me lo agradezcas. Cásate". Ella apreció muchísimo la experiencia. "El matrimonio importa. Casarse es diferente", decía, "tiene que ver con nuestra dignidad como personas y poder ser quien somos, abiertamente"
También alquiló una casa para veranear en Provincetown, meca gay, y miró de nuevo a las mujeres. Una vez le confió a la misma periodista de The New Yorker que estaba rompiendo una relación porque la novia, treinta años más joven, la acusaba de demandar mucho sexo. "Yo le repliqué: `Querida, no te lo estoy demandando, te estoy suplicando".
El pasado año, Edie se volvió a casar. Al parecer su esposa, Judith Kasen, una directiva de Wells Fargo de 52 años, sí que respondió a sus anhelos. “Me encontraba vacía y entonces esta mujer entró en mi vida", dijo a The New York Times, "no creía que podría ocurrir otra vez, y pasó".
Judith la despidió el viernes, durante un acto multitudinario en una sinagoga del Upper West Side. Y en el que, sobre una pequeña mesa, reinaban un elegante sombrero y un pañuelo rosa.
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Documental Edie and Thea, a very long engagement
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Rosa Parks, la legendaria activista que se negó a ceder el asiento a un blanco
Por Yolanda Monge - El PaísRosa Lee Parks, la afroamericana que impulsó el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos al negarse a ceder su asiento en un autobús a un hombre blanco, falleció el 24 de octubre de muerte natural, a los 92 años de edad, mientras dormía la siesta en su casa de Detroit. "Simplemente se quedó dormida y no se despertó", informó Shirley Kaigler, abogada de Parks. Aunque la causa de la muerte no ha sido todavía confirmada, Parks llevaba años luchando contra la demencia senil.
Rosa Parks cambió hace casi medio siglo la historia de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos con un simple "no". El 1 de diciembre de 1955, una costurera de 42 años de edad se sentaba en una de las filas "para la gente de color" en un autobús de la ciudad de Montgomery, en el segregado Estado de Alabama, la misma Alabama que un siglo antes había luchado contra el Norte para mantener la esclavitud.
Pero una ley de la ciudad obligaba a los negros a dejar sus asientos a los blancos cuando no quedaban más sitios disponibles en el autobús. Incluso debían bajarse del vehículo en caso de que fuera muy lleno. Cuando varios blancos subieron aquel día al autobús, varios hombres negros hicieron lo que se esperaba de ellos: cedieron sus sitios. Rosa Parks se negó a levantarse, fue arrestada y cambió con su coraje a toda una nación sin ni siquiera proponérselo.
"No. Estoy cansada de ser tratada como una ciudadana de segunda clase", dijo Parks al conductor del autobús cuando le ordenó ceder su asiento. Cuando Parks insistió en su negativa a levantarse y ceder su puesto a un hombre blanco, el chófer del autobús, James Blake, llamó a dos policías. Éstos preguntaron a Parks por qué no se había movido. "No pensé que tuviera que hacerlo. Pagué mi billete como cualquier otro".
"En el momento de ser detenida no tenía ni la menor idea de que iba a ocurrir todo lo que después ocurrió", contaría la costurera 30 años después. Parks no fue la primera persona negra arrestada en Montgomery por no ceder su asiento, pero sí la primera en desafiar la ley. Por aquel entonces, a mediados de la década de los 50, estaban en vigor leyes que obligaban a la separación racial en autobuses, restaurantes y lugares públicos en todo el sur de Estados Unidos. "Estaba harta", asegura Elaine Steel, amiga de Parks, en The New York Times. "No era ninguna niña, y llegó un momento en que no aguantó más abusos". Rosa Parks fue condenada por quebrantar la ley y multada con 10 dólares, además de tener que pagar otros cuatro por las costas del juicio.
Ese mismo día, los habitantes negros de la ciudad comenzaron una protesta donde económicamente más dolía: boicotearon el sistema de autobuses bajo el liderazgo por un entonces desconocido y joven de 26 años reverendo Martin Luther King. El boicoteo duró 381 días, casi 13 meses, llevando casi a la ruina a la compañía de autobuses, ya que en un 75% eran los negros quienes utilizaban este sistema de transporte.
Los 381 días de huelga desembocaron en una decisión del Tribunal Supremo que obligó a Montgomery a eliminar la segregación racial en el sistema de autobuses, y puso fin a las leyes racistas que separaban a blancos y negros en los espacios públicos del sur estadounidense con la norma de 1964 conocida como Ley federal de Derechos Civiles.
El 21 de diciembre de 1956, Martin Luther King y otros líderes de los derechos civiles fueron los primeros ciudadanos negros en subir a un autobús de Montgomery en igualdad de condiciones con los ciudadanos blancos.
Rosa Louise McCaulley nació el 4 de febrero de 1913 en Tuskegee, Alabama. Su padre era carpintero y su madre maestra de escuela. Sus abuelos, con los que vivió de niña, habían sido esclavos.
"En aquella época, no teníamos ningún tipo de derechos. Era una cuestión de supervivencia", explicaba Parks en una entrevista en los años 80. En 1932 se casó con Raymond Parks, un barbero, decidieron compartir el compromiso de luchar por los derechos de los negros y se unieron a la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, en sus siglas en inglés).
Tras su victoria, la pionera del movimiento de los derechos civiles y su marido tuvieron que mudarse a Detroit en 1957, después de perder su empleo y recibir varias amenazas de muerte en Alabama. Entre 1965 y 1988, trabajó como asistente del representante demócrata por Michigan John Conyers.
Parks recibió en 1996 la más alta condecoración civil de Estados Unidos, la medalla Presidencial de la Libertad, y en 1999 le entregaron la medalla de oro de Honor del Congreso, cuando la reconocieron como un "icono viviente de la libertad en Estados Unidos".
El presidente, George W. Bush, aseguró ayer que Rosa Parks "transformó América". El senador demócrata Edward Kennedy y el reverendo Jesse Jackson lamentaron su fallecimiento y destacaron su lucha y valor en favor de la igualdad y la libertad.
Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de octubre de 2005
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